Un camino de piedra, gastado por el paso del tiempo y pulido por años de uso, serpentea desde la entrada hasta la puerta principal, guiando a los visitantes hacia la morada suspendida. A ambos lados del camino, un exuberante jardín rebosa de vida, con una variedad de flores y plantas cuidadosamente dispuestas para crear un estallido de colores y texturas. La casa del árbol misma, pintada de blanco, resalta contra el verdor del entorno. Sus paredes están adornadas con detalles tallados a mano, añadiendo un toque de elegancia rústica. Grandes ventanales permiten que la luz natural se filtre en el interior, iluminando los espacios con una cálida luminosidad. En el interior, muebles de madera hechos a medida y textiles suaves y acogedores completan la atmósfera hogareña y confortable de esta encantadora morada en lo alto de los árboles. El exterior de la casa es una obra maestra de la arquitectura integrada con la naturaleza. La estructura de madera sólida se mezcla armoniosamente con el entorno, mientras que el revestimiento blanco resalta contra el verde exuberante de los árboles circundantes y las enredaderas en flor. Amplias terrazas se extienden alrededor de la casa, proporcionando espacio para relajarse y disfrutar de la vista panorámica del paisaje circundante. La casa está dividida en varias habitaciones, cada una diseñada con atención al detalle y comodidad en mente. Un dormitorio principal espacioso ocupa el nivel superior, con ventanales que ofrecen vistas impresionantes de los alrededores. Dos dormitorios adicionales, decorados con un estilo acogedor y moderno, se encuentran en el nivel inferior, cada uno con su propio baño completo.
La cocina es el corazón de la casa, con electrodomésticos de alta gama, encimeras de granito y una isla central que ofrece espacio adicional para preparar y disfrutar de las comidas. Grandes ventanales enmarcan la vista del jardín y el paisaje más allá, convirtiendo la cocina en un lugar luminoso y acogedor para reunirse y cocinar.
El amplio salón-comedor ofrece un espacio para el entretenimiento y la relajación, con cómodos sofás y una chimenea de piedra que agrega calidez en las noches frescas. Puertas corredizas de cristal se abren a la terraza, creando una transición perfecta entre el interior y el exterior y permitiendo disfrutar del aire fresco y las vistas panorámicas en todo momento.
En resumen, la casa no solo ofrece un diseño arquitectónico impresionante, sino también un espacio funcional y acogedor que invita a disfrutar de la belleza natural que la rodea pero, a su vez, de un infierno que estaba por dar inicio....
Bianca inhaló profundamente, tratando de calmar los latidos frenéticos de su corazón estando en la entrada de la habitación principal que tomaría, después del recorrido que Cameron, le había dado. Bianca, trataba de calmarse, de acomodar sus pensamientos y de plano, sus latidos porque no comprendía por qué demonios se sentía tan ida o nerviosa en la cercanía de un joven que acababa de conocer. Era confuso, era extraño y necesitaba desaparecer esas emociones. Cameron se acercó lentamente a ella, como un depredador cauteloso que se acerca a su presa, después de dejar las maletas en la cama de la habitación. La proximidad entre ellos se volvía cada vez más insoportable, pero ninguno parecía dispuesto a dar un paso atrás.
-¿Te gusta? -La voz del hombre de mirada lapislázuli la sacó de sus pensamientos. Bianca lo miró, sintiendo un escalofrío recorrer su espalda al notar lo cerca que estaba de ella. El olor a menta de su perfume se mezclaba con la fragancia de fresas de él, envolviéndolos en una burbuja íntima.
Bianca respiró profundamente, tratando de calmar su corazón acelerado. Con la intención de escapar de aquella mezcla de emociones, se alejó de él y caminó hacia el fondo de la habitación, directo a la ventana de arco.
-Sí, me gusta mucho toda la casa y las habitaciones -respondió, esforzándose por mantener su voz serena.
