El Dragón de la Mafia
img img El Dragón de la Mafia img Capítulo 4 Mañana
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Capítulo 6 Tatuaje img
Capítulo 7 Entrenar img
Capítulo 8 Dolor y frustración img
Capítulo 9 Identidad img
Capítulo 10 Confesión img
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Capítulo 4 Mañana

Todo apunta a que mañana será un día malo, muy malo, y yo no me atrevo a cometer un pecado de la magnitud de la muerte, eso sí que me llevará al infierno, aún puedo salvarme, no puedo pensar en la muerte como una salida fácil, Dios hace a las monjas sus mejores guerreras contra satán y los escépticos, voy a soportar, debo soportar.

- Alexander Volkov... no me das miedo.

De todas maneras, fui hacia la puerta y puse el seguro antes de meterme en la cama e intentar dormir, mañana será un día largo y diferente.

Abrí los ojos de golpe al sentir el colchón hundirse bajo el peso de alguien, tomé asiento con rapidez, sujetando las mantas, apretándolas contra mi pecho, observando a Alexander Volkov muy cómodo a los pies de mi cama, una muda de ropa a su lado y unas botas, parecían ser para mí por el tamaño.

El sujeto vestía una camiseta de manga corta que se ajustaba a la perfección a esos gruesos brazos, pantaloncillos cortos de deporte que dejaba a relucir parte de su piel, huele a perfume, champú y crema de afeitar, su cabello sigue húmedo, parece recién salido de la ducha.

Me sonrojé ante la idea mental de Alexander tomando un baño, regañándome internamente por dejar divagar mi mente por esos pecaminosos lares, esto se siente incorrectísimo, me negaba a mirar a la tentación a los ojos.

Dios te salve maría, llena eres de gracia, el señor es contigo...

- Hermana ¿Puede dejar de fingir que no estoy aquí y mirarme?

Su voz grave entró por mis oídos y causó estragos en mi estómago ¿Por qué? ¿Por qué me vibró el pecho?

Reuní toda mi fuerza de voluntad y giré el rostro para mirarlo, intentando no mirar más de su cuerpo, pero que incorrecto... la hermana Corine ya me habría dado de varillazos por esto.

- ¿Qué hace aquí Alexander Volkov? Recuerdo muy bien haber cerrado la puerta con seguro.

Regañándome internamente por haber sonado más aguda de lo que pretendía, estoy muy nerviosa.

- Oh, eso - acomodó su cabello, obligando a mis ojos a desviarse para apreciar como se contrae el musculo de su brazo- Olvidé comentarle que ese baño - señalando una de las puertas- Conecta con mi habitación - instalando una sonrisa felina en esos labios suyos- Así que ya sabe qué sólo debe recorrer ese corto tramo si quiere rezarle de rodillas a alguien, estaré encantado de ahogar sus plegarias... digo... escucharlas.

Fruncí el ceño, el rubio de mirada fría y vacía parecía no ser sincero con sus palabras, deberé asegurar la puerta del baño ahora también para no sufrir más eventos desafortunados como este.

- Será muy su casa, señor Alexander Volkov, y usted creerá que soy un objeto que puede sacar de un lugar y ponerlo en otro, pensando que actuaré cómo usted me indique, pero sigo siendo una persona que necesita de su espacio personal y creí que al menos en este cuarto podría tomar decisiones por mi cuenta.

Decisiones... decisiones...

Nunca he tomado decisiones, toda mi vida se resumen seguir ordenes y reglas, acatar castigos, callar y así cada día, de cada semana, de cada mes... cada año...

- Hermana ¿Qué parte de, eres mia

, no ha comprendido? Creí haberle dicho que hoy iba a tatuarla, así que amablemente vine a dejarle ropa que creí será de su talla, usted es generosa de ciertas áreas, me costó elegir la talla indicada, espero haber tenido buen ojo, de quedarle bien, haré que mi segundo le traiga otras cosas, vístase, la espero en el pasillo.

Sin más, se levantó y entró al baño, procurando dejar la puerta abierta para ver cómo lo cruzaba y abría la puerta del otro extremo sólo para confirmar sus palabras, compartimos baño y yo debo asegurarme de cerrar muy bien cuando tome una ducha.

- ¿Tatuarme? Eso ya es un pecado - saltando fuera de la cama- Si es en la pierna, él tendrá que tocarme, y tendré que estar medio desnuda, otro pecado - caminando hacia el baño con la ropa que me trajo apretada contra el pecho- ¿Cuánto más me hará pecar este sujeto?

Cerrando su puerta con seguro antes de quitarme la ropa y entrar a la ducha, limpiando todo rastro de la noche anterior, esos sacerdotes pecadores que se irán al infierno por sus acciones libidinosas, que blasfemia...

Envuelta en una toalla oscura alrededor del cuerpo y el cabello, miré con horror las prendas elegidas por el hombre, comenzando por el color del negro más oscuro que he visto, una especie de brasier un poquitín más grande, bragas diminutas de encaje como las que llevaba puestas, incómodas e inútiles, no cubren mi trasero, también unos short bastante cortos y elastizados, parecía ropa para hacer deporte de esas que las mujeres al otro lado de la muralla usaban al correr por las calles, siempre pensé que eran unas pecadoras e incitadoras por su forma de vestir, y ahora yo...

-

El que refrena su lengua, protege su vida, el ligero de labios, provoca su ruina.

Proverbios 13:3.

A regañadientes me vestí cómo el señor Alexander Volkov quería, su ojo no lo engaña, me quedó bien... demasiado entallado la verdad, jamás he mostrado tanto, demasiada piel expuesta, parece que voy desnuda.

Metí mis pies dentro de esas botas un poco más altas del nivel del tobillo y cepillé mi cabello, lavé mis dientes y ordené toda mi ropa sucia en el canastito en el baño, armándome de valor para dejar el espacio, regresar al cuarto, quitarle el seguro a la puerta y abrirla ligeramente, asomando la cabeza, cubriendo mi cuerpo con la madera, ahí estaba el rubio de mirada vacía, esperando de brazos cruzados, apoyado en la pared frente al cuarto.

- No puedo salir así, Alexander Volkov, soy una monja, regréseme mi velo al menos.

Sonrió malicioso, negando.

- Hermana ¿Podría sólo llamarme Alexander? Me pone nervioso si me llama por mi nombre completo.

Bufé.

- Alexander, no estoy jugando, ya he pecado demasiado, necesito ir a una iglesia, necesito confesarme, estoy sucia, dejé que otros hombres miraran lo que le ofrecí a Dios - entrando en desesperación- Dios dice:

Andemos decentemente, como de día, no en orgías y borracheras, no en promiscuidad sexual y lujurias, no en pleitos y envidias. Romanos 13:13

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