Ella Es Mí Mussa
img img Ella Es Mí Mussa img Capítulo 5 Capitulo 5
5
Capítulo 6 Capitulo 6 img
Capítulo 7 Capitulo 7 img
Capítulo 8 Capitulo 8 img
Capítulo 9 Capitulo 9 img
Capítulo 10 Capitulo 10 img
Capítulo 11 Capitulo 11 img
Capítulo 12 Capitulo 12 img
Capítulo 13 Capitulo 13 img
Capítulo 14 Capitulo 14 img
Capítulo 15 Capitulo 15 img
Capítulo 16 Capitulo 16 img
Capítulo 17 Capitulo 17 img
Capítulo 18 Capitulo 18 img
img
  /  1
img

Capítulo 5 Capitulo 5

IMOGENE

pasó muchas horas reflexionando sobre el beso en el granero.

Le preocupaba menos la falta de decoro que su reacción física ante lord Rothvale. Se llamaba Graham. Quería ser capaz de llamarlo por su nombre, pero no se atrevería a hacerlo hasta que él se lo pidiera. Cuando le rozó la piel con los labios, había sentido algo que no había experimentado nunca y le resultó fácil olvidar todo lo relacionado con los requisitos del decoro. Era como si él hubiera tomado el control de su cuerpo. Pero a pesar de que las sensaciones eran emocionantes y maravillosas, todavía estaba confusa.

Incluso a pesar de lo ocurrido, algo en su interior le decía que él era un hombre honesto, que no trataba de aprovecharse de ella. No estaba segura de por qué lo sabía, pero así era.

Al verlo, el corazón se le aceleraba. Habían quedado de nuevo para montar a caballo. En esta ocasión, sus primos Timothy y Cariss les acompañarían. Se preguntó si la trataría de manera diferente. Sobre todo después de haber manifestado que deseaba visitarla formalmente. Sabía muy bien lo que había querido decir.

Pero lord Rothvale parecía el mismo hombre equilibrado cuando apareció ante su vista, cabalgando a lomos de Triton. Calmado, intenso, amable, firme... todo eso y más. Se preparó para sentir sus manos cuando la ayudó a subir sobre la silla de Terra. «Sí». Su contacto seguía siendo increíble, y la afectaba tanto como en anteriores ocasiones.

Él se inclinó hacia ella.

-¿Se encuentra bien, señorita Imogene? -susurró él.

-Sí, lord Rothvale. ¿Y usted?

Graham la miró detenidamente antes de responder.

-Ahora sí. -No pudo evitar darle la espalda, pero deseaba volver a hablar con él.

Sin embargo, montar a caballo requería toda su concentración.

El grupo decidió visitar el mismo lugar de la vez anterior. En esa ocasión traspasaron los muros medio caídos y entraron en las ruinas. Era un lugar mágico. No se podía evitar pensar en los que habían habitado ese castillo en tiempos pasados y en las personas que habían pasado por él. Después de un rato, desmontaron y exploraron las ruinas a pie. Él le ofreció su brazo y ella lo aceptó. Sintió su fuerza cuando se apoyó en él.

Se alejaron de los demás caminando y ella recibió con agrado la oportunidad de estar a solas.

-Deseo decirle algo. ¿Está dispuesta a escucharme? -preguntó él.

A ella le dio un vuelco el corazón.

-Sí, por supuesto.

-No he sido completamente sincero con usted. Me he reservado algo, cierta información que podría interesarle.

-¿Por qué ha hecho tal cosa? -De repente, se sintió enferma. ¿Le diría que era un canalla, un bribón, que tenía esposa o cualquier otra cosa terrible que acabaría con la confianza que tenía en él?

Graham mantuvo su brazo sobre el de él con firmeza, como si fuera reacio a permitir que se alejara.

-No me gustaría ser una carga, ni presionarla demasiado o abrumarla.

-Jamás me ha hecho sentir de esa manera. De hecho, después de reflexionar al respecto, me siento cómoda con usted. Es fácil estar juntos, me siento segura.

Él bajó la vista hacia ella y su expresión se suavizó.

-No se hace una idea de lo feliz que me hace eso. Quiero que siempre se sienta segura cuando esté conmigo. -Le apretó la mano con suavidad-.

Conozco al marido de su hermana. Lo conozco muy bien.

Imogene le miró confusa. ¿Ese era su oscuro secreto?