-Pero veo que te gustó más esta, ¿es así? -preguntó él, acercándose nuevamente. Su proximidad era casi abrumadora, aunque esta vez dejó un espacio respetuoso.
Bianca asintió, su mirada perdida en el paisaje.
-Así es. El paisaje desde aquí es hermoso y, bueno, tu casa se ve desde aquí también.
Él sonrió, un gesto cargado de nostalgia.
-Por eso me gustaba...
-¿Cómo?
-Que por eso, cuando pasaba tiempo en esta casa, me gustaba esta habitación, porque desde aquí se veía mi casa y el paisaje.
-Oh, ¿esta era tu habitación? -preguntó Bianca, sintiendo una mezcla de sorpresa y curiosidad.
-Lo era, sí -respondió él, su voz teñida de una melancolía palpable-, pero ahora es tuya.
El silencio que siguió estaba cargado de una tensión casi tangible, como una tormenta que amenazaba con desatarse. Sus miradas se encontraron, y Bianca se sintió atrapada en los ojos azules de él, mientras él parecía igual de perdido en sus profundos ojos oscuros. El ambiente se llenó de una electricidad sutil, un revoltijo de emociones que ambos parecían compartir. Bianca carraspeó, intentando romper el hechizo, y desvió la mirada hacia la ventana. En ese momento, él volvió a hablar.
-Mi habitación en la casa de mi madre está en la misma dirección que esta -dijo, su tono suave y cautivador-. Somos una especie de vecinos... Mi habitación está justo enfrente de la tuya.
Bianca parpadeó, mirando de nuevo por la ventana. Confirmó que, efectivamente, la habitación de él estaba justo enfrente de la suya, tan cerca que podían ver cada detalle del espacio del otro.
-Eso estoy notando -respondió ella, una pequeña sonrisa asomando en sus labios al comprender la situación.
-No estamos tan lejos, ¿no? -preguntó él, colocándose frente a ella, interponiéndose entre ella y la vista de la ventana-. Es decir, cuando necesite ayuda con alguna tarea de canto, solo tendré que darte un breve grito para que vengas a salvarme.
Bianca rió suavemente, la tensión disipándose un poco.
-Creo que a tu madre no le gustará escuchar gritos tan seguidos para algo que, supuestamente, estás estudiando.
-Digamos que tiendo a ser muy perfeccionista -dijo él, sus ojos brillando con un toque de picardía-. Puedo estar estudiando algo, pero ahora que tengo una vecina experta en el tema, no estaría de más una ayuda extra.
-No, no lo estaría -respondió Bianca, luchando por ignorar el tic seductor de él al lamerse y morderse los labios. Respiró hondo y añadió-. Así que bueno, si llegas a necesitar ayuda, creo que sería mejor que vaya a tu casa.
-O vengo aquí -replicó él, su voz baja y sugerente, provocándole a Bianca un escalofrío-. Claro, si no te molesta...
-No, para nada. Cuando necesites ayuda y yo no esté tan ocupada, aquí estaré.
-Gracias...
-De nada...
Sus miradas se encontraron nuevamente, creando un puente silencioso entre ellos. El sonido del celular de Bianca rompió el hechizo, y ella lo sacó de su bolsillo trasero sin dejar de mirarlo.
-Es una amiga... -dijo después de ver la pantalla del celular, su voz un poco temblorosa.
-Entiendo -dijo él, retrocediendo ligeramente-. Te dejo. Más tarde, puedo pasar por ti para que cenes en casa. Lo más probable es que mi madre quiera que cenes con nosotros después de un viaje tan largo.
-Claro... No hay problema -dijo ella, sin poder negarse ante la intensidad de su mirada.
-Bien, ¿nos vemos luego?
-Nos vemos luego.
Dicho esto, el hombre de ojos lapislázuli salió de la casa, dejando atrás a Bianca, quien por fin sintió que podía respirar con calma al verlo irse. El aire en la habitación parecía más ligero, pero las emociones seguían danzando en su interior, un recordatorio de la tormenta que acababa de pasar.