Aroma a cafe
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Capítulo 4 Propuesta

Capítulo 4: Propuesta

* * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * *

* * * * * * * * * * * Kansas * * * * * * * * * * * *

-Toma -escucho la seductora voz de mi novia y siento cómo me abraza por detrás al tiempo en que me ofrece una copa de vino, la cual recibo gusto.

-Gracias -siseo antes de llevar la copa a mi boca mientras disfruto de sus caricias a mi torso desnudo.

-¿Qué harás esta noche? -pregunta de repente y veo cómo esta da unos pasos para colocarse frente a mí; así que desvío mi mirada de la ventana de su habitación (por la cual se podía observar muy bien la ciudad) y me limito a acariciar su rostro con el dorso de mi mano.

-¿Por qué lo preguntas? -cuestiono curioso en un susurro.

-Pueeess... -ella se acerca más a mí-... porque quería invitarte a una fiesta -me dice mientras apoya su cabeza en mi pecho y empieza a trazar líneas imaginarias sobre él.

-Hoy es el cumpleaños de Ángeles -le recuerdo al darle un beso suave en su sien.

Ella levanta la mirada, me sonríe y empieza a acariciar mi rostro con la yema de sus dedos.

-¿Has tenido noticias de algún donador? -me pregunta, nuevamente, y aquello me hace volver a mi realidad.

-No... -susurro decepcionado a la vez que me pongo a pensar en el tiempo que me quedaba para conseguirlo. El tumor de Ángeles estaba avanzando demasiado (fue lo que me dijo su médico) y yo necesitaba el dinero para su cirugía lo más rápido posible; así debiera endeudarme-. Y necesito conseguir otro trabajo para poder pedir algún préstamo en los bancos -le digo y esta me queda mirando atentamente de una manera muy extraña-. ¿Qué pasa? -le interrogo y aquella me ve dudosa en si decirme o no lo que quería-. ¿Hay algún problema? -le pregunto al verla así-. ¿Te pasó algo? -cuestiono preocupado.

Sabía que la vida de Brescia tampoco era fácil, pues si bien era parte de una familia con un buen status económico, desde que murió su abuelo, todo fue complicado para ella y toda su familia biológica cuando el patriarca de aquella familia había estipulado en su testamento dejar a su hija adoptiva como heredera universal de absolutamente todos sus bienes. Hija adoptiva que, al enterarse de ello, le quitó los privilegios a todos los Foster sin excepción alguna. A Brescia solo le quedaba su departamento y después, tenía que vérselas ella misma.

-¿Kansas? -escucho su voz y despierto de mis cavilaciones.

-Lo lamento, amor -me disculpo con ella y esta me sonríe-. ¿Estás bien? -le vuelvo a preguntar y esta asiente a modo de respuesta.

-Sí -contesta y toma mi mano para dirigirme hacia la cama nuevamente.

-¿Quieres más? -le sugerente cuando me siento sobre el colchón y ella se sienta sobre mí.

-Mucho más -responde usando un tono de voz bastante seductor y, ante ello, decido recostarla sobre su colchón para hacerla mía otra vez; sin embargo, me detiene de hacerlo-. ¿Qué pasa? -le cuestiono confundido al fruncir un poco mi entrecejo. Ella respira profundamente y después se separa por completo de mí y se sienta a mi lado-. Brescia, me estás preocupan...

-Tranquilo, tranquilo -dice muy tierna y le sonrío.

-¿Me dirás qué pasa? -interrogo nuevamente y ella toma mis manos con delicadeza y me mira fijamente.

-Kansas -empieza a hablar mientras acuna una de mis mejillas-. Sabes que te amo ¿no es así? -precisa y yo solo me muerdo el labio inferior para después sonreírle. Amaba a Brescia; verdaderamente, la amaba.

-Yo también -le susurro muy cerca de sus labios al haber acortado casi toda la distancia que antes había puesto -. Te amo -le aclaro, ella sonríe y vuelve a tomar distancia.

-Y sabes también que, si tuviera el dinero, te lo daría ¿no es así?

-Claro que sí, Brescia -le digo al abrazarla y acercarla otra vez a mi cuerpo.

-Kansas -la siento soltar un suspiro pesado y eso hace que decida verla a sus ojos.

-¿Qué pasa, Brescia? -pregunto intrigado. Ella quería decirme algo (estaba seguro), pero no se decidía-. Sabes que puedes contarme lo que sea -le recuerdo y, de inmediato, se separa nuevamente de mí; se levanta de la cama y camina hacia el balcón para después girarse a verme muy seria.

-Kansas... -se pausa un momento y desvía su mirada.

-Brescia, ya! -hablo un poco impaciente- ¿Qué pasa? -cuestiono de la misma manera.

-Está bien, está bien -resopla-. Sin rodeos -suelta un suspiro-. Kansas, tú y yo somos conscientes de lo que el médico de tu hermana ha dicho -precisa seria al verme fijamente.

