El Dragón de la Mafia
img img El Dragón de la Mafia img Capítulo 5 Curiosidad
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Capítulo 6 Tatuaje img
Capítulo 7 Entrenar img
Capítulo 8 Dolor y frustración img
Capítulo 9 Identidad img
Capítulo 10 Confesión img
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Capítulo 5 Curiosidad

Alejó la espalda de la pared y caminó hacia mí, tirando de la puerta para abrirla por completo, mirándome de pies a cabeza, parecía divertido.

- ¿Quién diría que bajo el hábito ocultabas tal belleza, hermana? Una lastima para tu Dios que yo viva en la promiscuidad - dando un paso hacia mí-Una lastima que yo sea el diablo, el villano de tu historia, un sátiro - tomando mi mano, besando el dorso- Una lástima que quiera reírme en su cara y obligar a una de sus creyentes a cometer pecado tras pecado. Voy a divertirme demasiado contigo.

Tirando de mi mano para sacarme del cuarto, haciéndome girar, silbando.

- Te aseguro que vas a olvidar a tu Dios viviendo con el diablo, hermana.

Guiñándome un ojo antes de comenzar a caminar sin soltarme mientras yo rezaba

como auto penitencia por pensar cosas indebidas, la forma en la que ronronea sus palabras me provoca incomodidad en ciertos lugares.

cincuenta padres nuestros

- Alexander, no quiero tatuarme.

Bajando las enormes escaleras, doblando a la derecha, recorriendo el pasillo.

- No es negociable.

- Alexander... vas demasiado rápido.

Paró de forma abrupta, provocando que chocara con su espalda, levantando mi cabeza para mirarlo mal, encontrándome con su rostro divertido.

- ¿Qué? ¿Vas a insultarme con tu biblia de nuevo? ¿Lanzarme tu agua bendita para ver si me derrito? ¿Mostrarme tu crucifijo para exorcizarme?

Rodé los ojos.

- No es gracioso, dijiste que intentarías respetar mis creencias.

- Intentar y hacerlo son dos cosas muy diferentes

Malyshka.

Comenzando a caminar otra vez.

- Deja de llamarme niña, soy un adulto.

- ¿Ya comenzamos a tutearnos, hermana? Pero que descarado acto, rece tres Ave maría por ello.

- ¿Vas a hacer chistes de mal gusto todo el tiempo?

- No tienes idea de todos los insultos sutiles que pensé para usted anoche, hermana, dije que iba a mostrarle el infierno ¿No le está gustando la prueba gratis? Porque pronto tendrá que pagar la suscripción.

- ¿A qué te refieres?

- Ya lo verás, no te va a gustar mucho.

Abriendo la puerta a lo que parecía ser su estudio, una camilla y una silla de cuero negro en el centro, materiales de diversa índole en el estante al final del recorrido, espejos de cuerpo completo en las paredes paralelas, un lavamanos bastante grande, e instrumentales que realmente no conocía.

- Quiero ver lo que vas a hacerme.

Me animé a decir, no puedo sólo dejar que haga lo que quiera sin conocer el resultado.

- Tengo muchas cosas en mente, hermana ¿Qué quieres ver primero?

Usando esa sonrisa socarrona otra vez, molestándome.

- El tatuaje, Alexander, Dios dice...

Callé. Si vuelvo a decirle algún versículo de la biblia, seguirá burlándose, es un irrespetuoso.

- ¿Quieres que me quite la ropa? ¿Así sin más? ¿Sin primera cita? - llevando sus manos al elástico de su short, no podía ver la totalidad de su tatuaje con él- Anoche creí que sería demasiado para una monja virgen e ingenua, pero parece que tan ingenua no eres.

Dejando caer la tela, mostrándose en ropa interior sin pudor, sujetando el borde de su camiseta, levantándola, permitiéndome ver su marcado abdomen lleno de cicatrices, cada una más gruesa que la anterior, un poco más abajo... su oscura ropa interior, y un... un... bulto en el frente, uno... grande.

- Hermana... ese no es mi tatuaje - sosteniendo su hombría con una mano, dándose un apretón sobre la ropa interior- ¿Te llama la atención? ¿Alimento tu curiosidad, monja?

Desvié la vista rápidamente por las acciones descaradas de este sujeto ¿Cómo... se atreve? ¿No les teme a las llamas del infierno y el castigo eterno?

- Ve un poco más, aún no miras lo cubierto del tatuaje, es la mejor parte.

La curiosidad terminó ganando la batalla interna, giré el rostro para mirar otra vez, observando la tinta que recorre su piel, sonrojándome a más no poder al verlo bajar la cinturilla de su bóxer lo suficiente para ver la cabeza del dragón descansar en su cadera, afortunadamente sus... sus partes quedaron muy bien cubiertas, no vi nada, pero aun así... aun así...

- Eres traviesa, monja ¿Cuántas penitencias te habrían dado por esto?

- Ya perdí la cuenta... - carraspee desviando la vista- De seguro la hermana Corine me hubiese golpeado con la varilla por esto - llevando una de mis manos tras mi hombro, tocando la herida más reciente, aún escoce- Me hubiesen dejado sin comida ni agua en el salón a oscuras por días para reflexionar.

Frunció el ceño acomodando su ropa interior, soltando la camiseta y colocándose el short antes de caminar hacia mí.

- Date vuelta, hermana.

- ¿Por qué?

- Quiero ver algo.

Hice lo que me pidió, girando, dándole la espalda, sintiendo sus manos sujetar mi cabello, acomodándolo a un lado para poder mirar mejor, provocando temblores en mi cuerpo al sentir sus rasposos dedos recorrer las líneas irregulares en mi espalda, tanto las viejas como las nuevas.

- ¿Qué mierda te hacían ahí?

Murmuró.

- Yo era desobediente, ellas corregían mis acciones, los sacerdotes me llamaban insolente y me corregían golpeando mi espalda con la varilla.

- ¿Cómo lo hacían?

Preguntó sin dejar de delinear los trazos irregulares.

- Había una mesa de madera ahí, me hacían apoyar ambas manos y... b-bajaban el hábito hasta mi cintura, yo nunca usé brasier, las abadesas decían que alimentan la lujuria nada más, entonces... golpeaban mi espalda con la varilla mientras me hacían recitar la biblia.

- ¿Cuándo se detenían?

- Cuando... la varilla se rompía.

El crujir de sus dientes fue tan audible que me asustó, di media vuelta observando sus ojos oscurecidos y el ceño fruncido, la quijada apretada, la vena de su cuello palpitar rápida e insistentemente.

- ¿Y los dejabas? ¿Dejabas que te hicieran todo eso? Medio desnuda, humillada, viviendo en una mentira... ¿Qué vida de mierda te obligaron a llevar?

- Yo quería ser correcta a los ojos de Dios, quería encajar, quería... que me vieran y pensaran en mí como alguien merecedora de mi hábito, no tenía dónde más ir, ese convento es todo lo que yo conocía ¿Qué haría si me echaban? El padre Nikolas dijo que para las personas cómo yo, que no somos nada, ni siquiera una existencia sólida, todo lo que nos queda es la prostitución, y Dios me daría la espalda por seguir el camino de la lujuria.

                         

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