El efecto de la pantera
img img El efecto de la pantera img Capítulo 4 Cuatro
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Capítulo 4 Cuatro

Habían pasado dos semanas desde aquella noche, en la que casi, casi me arrebatan de los brazos de Carter.

Ya era un hecho que estaba embarazada, habíamos hecho una prueba casera y al dar positiva, Carter me elevó por el aire dando vueltas conmigo y haciendo honor a la tremenda fuerza que ostentaba, me alzó por debajo de los brazos y besó mi vientre repetidas veces.

Ver a un hombre como él, reaccionar así, fue asombroso. Disfruté cada minuto de nuestro pequeño momento de paz.

Al otro día fuimos al hospital y me realizaron exámenes de sangre y una ecografía, que confirmó el positivo de la prueba casera.

Y así pasaron los días, me sentía en un nivel de felicidad extrema que me daba cierto miedo.

Y cuánta razón tenía...

- Lucesita, debo ir a trabajar, desayuna rico aunque sea sin mí, hermosa. - sus labios saludaban los míos con ternura. Un abrazo entre las dos bocas.

- ¿A dónde vas tan temprano Samuel? - tenía días en los que se iba bien temprano y otros en los que pasaba el día conmigo y por la tarde,casi noche, era que partía hacia el club.

- Sila, no tengo tiempo de contarte todo ahora, pero lo haré por la noche ¿sí?...

- Cada vez que te vas siento tanto miedo, de no volver a verte.

- No hermosa, no digas eso. Moriré a tu lado cariño, viejito y arrugado, pero contigo.

El embarazo me tenía muy cansada. Dormía horas seguidas y cuando me levantaba, comía y dormía más horas todavía. Necesitaba de Carter para estar despierta, en el fondo creo que prefería dormir para no sentir su ausencia.

Las caras sábanas cubrían mi cuerpo por encima del camisón, no sabía que hora era cuando me levanté.

Pegué un sonoro grito llevándome una mano al agitado pecho cuando me sorprendió la presencia de Simón en la habitación.

Me cubrí mas todavía con la sábana, llevándola hasta mi cuello y me senté sobre mis talones en la cama.

- ¿Que pasa cuñada?¿Te asustó verme? - maldito bastardo.

- Samuel no está, llegará en la tarde.- dije tratando de imprimirle valentía a mi voz, el se recostó sobre el marco de la puerta de la habitación y sonrió malicioso.

- ¿Ves Sila?- me señaló con una mano, como si estuviera diciendo algo obvio que yo debía saber.

- ¿ Ahora entiendes por qué te quiero lejos de mi hermano?-yo negué temerosa- hasta te permite que lo llames por su nombre. Eso es algo que siempre fue nuestro. Y es algo de lo que también te has apropiado desde que te metiste en esa cama- con su mano abierta hacia mi, señaló la cama - Y ya no lo pienso consentir más - concluyó.

Se encaminó hacia mí y yo rehuía hacia el final de la cama, gateaba hacia atras mientras el avanzaba a paso lento, como un depredador, sin el mas mínimo apuro por la certeza de que podía someterme con una sola uña.

- Te aconsejo que te levantes por ti sola y hagas caso a lo que voy a ordenarte. No te va a gustar hacerlo a mi manera. - amenazó él.

- Por favor Simón, estoy embarazada, por favor, te lo ruego. No hagas esto- suplicaba arrodillada en la cama con las manos unidas, como si estuviera rezando.

- Ya sé que estás embarazada, es justo lo que me trajo aquí, te dí tiempo de arrepentirte de tenerlo, pero como veo que sigues estandolo, aquí estoy para solucionarlo.

- Samuel me buscará y lo sabes...

- No lo hará, me encargué de que crea que ese hijo es de Ashton, si te busca será para matarte y yo disfrutaré mucho ese momento. Así que te aconsejo que te apresures. Le dejaré unas fotos tuyas editadas junto a Ashton. Pensará que ese hijo es de él.

- ¿ Cómo puedes ser tan vil? Es tu sobrino, un bebé que no te ha hecho nada.

