Capítulo 6 ¿Quería vengarse

Ante la insistencia de su esposo, Jenessa no tuvo más remedio que abandonar la idea de dormir en otra habitación. "Está bien".

Ryan, al ver su lastimera expresión de impotencia, jaló su corbata con frustración y pasó junto a ella, dirigiéndose directamente al baño.

Pronto, la chica oyó el sonido del agua corriendo, pero ella no se sintió más tranquila.

Al contrario, miró la cama de matrimonio que había en medio de la habitación y decidió tumbarse en el borde, dejando el mayor espacio posible entre ellos dos.

Cuando él salió de la ducha y vio a la mujer tumbada en el borde de la cama, su ya mal humor empeoró.

Con una sonrisa burlona, salió dando un portazo.

Al verlo, la criada casi se sobresalta de la sorpresa. "Señor, ¿a dónde va tan tarde?".

"¡Al estudio!", ladró él con tono gélido.

Si Ryan, quien se había ido bastante malhumorado al estudio, entonces probablemente no regresaría. Al darse cuenta de eso, Jenessa finalmente respiró aliviada, cayendo poco a poco en un profundo sueño.

A la mañana siguiente, antes de salir, ella encontró al joven sentado en el sofá.

Vestido de manera impecable con un traje a medida, Ryan se veía especialmente elegante mientras hojeaba un periódico de economía.

Jenessa contuvo la respiración y empezó a caminar de puntillas hacia la puerta con la esperanza de pasar desapercibida.

Sin embargo, justo cuando se acercaba al pomo, él gritó de repente: "Espera".

Al instante, la joven se puso rígida, luego se dio la vuelta y se encontró con su mirada fría e indiferente.

"Vienes conmigo a reunirte con un cliente".

Sorprendida, Jenessa preguntó: "¿Y no es Rohan quien suele acompañarte a las reuniones con los clientes?".

Rohan Sanders, el secretario de confianza de Ryan, era siempre quien se encargaba de tales compromisos sociales.

Con una sonrisa burlona, él preguntó: "Jenessa, ¿no es esto lo que querías? ¿No te quejaste con la abuela para asegurarte un puesto más importante a mi lado?".

¿Quejarse? Ante esas palabras, la chica quedó petrificada. No le había hecho nada al respecto a Nadine. ¿Acaso él actuaba así porque su abuela dijo que le diera oportunidades de sobresalir?

Frunciendo el ceño, abrió la boca para defenderse, pero Ryan la cortó con impaciencia. "Basta ya. No pierdas más el tiempo. Ahora, ve a mi estudio y trae los documentos para la reunión".

Con un suspiro, ella hizo a regañadientes lo que le ordenaron.

Pronto, terminaron en una sala privada de un restaurante.

Adentro, ya se habían reunido varios magnates de los negocios. Al ver a Ryan, todos se mostraron muy respetuosos.

"Señor Haynes, por fin está aquí", lo saludó con entusiasmo un hombre barrigón de mediana edad llamado Julio Sawyer, invitándolo a tomar asiento.

El joven asintió y se sentó a la cabecera de la mesa.

Julio estaba a punto de tomar asiento a su lado cuando se fijó en Jenessa, quien se veía especialmente guapa bajo la suave y cálida luz de la habitación.

Los ojos del barrigón se iluminaron con impaciencia. Sin pensarlo, agarró la muñeca de la joven y la obligó a sentarse a su lado. "Oye, guapa, no hay más asientos, así que mejor siéntate aquí".

Jenessa, al sentir que ese hombre tan repugnante la jalaba, intentó apartarse. "Señor, ¿qué cree que está haciendo?".

El pánico se apoderó de ella y miró a Ryan en busca de ayuda, pero este estaba demasiado absorto en la conversación con los demás como para darse cuenta, aparentemente ajeno a su agonía.

Julio, sin embargo, vio la desesperación en su rostro y se rio lascivamente.

"Cariño, parece que no tienes experiencia. Deja que te lo explique. El señor Haynes te trajo a ti, una señorita tan guapa, a esta reunión. ¿De verdad no entiendes lo que eso significa?".

Ella miró al hombre horrorizada. Ahora que él lo decía, ¿cómo pudo no darse cuenta?

Entonces apretó el puño y se preparó para intentar zafarse de su agarre.

"Por favor, suélteme. Estoy aquí por negocios, no por las razones que usted cree".

Julio se burló y la apretó aún más, haciéndola estremecerse de dolor.

"Déjate de inocentadas. Te lo advierto, si no cooperas, ¡me negaré a hacer negocios con el señor Haynes! ¿Eso es lo que quieres?".

El hombre se inclinó más cerca, y su aliento caliente apestaba a huevos podridos, haciéndola sentir náuseas.

En ese momento, Jenessa sintió que se ahogaba en la desesperación, sin entender por qué Ryan le hacía eso. ¿La había llevado a ese lugar solo para vengarse?