- Pues claro, no pienso quedarme en este mierdero.
Me persigné, que Dios perdone su mal vocabulario.
- Yo nunca he salido, me abandonaron aquí de bebé, este lugar es todo lo que conozco, por favor no diga malas palabras para referirse a mi hogar.
- ¿No tienes apellido dices?
Preguntó abriendo la puerta que da al exterior, la chapa repleta de agujeros.
- No, no tengo.
Contando hasta cinco antes de cruzar el umbral, sigo pensando que salir es incorrecto, yo juré ante Dios dedicarle todo mi tiempo y mi vida a su oración y si salgo estaré faltando a ese juramento.
- Hasta los huérfanos tienen apellido, un apellido universal que se le da a todos los bastardos, si tú no tienes uno es porque no fuiste inscrita, te criaron para ser la comida de esos cerdos.
- ¿Comida? Iba a ser algo así como... ¿La cena?
Volteó a mirarme, frunciendo el ceño, observándome como si tuviese cinco ojos en vez de dos en mi rostro.
- No ibas a satisfacer ese tipo de hambre,
a, hablo del hambre físico, el deseo, el morbo, el sexo, hablo de sus penes en tu...
- ¡Alto! - sonrojándome hasta no poder más- Alto, por Dios... rezare por su alma, quizá Dios pueda perdonar esa mente y esa boca.
Sin abrir la boca, lo seguí por el enorme pasillo, subí las escaleras sujetando mi hábito para no enredar mis pies y recorrí el pasillo en silencio dos pasos tras él, sonrojándome al sentir las miradas curiosas de los sujetos que intentaban no molestar al hombre, hasta ahora, no he visto ni una sola mujer ¿Por qué?
- Este será tu cuarto,
y esto - señalando mis ropas- Va a desaparecer, desde hoy ya no eres más monja, te libero de esa vida, vas a tomar la que yo voy a ofrecerte, vas a aprender a serme útil.
Instintivamente retrocedí, cruzando mis brazos sobre mi pecho.
- Mi cuerpo está destinado a Dios, si usted cree que yo...
- No me interesas,
, no es de esa forma en la que voy a usarte, tú tranquila, pero eso no quiere decir que mis hombres vayan a ser amables contigo, aquí no tenemos chicas, no encontrarás ni una sola... a menos de que sea una prostituta - restándole importancia- Mis hombres recibirán la orden de no ponerte ni siquiera un dedo encima si es con fines sucios y libidinosos, yo mismo voy a matarlos si se atreven, pero van a enseñarte como sobrevivir, cómo serme útil, y te aseguro que serán los peores años de tu vida, porque ya estando aquí, sabiendo quién soy, dónde vivo y lo que hago, no puedo dejarte ir, una lástima para ti, eres mía.
Malyshka
Abrió la puerta y me empujó dentro, metiendo ambas manos a sus bolsillos.
- Tienes un día pesado mañana, yo que tú, ya me iría a la cama, las niñas buenas se duermen temprano - burlándose- ¿Por qué usas esto?
Tocando mi velo.
Aparté su mano de un manotazo, retrocediendo.
- Con esto consagro mi virginidad para ser exclusivamente esposa de cristo, sólo Dios puede ver mi cabello o mi cuerpo, todo le pertenece a él, lo de antes... tendré que hacer mucha oración de penitencia por mostrarme así frente a tantas personas - persignándome- Que Dios me perdone por eso.
Alexander rodó los ojos y tiró de mi velo, ocultándolo a sus espaldas cuando intenté recuperarlo.
- No más. Ya no eres esposa de nadie, Dios no entra en esta casa, nunca hizo nada por mí o los míos, por lo tanto, no le rezamos ni lo tenemos en consideración, así que tendrás que ir acostumbrándote, hermana.
- Espero que lleve bloqueador el día de su muerte, porque al cielo no irá, señor Alexander Volkov.
Cerrando la puerta con fuerza en su rostro, tocando mi cabello.
- ¿Cuántas penitencias tendré que hacer ahora? De seguro ese psicópata no me dejará ir a la iglesia para confesarme ¿Qué es lo que espera de mí? - quitándome el hábito- ¿Cómo es eso de que soy suya y ya no puedo irme? Pero ¿Qué se cree?
Doblando mi ropa a los pies de la cama, quitándome los zapatos y los cortos calcetines, parte de la lista era no usar medias hoy, me siento desnuda y no tengo un camisón para dormir ¿Qué vestiré mañana? ¿Qué es un hábito sin velo?
- Tu pijama, hermana - dijo Alexander, entrando como si nada, lanzándome lo que parecía ser una camiseta masculina- Ya decidí dónde te pondré mi bonito tatuaje para marcarte como mía.
Indignada y avergonzada estiré la camiseta y me la coloqué, viendo que cubría sólo medio muslo, casi toda mi pierna expuesta y estaba usando esta... ridícula ropa interior diminuta que nada cubre ¡Dios! Por su culpa yo también iré al infierno ahora.
- No voy a tatuarme nada, sueñas despierto, Alexander Volkov.
- No era una pregunta
¿Quieres que te muestre el mío? Va a encantarte - desabrochando su pantalón- No... no maldita sea, no es correcto - negando, arreglando su ropa otra vez- Debí tocar, no me quitaré la ropa delante de ti, intentaré respetar un poquito tus estúpidas costumbres.
Jelena solamente
- Decir estúpido estuvo de más, Alexander Volkov.
Cruzándome de brazos.
- Sólo prepárate psicológicamente, porque en la pierna izquierda llevamos nuestro emblema y voy a marcarte sin falta para mostrarle a tu puto Dios quien es tu dueño ahora - guiñándome un ojo- Descansa, Jelena solamente.
Con las palabras atascadas me dejó el muy... tonto sujeto, dejando el cuarto, cerrando la puerta.