-¿A John? ¿Conoce a mi cuñado, el doctor Brancroft? ¿Por qué no me lo dijo antes?

Él suspiró.

-El contacto que mantuvimos fue en unas circunstancias tristes y dolorosas. Quería evitar cualquier conexión con la desgracia, y tampoco quería que fuera la chispa que desencadenara sus tristes recuerdos.

-Aprecio su honestidad y consideración, milord, pero me gustaría escuchar su historia. Por favor, cuéntemela. Quiero conocerla.

Él asintió con solemnidad.

-No nací como heredero. Soy el segundo hijo.

-Lo sé. El señor Hargreave me lo contó la noche del baile. -Ella notó que aquella información le sorprendía.

-¿De verdad? ¿Qué le dijo?

-Solo eso. Que se convirtió en el heredero después de la trágica pérdida de su hermano mayor, no me dio más detalles, solo indicó que no tenía asimiladas algunas cargas. Se comportó como un buen amigo, en realidad, y fue casi protector con usted, la verdad. Eso es todo, no sé más -concluyó con sinceridad.

-Me temo que debo hablar con Hargreave más tarde -dijo él secamente -. Mi hermano, Jasper, fue la tragedia de la familia. Se destruyó a sí mismo y se llevó por delante a mis padres. Era un ser débil y egoísta, que no estaba dispuesto a aceptar su deber. La explicación más simple es que todo acabó a su muerte, que fue cayendo en una espiral con gente que lo utilizó de forma deshonrosa. Era adicto al opio, bebía demasiado y se jugó enormes sumas de dinero, sin mostrar ningún respeto por sí mismo o por su familia. Nos cubrió de vergüenza. Esa es la esencia; no es necesario que usted sepa todos los repugnantes detalles. -Ella lo miró con calma y permaneció en silencio, esperando a que acabara-. Cerca del final, Jasper se puso muy enfermo y lo llevaron a casa, en Gavandon.

Fue entonces cuando conocimos al doctor Brancroft. Asistió a mi hermano, pero el daño era demasiado grave como para curarlo. La mayor parte del daño estaba en su mente, y el cuerpo no puede curarse si la mente no está dispuesta.

-¿Fue John capaz de ayudar a su hermano?

-No. Brancroft es un buen médico, un buen hombre. Hizo todo lo posible, pero no se podía hacer nada por Jasper, ya lo habíamos perdido, a pesar de todos los esfuerzos de su cuñado. Una sombra cayó sobre mi familia. Mi padre se vio aplastado por la vergüenza.

Echaba la culpa a la mala sangre. Un año después le dio una apoplejía. Su muerte fue repentina, pero se quedó el tiempo suficiente para cumplir con su deber conmigo, para enseñarme a asumir la responsabilidad de todo, y para decirme cómo ocuparme de mi madre y de Colin, por supuesto. El doctor Brancroft también asistió a mi padre. Lo hizo con la mayor comodidad posible en esos tiempos oscuros, y fue muy amable con mi madre, que sufrió mucho. John Brancroft es un hombre honorable. No conozco a su hermana, por supuesto, ya que estos hechos ocurrieron hace algunos años, antes de que la conociera, pero si se parece algo a usted, sospecho que agradece todos los días haberla conocido. -Forzó una sonrisa, pero su mirada era triste.

Imogene lo miraba con compasión.

-¡Qué trágica pérdida! Lo siento mucho.

-Estoy de acuerdo. Una pérdida gigantesca y... -Se interrumpió y sacudió la cabeza.

-¿Qué? Por favor, siga. -Imogene esperó-. Sin duda, es consciente de que usted no tiene nada que ver.

-Pero sí tengo. -Parecía sombrío-. Jasper lo arruinó todo. Siento ira y resentimiento contra mi hermano. No le perdono lo que le hizo a mis padres, a mí y a Colin.

Mi hermano era un egoísta. -Graham la miró con disculpa-. Se aprovechó y se aprovechó, y luego se aprovechó un poco más. Siento ira hacia él, pero es la carga que soporto.

-¿Le molesta estar tan resentido?

-Supongo, pero desde un primer momento me sentía desesperado por encontrar mi camino y ser digno. Por lo que se ve no se esperaba tal cosa y estaba mal preparado.

Pensaba que iba a ser pintor. Pero no fue así y los años lo han ido arreglando todo. Ahora la responsabilidad de mi familia recae sobre mí y debo seguir haciéndolo según me deje mi capacidad, durante el tiempo que pueda. -Sus ojos verdes tenían ahora una mirada muy fría.

