«Brescia» -digo en mi mente mientras suspiro cansinamente y subo por las escaleras para llegar al piso donde se encontraba mi departamento-. «Ni siquiera entiendo cómo es que te atreviste a pensar en que hubiera la posibilidad de que yo hiciera algo como eso» -reflexiono un poco más sobre la situación y no puedo sentirme más turbado.
Llego hasta la puerta de mi casa y, antes de entrar, inhalo y exhalo varias veces para poder calmarme un poco más. Después, solo recompongo mi postura, pongo la llave en la puerta y finjo una sonrisa para disponerme a ingresar.
-Ahora sí... -susurro para mí- ya es hora de entrar -me demando y es lo que hago.
-¡Kansaaaaass! -escucho la voz de mi hermana y voy directamente hacia ella para abrazarla muy fuerte por varios segundos con la mano que tenía libre-. ¡Oye, ya! -se queja mientras se ríe- me vas a asfixiar -dice entre risas y solo me queda reír con ella.
-¿Qué tal tu día? -le pregunto al acariciar sus mejillas.
-Bastante bien -sonríe alegremente-. Después de que Margaret me diera mis lecciones, me dediqué a practicar una nueva canción con esa belleza -me señala su guitarra eléctrica.
-Me alegra que la hayas pasado bien -menciono sincero sin quitar mi mirada de la de ella.
-Wooooaaa... -expresa muy emocionada- ¿De qué sabor es? -pregunta entusiasta al tiempo en que yo le entrego el pastel.
-De almendras -contesto con una sonrisa y esta me abraza.
-Me encantan las almendras -suspira con tranquilidad.
-Bueno, entonces no esperemos más y vamos a partirlo de una vez -le indico.
-Siiiiiiii... -grita emocionada mientras regresa su atención a su pastel- ¡Ya, Kansas! ¡Apúrate! -demanda exigente, lo cual me hace reír-. Empuja mi silla -me pide y yo solo la obedezco.
-Como ordene la princesa -preciso y la llevo hasta la pequeña mesa que estaba en la entrada de nuestro pequeño balcón (lugar reservado para las celebraciones especiales)-. ¿Dónde está Margaret? -le pregunto al no verla.
-Se está bañando en mi habitación- contesta relajada mientras deposita su pastel en la mesa-. Ya no creo que tarde- me informa a la vez que empieza a colocar las velitas que venían junto al pastel-. Mmmmm... y hablando de la reina Roma -expresa de repente y yo me giro de inmediato.
-Wao... ¿Y esa sorpresa? -menciona Margaret al mirarme curiosa-. Hoy llegas un poco más temprano de lo normal -agrega mientras se acerca a Ángeles con un vaso de agua y su toma de pastillas-. Toma, mi amor -le dice dulce y mi hermana procede a tomar sus medicamentos rápidamente para después observarme atentamente.
-¿Qué pasa? -le cuestiono con una sonrisa en el rostro.
-Margaret te hizo una pregunta -me recuerda y torno mi mirada hacia mi mejor amiga, quien me mira sonriente e igual de curiosa.
-Ah, bueno -sonrío- yo pedí permiso hoy -les miento-. Quería pasar más tiempo con mi hermana preferida en su cumpleaños -añado al ver directamente a Ángeles, quien me sonríe.
-Soy tu única hermana -me aclara al cruzar sus brazos sobre la mesa.
-Sí... y la verdaaad... no quisiera tener más -digo firme-. Contigo es suficiente para poner mi mundo de cabeza -agrego divertido y me gano la risa de ambas-. Bueeeeno... -digo al observar la mesa-. Aquí faltan unos platos, vasos y jugos -expongo-. Ya vuelvo -digo y me marcho a la cocina.
Llego hasta esta y procedo a tomar cada una de las cosas que faltaban para comenzar a cantarle el "Feliz cumpleaños" a mi hermana.
-¡Kansas!
-Dimeee... -respondo al reconocer la voz de Margaret.
-¡No olvides el cuchillo!
-¡Vale! ¡Ya lo llevo! -contesto mientras busco uno con la mirada y lo tomo
-¡Kansas!