Hablar de ese tema era hablar de tiempos y yo... a este punto de mi vida; odiaba los malditos pronósticos de tiempo en cuanto a la enfermedad de mi hermana.

-Sabes que, sin esa operación, le queda poco tiempo -agrega de repente y aquello me sorprende.

-¡Basta! ¡No sigas! -le digo molesto-. ¡No vuelvas a mencionar algo como eso! -le demando serio mientras me paro de la cama para buscar mis pantalones y mi camiseta-. Yo voy a conseguir ese dinero -digo decidido-. Yo voy a conseguir el dinero para la operación -determino nuevamente al verla directo a sus ojos. Ante ello, Brescia solo se limita a desviar su mirada de mí y resoplar con frustración mientras se dirige a su mesita de noche y se sirve otra copa de vino. Mientras tanto, yo solo me dedico a ponerme mis pantalones.

-¿Sabes? -escucho su voz nuevamente-. A veces, para ser tan inteligente, no eres tan razonable-menciona y, aquella sola frase suya, llama mi atención.

-¿Qué es lo que quieres decir con eso? -pregunto molesto y al girar a verla.

-A que debes ver tu realidad, Kansas -dice sin tapujos al verme a los ojos sin timidez alguna-. A tu hermana no le queda mucho tiempo sin esa operación...

-Oye, oye... -quiero interrumpirla para que no siga diciendo ese tipo cosas, ya que tenía suficiente con que el médico me lo recordara, pero ella no me deja hablar.

-"Oye, oye" no, Kansas -dice muy seria al levantar la voz-. Ya es hora de que asumas tu realidad; realidad de la cual nadie te ha querido sacar y que yo te estoy haciendo el favor de recordártela -dice sin titubeo alguno, lo cual me sorprende-. A tu hermana no le queda mucho tiempo -dice sin tino y consideración alguna-. Necesita esa operación cuanto antes; tú no tienes trabajo y, si lo tuvieras, lo que ganes no te alcanzaría para pagarla ni en años -precisa directa para después acercarse un poco a mí, pero aún manteniendo una distancia prudente-. Ahora... -resopla y luego bebe un poco de vino de su poco- los bancos -completa mientras... sonríe- ¿En serio crees que los bancos te prestarían esa cantidad de dinero? -cuestiona mientras arquea una de sus cejas y abre sus brazos-. Claro que no lo harían -afirma segura al sonreír nuevamente-. Ninguno lo haría -añade-; ni siquiera hipotecando el pequeño departamento que tienes o vendiéndolo, en el peor de tus casos- menciona mirándome sin temor-. Es hora de que abras los ojos de una vez -demanda-. Te amo, pero no puedo seguir tu juego; debía aclararte tu realidad -dice muy segura-. ¿Quieres salvar a Ángeles? -me cuestiona y aquella pregunta me parece ridícula.

-¿Qué cosas preguntas, Brescia? -interrogo realmente sorprendido-. Es obvio que sí; es la persona que más amo; es mi única... es mi única familia -recuerdo nuevamente y siento una fuerte opresión en el pecho, ya que, si perdiera a Ángeles, ya nada tendría sentido aquí.

-¿Entonces qué esperas para hacer algo?

-¡¿Y qué crees que es lo que he estado haciendo todo este tiempo?! -replico.

-Pues yo no he visto que hayas hecho mucho -responde un poco alterada.

-No te estoy entendiendo -suspiro frustrado-. ¡Ya he ido a todas las organizaciones y hospitales! -le informo-. ¡Y nadie puede ayudarme! -puntualizo-. ¡He ido a los bancos! ¡Y nadie puede prestarme! -añado aún más alterado y agobiado-. ¡He ofrecido mi casa! ¡Pero nadie la quiere comprar! -siento mi respiración agitada-. Y si hay alguien interesado, lo que me quiere dar no me alcanza ni para cubrir la cuarta parte de la cirugía -preciso indignado al recordar la ínfima cantidad que algunos ofrecían-. ¡Nadie quiere ayudarme! ¡Nadie puede hacerlo! -exclamo más fuerte al tiempo en que siento ganas de llorar de impotencia-. Nadie quiere prestarme -agrego abatido al tiempo en que vuelvo a sentarme en el filo de la cama y bajar la cabeza para empezar a llorar. Inmediatamente, siento los brazos de Brescia envolverme y yo solo me limito a llorar en su pecho.

-Yo puedo ayudarte -la escucho decir luego de unos minutos y levanto mi mirada hacia ella.

-No entiendo -le digo confuso.

-Solo conozco a una persona que podría posibilitarte esa cantidad de dinero -señala y aquello se roba mi atención.

-¿Quién? -cuestiono verdaderamente interesado y esperanzado-. ¿Quién es? -repito.

-Pero eso sí; no creo que te los dé fácilmente -añade.