- No sabes todo lo que he hecho por mi hermano, no voy a permitir que nadie, nadie, ni siquiera un bebé, me quite a mi hermano. Sabía que eras perjudicial para nosotros. Pero te dí la oportunidad de entretenerlo, y te dedicaste a cambiarlo. Y si ya una vez impedí que una zorra me lo quitar, creeme que no será más difil de hacer ahora.

- Pero yo no quiero quitartelo, ni meterme en sus negocios, yo solo quiero estar con él, por favor.

- No ruegues más, que pierdes mi tiempo, tengo más cosas que hacer. Vístete rápido.

En pocos minutos me vi llorando a mares siendo obligada a salir de la casa, con nada más que mi ropa puesta. Nada había traído y nada me dejaba llevarme.

Yo no quería llevarme nada, yo solo quería a mi hijo y a Carter. Pero lo único que me estaba dejando era la criatura en mi vientre. Nada más.

Me obligó a hacer una carta para Samuel, poniéndole una sarta de mentiras, que rezaba internamente porque no se creyera.

La unió a las fotos que trajo y entre lágrimas me arrastró, escaleras abajo.

En la casa no había nadie que pudiera impedir mi desdicha.

Nos fuimos en un vehículo a toda velocidad, adivinaba el destino a medida que avanzaba hacia la casa de mi hermana.

No podía volver allí, eso sería caer bajo el yugo de Andrew y las repugnantes manos de Dave. Mucho menos ahora que estaba embarazada.

Sin pensarlo mucho, en un momento en el que el auto se detuvo en un semáforo, me salí del coche y empecé a correr sin rumbo fijo.

Corrí y corrí por todas las calles que pude. Jamás miré atrás, seguía y seguía hasta que caí yo misma en mi propia trampa.

Entré en un callejón que no tenía salida, sentí su voz llamándome desde atrás y lo único que se me ocurrió para evitar que me capturara fue comenzar a subir por una de las escaleras de incendios del costado de un edificio.

Llegué al primer nivel y ya no pude seguir, sentí el sonido de un disparo que hizo eco en mi cuerpo.

Simón me había disparado. Traté de tapar mi herida pero me sentía cada vez más lejos. De pronto mi cuerpo me pesó mucho y recostandome sobre la baranda de la escalera perdí el equilibrio, así como el control de mi cuerpo y caí al vacío.

Sentí mi cuerpo chocar contra el suelo y el golpe en mi cabeza me hizo soltar un chorro de sangre de mi nariz, y ya no supe más.

Lejos, muy lejos ví una señora acercarse corriendo, pero eso fue todo. Perdí la consciencia...

Carter

Desde pequeño soñé con amar sin medida. Con amar como me hubiese gustado que me amaran mis padres.

Fuimos abandonados mi hermano y yo en un callejón frío y oscuro. Yo tenía seis años y Simón dieciseis. Mi hermano me cuidó desde pequeño, pero la única manera que encontró para sacarnos adelante fue la más rápida y la más empantanda. El mundo de las drogas. Lo que le dió paso al de la prostitución y el proxenetismo.

Al principio lo hacía para sacar algo de dinero rápido y alimentarnos, pero ya luego se volvió su mayor necesidad. Decía que lo hacía para pagar mis estudios, para llevar comida a la mesa y que estuviéramos calzados y vestidos. Pero en el fondo, se había acostumbrado a esa vida.

Montó su propio negocio y mientras a él le iba bien en aquel mundo tan inmundo, yo iba a la escuela y me hacía un hombre medianamente correcto. Pero eso cambió, el día que la única chica que amé, me traicionó. Me dolió tanto que me refugié en el club de mi hermano. Y comencé así a estar cada vez más cerca del mundo de la perversión y a volverme uno de los seres más peligrosos de esta organización.

Por eso desarrollé la maldita costumbre de acostarme solo con vírgenes, era una manera de sentir que como nadie más las había tocado, me eran fieles, pero no lo eran, no podían. Porque estaban obligadas, yo pagaba y otros cobraban por aquello; más sin embargo ninguna de esas chicas me era fiel, porque no eran mías. No me querían, no me representaban nada y no me trasmitían absolutamente ningún sentimiento.

