El hijo del señor Walker: Embarazada por error
img img El hijo del señor Walker: Embarazada por error img Capítulo 6 La erección del señor Walker
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Capítulo 10 Diarrea y algo más img
Capítulo 11 La doctora Santiago img
Capítulo 12 No puedo estar embarazada img
Capítulo 13 Emilia James está embarazada img
Capítulo 14 Soy el padre de ese bebé img
Capítulo 15 La única evidencia se fue img
Capítulo 16 Se cancela la boda img
Capítulo 17 Carlotta Grimes está... img
Capítulo 18 La boda se cancela img
Capítulo 19 Negan se va a casar img
Capítulo 20 Un heredero img
Capítulo 21 Negan Griffin img
Capítulo 22 Los preparativos de la boda img
Capítulo 23 Ladrones img
Capítulo 24 Me gustas img
Capítulo 25 Mi vestido de novia img
Capítulo 26 Una cena incómoda img
Capítulo 27 La tina img
Capítulo 28 El día de la boda img
Capítulo 29 La ceremonia img
Capítulo 30 Elijah Walker acaba de casarse img
Capítulo 31 Voy a tocarte ahora img
Capítulo 32 La piscina img
Capítulo 33 La primera vez img
Capítulo 34 Emilio Park img
Capítulo 35 Ella es mi esposa img
Capítulo 36 Mi antigua casa img
Capítulo 37 La bañera img
Capítulo 38 Mi madre está aquí img
Capítulo 39 Dinora William img
Capítulo 40 Aborto img
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Capítulo 6 La erección del señor Walker

Capítulo 6

La erección del señor Walker

«¡Esto no puede ser real!».

Intenté con todas mis fuerzas mantenerme firme ante mi posición profesional, pero no podía. Apreté con fuerza mis muslos internos, mientras que, a medida que pasaban los segundos, todas las facciones de mi rostro empezaban a descomponerse. Respiré profundo, cerré los ojos y volví a respirar cuando presentí que había llegado a mi límite.

«¡Me voy a reír en su cara!».

Mi estomago me dolió al pasar los segundos. Busqué la forma de seguir erguida, pero la palidez de su rostro y la sudoración sobre todo su cuerpo me obligaron a percatarme de algo: ¡sí le había dado viagra al señor Walker!

-Lo siento mucho -susurré.

En realidad, no lo sentía para nada, al contrario, disfrutaba verlo retorcerse sobre su escritorio delante de mí. La escena era digna de un premio cinematográfico. El presidente de esta compañía, un ser arrogante y déspota, ahora se hallaba envuelto en un problema tan vergonzoso que estaba más que segura de que, después de este episodio en su vida, las cosas cambiarían para él.

-¿Quieres que cancele la reunión de hoy?

Sus ojos azules bien abiertos me aniquilaron.

-¿Eres estúpida? -«¡Me retracto! ¡Este mal nacido jamás va a cambiar ni siquiera estando en la peor situación de su vida!»-. Llama a mi hermano Antonio y dile que gane más tiempo con los filipinos hasta que yo logre solucionar esta situación.

Les juro que no sabía a qué se refería, hasta que mis ojos viajaron al centro de todo. Un enorme bulto -más grande de lo que quisiese admitir- sobresalía en medio de sus pantalones clásicos negros. Mi corazón bombeó tan fuerte que tuve que aguantar la respiración por un par de segundos para que el hombre a escasos metros de mí no escuchara el latir desenfrenado dentro de mi pecho.

-¿No eres demasiado joven para esto? -Mis ojos se abrieron al comprender que aquella pregunta se había escapado de mi boca.

Mis piernas retrocedieron al verlo echar humo por la boca. Elijah quería maldecirme, pero el problema que su cuerpo atravesaba no lo dejaba defenderse correctamente. Sus manos apretaron el borde de su escritorio con salvajismo. Le dolía, así que este era el tiempo perfecto para vengarme de todo lo que me hizo hasta ahora.

-¿Podrías callarte? -rugió con un exceso de sudoración sobre su cara-. Tu voz es una tortura para mí.

-¿Tortura? -Chasqueé la lengua sin comprender, hasta que la verdad me impactó en la cara-. ¡Eres un pervertido, Elijah Walker!