-Brescia, ya no tengo muchas opciones que digamos... por no decir ninguna -acepto mi realidad.

-Primero, quiero que te quede claro una cosa.

-Dime

-Te amo -menciona y me sonríe-. Discúlpame por haberte dicho lo que te dije en ese tono, pero tenía que ser así

-Hay maneras de decir las cosas

-Lo sé... -dice apenada-. Perdóname por eso por favor -me pide al regalarme una de sus miradas más tiernas.

-Te amo -es lo único que le digo y ella se lanza a mis brazos para después besarme apasionadamente. Luego de ello, me alejo un poco y decido seguir hablando-. Bueno ¿y me dirás quién es esa persona? ¿Y qué debo hacer para que me preste el dinero?

-Tal vez... esto te parezca ridículo, pero... como lo veo, ya no hay más opciones; así que... -respira profundamente-... solo quiero que sepas que, más allá de ti o de mí, está Ángeles -concreta y le sonrío-. No te propondría esto si no fuese verdaderamente necesario.

-Brescia, habla ya -le pido-. Conmigo no tienes que dar tantos rodeos- le recuerdo y le sonrío.

-Bueno, pues ahí va... -dice y se separa de mí para empezar a contarme sobre la persona que me prestaría el dinero-. Esa persona es Austral -suelta sin más.

-¿Tu prima adoptiva? -cuestiono confundido

-Sí, ella -responde seria

-¿Estás bromeando? -pregunto más confuso que antes, pero ella mantiene su gesto serio-. Pero, Brescia, tú misma me has hablado de ella -le digo al mirarla a sus ojos-. Por todo lo que me has contado, no puedo imaginar cómo ella quisiera ayudarme.

-Y te doy toda la razón, pero hay algo que no hemos tomado en cuenta -contesta y bebe de su copa de vino.

-¿A qué te refieres?

-Una persona solo accede a ayudar, sin dudar, en 2 situaciones -habla segura-. La primera, cuando alguien de tu familia te lo pide -explica-, pero, obviamente, ese no es caso de Austral porque, para ella, nosotros nunca fuimos su familia; así que podría decirse que no la tiene...

-Creo que no deberías de...

-Déjame terminar -me pide al seguir mirándome demasiado seria-. La segunda razón es cuando la persona está enamorada -precisa firme y al observarme de una forma un tanto rara-. Enamora a Austral y estoy segura de que no se negaría a darte el dinero que necesitas para la operación de tu hermana -suelta de repente y sin titubear.

-No estás hablando en serio ¿cierto? -pregunto un tanto incrédulo

-Kansas -toma la palabra a la vez que siento sus manos acariciar mis brazos-, ya no hay más alternativas; yo te estoy ofreciendo una -contesta muy segura y aquello me desconcierta...

-Brescia... -la miro serio-, la situación de mi hermana no debe prestarse para este tipo de bromas -puntualizo un poco molesto y veo cómo ella frunce el ceño.

-Yo no estoy bromeando, Kansas -responde tajante sin quitarme su mirada expectante de encima, la cual analizo a profundidad en busca de alguna señal que me indique que todo eso era una mala broma.

-Ya basta, Brescia. Esto no es gracioso -añado al fruncir mi entrecejo para expresar mi molestia, pero aquella solo mantiene la misma mirada.

-No es broma -repite firme-. Es la única forma en la que Austral te prestaría el dinero -añade.

-Brescia... -susurro su nombre al observarla de manera fija sin poder creer aún en su propuesta-. ¿Te das cuenta de lo que me estás pidiendo? -cuestiono preocupado al ser testigo de su extraño comportamiento.

-Sí -susurra y se queda viéndome-. Y sé que te puede parecer disparatado...

-Esto es más que un disparate, Brescia -refuto molesto al darme cuenta de que no estaba bromeando y, en ese momento, decido marcharme; así que procedo a levantarme del colchón para salir de su habitación.

-Kansas, espera -me detiene y toma una de mis manos-. Piensa en Ángeles -me pide-. ¿Acaso tienes alguna otra opción real para conseguir el dinero? -pregunta al tiempo en que una de sus manos acuna una de mis mejillas-. ¿En serio crees que puedas encontrar alguna otra opción pronto? -añade al llevar su otra mano hacia mi rostro para acunarlo por completo-. Solo es enamorarla... -puntualiza como sin nada y aquello no hace más que dejarme atónito.

-Soy tu novio, Brescia -le recuerdo al mirarla con dureza

-Y yo sabré entender, Kansas

-¿Qué? -cuestiono más que decepcionado

-Yo entenderé -reafirma al ver directamente a mis pupilas y ... sonreírme. Ante su último gesto, me quedo totalmente paralizado y en silencio...

-¿Quién eres? -es lo último que digo y después, me suelto de su agarre para salir cuanto antes de aquel lugar.

            
            

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