-¿Y ahora qué? -cuestiono un poco fuerte para ser oído
-¡Kansaaas! ¡Kansas, ven! -escucho unos gritos desesperados por parte de Margaret, lo cual me pone en alerta y, sin darme cuenta, he empezado a correr hacia el pequeño balcón-. ¡Kaansas! -su grito se mezcla con su nerviosismo-. ¡Kansas! -la escucho gritar una vez más al tiempo en que he llegado al balcón.
-¡Ángeles! -exclamo al verla convulsionando. Al ver aquello, me acerco desesperadamente hasta ella para poder ayudar a Margaret a bajarla de su silla y ponerla en el piso para mantenerla quieta a la vez que hago lo que se debe para que no se ahogara o lesionara-. Ángeles, Ángeles, ya -le hablo como si me escuchara-. Tranquila, tranquila, ya va a pasar le sigo hablando mientras la sujeto con la ayuda de Margaret.
-No pasa, Kansas -precisa Margaret un poco nerviosa.
-Ya va a pasar -es lo único que digo, pero la convulsión no se detenía.
-Kansas... -vuelve a nombrarme mi amiga un poco más alterada.
-Ya va a parar, ya va a parar -le señalo tratando de no perder la calma; sin embargo, Ángeles continuaba convulsionando.
-Kansas, no está parando -señala Margaret nuevamente y con ganas de llorar.
-¿Cuánto tiempo va?
-No lo sé, no estoy segura, 3 o 4 minutos -señala angustiada y yo empiezo a estarlo
-Ok, ok, está bien -digo al tiempo en que empiezo a sentir mi respiración agitada, pero trato de no hacerlo notorio-. Lla... llama a emergencia -le solicito a Margaret tratando de mantener la calma-. Yo me encargo -le digo, pero esta se ve dudosa y nerviosa-. Margaret, Margaret, mírame... mírame -le pido-. Te necesito -le digo firme y ocultando todo mi miedo y nerviosismo-. Necesito que llames a emergencias- le repito-. Sabes que esto no parará- le recuerdo-. Así que necesitaremos a una ambulancia aquí y ahora -le señalo lo más tranquilo posible-. Llama a emergencias -le digo más seguro y ella asiente a modo de respuesta. Aún está dudosa y nerviosa, pero obedece: ella va por su teléfono para marcar al 911. Después, solo me quedo sujetando a Ángeles por los siguientes minutos.
Teníamos que actuar ya; no iba a esperar a que su convulsión terminara para llamar a emergencias; no cuando esta estaba durando más de lo debido.
-Sí, sí, esa es -escucho la nerviosa voz de mi amiga acercarse nuevamente-. Sí, ... sí -la escucho decir para luego colgar inmediatamente y volver a ayudarme a seguir sujetando a Ángeles y, a este punto, mi miedo ya estaba por hacerse evidente.
-Ya, ya va a venir -menciona Margaret sin quitar la mirada de Ángeles y empieza a llorar.
-Por favor, no llores -le pido al exhalar pesadamente y, repentinamente, siento cómo la convulsión de Ángeles se terminó- ya... ya pasó -le digo y esta me mira nerviosa, pero no le tomo atención, sino que regreso mi mirada a Ángeles.
-No reacciona -precisa Margaret al tocarla.
-Es... está desmayada -expreso con preocupación al tiempo en que me paro para alistar sus cosas y estar preparado para cuando venga la ambulancia.
* * * * * * * * * * * * * *
* * * * * * * * * * * * * *
Emergencias no demoró en hacerse presente y, por el tiempo que duró la convulsión de Ángeles, la ingresaron por urgencias.
-Todo estará bien -escucho la voz de mi amiga a lo lejos, pero no le hago caso; solo sigo concentrado en ver las puertas por donde se llevaron a Ángeles-. Kansas...
-Ahora no, Margaret -la detengo de seguir hablando-. Lo único que quiero es silencio para pensar -le pido sin desviar mi mirada de la entrada a la sala de urgencias.
-Está bien -contesta ella y ya no la vuelvo a escuchar decir algo más.
