Mientras Luke miraba por la ventana distraído, observando ver pasar los árboles y los automóviles que circulaban a gran velocidad, su mente no podía dejar de pensar en lo que había visto. Por las noches soñaba con el cuerpo de su vecina, con esas curvas peligrosas que lucía, y con la forma en la que se comportaba. No sabía si era todo parte del show o, si de verdad, la señora Prince era así en la vida real. Le llamaba mucho la atención el hecho que sea tan mal atendida por su esposo, pero como bien decía el dicho "Dios le da pan al que no tiene dientes".
Luego de un par de horas en la carretera, finalmente habían llegado al lugar donde iban a pasar sus vacaciones de verano. A Luke le hubiese gustado quedarse en casa, pero ya se había comprometido con los muchachos, y no podía echarse atrás, aunque le hubiese gustado poder seguir viendo la transmisión en vivo de RedWitch sin necesidad de andar ocultando el teléfono de la vista de todos sus amigos.
El día anterior había visitado a la señora Prince para empezar a ayudarla con el mantenimiento de la casa. Había hecho algunas tareas sencillas, como reparar algunas fugas, cortar el césped y sacar la basura, pero cuando se ofrecía a llevar las herramientas que había usado de regreso al sótano, la señora Prince le negaba el acceso muy amablemente y se encargaba ella misma de guardar cada cosa en su lugar.
Alhali, Luke y el resto de los muchachos, y mientras Alkali se encargaba de buscar las llaves de la cabaña que habían rentado, Luke ayudaba a bajar todo del vehículo.
-Esto está más muerto que el cementerio de Salem -masculló enojado Freddy-. Al menos podríamos haber buscado una mejor ubicación. Aquí sólo hay niños, viejos y familias.
-Bueno, al menos las mamás que yo veo sí que están buenas -sonrió lascivamente Todd al ver como una mujer con una bebé brazos pasaba frente a él. Era una mujer muy hermosa y que se mantenía muy bien aunque a su alrededor griten y salten otros tres niños más.
-¿Luego de haber parido a cuatro niños? No quiero ni imaginarme cómo está ahí abajo -gruñó Freddy.
-Eso porque nunca estuviste con una -aseguró Todd-. Son fuego puro. Guardan tanta energía y deseo que siempre quieren tomar el control. En sus casas sólo son ignoradas por su marido y sus hijos, y que alguien les recuerde que aún siendo madres siguen siendo mujeres, es algo que les activa el instinto sexual en ellas.
-Veo que sabes de lo que hablas -rio Luke.
-Siempre he preferido a las mujeres maduras que a las jóvenes.
Alkali finalmente encontró las llaves de la cabaña y lideró el camino hacia la entrada. Los amigos entraron con entusiasmo, explorando cada rincón de su refugio temporal. La cabaña era acogedora y bien equipada, con todas las comodidades necesarias para unas vacaciones relajantes.
A pesar de la animada discusión sobre mujeres y preferencias personales entre Todd, Freddy y Luke, cada uno se instaló en sus respectivas habitaciones y comenzaron a desempacar. La atmósfera era ligera y llena de anticipación por los días que tenían por delante.
La primera noche transcurrió entre risas, cervezas y aviones para disfrutar al máximo de la playa de Salisbury. Luke intentó dejar de lado sus pensamientos sobre la señora Prince, centrados en el presente y en disfrutar del tiempo con sus amigos. Sin embargo, en el fondo de su mente, seguía rondando la imagen de aquella mujer tan misteriosa como intrigante y seductora.
La actividad masculina no se hizo esperar: encendieron el fuego, hicieron una barbacoa y bebieron varias cervezas frías. Cómo era de esperarse, entre el alcohol y la pipa de agua que pasaba entre los muchachos, más pronto que tarde estaban todos demasiado dopados para valerse por sí mismos, el único que estaba medianamente en condiciones era Luke, teniendo él que encargarse de apagar el fuego, limpiar el desastre que habían hecho y regresar a cada muchacho a su cama.
