La fragancia olvidada.
img img La fragancia olvidada. img Capítulo 2 Madre por contrato.
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Capítulo 11 Atrévete a conquistarla. img
Capítulo 12 Juguete barato. img
Capítulo 13 Tormenta. img
Capítulo 14 Odio los jazmines. img
Capítulo 15 ¿Qué aterra a Simone img
Capítulo 16 No tengo mamá. img
Capítulo 17 Yo no te quiero. img
Capítulo 18 Novios de verdad. img
Capítulo 19 Te quiero para mí. img
Capítulo 20 Estamos casados. img
Capítulo 21 Necesito más. img
Capítulo 22 ¿Relación img
Capítulo 23 ¿Enamorado img
Capítulo 24 No eres su dueño. img
Capítulo 25 Fragancia. img
Capítulo 26 Dolor. img
Capítulo 27 Desencanto. img
Capítulo 28 Me gustas mucho. img
Capítulo 29 Él es su prometido. img
Capítulo 30 ¿Él lo sabe img
Capítulo 31 ¿No confías en él img
Capítulo 32 ¡Aléjate de él img
Capítulo 33 ¿No me deseas img
Capítulo 34 No puedo confiar en él. img
Capítulo 35 No quiero verlo. img
Capítulo 36 Sinceridad. img
Capítulo 37 Vergüenza. img
Capítulo 38 La actriz. img
Capítulo 39 Entre pétalos y rosas. img
Capítulo 40 Es nuestra. img
Capítulo 41 Primera cita. img
Capítulo 42 Aventuras. img
Capítulo 43 Prometida. img
Capítulo 44 Identidad. img
Capítulo 45 Ella no mentía. img
Capítulo 46 Era de mi madre. img
Capítulo 47 Información. img
Capítulo 48 Confesión. img
Capítulo 49 Estoy rota. img
Capítulo 50 Visita. img
Capítulo 51 Regresa con ella. img
Capítulo 52 No quiero escuchar nada de esa mujer. img
Capítulo 53 El contrato que nos une. img
Capítulo 54 Una oportunidad. img
Capítulo 55 Ser tu mujer otra vez. img
Capítulo 56 La verdadera madre. img
Capítulo 57 Vengo a recuperar mi lugar. img
Capítulo 58 Quiero recuperarlos. img
Capítulo 59 Nunca estuvo embarazada. img
Capítulo 60 Vuelve. img
Capítulo 61 También te detesto. img
Capítulo 62 Tú, ella y yo. img
Capítulo 63 Lo harás por ella. img
Capítulo 64 ¿Qué haces aquí img
Capítulo 65 Lo siento. img
Capítulo 66 Llanto. img
Capítulo 67 Te entiendo. img
Capítulo 68 La que sobra aquí. img
Capítulo 69 Flores. img
Capítulo 70 ¿Así será img
Capítulo 71 ¡Eras tú! img
Capítulo 72 ¿Qué haces aquí img
Capítulo 73 Fragancia. img
Capítulo 74 Flavia. img
Capítulo 75 Una madre no debería estar sin su hijo. img
Capítulo 76 Hada buena. img
Capítulo 77 ¡Es Edmond! img
Capítulo 78 La dolorosa verdad img
Capítulo 79 Ella es el perfume. img
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Capítulo 2 Madre por contrato.

Simone.

Miro hacia varios lados, buscando a quién pertenece la pequeña. No me suelta, parece que me ha confundido, ya que me llama mamá. Su sonrisa es tan dulce que el que tenga los ojos tan parecidos al ogro de Edmond Arnaud me hace dudar que tenga algún parentesco con él. Sin embargo, no encuentro otra solución lógica.

-Eres mi mami, hueles rico -vuelve a afirmar y por más pena que me cause tengo que decirle que está equivocada.

-Cariño, yo no soy tu ma...

-Éline, deja a la señorita Bonnet -su voz vuelve a erizarme la piel.