«Ángeles» -pienso en ella y no puedo evitar soltar unas lágrimas al volver a recordar su episodio convulsivo. Nunca antes alguna de sus convulsiones había durado 6 minutos.
«Nunca» -preciso en mi mente al cerrar los ojos y llevar ambas manos a mi rostro para cubrirlo-. «Nunca» -repito en silencio nuevamente y paso mis manos a mi cabeza y desordeno mis cabellos.
-Nunca -siseo para mí al tiempo en que me pongo de pie y comienzo a caminar nervioso-. Nunca. Nunca... -respiro agitado- nunca había durado tanto -completo y suelto todo el aire contenido.
-Kansas -oigo una voz muy conocida y abro apresuradamente mis ojos para dirigirme hacia aquel.
-Doctor -me dirijo a él preocupado- ¿Cómo está? -le pregunto de inmediato.
-Hey, hey, tranquilo, muchacho -me dice al tomar mis brazos y mirarme con serenidad-. Ya le están haciendo los exámenes correspondientes.
-¿Cómo está ella? -vuelvo a preguntar, ya que no había respondido a mi pregunta.
-Está estable por ahora -contesta y aquello me tranquiliza un poco-. Sin embargo... -toma la palabra nuevamente y yo vuelvo a mirarlo de forma atenta.
-¿Sin embargo" qué, doctor? -interrogo y este me mira serio.
-Sin embargo, conociendo el historial y cuadro clínico de tu hermana... -suspira pesadamente- creo que la cirugía va siendo urgente en estos casos- me recuerda una vez más, pero a diferencia de las anteriores ocasiones, esta vez pude notar su gesto de preocupación.
-¿Para cuándo? -pregunto como para que me dé una fecha máxima para realizar la cirugía.
-Lo ideal sería hacerlo lo más pronto posible para que el tumor no siga extendiéndose- precisa al mirarme fijamente
-¿Para cuándo? -vuelvo a pregunta y este se queda callado por unos segundos antes de responder.
-Para ya -es lo único que dice y, recién hasta ahora, estoy plenamente consciente de mi escalofriante realidad- Lo lamento mucho, muchacho -agrega el doctor al mirarme con tristeza.
-Con... conseguiré ese dinero -digo con la mirada perdida-. Lo voy a conseguir- digo una vez más a la vez que la propuesta de Brescia se hace inevitablemente rechazable-. Yo conseguiré el dinero -repito al mirarlo a los ojos.
-Te ayudaré en lo que pueda -acota gentilmente y yo solo asiento como agradecimiento. Después de darme noticias sobre el estado de mi hermana, el doctor procede a retirarse.
-Doctor Hills -lo llamo y este se gira a verme-. Gracias -expreso sincero y este me sonríe para reconfortarme, pero no lo logra, ya que aquel gesto suyo no podía ocultar tristeza. Luego de ello, solo desaparece al entrar a la misma sala que había ingresado mi hermana.
-Kansas -oigo la voz de Margaret y me giro a verla-. Kansas, yo...
-¿Te podrías quedar a cuidar a Ángeles? -le pregunto al haberla interrumpido.
-¿Qué?
-¿Podrías cuidar a Ángeles? -le pido al mirarla
-¿Qué? -cuestiona confusa- ¿Y tú? -pregunta preocupada.
-Yo... yo debo ir a conseguir el dinero para la cirugía cuanto antes -le señalo y no me detengo a esperar su respuesta, sino que salgo inmediatamente de aquel hospital.
Al estar afuera, solo atino a hacer una cosa.
-Hola -escucho su voz.
-Lo haré -le informo y ella se queda en silencio.
-¿Ángeles está bien? -pregunta preocupada.
-¿Dónde es la dichosa fiesta? -pregunto al decidir no responderle.
-Te paso la dirección en unos minutos y el código de la invitación -precisa.
-Está bien; ahí estaré -pienso colgar, pero me detiene
-Kansas
-Qué
-Esto es por Ángeles -menciona-; así que, en este caso, la razón justifica el medio.
-Nos vemos en la fiesta -contesto con pocos ánimos y le corto para después ir rumbo a mi departamento y cambiarme para asistir a la fiesta anual de los Foster.