HIJOS SECRETOS DE ALFA REY
img img HIJOS SECRETOS DE ALFA REY img Capítulo 3 CAPITULO 3
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Capítulo 50 CAPITULO 50 img
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Capítulo 60 CAPITULO 60 img
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Capítulo 62 CAPITULO 62 img
Capítulo 63 CAPITULO 63 img
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Capítulo 73 CAPITULO 73 img
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Capítulo 76 CAPITULO 76 img
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Capítulo 79 CAPITULO 79 img
Capítulo 80 CAPITULO 80 img
Capítulo 81 CAPITULO 81 img
Capítulo 82 CAPITULO 82 img
Capítulo 83 CAPITULO 83 img
Capítulo 84 Caléndula img
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Capítulo 86 CAPITULO 86 img
Capítulo 87 CAPITULO 87 img
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Capítulo 89 CAPITULO 89 img
Capítulo 90 CAPITULO 90 img
Capítulo 91 CAPITULO 91 img
Capítulo 92 CAPITULO 92 img
Capítulo 93 CAPITULO 93 img
Capítulo 94 CAPITULO 94 img
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Capítulo 96 CAPITULO 96 img
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Capítulo 3 CAPITULO 3

La desesperación se apoderaba de mí, y sabía que tenía que hacer algo. Mi decisión fue instantánea e impulsiva. Necesitaba reconectarme con mi naturaleza de licántropo, la que siempre estuvo allí para protegerme a mí y a mis hijos. La luna, en esa noche especial de Luna Azul, parecía llamarme, y decidí seguirla.

Salí corriendo de la casa, los pies descalzos encontrando el camino hacia el bosque. Cada paso que daba me acercaba más a la oscuridad del bosque, pero no sentía miedo. Mi necesidad de encontrar a mis hijos superaba cualquier temor que la oscuridad pudiera provocar. Sabía que necesitaba recuperar la fuerza que me permitiría enfrentar lo desconocido y traer a mis hijos de vuelta a casa.

Caminé adentrándome en el bosque, guiada por el resplandor de la luna, hasta que encontré un pequeño arroyo que serpentea daba por el bosque. La luna estaba alta en el cielo, su luz reflejada en las aguas tranquilas del arroyo. Era un lugar tranquilo y mágico, un sitio al que había venido muchas veces para encontrar paz y reflexión.

Cerré los ojos, respiré profundamente y permití que la serenidad del sitio se apoderara de mí. Era hora de reconectarme con la Diosa de la Luna, la entidad que siempre representó la esencia de mi transformación de licántropo. La luna en esa noche especial era un símbolo de mi renacimiento, de mi redescubrimiento.

Comencé a rezar en un susurro suave, pidiéndole a la Diosa de la Luna que me ayudara, que restaurara la conexión que había perdido.

Cerré los ojos y comencé a orar en silencio, buscando esa conexión que una vez fue tan fuerte. "Diosa de la Luna, clamo por tu ayuda. Por favor, muéstrame el camino, guíame en este momento de oscuridad. Necesito encontrar a mis hijos, necesito encontrar a mi loba interior."

Sin embargo, algo extraño sucedió. Sentí una barrera, como si la Diosa hubiera negado mi plegaria. Era como si estuviera rechazando la conexión entre nosotras, y el rechazo era casi físico, como un empujón.

Me sentí débil y vacía, perdida entre las sombras del bosque. La luna sobre mí parecía distante, y me preguntaba si mi loba interior estaba perdida para siempre. Mi desesperación creció, y supe que no podía rendirme, no cuando mis hijos dependían de mí.

Decidí arrodillarme, como un último acto de desesperación, y miré la luna una vez más, suplicando con todas las fuerzas que me quedaban. "Diosa de la Luna, por favor, ayúdame. No tengo a nadie más a quien recurrir. Mi loba interior está perdida, y mis hijos están en peligro. Haré cualquier cosa, absolutamente cualquier cosa, para tenerla de vuelta. Por favor, ayúdame."

No sabía qué esperar, pero estaba dispuesta a hacer cualquier sacrificio para recuperar a mi loba interior, para poder usar mi fuerza y encontrar a mis hijos. La luna brillaba intensamente, y entonces, algo sorprendente sucedió.

Una sensación de calor y luz comenzó a extenderse por mi cuerpo, como si la propia luna me estuviera abrazando. Una voz susurró suavemente en mi mente, una voz que resonaba con la sabiduría y serenidad de la Diosa.