No puedo ocultar el sobresalto que me causa tenerlo cerca, ni siquiera sentí cuándo llegó. Sus iris dorados me analizan, siento que me traspasan, que pueden ver hasta el más íntimo de mis secretos.

-Pero, papi, yo la quiero.

Él nos sigue observando a ambas, suspira y se acerca a la niña. Logra separarla de mí, a pesar del berrinche que esta forma.

-¿Qué te he dicho de subir en el elevador sola? -la regaña-. Tienes que esperarme en el auto. Despediré a esta niñera también.

La niña sigue su pataleta, intenta alcanzarme estirando sus manitas, él le recuerda el número de niñeras que ha tenido que echar por su culpa, y yo solamente quiero salir corriendo lejos de esta familia de locos.

-Señorita Bonnet, venga a mi oficina; he reconsiderado mi decisión.

A pesar de la extraña escena una sonrisa se instala en mi rostro, no sé si son pruebas del destino, pero si esta es la oportunidad que necesito la tomaré, aunque tenga que ser asistente de este señor.

Entramos a su oficina, todo el lugar está decorado de gris y negro. A un costado hay una enorme repisa en la que se exhiben varios frascos de perfumes, sin dudas son todas las creaciones que están en el mercado. El aroma es delicioso, tanto que se pierde el que portamos cada uno. Deja a la pequeña en el escritorio y le da algunos útiles para colorear. Él toma unos papeles y viene hacia mí. Me los extiende, es un contrato, estoy y al punto de darle las gracias cuando leo de lo que se trata el mismo: «Madre por contrato... ¿eh?», vuelvo a leer; «¡MADRE POR CONTRATO!

-¿Qué...?

-Mi hija necesita una madre, y la ha elegido -interrumpe él mi pregunta-. Nunca la he visto actuar así con nadie, ni siquiera con mi exesposa. Puede leerlo si desea.

-Señor, disculpe, pero esto no es algo que se tome a la ligera, ni el puesto que yo estaba solicitando.

-¿Cree que me tomo a la ligera la maternidad de mi hija? -cruza los brazos ofendido.

-No, no es eso, es que todo esto es tan extraño y repentino yo...

-Usted necesita dinero, lo dejó claro hace un rato; yo le ofrezco una suma generosa, vaya a la página tres, esquina inferior derecha -hago lo que me dice, mis ojos se abren ante el monto-. Considero que es más que suficiente. Tómese el tiempo necesario para leerlo, hay puntos clave que tienen que quedar bien claros, también si usted desea agregar algo se puede considerar.

No puedo negar la tentación que me causa dicha suma, sería la solución a mis problemas, podría internar a mi abuela en un hospital privado donde su enfermedad sea bien tratada. Ella es lo único que tengo en esta vida, fue quien me acogió cuando mi madre murió y mi madrastra me echó de casa. Siempre sacrificó tanto por mí que estoy dispuesta a darlo todo por ella, lo merece. Tomo asiento frente al señor Arnaud y comienzo a leer lo que se me exige en dicho contrato. Es, básicamente, jugar a la mamá y al papá de la pequeña; un circo muy bien montado donde los sentimientos entre ambos adultos no están permitidos.

-Acepto todo, señor, pero he de agregar una cláusula.

-Espero no sea revocar la parte en la que no tiene permitido enamorarse de mí, porque será imposible.

-Para nada, ese punto me parece perfecto e improbable -él arquea una ceja.

-Para mí también sería improbable enamorarme de usted, señorita Bonnet.

Su comentario a pesar de estar cargado de arrogancia y de algo parecido al resentimiento, no me afecta, no soy el tipo de mujer del que un hombre como él puede gustar; sin embargo, lo que delatan sus ojos dice lo contrario, ese brillo filoso en ellos me acusa, parece que lo he ofendido.

-Lo que deseo agregar es que no se permita la intimidad entre ambos sin mi consentimiento -su expresión cambia a puro asombro.

-¿Cree que yo sería capaz de forzarla? ¿Qué tipo de hombre piensa que soy?

