Se trataba de dos pequeñas que al igual que sus hijos, perdieron a sus madres al nacer y el destino las colocó a ambas en hospicios gubernamentales, cada una con seis años de edad, solo dos más que sus herederos.
Llegaron a la primera parada de la travesía, en el orfanato ubicado muy cerca al centro histórico de Atenea se encontraba Nicolasa, la pequeña de seis años que descendía del linaje directo de Nyx, la diosa de la noche y aunque el rey y su consejero conocían de antemano la inestabilidad de dicha deidad, tampoco podían lanzar prejuicios al azar solo porque la niña llevara el legado de la noche en su sangre. De lo que se sabía de la diosa, basándose en la Teogonía de Hesíodo, Nyx es la diosa griega de la noche y la hija del caos. Se le dijo que fuera muy hermosa. Su lugar de nacimiento no fue en la Tierra sino en Gaia. Ella es una Diosa Primordial. Se dice que fue creada cerca del principio de los tiempos. Su hogar está en las profundidades del inframundo de Hades. Tiene una figura sombría, lo que la convierte en la personificación perfecta de la noche. En el arte antiguo, Nyx fue dibujada de tres maneras diferentes. O bien estaba alada, o bien coronada con una aureola de nieblas oscuras. Con este fin, Nyx era considerada la hija de la diosa Caos, la primera de todas las deidades. Nyx se convertiría efectivamente en la diosa de la Noche, y fue representada una hermosa mujer, vestida de negro, rodeada de niebla, y a menudo en compañía de algunos de sus numerosos hijos, esta diosa de la noche, era uno de los dioses primordiales, que emergió como el amanecer de la creación. Siendo hija de Caos y, junto con Erebos que era la oscuridad, produjo Aither y Hemera que era el día. Pero solo ella, Nyx, engendró una camada de espíritus oscuros, incluyendo los tres destinos, el sueño, la muerte, la lucha y el dolor. Específicamente, era una antigua deidad que, por lo general, se consideraba la esencia misma de la noche: un velo de nieblas oscuras arrastradas por el cielo para oscurecer la luz de Aither, el azul brillante del cielo.
No obstante, se cuenta que la diosa de la noche Nyx residía en las profundidades del tártaro, en los oscuros recovecos del Inframundo, y se decía que el aire oscuro y nebuloso que giraba alrededor del tártaro era el Erebus. Muchas de las otras deidades oscuras de la Antigua Grecia también residían allí. Cada noche salía de su cueva dentro del tártaro, y de la mano de Erebus, bloqueaba la luz emitida por Aether, trayendo la noche y la oscuridad al mundo. A la mañana siguiente, Hemera saldría del tártaro y barrería la oscuridad de la noche, y Nyx regresaría a su morada. Así que madre e hija nunca estuvieron en el mismo lugar al mismo tiempo.
Con todo ese conocimiento previo acerca de la marca ancestral de Nicolasa, en lugar de temer que quizá aquella naturaleza hostil sembrara huella en su tataratatara... nieta, el rey Arquemio vio en la circunstancia una oportunidad, no era un secreto que sus días estaban contados, como tampoco lo era que no quería dejar completamente sola a su hija, y aunque Cyrus de la forma más desinteresada le prometió cuidarlas, ambos sabían que ninguno de los dos estaban en la plena flor de la juventud y que además con la amenaza que representaba el príncipe Odio, la princesa Ira necesitaba un pequeño ejército que no solo le sirviera de compañía, sino que le proporcionara ayuda en caso de un eventual ataque de su hermano. Nicolasa podría ser clave, una extraña habilidad se le fue otorgada; siendo capaz la heredera de la diosa de la noche, de enceguecer por un tiempo a aquel que se interpusiera en su camino.
En la mente del rey Arquemio, los pensamientos recorrían incesantes como un río en plena época de lluvias, desbordándose en un mar de dudas que sugerían muchas más, pero ya el medio locomotor donde se transportaba él y su amigo y consejero Cyrus, se había detenido. Era hora de bajarse. Llegaron y el edifico algo rustico se erigía dentro de una sucesión de edificios similares. Contrario al proceso que vivió en el orfanato que regía Agnes Burns, el rey prefirió cuidarse en salud y envió previamente a Cyrus para que se hiciera cargo de la tramitación, ya todo estaba listo y a disposición del mandatario, así que solo iría a recoger a la niña. Y justo así sucedió, ya avisados de antemano los primos que monitoreaban ese hospicio; Romeo y Romelio, tenían a Nicolasa en la sala de espera, expectante a que su nuevo destino fuera a recogerla.
- Buenas tardes, su majestad. -dijeron al unísono los primos.
- Buenas tardes. -contestó el rey. -¿Es ella? -preguntó mientras señalaba con la vista a una de las dos niñas que estaban sentadas en el banquillo lateral, una era pelirroja, de ojos azules ocultos detrás de unos lentes oscuros y piel blanca casi inmaculada excepto por unas pecas que adornaban su rostro. La otra niña era de piel morena, ojos color miel y de castaño cabello frondoso y ondulado.
- De hecho, son ambas. -confesó Cyrus. -solicité con antelación en el hospicio de La Rome que enviaran a Melancolía acá, para agilizar las cosas.
Melancolía, la niña pelirroja, provenía del linaje de Ezis, una antigua deidad que personificaba la aflicción, angustia y sufrimiento. Sin embargo, el poder de Melancolía no era inferior a comparación con el de Nicolasa, pues ella tenía la capacidad de ocasionar las tormentas o calmar con su llanto las tempestades, además de transferir lágrimas, dolor y sufrimiento.
- ¿No se opusieron? -especuló el rey.
- Aceptaron sin reparo. Podría decir hasta que se les notaba dichosos.
- Fue un acierto de tu parte, Cyrus. Te lo agradezco infinitamente.
- Fue con el mayor de los gustos, además de sobra conozco la celeridad que requieres.
- Bueno, ya que todo está en orden, puede proceder, su majestad a llevarse a las infantas. -afirmó Romeo, uno de los dos primos que dirigían el lugar.
- Así será. -confirmó el rey.
El rey Arquemio y su consejero Cyrus salieron del lugar con las dos niñas, ambas tímidas observaban con asombro a los dos caballeros y a la pesada máquina de metal que las transportaría hacia su nuevo destino.