-¡Cállate! ¡Cállate! -Los gritos que salían de su garganta iban en aumento-. ¿Crees que quiero tener pensamientos sobre ti y tu cuerpo? -Retrocedí. Esto ya no era divertido-. Yo...

Mis pestañas se sacudieron.

¿Él... acababa de gemir? ¿Por qué me sentía tan extraña? ¿Por qué mis manos estaban frías? ¿Por qué me sentía inmóvil por la forma en que me miraba?

«Respira, Emilia, respira».

-¿No eres demasiado joven para tomar viagra? -Intenté burlarme para calmar mi ansiedad, pero no funcionaba.

-Son de mi padre. Las pastillas son de mi padre. Las enviaron por error a mi casa, y pensaba entregarlas hoy a la hora de la cena. ¡Mierda! ¡¿Cuándo harás las cosas bien, señorita James?! ¿O lo hiciste a propósito? ¿Es eso? Sabías que por nada del mundo te cogería. ¿Por eso usaste este truco tan vil y cruel? -El británico se colocó en pie.

Comencé a retroceder hasta que mi espalda chocó contra la pared.

La respiración espesa y alcoholizada de mi jefe impactó delicadamente en mi mejilla interna. Mis dientes mordieron mi labio inferior con debilidad. Podía sentir cómo todo mi cuerpo cedía ante la enorme presencia del empresario.

-No sé qué esté pasando ahora mismo por su mente, señor -levanté la mirada hacia él-, pero lo que a mí me compete jamás lo veré de otra forma.

-¿De otra forma?

-Como un sucio y asqueroso animal. -Mis manos lo empujaron lejos de mí.

Sus ojos azules querían, no, anhelaban asesinarme con sus propias manos. No obstante, cuando intentó hacerlo, su hermano menor, Antonio, entró en su oficina como alma que lleva el diablo. Ambos lo comprendimos. Los filipinos estaban aquí y no se podía dilatar más la reunión.

«¡Todo esto es una locura!».

-Si no vas ahora, van a cancelar el acuerdo, Elijah -informó el hombre a un costado de la puerta.

Debía haber una solución.

El maldito de Antonio me observó.

-Dile que te ayude con eso.

-¡No! -gritamos mi jefe y yo al mismo tiempo.

-No pienso ayudarlo a nada. Es asqueroso. Y quiero vomitar de solo pensarlo.

El castaño gruñó molesto.

-¡No es como si deseara ser tocado por una mojigata como tú, pero nada de esto hubiese sucedido si no te hubieras equivocado con mi maldita pastilla!

Su hermano ocultó una ligera risita.

-Creo que tengo una idea. -Di un par de zancadas hacia su escritorio, en donde se hallaba una jarra de cristal llena de agua fría con cubos de hielo.

Antonio negó al ver mi intención. Sin embargo, ya era demasiado tarde. Vertí todo el líquido en su entrepierna.

Elijah gritó con fuerza cuando los cubos de hielo entraron dentro de sus pantalones.

-¿Qué carajos, señorita James? -farfulló al verse empapado-. ¿Está usted loca? ¡Fuera de aquí! ¡Lárgate de mí vista!

-¡Funcionó! -vociferó su hermano menor-. ¡La loca tenía razón! ¡Mira! -señaló su entrepierna ahora normal-. Sécate y ve a la sala de juntas, ¡rápido!

Salí de la oficina de vicepresidencia en busca de una toalla de algodón, pero, cuando volví, mi jefe se había cambiado de ropa. Agarró su maleta y caminó directamente hacia la reunión sin siquiera agradecerme por mi ayuda.

«Gilipollas», fue lo que pensé, pero por ahora solo debía concentrarme en hacer mi trabajo bien.

Durante los primeros veinte minutos con los filipinos las cosas se sintieron realmente tensas entre los empresarios, así que decidí encargar un poco de Basi, una bebida alcohólica tradicional del país asiático, la cual se elaboraba de caña de azúcar y se fermentaba hasta llegar a la consistencia deseada.

Los ojos de los inversionistas se abrieron de par en par en cuanto un par de empleadas comenzaron a servirles las bebidas en unas tazas de porcelana del mismo país.

Media hora después, las cosas iban por mejor camino y ma tensión entre ambos grupos de empresarios ya había disminuido por completo. Me dispuse a tomar nota de todo lo dicho.

