Tómame
img img Tómame img Capítulo 6 Puntos sobre íes
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Capítulo 7 Algún día img
Capítulo 8 Soy más... img
Capítulo 9 El territorio img
Capítulo 10 Los celos img
Capítulo 11 Mía img
Capítulo 12 Huyendo img
Capítulo 13 Perdido en ella img
Capítulo 14 Me perteneces img
Capítulo 15 Suya img
Capítulo 16 Me encantas img
Capítulo 17 Emboscada img
Capítulo 18 A tu lado img
Capítulo 19 Enamorados img
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Capítulo 6 Puntos sobre íes

La princesa

Le dijo que se lo prometía y se me destrozó la cordura. Ya empezaba a conocerlo un poco y me empecé a prometer que este era un juego para jugar desde ambos campos, me juré gobernar las dos canchas.

Volví a subir mas escaleras y abrí el armario, me arranqué la ropa que llevaba puesta y saqué un corto vestido negro de finos tirantes. Me puse un abrigo largo malva encima, me cubría hasta las rodillas y el cinturón en mi cintura no podía faltar para que no notara mi atuendo descanso debajo. Me quité las bragas y bajé a la batalla.

-Pensé que no saldrías jamás.

Le pasé por al lado condenandolo a mi silencio. El enfado me pudo y me subí a su camioneta sin que pudiera detenerme. Para cuando el vizconde se sentó a mi lado me miró extrañado pero saqué mi móvil y entré en mis redes, la mejor campaña que podía hacer para ignorarlo era esa.

-Todo lo que hagas en ese teléfono lo está controlando mi gente -gruñó abriendo su tableta.

-Quizás me masturbe con el vibrador para tus amigos entonces -escupo furiosa y celosa.

Al minuto siguiente mi teléfono salió volando al asiento frente a los dos, Alfred me quitó el cinturón, ordenó a su chófer que bajara del coche y me acostó sobre el asiento con él encima. Intenté empujarlo, sacármelo de mi deseo pero mi cuerpo estaba encantado con la situación. Abrió mis piernas y se apoyó en mis manos unidas sobre mi cabeza...

-¿Te masturbas con vibradores? -se veía asombrado.

-No te importa.

-Responde -no pudo resistir manosear mis muslos por su cara externa.

-No -mi respuesta le cabreó, metió las manos entonces sí entre mis muslos y rugió cuando mis pliegues desnudos y húmedos le hicieron una rica bienvenida -. ¿Dónde está tu ropa interior?

-¿Dónde está tu respeto por tu princesa?

-En mi polla.

Me saltó contra los labios sin reprimirse a la hora de hundía dos dedos dentro de mi. La velocidad a la que me tocaba era dura, fuerte...desesperado y suspiró aliviado cuando notó mi himen intacto. Solo entonces se calmó, apoyó la frente en la mía y masculló:

-Casi rompo lo más preciado que tienes porque me has mentido -lucía enfadado y yo estaba ardiendo en llamas -. Solo puedes haberte masturbado el clítoris. Sigues intacta.

-¿Qué te importa? -le encaro pero me vuelve a retener en mi posición -. Ahora te preocupa si alguien me ha tenido. ¡Cínico!

-Pero, ¿qué te pasa?

-Suéltame, Alfred -forcejeamos.

-No puedo, Kathryn.

Se aleja y no supe ni creo que llegue a saber nunca a qué se refirió. Si no puede aguantar o no puede seguir.

(...)

Para cuando llegamos a su oficina transcurre una jornada confusa. Sus asistentes se desviven en atenciones para mi, me dedico a coquetear con todo el que me regala solamente una sonrisa y cada cinco minutos estoy contra una pared con él encima de mi amenazandome por provocarle.

Pasamos el día jugando a no mirarnos sin dejar de vernos. A comernos a besos cada dos por tres y a poner distancia entre los dos siempre que se nos escapa de las manos la situación.