"Te olvidaste de quién eres, Fierce. Tu loba nunca te abandonó, pero tú la negaste. Todavía está aquí, esperándote."

Un recuerdo surgió, inundando mi mente como una oleada de emociones. Fue el último momento en que me transformé, un momento que había reprimido, bloqueado, porque dolía demasiado. Fue cuando Hunter, el padre de mis hijos, rompió mi corazón, dejando atrás un rechazo y una traición que aún resonaba en mi pecho.

El dolor de esa despedida me hizo hacer una promesa a mí misma, una promesa que olvidé: nunca más me permitiría ser vulnerable. Para cumplir esa promesa, enterré mi loba interior, sofocándola y negándola. Y ahora, estaba cosechando las consecuencias de esa decisión.

Las lágrimas inundaron mis ojos mientras el recuerdo del dolor, la traición y la decisión que tomé ese día regresaban. Me cerré para proteger mi corazón, pero al hacerlo, también perdí una parte vital de mí misma. Ahora sabía lo que tenía que hacer.

"Diosa de la Luna, gracias", murmuré, mi voz entrecortada. "Agradezco que me hayas mostrado el camino."

La respuesta de la Diosa fue un calor reconfortante que comenzó a extenderse por mí. Sabía que mi jornada apenas comenzaba, pero ahora tenía una dirección. Tenía que enfrentar el pasado, el dolor y la decisión que me llevaron a perder mi loba.

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La mañana siguiente llegó con un cielo nublado, pero la decisión estaba tomada. Necesitaba hacer lo que la Diosa de la Luna me indicó, y eso implicaba volver a mi pasado, enfrentar los recuerdos dolorosos que enterré y desentrañar el misterio que parecía estar relacionado con mi capacidad de transformarme en licántropo. Empaqué algunas prendas de vestir y las puse en las maletas, luego las llevé a mi coche.

La acción inesperada no pasó desapercibida. Mi vecina, Meg Stuart, estaba afuera, observando con curiosidad mientras empacaba mis cosas en el coche.

Meg se acercó, sus ojos inquisitivos sin perderse ningún detalle. Era conocida por su lengua afilada y su sed de chismes, y sabía que no podría evitar sus preguntas. Respirando hondo, me preparé para enfrentarla.

"Fierce, ¿está todo bien?" Meg preguntó, con una falsa expresión de preocupación en su rostro.

Respiré profundamente y respondí, "Dentro de lo posible, Meg. La situación es difícil."

Ella inclinó la cabeza, claramente curiosa, y preguntó, "¿A dónde vas? No creo que sea una buena idea irte mientras las investigaciones están en curso."

Sabía que necesitaba una buena excusa, algo que no levantara sospechas. "Mis padres me invitaron a pasar un tiempo con ellos en Denver, Colorado. Piensan que sería bueno que me alejara por un tiempo hasta que las cosas se calmen aquí."

La mentira salió de mis labios con facilidad, y me pregunté si Meg la creería. Mis padres, sin embargo, eran solo un disfraz. Yo era una huérfana, criada por la manada de Alastair, y mi verdadero origen era un secreto que guardaba con siete llaves.

Los ojos de Meg se abrieron, sorprendidos. "¿Denver? Eso es un largo viaje en coche, Fierce. Te llevará más de un día llegar allí."

Cerré la puerta del coche, sabiendo que no podía prolongar la conversación. "Sí, Meg, pero juzgo que es exactamente lo que necesito. Distraer mi mente y tratar de encontrar un poco de paz. Tal vez deberías intentar algo similar, en lugar de preocuparte tanto por la vida de los demás."

Meg abrió la boca, pero pareció no encontrar palabras para responder. Simplemente, asintió con la cabeza, aún sorprendida por mi respuesta, y se alejó, aparentemente sin saber qué hacer con mi actitud inesperada.

Tan pronto como Meg desapareció de la vista, subí al coche, le di arranque y comencé a conducir hacia mi pasado, hacia el lugar donde todo comenzó, donde mi loba interior fue sofocada. Sabía que este viaje estaría lleno de desafíos, secretos dolorosos y confrontaciones difíciles, pero era el único camino que podía seguir.

Estaba lista para enfrentar mi pasado, porque más que nunca, mis hijos dependían de mí, y haría lo que fuera necesario para tenerlos de vuelta.

            
            

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