-¿D-dónde estoy? –quiso saber y de pronto, se percató que algo sostenía sus muñecas -¿Por qué tengo estas... correas? ¿Emilia? –preguntó con la voz temblorosa y sus ojos se llenaron de lágrimas.
-Lo lamento... fueron ordenes –comentó con la voz temblorosa y su pecho subía y bajaba.
-¿O-ordenes? –preguntó y dio un respingo, al escuchar unos fuertes pasos aproximándose. A continuación, su tranquilidad se disipó. El miedo, remplazó su respiración calmada y observó sus ojos con sorpresa.
-Dime quién eres –comentó el hombre de cabello blanco, con voz firme. Su agarre sobre sus hombros, era fuerte. A pesar que sentía mucho miedo, extrañamente, se sintió... excitada. Su cercanía produjo estragos en su vagina y aquello la sorprendió.
-Y-yo... soy Kiara –comentó con dificultad, sus labios fueron presionados por sus dientes. Mantuvo la mirada fija en aquel extraño hombre, y sus ojos se fijaron en su boca. Era gruesa y elegante. Su mentón, cuadrado pero parejo le pareció esculpido a mano.
-¿Y? –Preguntó lanzándola hacia atrás, ella se golpeó contra la cabecera de la cama -¡No me interesa humana asquerosa! –exclamó y levantó la mano para golpearla, se detuvo. Kiara empezó a sollozar, de la misma manera que lo hacía Elizabeth: arrugaba la nariz y cerraba los ojos, pero tenía una peculiaridad, apoyaba el dorso de la mano sobre sus labios.
Se apartó, dudoso. Su pecho bajaba y subía sin comprender las similitudes con aquella, criatura.
-¡Responde! –exclamó, luego de intentar concentrarse, moviendo la cabeza de un lado al otro -¿Eres una bruja? –preguntó y ella negó con los ojos cubiertos de lágrimas -¡Responde humana idiota!
-¡Basta Alexander la lastimas! –gritó Emilia, interponiéndose. Se abrazó a Kiara, la misma comenzó a llorar con más fuerza acurrucada en su amiga.
-Emilia parece que quieres morir –masculló con una voz grave que erizó la piel de Emilia –te recomiendo que te apartes.
-Estaré bien –comentó con voz firme o eso intentó Kiara. Sus ojos verdes encontraron los azules oscuros de la chica, la misma negó –confía en mí...
Aunque aquella pequeña promesa, era una mentira. Emilia, asintió pero amenazó con estar en la puerta escuchando todo. Los dejó solos.
-No sé de qué hablas... tengo mis padres seguramente preocupados y... llegaba tarde a la universidad y...
-¿Acaso te pregunté?
-Yo... no sé qué decir ¿por qué no me matas? –quiso saber sintiendo que su pecho se sentía tembloroso. En cuanto a la pregunta dada, Alexander la observó unos segundos. La humana asquerosa, tenía razón.
"¿Por qué no la asesino?", se preguntó y una sonrisa escalofriante apareció en su rostro. Se sentó sobre la cama, y los ojos de Kiara se ampliaron al observarle.
En pocas palabras, la vida de Kiara pendía de un delgado hilo. Al mismo tiempo, no sabía que hacer o decir. Por consecuencia, era una humana. Él parecía odiar a la humanidad, la observaba como si fuera un insignificante bicho que podía aplastar.
Al mismo tiempo, Emilia, parecía querer protegerla. Habían conectado de una manera extraña, era como si la conociera de antes. Eso era extraño.
-Mátame –demandó y cerró los ojos, sintiendo una lágrima caer por su mejilla.
Él mismo, asintió en silencio. Levantó la mano, junto a una daga. Observó el pecho de la mujer, y el cuello. Decidió hacer un corteo limpio, por respeto a su propia hermana, no le haría sufrir. La daga, fue clavada sobre el cuello delicado. Ella gimió de dolor, pero no abrió los ojos y tampoco pidió misericordia o salvación alguna.
Pudo notar como la vida de aquella criatura asquerosa, se iba perdiendo en sus propias manos. El hombre, sonrió sintiéndose satisfecho de terminar con la vida humana. Odiaba a esos seres. Eran egoístas, cobardes y vendían a cualquier persona con tan solo obtener un beneficio.
Destruían el mundo, con su presencia y contaminaban todo a su paso. Recordó el rostro de dolor de Elizabeth, cuando sin piedad la mataron estando embarazado de siete meses. Había sufrido tres abortos antes de quedar embarazada y toda la manada estaba muy feliz de la llegada del heredero.
Cuando perdió a su familia, dejó que la soledad y el olvido abundaran en su alma y corazón. Por eso haber sentido la voz de su antigua amada, le había llenado de esperanza; una que había perdido hace muchos siglos atrás.
Al ver que se trataba de una simple humana, sintió furia. Su mente, le había jugado una mala pasada. Había sido engañado, por su propio deseo de volver a ser feliz. Pero era un ser inmortal, siempre estaría acompañado de la soledad.
Lo que más añoraba, era la muerte. Por eso, había hecho aquel pacto.
Mientras sentía que el filo de su cuchilla, se teñía de un color rojizo, sonrió. Hasta que tuvo que quitar el cabello, porque no podía seguir cortando. Se detuvo abruptamente.
Debajo de la oreja izquierda, había un lunar en forma de luna.
Igual al de Elizabeth, idéntico.
Kiara, abrió los ojos y se sobresaltó. Un portazo, le produjo un susto. Sin embargo, comenzó a sentirse débil y mareada.
-Dios mío ¿qué te hizo mi hermano? –preguntaba una voz, pero comenzaba a ver borroso. La voz de su amiga se sentía lejana, como si estuvieran en un terreno muy grande. -¡No te duermas!
Pero no pudo escucharla, porque sintió una enorme fuerza que la arrastró y vió todo borroso.