Hasta que llegó mi luz.

A ella fue solo verla y que se activara algo dentro de mí, algo que me impulsaba a querer volver a ser una buena persona. Tratar de resarcir toda la maldad que había sembrado por mi vida y las de aquellas chicas.

Fue mirar su cabello rubio y querer olerlo toda la vida. Fue ver su mirada encendida pero a media luz y querer hacerla brillar como el mismísimo sol. Cuando la desnudé y olí su aroma, sentí la necesidad de tener ese olor en mi cama cada noche y cada amanecer. Sentí que ella era la luz de mi oscuridad. Seríamos el blanco y el negro. Lo dulce y lo amargo. Lo bueno y lo malo, fusionados en un nosotros eterno.

Hablé con mi hermano para dejarlo, dejaría todo ese mundo turbio que no encajaba en la luz de mi vida, no encajaba en Sila, tomaría algún tiempo pero lo haría.

Y mi hermano siempre tan comprensivo conmigo, me apoyó. Me dijo que si era lo que me hacía feliz pues que me ayudaría.

Dijo que Sila,era una buena chica para mí. Que estaba feliz por nuestro amor y que fuéramos a ser padres.

Yo tenía hace años, un negocio aparte a los clubes, era un negocio limpio y bastante lucrativo.

Creo que era la manera de sentir que una parte de mi vida, era correcta y saludable. Una manera de sentirme menos miserable.

Hoy dejaría para siempre el club y me centraría en la clínica. Lo único honorable que había en mi vida, hasta que llegó Sila.

Llegué a mi casa deseoso de ver a mi mujer, de tocar su vientre y sentir que acariciaba a mi hijo.

Pero cuando subí las escaleras, buscándola desesperado, lo único que encontré fue una cama vacía y revuelta y una carta.

Una carta de su puño y letra, una carta que me rompió el corazón otra vez. Pero está vez no tenía arreglo, porque no solo Sila se había llevado mi amor, no era solo el puñal de la traición, es que también me había quitado a mi hijo.

Me había engañado con otro, con Ashton, su propio primo y encima mi hijo, no era mío. Era de él.

Pasé noches enteras llorando en las piernas de mi hermano como si fuera un niño pequeño que le habían quitado su chupete.

Comencé a drogarme de nuevo y vivía alcoholizado día y noche. Necesitaba anestesiar mi dolor. Pero era un error, eso no es anestesia, porque el dolor no se alivia, solo se supera.

Eso era veneno, porque además de dañar mi cuerpo y mi mente, dañaba mi capacidad de seguir adelante, de continuar mi búsqueda. Necesitaba una explicación. La necesitaba a ella. Aunque no me explicara. La quería, al precio que me cobrara.

Me fuí días después a buscar a Ashton, le dí una golpiza que no calmó mi pena. Solo la aumentó, cuando confesó escupiendo sangre y siendo encañonado por mí, que las fotos que Sila me dejó tenían fecha de días en que Ashton no estaba en el país.

Eso me hizo saber, que mi luz mentía. Que me había engañado todavía más de lo que yo pensaba.

Y así pasaron cuatro largos meses,cuatro meses de preguntas, de desasosiego y de añoranza. Recuperé un poco mi vida, pero solo la parte vacía de ella. La otra parte no la recuperaría hasta que Sila, no volviera.

Mi hermano tenía a una persona buscándola por dónde quiera, eso le calmó y esperaba que obtuviera alguna noticia. Pero hasta la fecha nada. La espera se le hacía eterna. Cada día sentía que moría un poquito más.

Hasta que por azares del destino, fuí puesto una vez ante la luz de mi vida.

Sila estaba delante de mí, tan bella como siempre, en la dimensión.

Dónde último esperé encontrala, después de buscarla tanto. Y después de presionar hasta casi matar a Andrew para que me la devolviera.

Nadie sabía de ella.

Y ahora estaba aquí, justo delante de mí...

- ¡¿Lucesita?!...

            
            

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