Cuando Alfred ce el vestido que llevo me obliga a pasar el día con mi abrigo, solo cuando me quedo a solas con él me permite quitármelo y aprovecho para calentarlo subiéndome a su mesa y cruzando las piernas. Le reto, le pongo cachondo porque quiero que tenga conmigo, lo que parece que no le ha dado más a ella pero para eso tengo que salir de algo primero.

-Nos vamos a casa -ordena antes de comer siquera.

-¿Tan temprano?

Me lleva casi a rastras por todo su edificio y ni me habla cuando bajamos en el ascensor con sus guardias a nuestro alrededor.

El viaje en coche es parecido y cuando llegamos a su mansión subo directo a la habitación, él se va a su despacho pero enseguida le tengo detrás cuando me iba a quitar el vestido.

Me da la vuelta con brusquedad y nos llenamos de besos, desesperadamente.

Las ventanas abiertas dejan entrar el sol, la brisa, las cortinas vuelan y su cuerpo me va empujando hacia atrás. Sin detenerse a nada más que manosear la piel bajo mi ropa.

-¿Por qué de repente te empeñas en volverme loco? -no respondo.

-Se suponía que no te interesaba. Nada de lo que haga tiene por qué sacarte de tus cabales -increpo lloriqueando cuando me pellizca ahí, ahí donde deseo su lengua.

-Conozco tus costumbres -me acorrala por completo contra el borde de mi cama, su cama -. Llevo tiempo observandote, te quiero para mi y voy a tenerte como sea.

Si tan solo pudiera confesarle que yo también, que me estoy muriendo por ser suya, que llevo tiempo haciéndolo y que no le confieso mis sentimientos porque su reputación le precede y cuando sepa como me hace sentir, se acabará el encanto para él y dejará de perseguir lo que no puede tener porque yo ya seré totalmente suya. Además de lo que vi esta mañana. Eso tampoco ayuda a confesar mi verdad cuando él sostiene una mentira.

-Quieres ser príncipe -le acuso a ver si doy con alguna realidad y me baja el tirante de mi vestido, besa mi hombro y se me cierran los ojos. Pellizca mis pezones por encima de la tela del vestido.

-Me importa una mierda eso -rodea después la curva sobresaliente de mismo pechos con su índice, los dos jadeamos -. Podría degradarte a una puta con tal de tenerte, de que fueras mía haciéndote mi amante -masculla sufriendo las mismas ganas que yo. Aunque luce de alguna forma atormentado -. Ya había renunciado a ti pero volví a verte, y tuve que hacerte mía. Tengo que hacerlo. No puedo evitarlo.

Sé que dolerá. Sé que cuando me deje me moriré por su ausencia pero estos finalmente son los puntos sobre las íes y si ya hemos dejado de jugar, no quiero desear más algo que puedo tener cuando simplemente lo pida. Así que...

-No recuerdo haberme quejado, o rechazar algo que no me has ofrecido. No me reclames por algo que no te he negado y ni siquiera me has dado.

Estamos jugando con un fuego tan alto que se verán las llamas y el humo desde la capa de la atmósfera.

-Pídemelo y lo haré -me reta y se muerde los labios -...dime que te tome y nunca más podrás dejar de ser mía.

Me sorprende que ofrezca más de lo que esperaba. Me resulta extraño que se salte las normas del palacio pero me parece perfecto porque le deseo. Quiero este pecado, aunque me cueste una gran penitencia.

Sabía que eran palabras sin retorno, una palabra que determinaría mi vida entera pero la única certeza ahora es que necesito ser suya,protegerme de todos en él. Pertenecerle. Porque siento muy dentro de mi que ya lo hago. Que hace mucho me eligió y no podré escapar de su dominio. Ni quiero. Le miro a los ojos, me bajo sola la cremallera lateral de mi vestido y susurro sobre sus labios mientras me pongo de puntillas:

-¡Tómame!

                         

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