-Pero yo le considero un hombre honorable. Las acciones de su hermano no le han marcado de ninguna forma. No debería haber temido que narrarme esa situación fuera a alterar mi opinión sobre usted. Sigue siendo la misma que antes.

-¿De verdad?

Ella asintió.

-De verdad.

-Señorita Imogene, me ha atormentado mi mala conciencia. Debo darle las gracias por escuchar algo tan repulsivo. Lamento haber tenido que contárselo, de verdad, pero no era algo que pudiera evitar.

Ella se detuvo, haciendo que él también dejara de caminar.

-Bien, puedo ofrecerle mi apoyo y la disposición de escuchar cualquier cosa que desee decirme. Le aseguro que nada de lo que me ha dicho hoy ha variado mi opinión. Le considero un amigo.

Graham le soltó el brazo y tomó sus manos entre las de él. Les dio la vuelta para que la palma estuviera hacia arriba y se quedó mirándolas. Se las acarició con suavidad durante un instante antes de alzar la vista hacia sus hermosos ojos castaños, disfrutando de sus palabras. Ella era suya, le daría igual su mala sangre, los esqueletos que guardara en el armario, lo aceptaría todo. Supo en ese momento que nada se interpondría en su camino para conseguirla. Ni su vergonzoso secreto ni el legado que le había dejado su hermano.

-Gracias -susurró-. Espero ser más que un amigo. Dígame que esto es más que una amistad. -Vio que Imogene contenía la respiración. Que el rubor bajaba por su cuello y que sus pechos se alzaban bajo la ropa-. Dígamelo -repitió.

Ella era encantadora. El traje de montar color burdeos y la piel ruborizada por el aire frío que hacía también que algunas briznas de su cabello dorado flotaran alrededor de su cara. Ataron los caballos y recorrieron los alrededores, por detrás de las antiguas ruinas y observaron la preciosa escena. Una imagen digna de una instantánea.

Intentó grabársela en la cabeza, fijándose en los detalles para recordar lo hermosa que estaba cuando le decía que no le importaba la fealdad de su pasado o su herencia genética.

-Lo es -susurró ella, y él quiso besar sus labios en ese momento, pero sabía que no podía. Llevó la palma de la mano a sus labios y la besó para que ella supiera lo preciosa que era ya para él.

«Mantener el decoro es algo casi imposible cuando deseas tanto a una mujer».

Continuaron caminando. A medida que avanzaban, Graham se sintió más aliviado, pero notó que ella se preocupaba. Que estaba rígida y silenciosa.

Lo sintió... y luego notó la transición, cuando el temor la invadió. La llevó a un lado y la detuvo con brusquedad.

-¿Qué pasa? Parece que ha visto un fantasma...-Movió la mano hasta sus hombros, la sostuvo con firmeza y bajó la cabeza para ponerse a su altura -. ¿Se arrepiente de lo que acaba de decir? ¿De sus sentimientos hacia mí? Sea lo que sea, necesito saberlo -terminó con suavidad a pesar de que sus pensamientos giraban incesantes en su cabeza.

Ella movió la cabeza con una mirada angustiada.

-Yo también tengo secretos que revelar, son malos, incluso peor que los suyos. He hecho algo muy malo y nadie lo sabe.

Imogene parecía muy molesta y angustiada... y a él no le gustó lo que eso le hacía sentir. Verla tan dolida, le afectaba. Sin presionarla, la condujo a una repisa de roca que proporcionaba un lugar para sentarse, algo de privacidad y protegía del viento. Una vez sentados, cogió su mano entre las de él y bajó la cabeza para mirarla de nuevo a los ojos.

-Veo que está angustiada. Me duele verla así. Déjeme ayudarla... Estoy aquí para usted. Escucharé todo lo que desee decirme. Si no quiere contarme nada, simplemente permaneceré a su lado. -Alargó la mano y acarició un mechón de pelo que se había escapado de las horquillas. No podía imaginar que hubiera hecho algo tan malo. ¿Cómo era posible? Ver sus lágrimas lo hirió en lo más profundo, pero se obligó a no presionar. Tenía que decirle lo que fuera en sus propios términos.

Después de lo que pareció una eternidad, ella miró sus manos entrelazadas.

-¿Se ha preguntado cómo fue que John Brancroft llegó a conocer a mi familia? - comenzó ella.

-¿A través de su madre?

