A continuación, Kiara se encontró en el piso, cubierta por la cortina de madera y los gruesos y blandos paños con fines curativos. Los olores a especias y hierbas fragantes, junto con los suaves movimientos de las manos de la curandera, comenzaron a calmar su dolor, pero Kiara no podía evitar preguntarse qué habría sucedido.
Con movimientos lentos y precisos, Emilia continuaba curando a Kiara. Las manos de Emilia eran suaves y frías, como piedras de río en un verano caluroso. Los paños finamente tejidos y las hierbas aplicadas en la piel de Kiara emanaban un aroma dulce y misterioso. Una niebla de calma descendía sobre ella.
Alexander, seguía en el mismo lugar. Por alguna razón desconocida, quería saber como estaba la estúpida humana. Se sentía furioso por ese sentimiento extraño que nunca había experimentado.
-Se llama preocupación –comentó Liliana, su prometida. Sin embargo, siempre evitaba el momento para casarse con ella. Era fuerte, sabía pelear y sumamente hermosa.
Y él, a pesar de todo necesitaba un legado, un heredero.
-Deja de leer mi mente, odio tu maldito don –masculló y la fulminó con la mirada. La mujer ni se inmutó, lo conocía desde pequeño. Y medio milenio a su lado, le había sido suficiente para conocerle y estudiarlo.
-¿Quién es?
-No te importa –comentó cruzado de brazos y ella sonrió. Acercó su cuerpo a él, y depositó una mano sobre los brazos musculosos. Pudo ver las venas de su cuello sobresalientes y le pareció excitante.
-¿Quieres cogerme? Te noto... tenso –comentó y sus manos recorrieron las rodillas masculinas, hasta subir a su miembro.
Se apartó.
-¡Largo! –bramó molesto y la tomó del cuello. La mujer no se inmutó ante el agarre, pero se apartó alejándose de su lado.
Le lanzó un par de insultos, mientras se perdía en la espesura de la niebla.
Por otro lado, Kiara sentía un dolor insoportable. Una intensa oleada de calor la sacudió, y la sensación de frío arañó su piel. Emilia se volvió hacia ella, una expresión de preocupación en su cara.
-Kiara, debo saber, ¿cuánto tiempo hace que estás con nosotros? ¿Y cómo obtuviste esa marca? -preguntó Emilia. Kiara no comprendió las palabras de su amiga, ¿de cuál marca hablaba?
-N-no entiendo...
-Eres la luna de mi hermano, pero... su mate murió hace muchos siglos ¿cómo puede ser posible?
Al preguntar eso, ella dio un respingo sin comprender del todo. Pero, durante toda su vida había tenido extraños sueños. Se veía a si misma, con ropas de épocas y siempre junto a ella, había un hombre, cuyo rostro siempre era irreconocible.
Quiso decir algo, pero sus ojos se cerraron. Cayó en la inconsciencia. Como Emilia se alejaba para buscar ayuda, Kiara sintió que sus labios se retorcían, y su espalda se arqueaba de manera incontrolable. El dolor era intenso y súbito, como si sus vísceras se estuvieran desgarrando. Emilia volvió, más inquieta que antes, y comenzó a aplicar una poción fría y pegajosa sobre la herida de Kiara.
De pronto, la puerta fue abierta. Alexander ingresó con una gran mueca en el rostro. Se acercó despacio observando a la humana.
-¿Vivirá la cosa? –preguntó haciendo una mueca y resaltando la palabra "cosa".
-Es un ser vivo –respondió Emilia, y el se sentó sobre la cama. Levantó la mano delgada y palida de la chica, dejándola caer. Luego sostuvo su otra mano e hizo lo mismo -¡Basta!
Lo regañó y el rodó los ojos.
-No sirve, deja que se muera –murmuró y se levantó cruzada de brazos.
-¿De verdad piensas eso? –preguntó y el asintió, emitió una carcajada que resonó por toda la habitación.
-¡Claro que sí! Una simple humana... merece morir –comentó convencido, y ella asintió.
Quitó de un tirón la hierba, que retenía la hemorragia. Kiara, comenzó a desangrarse nuevamente y su pecho comenzó a detenerse.
-¡Haz algo! –exclamó sorprendido por la reacción fría de su hermana, la misma no hizo nada. Se quedó de pie sosteniendo una jeringa de emergencia, sabía que podía contener a Kiara para evitar su muerte. Necesitaba ver la reacción verdadera de Alexander. Ella con una sonrisa, dejó a solas a su hermano y la chica.
Alexander, sorprendido y sin saber bien que hacer. Presionó el cuello de la chica, y la misma comenzó a respirar de nuevo. El emitió un suspiro de alivio.
¿De alivio? Rodó los ojos furiosos, y apartó la mano. Nuevamente, ella comenzaba a detener su respiración y tuvo que contener el sangrado con su mano. Su hermana, ingresó de nuevo para curarla y él se apartó frunciendo el ceño.
-Te odio –masculló y ella sonrió.
-Sabes que no dejaría que muriera ¿acaso piensas que soy como tú? –preguntó sin mirarlo, su vista estaba concentrada en limpiar la herida y cauterizarla. Tomó un tizón y quemó la piel. Kiara no sintió nada porque estaba perdida entre los sueños.
Alexander, se quedó tieso. Se acercó curioso, y sus ojos fríos analizaron a la humana.
-Bien. Trae a tu prometida. Borraremos sus recuerdos –ordenó Emilia y él emitió una mueca.
-Haz... lo que quieras. No me interesa –espetó y salió de la habitación.
Emilia sabía que lo mejor era que aquella muchacha, recuperara su vida. Pero una cosa reconocía Emilia, no podría volver a dejarla sola.
-Eres la reencarnación de mi mejor amiga... -comentó con la voz quebrada y tomó su mano con aprensión, sintiendo que dentro de ella algo florecía. Cómo si hubiese estado perdida por muchos siglos, y por fin podía volver a respirar.