Capítulo 9 Pedirle ayuda a su marido

El ardiente picor en la cara de Thea, un recuerdo persistente de la bofetada de Maggie, pintó sus mejillas de un vibrante tono carmesí. Así que era difícil discernir si su vergüenza se debía a la timidez o a la ansiedad.

"¿De verdad me recuperaré para mañana?", le preguntó ella a Ruben, intentando cambiar de tema.

No esperaba que Colton la llevara a ver al médico. También le había llamado la atención que este tuviera una estrecha relación con el doctor.

"Claro que sí", afirmó Ruben, mirándola una vez más. Algo en ella le resultaba extrañamente familiar. "¿Quién te hizo esto? ¡Fueron unos despiadados!".

Sin embargo, la chica hizo caso omiso de la pregunta.

"¿Tu apellido es Russell?", preguntó Ruben.

"Sí", confirmó Thea.

En ese instante el doctor confirmó que ella era la chica que Colton había elegido.

"Independientemente de quién te haya hecho daño, siempre puedes acudir a tu marido en busca de ayuda".

"Él no es mi marido".

Su esposo era un anciano, no ese guapo hombre.

"¿Ah, no?". Ruben miró con perplejidad a su amigo, quien se había quedado callado.

¿A qué juego estaba jugando Colton?

"Mi familia me hizo esto", admitió Thea con una pequeña sonrisa. "Porque no los obedecí".

Ruben, sorprendido por lo que acababa de escuchar, miró a Colton, quien seguía aplicando algo de crema a las heridas de la chica. ¿Por qué la habían castigado de una manera tan brutal por ser desobediente? Thea parecía sumisa a primera vista; además, se decía que la segunda hija de la familia Russell gozaba de buena estima.

Después de aplicarle la crema, Colton acompañó a Thea fuera del hospital.

"Gracias", expresó ella, mirándolo a los ojos. Su cara estaba menos hinchada.

Colton prendió el coche y preguntó en voz baja: "¿Te llevo a casa?".

Se refería a la Mansión Emerald.

Pero Thea supuso que hablaba de la casa de los Russell.

Sin embargo, no se sentía segura cuando estaba en la Mansión Emerald.

"Está bien", respondió ella y le dio la dirección de los Russell.

Cuando ya casi estaban llegando, ella le pidió que la dejara a unos cuantos metros de la residencia. Entonces se desabrochó el cinturón de seguridad y bajó, diciendo: "Gracias".

Todavía no podía creer que él la hubiera acompañado al médico en ese estado.

Mientras Thea caminaba hacia la casa de los Russell, Colton permaneció en el coche, observándola hasta que la perdió de vista. Cuando ya no la vio más, tomó el celular e hizo una llamada.

"Manda unos guardaespaldas a la casa de los Russell; alguien golpeó a mi esposa".

Una vez dada la orden, Colton dejó el celular en el asiento del copiloto con expresión resuelta. Todo aquel que se atreviera a hacerle daño a su mujer, pagaría las consecuencias.

Cuando Thea entró a la casa, la sala bullía con animadas charlas y risas. Pronto vio a Nina, Vanessa, Maggie y Alexa Alvarez absortas en una partida de cartas. Se dieron cuenta de que Thea había regresado, pero no le dedicaron ni una mirada.

"Abuela", llamó la chica a Nina, quien estaba jugando a las cartas.

La anciana se rio y le dijo a la otra joven: "Maggie, ¡juegas muy bien!".

Thea supuso que la ignorarían, pero las siguientes palabras de su abuela la sorprendieron: "Si no te encuentras bien, puedes subir".

Nina, quien se había dado cuenta de que Thea tenía la cara hinchada, no mostró ningún signo de indulgencia. Sin su consentimiento, Vanessa y Maggie no se habrían atrevido a visitar al hospital para golpearla de esa manera. Pero como Thea no tenía intención de quedarse ahí en la sala, subió las escaleras rápidamente. Abajo, la conversación continuó entre las cuatro mujeres.

"Hay que curarle la cara cuanto antes", comentó Nina con indiferencia.

"¡Abuela, ignórala!".

"Se hace la importante solo porque se casó con el señor Reynolds. ¿Quién se cree que es? Ella...". Antes de que Vanessa pudiera terminar su frase, escucharon el ensordecedor pito de un coche afuera. El ruido fue tan penetrante que sacudió a la anciana.

"Nina, ¿qué está pasando?", inquirió Vanessa, desconcertada. Era como si muchos coches se estuvieran acercando.

"Solo pasan por aquí", respondió la anciana con indiferencia.

"Tienes razón. Nadie en Flison se atrevería a causarle problemas a nuestra familia".

Los Russell y los Reynolds eran muy unidos, y estaban en proceso de formar lazos con la familia Gibson.

"Continuemos", sugirió Vanessa con una sonrisa.

Sin embargo, un estruendo interrumpió la conversación, seguido del chirrido de los frenos. Los coches llegaron en rápida sucesión, rodeando la residencia.