Por mi mente pasan las desgracias que por culpa de hombres he vivido, por confiar en quien conocía de toda una vida. El corazón se me acelera, los dedos quieren temblarme, pero me mantengo fuerte a la hora de contestarle.

-No puedo suponer nada, yo a usted no lo conozco, pido esa cláusula por mi seguridad, ya que debemos dormir juntos.

-Sí, con Éline en medio... Pero tiene razón, no hay cláusula en el contrato que defienda esa parte. Mi abogado lo agregará. Puede confiar en mí, Simone, no la tocaré.

Sus ojos conectan con los míos, es la primera vez que dice mi nombre dejando las formalidades a un lado, y está bien, puesto que tenemos que tutearnos, pero hay algo en ese mirar, en la forma que pronuncia mi nombre que se me hace extraña.

-Gracias, señor Arnaud, daré lo mejor de mí.

-Es un trato entonces, te veré mañana aquí a esta misma hora. Tendré la cláusula lista y espero tú también lo estés. Recuerda que a partir de mañana vivirás con nosotros.

Son sus últimas palabras. Me marcho, pensando en todo lo que debo solucionar antes de comprometerme completamente al gran giro que dará mi vida.

El silencio nos toma mientras firmo el contrato, quiero creer que no he cometido un error, que la desesperación no me ha jugado una mala pasada. Vine buscando trabajo con buena paga, y es lo que obtuve, eso es todo lo que me debería importar, ¿verdad?

Esta misma tarde mi abuela fue trasladada al mejor hospital de Gracce, tendrá enfermera personal y una habitación de lujo, siento gran alivio. Ayer la visité, su estado no cambia, sigue sin poder moverse o emitir o una palabra, a veces dudo que pueda sentir u oír algo de lo que digo. Es una muerte en vida, una que ella no merece. Cuando desperté del coma hace cinco años, ella estaba a mi lado, una de las tantas cosas que me dijo en ese momento fue lo mucho que había rezado por mi recuperación, pidiendo al cielo que ese mal lo pagara ella, a veces creo que Dios sí la escuchó y no puedo dejar de creer que todo esto es mi culpa.

Le extiendo los papeles y la pluma, Edmond me observa fijamente, yo aparto la mirada, sin dudas hay algo inquietante en esos iris dorados.

-Bien, debemos irnos -comenta él finalmente-. Espero no te estés arrepintiendo.

-No lo hago.

-Tu rostro dice lo contrario.

-No me conoces como para afirmar eso.

Él asiente, mantiene el semblante serio, pensativo, y así lo hace todo el camino hacia su hogar. Entramos a un distrito privado, el auto se detiene frente a un palacete de piedra blanca y amplias ventanas. Las rejas de la propiedad se abren, hermosos jardines adornan todo el camino de estrada. Este lugar es más grande que el pueblo en el que solía vivir. No sé si pueda acostumbrarme o si esta vida sea para mí. Él carga mi maleta, me da un leve tour por la planta baja de la casa donde especifica los sitios que puedo frecuentar. Me lleva a la que será mi habitación, la cual está conectada con la suya que es donde dormiremos. Pensar en ese momento hace que el corazón se me acelere, cosa absurda, cuando fui yo la que accedí a esta farsa.

El lugar es enorme, decorado de blanco y dorado, hay olor a lavanda y un bello arreglo de rosas sobre el tocador, se siente acogedora. Estoy desempacando cuando mi móvil suena, es Ingrid, mi mejor amiga, ayer le dije que me mudaría temporalmente a casa de otra amiga, sé que no se lo creyó, por lo que la he estado evitando. Tanto lujo me hace dudar de qué vestir para ir a cenar, ya voy retrasada. Me coloco un vestido sencillo con estampados florales, «sí, parezco una campesina». Bajo corriendo las escaleras, no recuerdo en qué ala quedaba el comedor, intento ir a la derecha cuando tropiezo con el último escalón, y choco con un hombre que justo iba saliendo de esa dirección. Sus manos me sostienen, e impiden que caiga al suelo.