-Señorita James, siéntese a mi lado y escriba todo lo que voy a decir ahora.

Mis ojos recorrieron todo el lugar porque no comprendía a ciencia cierta por qué deseaba que me sentara cerca de él. Tiré del espaldar de la silla y me acomodé en silencio.

Quería controlarme, estaba más que segura de eso.

-Su asistente es muy bonita e inteligente, señor Walker.

Mis ojos se iluminaron ante las declaraciones del inversionista filipino.

-¿Bonita? -Mi sonrisa se borró al oír a ese bastardo-. Creo que el Basi ya surtió efecto, ¿no lo creen?

Todos empezaron a reírse de mí.

-¿No huele como a medicamento? -pregunté.

Todos los presentes se miraron entre ellos.

-¿Medicamento? -El señor Walker repitió mis palabras.

-Sí, como a viagr... -Mis palabras se cortaron de golpe al ver detalladamente cómo sus ojos se abrieron con tanta exageración que presentía que en cualquier momento le iba a dar un infarto.

-¿A qué huele, señorita James? -investigó el filipino con mucha curiosidad.

-Es que no recuerdo el nombre. Es una pastilla azul.

-¿Azul? -murmuró uno de sus acompañantes.

-¡Sí, azul!

-La única pastilla azul que conozco es el viagra -comentó el inversionista principal.

Me reí tan fuerte que mi estómago comenzó a dolerme.

-¡Qué ocurrencia tiene, señor! Ninguno de los caballeros presentes pasa de los cuarenta años. ¡Es imposible! -Las risas llenaron el sitio, menos las del británico-. ¿O alguien aquí usa viagra ya?

Más carcajadas.

-Señorita James -advirtió.

-¿Qué sucede, señor Walker? ¿No es gracioso para usted las ocurrencias de su asistente? -indagó el empresario sin dejar de reírse.

-No es eso... Yo...

-¿Es usted el que huele a viagra?

Aquella pregunta que fue formulada de repente y que salió de mi boca dejó toda la sala de reuniones en silencio.

-¿Perdone? -murmuró el gilipollas sin dejar de mirarme.

Todos estaban tan serios, hasta que, después de un par de segundos, mis carcajadas rompieron la tensión del momento. Elijah estaba tan pálido que presentía que su presión arterial se había bajado por completo. Los filipinos no dejaban de reírse, y todo mejoró al verlos levantarse y estrechar la mano del vicepresidente de Go Space. ¡Acababan de aceptar el trato de inversión!

-Jamás deje ir de su lado a su asistente. Además de ser inteligente, tiene un sentido de humor magnifico.

La felicidad golpeaba amablemente mi cuerpo, hasta que llegué a la mirada juzgadora de mi jefe. Como pude, salí de la sala de reuniones echando humos, dispuesta a perderme un rato en algún lugar en donde el poder Walker no pudiese encontrarme, y así estuve, escondida en el baño al menos por media hora, antes de que mi teléfono comenzara a sonar.

Tenía que llevar algunos papeles al cuarto de control y vigilancia para la firma de los nuevos guardias de seguridad del edificio. Ed, el supervisor de los empleados, los obligó a leer antes de devolverme todos los papeles que debía llevar ahora mismo a la oficina del gruñón de Elijah.

-¿Qué hace, señorita? -cuestionó uno de los trabajadores al verme mover algunos botones del panel de control, ya que la curiosidad me había ganado.

-Lo siento, es que...

-Salga de aquí.

Asentí para, acto seguido, tomar el elevador y caminar hacia el señor Walker. De repente, vi cómo todos los empleados salieron de sus puestos de trabajo. Seguí a la multitud sin pensarlo, pero todo se vino abajo cuando los gemidos masculinos de alguien, que salían en medio de las bocinas del piso de presidencia, se escuchaban escandalosamente por todo el lugar.

Anya me garró del antebrazo, aterrada.

-¡Tu jefe!

-¿De qué hablas?

-¡Avísale a Carlotta y al señor Walker que todo el edificio los está escuchando coger!

-¿Qué? ¿Cómo?

-El supervisor de la oficina de control acaba de informar que una empleada manipuló algunos botones del panel y...

«Carajo».

-¡Emilia!

Ese grito...

Elijah ya sabía que fui yo.

            
            

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