- Damos inicio al rito del sacrificio - explicó- Dios bajó a la tierra y tomó posesión del cuerpo de cada sacerdote, Jelena - parándose frente a mí- Tu misión hoy es complacer a Dios, hacer el trabajo de una esposa, por eso él pidió expresamente que purificaras tu cuerpo y te pusieras linda para él.
Ladee la cabeza, confundida.
- ¿Complacer a Dios? ¿A...así como... placer carnal? Eso es un pecado, padre, yo quiero ir al cielo, no puedo hacer algo así.
Abrazando mi cuerpo, apretando el hábito.
- ¿Estás rechazando a Dios? Todas las hermanas aquí presentes ya lo recibieron, los dejaron bendecir sus cuerpos ¿Tú no quieres tan divina protección?
Titubee.
Todas ellas lo hicieron, yo de nuevo sería la diferente, la excluida, la chica huérfana sin apellido, la molesta, insolente, corrompida por satanás por no recibir a Dios en mi cuerpo... iban a castigarme otra vez por negarme...
- E-está bien - accedí- ¿Qué tengo que hacer?
Sonrió de una manera que no me gustó, tomando mi mano, llevándola a su entrepierna mientras la hermana Cecil se acercaba posicionándose a mi espalda, descubriendo mi cabello, deslizando mis ropas por mis hombros, descubriendo mi cuerpo sin demostrar ni una mínima expresión en su rostro, otro padre se acercó desabotonando su camisa, me asusté, no hay ningún pasaje bíblico que hable de esto, no hay... no escuché nunca reglas como estas ¿Por qué Dios querría humillarme de esta manera?
Quise expresar mi confusión, abrí la boca dispuesta a protestar, quise retirar mi mano, pero el padre Nikolas no me lo permitió y la hermana Corine estaba lista, con la varilla en su mano para castigarme por no hacer las cosas bien otra vez.
- Vaya... vaya... vaya... Además de drogadictos, ahora se dedican a joderle la vida a jovencitas.
Retiré mi mano rápidamente, pegándolas a mi pecho en un intento de cubrirme, temblando de pies a cabeza, observando la imponente figura de un hombre alto, muy alto, de espalda ancha, visibles músculos bajo ese traje, rubio, de ojos azules, fríos... no había nada de amabilidad en ese hombre, más bien era la personificación de Satán, era tan hermoso como Lucifer, vino a obligarnos a pecar, a confundirnos.
- S-señor Volkov, lo esperábamos un poco más tarde - dijo el padre Nikolas- Estábamos iniciando a la nueva monja, su cuerpo le pertenece a Dios - sonriendo malicioso- Estábamos a punto de demostrarle su amor.
Sujetando mis mejillas con demasiada fuerza, lastimándome.
- Violarla ¿Eso es lo que estaban a punto de hacer?
Temblé ¿Eso es lo que iban a hacer conmigo?
- Señor Volkov ¿Puede esperar fuera hasta terminar el rito?
Dijo el padre Eric, dando un paso al frente.
- No, no puedo - caminando acompañado de un puñado de hombres que lucen sus armas como si no fuese un pecado portarlas y usarlas- Tenían una deuda conmigo, me citaron hoy a media noche, escuché por ahí que ustedes son unas ratas asquerosas y desleales, no mintieron - parando justo detrás de mí, podía sentir su calor irradiar a mi frío cuerpo- Estoy seguro de que el mundo será un lugar mejor sin ustedes malgastando aire.
Las hermanas intentaron salir, esos hombres que acompañaban a quién parece ser su jefe cerraron las puertas y las empujaron dentro ¿Qué iban a hacerles? ¿Qué va a pasar con nosotros?
- Tú,
- apoyando su mano en mi hombro desnudo, sobresaltándome- ¿Qué prefieres? Te dejo en mano de estos putos enfermos para que te inicien en esta asquerosa mierda y luego vengo a matarlos a todos, tú incluida, o te mato antes de que te pongan una mano encima y luego los mato a ellos ¿Qué decides?
Malyshka
Ellos... ellos no están actuando en nombre de Dios, ellos son malos, muy malos, corrompidos por Satanás, los sacerdotes que vienen del mundo exterior lleno de perversiones corrompieron a las pobres hermanas y quieren lastimarme. Este hombre vino a salvar mi alma.
- Máteme, por favor.
Respondí yo, temblando de pies a cabeza, sintiendo mis ojos anegados en lágrimas.
- ¿No te da miedo morir? ¿No te... aterra sentir dolor?
Malyshka
, creo que te lavaron tan bien el cerebro que no tienes idea de lo que digo.
¿
Malyshka
? Ya no soy una
niña
... cumplí dieciocho.
- No me aterra morir ni sentir dolor, el dolor será un pago por mi pecado original y luego podré descansar junto a Dios, no es un castigo la muerte, es una bendición para quien cumplió sus mandamientos y fue su fiel sirviente.
El sujeto frunció el ceño y me miró cómo si estuviera loca, acuclillándose, lanzando sobre mí el hábito.
- Vístete, nos vamos.
Quité el habito de mi rostro para poder mirarlo, sorprendida por la decisión que tomó, esa no estaba entre las opciones que me dio.
- Pero señor, yo pensé...
- Te mostraré el verdadero infierno, hermana, uno que quizá sea mejor que el que estabas a punto de vivir.
Si era mejor... si él decía que era mejor...
Que Dios me perdone por pensar en seguir al hombre al infierno, que Dios me tenga en consideración...
Rápidamente me vestí y cubrí mi cabello, caminando hacia la salida como él señaló sin abrir la boca, sus hombres cerraron la puerta apenas llegué fuera, arreglando mi ropa, tomando mi crucifico, apretando la cruz entre mis manos, rezando un
ángel de la guarda
repetidas veces, acuclillándome, asustada al escuchar los gritos y el sonido de esas armas ser disparadas ¿Qué estaba pasando?