-¿Estás bien? -fijo mi atención en él, su semblante denota preocupación.

-Sí, disculpa, soy algo torpe, lo siento mucho.

-Tranquila, a mí me pasa todo el tiempo -me ayuda a recuperar el equilibrio-. ¿Te conozco? Es que me suenas familiar.

-No lo sé, creo que no. Es decir yo a usted no recuerdo haberlo visto nunca.

Escudriño su rostro, ojos verdes, cabello rubio claro, tez bronceada. No, no lo he visto nunca en mi vida, o tal vez sí, y es una de las memorias que perdí después del accidente, aunque no lo creo. Mi abuela se encargó de ayudarme a recordar las cosas más relevantes.

-¿Sucede algo? -Edmond sale de no sé dónde captando la atención de los dos.

Sus ojos se fijan en el agarre que ejerce el hombre en mi cintura. Me aparto, no sé por qué siento vergüenza, aliso mi vestido e intento esconder mi cara mientras hablo, siento las mejillas calientes.

-Yo tropecé con él, y casi caemos al suelo.

-¿Haciendo estragos en tu primer día? -dice con tono arrogante.

-No la regañes, amigo -responde el rubio-. Yo tampoco iba prestando atención. ¿No me vas a presentar?-Edmond rueda los ojos.

-Simone, él es Jerome, mi mejor amigo.

-Y el único que tienes -no puedo evitar reírme ante el comentario.

-Sí, como sea -él dirige su atención a mí-. Éline te está esperando en el comedor, cenarán juntas. Es por allá.

Señala hacia la izquierda y hace un gesto para que me marche, «es un ogro grosero». Al llegar al comedor la niña grita mi nombre, sus ojos brillan haciendo que el corazón se me llene de ternura. No dudo en sentarme junto a ella, aunque que me llame "mamá" se siente extraño, compartir juntas no es incómodo, hace lo que le digo aunque es un poco caprichosa, no deja de recordarme lo feliz que está de que tener una madre solo para ella. ¿Se puede comprar el tipo de amor que desa que yo le dé? No lo sé, pero a pesar del miedo que me causa, cuando estamos juntas, algo me dice que todo esto está bien.

La noche fluye de maravillas, Éline me enseña sus juguetes, deja que la peine y la vista. Según lo que cuenta fue su idea la de que los tres durmiéramos juntos, ya que así pasa más tiempo con su padre, pues a este nada más lo ve en las noches. Me imagino lo ausente que debe ser Edmond como papá, al tener toda una compañía sobre sus hombros. También siento pena por la niña, sé lo que es añorar la presencia de un padre.

Al llegar a la habitación él nos espera, solo está usando un par de pijamas negras, su pecho queda al descubierto, juro que nunca había visto un torso tan bien formado.

-Hora de dormir.

Es lo único que dice antes de cargar a la niña y acostarla en el medio, él toma el lado izquierdo; aún me cuesta respirar, pero voy a mi lugar. Me coloco boca arriba, cuando siento el cuerpecito de Éline pegarse a mí, me abraza como si me fuese a escapar de ellos. Siento su aroma, que delicia, huele a manzanas, a flores...

-Gracias, mami, ha sido la mejor noche de mi vida.

Su vocecita cargada de esas palabras hacen que se me agriete algo en el pecho, es un sentir extraño, profundo, algo que duele.

No he podido concebir el sueño, he pasado horas mirando a través de la ventana, juro que he visto como la luna cambia de posición. No estoy acostumbrada a dormir con más personas. Apenas me he movido, me duele el cuerpo, los ojos me arden; mi mente pide un descanso, pero casi amanece y debo prepararle el desayuno a la pequeña, se lo prometí anoche. Si me duermo ahora no sé a qué hora despertaré. Mis ojos se cierran solos, no es fácil luchar contra ellos, me giro a buscar el móvil para ver la hora, tanteo y siento una superficie tersa, caliente, «se siente bien», es lo último que pienso antes de caer rendida.

            
            

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