-Sí. Llevaba años enferma. Sus pulmones... A pesar de ello, fue la mejor madre que pueda imaginar. Nos adoraba, y trató de ponerse bien. Era mucha su voluntad, se trataba de una mujer valiente, que nunca se quejaba y que estaba decidida a no dejarnos sin madre.

Imogene luchó para contar su historia. Se le quebró la voz y él supo que estaba siendo difícil para ella. Le sostuvo la mano, acariciando el mechón de pelo que enmarcaba su cara.

-John había llegado del norte al Royal Sothington Hospital para realizar un curso de investigación, y estudiaba sobre todo a pacientes con la misma enfermedad que padecía mi madre -continuó ella-. Les prescribía tratamientos modernos, que creía que podía ayudarles. Mis padres le cogieron cariño de inmediato y su relación se hizo más profunda.

Se convirtió en algo más que un médico, se transformó en un amigo. John y mi hermana, Philippa, se sintieron atraídos el uno por el otro desde el principio. Se enamoraron y, finalmente, se casaron. La investigación de John llegó al final y llegó el momento en que debía regresar a Gloucestershire. Hace más o menos un año. De hecho la boda de John y Philippa fue la última ocasión en que estuvo la familia reunida por un motivo feliz. Y ese día fue también cuando comencé a perderlos... uno a uno.

Graham sintió que se helaba por dentro cuando ella le hablaba de su dolor, pero solo podía escuchar. Quería saberlo todo sobre Imogene, incluso las partes más dolorosas de su vida.

-Está todo muy claro en mi mente. Me sentí desgraciada cuando Philippa se fue, pero era feliz con John y yo, a su vez, era feliz por ella. Más tarde me di cuenta de que mis padres se sentían aliviados de que estuviera «colocada» y se alegraban de que se hubiera casado con un caballero que respetaban y sabían que podría proporcionarle lo que necesitaba. Es un hombre muy rico, no necesita trabajar como médico para ganarse la vida.

De hecho, ayudó a fundar el Hospital de Wellick. John tiene buen corazón y quiere ayudar a la gente, por eso estudió medicina. Mi padre dijo en una ocasión que no le sorprendería que John recibiera el título de caballero a lo largo de su vida.

Graham asintió.

-Lo sé. Él es justo como comenta.

-Mis padres sabían que Philippa estaría a salvo y solo tenían que preocuparse por su hija menor. -Graham le apretó las manos pero ella mantuvo la cabeza gacha, concentrada en la historia-. A mi madre le estaban yendo bien los tratamientos prescritos por John, o al menos eso parecía. Ella quería pasar mucho tiempo conmigo.

Analizando la situación retrospectivamente, creo que ella sabía que estaba llegando el final y quería pasar lo mejor posible el tiempo que le quedaba, estando juntas. Insistió en ofrecer una gran fiesta por mi cumpleaños. Era su último deseo. Mi madre era firme, quería que asistiera a bailes y que participara en la temporada tras mi puesta de largo. Su enfermedad resurgió con fuerza poco después y no fue capaz de superarlo. No hay nada siniestro en su muerte, la aceptó.

Luchó con valentía, pero su dolencia fue más fuerte y se la llevó. Me duele, la extraño, pero sé que fue la mejor madre del mundo para mí. Agradezco que ya no sufra y esté en paz.

Imogene alzó por fin la vista hacia él. Su expresión casi le mató. Ser el paño de lágrimas de otra persona era liberador aunque doloroso. Por lo menos él lo sentía así. Le frotó las muñecas con los pulgares y luego se detuvo. Ojalá ese contacto le proporcionara la fuera que ella necesitaba.

-Le cuento todo esto para que entienda la situación en la que estábamos antes de que la traición lo cambiara todo -explicó ella. Luego hizo una pausa y tomó aire-. ¿Ha escuchado los rumores que rodean la muerte de mi padre, lord Wyneham?

¿Que se quitó la vida y trató de hacer que pareciera un accidente de caza?

Graham no se encogió ante su pregunta a pesar de que odiaba hacerle daño.

Cerró los ojos un segundo, pero asintió con la cabeza.

-Bueno, es cierto. Todo lo que se dice. Se suicidó. -Las palabras surgieron de lo más hondo, igual que las lágrimas, y lo hicieron sentir indefenso-. Cuando llegó la policía a interrogarme, mentí, dije que debía haber sido un accidente, ya que mi padre jamás podría hacer tal cosa. Les mentí cuando me preguntaron si me había contado lo que pensaba hacer.

