Almas de sangre
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Capítulo 4 🐺 CAPÍTULO 3 🐺

Aster

Los rayos de sol -los cuales incidían sobre las cortinas colocadas en la ventana- me indicaron que era mediodía. El viento ondeó con fuerza, tal como si me instase a salir al balcón.

Atravesé el marco que tengo por puerta en mi recámara. Un patio trasero y el bosque de pinos se extendían ante mis ojos, seguido de ese glaciar entre dos montañas a la distancia. Me concentré en la majestuosidad del paisaje, deseché por completo toda preocupación de mi cabeza. Sin embargo, cuando a mi nariz llegó un olor peligroso, uno que alteró a mi lobo y a mí en consecuencia, toda mi atención fue absorbida.

Los cabellos plateados de la mujer que se aproximaba me cautivaron, su aroma me recordaba al de un campo de flores. Se detuvo a cierta distancia, noté que llevaba una venda sobre los ojos y que la ropa que traía se hallaba en mal estado.

-¿Quién eres? -el aspecto desmejorado que tenía me preocupaba. Ella giró la cabeza, supuse entonces que trataba de discernir mi ubicación.

-No tengo por qué decírtelo -sonrió con burla. Tal actitud me fastidió muchísimo por lo que di unos pasos en su dirección.

Ella hizo una mueca de disgusto.

-Las mujeres, sé donde están -frené en seco, no creía haberle escuchado bien.

¿Cómo una desconocida sabía de los problemas de mi manada? Decidí mantener la boca cerrada, no daría información a alguien cuya fragancia era deliciosa pero alarmante a la vez.

Enfrascado en mis pensamientos, apenas noté la gran velocidad que adquirió o el cómo acortó por completo los pasos que nos separaban. Una vez frente a frente, pude notar lo baja que era en comparación a mí, sin embargo, su presencia imponía cierto respeto. Tragué saliva mientras hacía uso de toda mi fuerza de voluntad, no permitiría que su aliento me estremeciera, ni que la sola visión de esos labios me tentara.

Sentí la urgente necesidad de marcarla y respiré hondo para ignorar la sensación. Ella tocó mi frente con sus dedos en un imperceptible movimiento. Mi cuerpo se estremeció e imágenes de un bosque de arces llegaron a mi cabeza: vislumbré un edificio abandonado, custodiado por humanos y hombres lobo. A continuación admiré el interior y acto seguido, a las dos mujeres desaparecidas de la manada.

Luego escuché una voz dulce en mi mente, supe que era la de aquella mujer por como sonreía ante mi asombro.

«Puedo ser tu muerte, tu destrucción, pero por ahora soy tu Muse»

🐺🐺🐺

Abrí al instante los ojos, todo este tiempo habité dentro de un sueño demasiado real. Suspiré, cerré las ventanas de mi estudio tras ver los primeros tintes del atardecer. Fruncí el entrecejo al advertir que dormí sobre los informes mensuales, aquellos que mi Beta entregaba sin falta tras una larga jornada como capataz. Me enfrasqué otra vez en las ganancias, los ascensos y demanda en cuanto a pedidos de madera. Ser un pueblo de leñadores había sido lo acertado, pronto la manaba volvería a ser próspera.

Flashes del sueño que tuviese antes reclamaron mi atención, abandoné el estudio y guiado por la intuición me preparé para salir. En un tiempo récord ya estaba montado en mi camioneta e iba de camino a ese lugar que con tanta claridad veía. No sé quién sería esa chica que apareció en mi sueño, pero su aroma resultaba inconfundible; era mi Mate, mi pareja otorgada por la Diosa Luna. La persona que a mi lado y con sabias decisiones orientaría a la manada.

Al menos, eso fue lo que pensé.

Cuando llegué al lugar hallé a mi Mate afuera de un edificio, cubierta de sangre. Supe entonces que esta chica poseía alma de guerrera, que toda su presencia gritaba peligro.

            
            

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