No sin mucho esfuerzo logró subir a Alkali por las escaleras para llevarlo a su habitación.
-Quítame los pantalones -le dijo su amigo, sumido en la nebulosa densa y pesada que había sido la combinación de drogas.
-Estás loco. No voy a hacerlo -gruñó Luke mientras le quitaba los tenis.
-Hazo... No voy a poder dormir si no me los quitas -suplicó.
-Que no. Hubieses sido un poco más consciente al momento de mezclar todo -insistió el muchacho. Terminó con el calzado derecho y pasó al izquierdo.
-Por favoooor...
-¡Está bien, está bien! -gruñó Luke-. ¡No puedes ser tan pesado!
-Te amo, amigo.
-Cállate la boca.
No sin poner cara de asco ante la situación de tener que tocar esa parte de su amigo, Luke tomó la cintura de los shorts que estaba usando Alkali, y empezó a bajárselos. Finalmente estaba libre de la presión que sentía y podía moverse a sus anchas.
-Gracias, hermanito. Hasta mañana. -el tono de alivio y felicidad que había usado Alkali en ese momento mientras se daba vuelta en la cama para quedar de costado hizo que Luke blanquease los ojos. Dobló el pantalón, pero al hacerlo algo cayó de él: La billetera de Alkali.
Luke observó como la billetera de su amigo caía y se abría. Ahí estaba la black card con la que había alardeado, la que tenía fondos ilimitados. El muchacho se le quedó viendo, mientras la tarjeta le devolvía la mirada, insinuante y seductora, como el trasero de la señora Prince cuando hacía su papel de RedWitch... Lo estaba invitando a que la tome, la haga suya... Luke extendió la mano, pero se quedó duro. No, no era correcto. No podía hacerle eso a Alkali. Era como robar...
Lo siguiente que se le vino a la mente fueron las tetas de la señora Prince, mojadas por el agua del aspersor, con su camiseta de tirantes trasluciendo todo de ella. Su mano tomó la billetera y la miró. Después de todo, ¿por qué no? La familia de Alkali tenía de sobra. Su padre era un político de renombre en la comunidad de Salem y toda la fortuna que habían amasado era gracias al aporte de los contribuyentes. Todavía podía recordar cuando Alkali y él vivían en el barrio, ambos habñian crecido con los mismos amigos, y hecho las mismas travesuras, pero todo cambió cuando su padre se metió en política: Se mudaron a los suburbios más caros, empezaron a comprarse ropa de marca y a adquirir más y más propiedades. No contento con eso, le insistió a los padres e Todd y Freddy que también se metan en política. Habían movido influencias para todos, menos para los padres de Luke, y todo ¿por qué? Porque eran descendientes de los nativos americanos.
No lo pensó una tercera vez. Sacó la tarjeta del compartimento que la contenía y le sacó una fotografía a la parte del frente y la de atrás. La volvió a guardar en su lugar, la metió dentro del pantalón y lo dejó a los pies de la cama. Salió de la habitación, se encerró en su dormitorio, abrió el navegador desde su teléfono celular y vinculó los números de la tarjeta de Alkali a su cuenta de la plataforma donde la señora Prince transmitía.
Embebido por una sensación de poder y deseo, terminó la transacción con gran facilidad. Ahora la tarjeta estaba vinculada a su cuenta, ¿cómo debía proceder? Como si la página adivinara sus deseos, una notificación push apareció en la pantalla del teléfono, avisándole que había un treinta por ciento de descuento en la compra de mil tokens, y lo mejor de todo es que sólo costaba cien dólares. No lo pensó dos veces: adquirió la compra y observó como los tokens se le acreditaban en su cuenta. Buscó el perfil de RedWitch, estaba deseoso de verla en acción, pero estaba fuera de línea. No tenía más opción que esperar.