Incluso cuando mi tía, lady Wilton, vino a buscarme, no le dije la verdad.

Ni siquiera sabe que tenía intención de hacerlo. He quebrantado la ley. Es un crimen... un pecado, pero lo he hecho. Estaba asustada, sola y muy, muy avergonzada.

Cuando ella dijo aquello, Graham tensó sus dedos y apretó los dientes.

-¿De qué se avergonzaba, chérie? Fue un acto de su padre, no suyo. - Usó la misma lógica que ella había empleado con él.

-Ah, pero no es por eso. Me avergüenzo porque mi padre no me quería lo suficiente como para quedarse conmigo... -Se le quebró la voz y llegaron las lágrimas, aunque siguió hablando-. Ese día, me hizo varios encargos para que no pudiera unirme a la partida de caza. Me mantendrían entretenida y él lo sabía. Trató de despedirse, me dijo que estaba muy orgulloso de mí por ser una hija obediente y por haber cuidado a mi madre durante su enfermedad. Me besó y me aconsejó que fuera fuerte, que sabía que estaría bien.

Añadió: «Busca la felicidad, Imogene». Sus palabras me sonaron extrañas en aquel momento, pero más tarde comprendí que estaba despidiéndose.

Imogene hizo una pausa momentánea, como si estuviera reuniendo fuerzas para seguir hablando. Graham tenía el corazón destrozado por el dolor que ella había sufrido.

-Una vez que me distancié de la conmoción inicial, llegó la ira, la traición, la vergüenza y la humillación. Después de perder a mi hermana y a mi madre, mi padre se mató porque era demasiado débil para vivir sin ella. Me dejó sola para que todos supieran que no le importaba. Su hija no era lo suficientemente importante para él, ¡es la verdad! - Ella perdió el control y puso una mueca de dolor antes de estremecerse con profundos sollozos-. ¿Cómo pudo hacerme eso? -Retiró las manos de las de él y se cubrió el rostro mientras lloraba.

Graham la observó con sorpresa un instante antes de que su instinto protector tomara el control. Quería vengarla. ¿Cómo se había atrevido lord Wyneham a tratar a su hija con tan poca atención? Reaccionó al instante y la tomó entre sus brazos. Cerró los ojos, obligándose a mantener la calma y a ser fuerte por ella. Movió una mano para acariciarle el pelo, pero con suavidad, concentrándose en el abrazo, dejando que llorara contra su pecho.

Por fin, bajó la voz.

-No sé cómo pudo hacerle eso. Debía estar perdido en un profundo dolor para considerar esa opción. Estoy seguro de que la quería mucho.

Tiempo después, Imogene pareció darse cuenta de dónde estaba y se puso rígida.

Fue consciente de que se hallaba entre sus brazos, de que se dejaba consolar y acariciar. De que estaba en el lugar al que pertenecía. No quería dejarla ir, pero lo hizo.

Notó que ella enrojecía mientras se alejaba.

-Lamento mucho haberle impuesto... Él detuvo sus palabras poniéndole dos dedos en los labios.

-Nunca lamente contarme algo. Ha pasado por muchas cosas y lamento profundamente el dolor que ha sufrido con sus pérdidas, pero ahora debe escucharme. Lo que ocurrió fue terrible, y ha soportado una terrible carga. Si le digo la verdad, odio que haya sufrido tanto. No ha hecho nada bueno o malo. Ha sido muy valiente para soportar la verdad como lo ha hecho. Sin embargo, también creo que ha hecho bien al mantener el secreto. No se lo cuente a nadie más, Imogene. Será mejor. ¿Lo ha entendido?

Ella asintió con la cabeza, con el rostro rojo y surcado por las lágrimas.

-Imogene, por favor, debe saber que... Que me honra que haya confiado en mí para contarme estos hechos dolorosos y terribles que le han ocurrido. Me alegro de que me haya elegido a mí. Espero que pueda entenderlo y creerme cuando digo «me siento honrado». -Buscó sus ojos y la miró fijamente, deseando poder transmitirle cada palabra.

Graham sintió que su corazón se rasgaba por ella. Era como si se abriera una puerta y el viento se precipitara en el interior. ¿Era amor? ¿Gratitud? ¿Alivio?

Fuera lo que fuera, lo quería, y ansiaba más y más de lo mismo. Quería que Imogene estuviera con él... siempre.

Ella se apoyó en sus manos y cerró los ojos por un momento antes de responderle.

-Le estoy muy agradecida. Me siento menos agobiada ahora. Gracias por escucharme. Es un buen amigo, lord Rothvale.

Él le acarició la mejilla con el pulgar.

-Somos más que amigos, ¿recuerdas? Y después de estas dolorosas confesiones, ¿cree que podríamos olvidarnos de los títulos? Me gustaría ser solo Graham para ti. ¿Te parece bien que nos tuteemos, chérie?

-Sí, Graham. -La ligera vacilación antes de que pronunciara su nombre fue muy graciosa. Le encantaba cómo sonaba en sus dulces labios.

-Gracias, chérie. -Se levantó y le tendió la mano-. Creo que debemos salir de aquí. ¿Qué te parece si regresamos a casa a tomar el té? Quizá podríamos jugar una partida de cartas. Quizá whist o Vingt-et-un. ¿Te gustaría?

Imogene lo miró durante un momento y luego aceptó su mano para levantarse. Sus labios se estiraron lentamente hasta esbozar una sonrisa.

-Me parece bien, pero debes saber que voy a tratar de ganar... y seguramente lo consiga -terminó con autoridad al tiempo que asentía con la cabeza.

-Ah, sí, la competencia te motiva. Eso es bueno. Hará que todo sea mucho más divertido. Ya sabes, creo que he dado con ello. Con la manera de averiguar qué es lo que deseas. Porque cuando deseas algo, luchas como un demonio para ganar, ¿no es así?

-Sí, Graham, lucho por lo que quiero. -Sus palabras hicieron que su mente se poblara con todo tipo de imágenes.

-La boda es mañana, y tengo que salir al día siguiente -dijo Graham a Imogene.

-¿A Londres?

-En principio sí, pero luego me dirigiré a Gavadon. Ha llegado el momento de que regrese a casa. He estado fuera mucho tiempo.

Imogene no podía mirarlo a los ojos. La verdad que encerraban sus palabras la hería. Le dolía mucho. Había sido invitado a cenar esa noche y estaban juntos en el jardín.

«¿Te marchas? ¿No estarás aquí más tiempo?».

Seguramente la buscaría de nuevo cuando se trasladara al norte con Philippa y John.

Entonces estarían a solo unos kilómetros de distancia. No podía estar acabando todo entre ellos. Desde el día que se conocieron, él no había vacilado en cortejarla, incluso había pedido permiso para hacerlo. Habían tenido ocasión de intimar casi todos los días desde que fueron presentados. Lo había invitado a su casa y cenado con su familia. Su presencia también había sido requerida en Kenilbrooke en varias ocasiones. Habían cabalgado y caminado juntos, disfrutando de su mutua compañía tanto en sociedad como en la iglesia.

¿Cuál era su propósito si estaba a punto de marcharse? Mantuvo la cabeza gacha para conservar la compostura.

-¿Por qué no me miras?

Ella lo hizo, de mala gana.

-Te echaré de menos cuando no estés, Graham.

-No sabes lo mucho que me gusta saberlo, Imogene. -Él llevó una mano a su pelo-. No quiero alejarme de ti, pero pronto estarás en Wellick y podré ir a verte.

-Estaré allí dentro de seis semanas. -Intentó esbozar una sonrisa con valentía-.

Esperaré entonces que vengas a visitarme.

Él le puso las manos con las palmas para arriba y se las besó.

-Seis semanas me parecen toda una vida. ¿Y a ti, chérie?

-Lo cierto es que me parece muchísimo tiempo -repuso ella con una risa entrecortada-. Al menos ahora sé que me vas a echar de menos.

La atrajo hacia su cuerpo, envolviéndola entre sus brazos.

-Imogene, ¿y si no esperáramos tanto tiempo? Y si pudiéramos estar junt... -¡Imogene! Es hora de entrar en casa. -Su tío, sir Oliver, les interrumpió y se miraron con expresión de culpabilidad antes de separarse-. Lord Rothvale, tenemos que hablar -continuó su tío con firmeza.

Imogene se ruborizó e hizo una reverencia. Miró a Graham y vio que parecía radiante, pues tenía una sonrisa de oreja a oreja poco usual en él.

-Buenas noches, señorita Imogene. -Graham se inclinó, y sus sonrientes ojos verdes brillaron bajo la luz de la luna.

                         

COPYRIGHT(©) 2022