Quería que ahora mismo se abriera la tierra y me tragara por completo. Los ojos fulminantes del señor Walker estuvieron sobre mí apenas la puerta de su oficina se abrió, dejándome verlo desencajado. Carlotta asomó la cabeza detrás de él, pero terminó escondiéndose de nuevo al sentir la vergüenza de que todos posaran sus ojos sobre ella. Supuse que esta vez me había pasado, y aunque no lo hice con intención, nadie me iba a creer.
Los empleados abrieron un camino que sentí más bien como una tortura. Obligué a mis piernas a moverse para ir en busca de mi final, pero ninguna parte de mi cuerpo quería reaccionar. Lo mejor por ahora sería suplicar por piedad e intentar explicar qué fue lo que sucedió, aunque la puerta siendo azotada detrás de mí me orilló a percatarme de que todo se encontraba perdido para mí.
-Señor, déjeme... -Mis palabras murieron en mi fallido intento de redención.
Elijah tiró una copa de whisky sobre mis pies. Un centímetro más y me hubiese hecho un daño irreparable.
-¿Qué te pasa? ¡¿Estás demente?! ¿El viagra te comió el cerebro?
«¡Cállate, Emilia! ¡Cállate antes de que lo empeores todo!».
-¿Sabes al menos lo que acabas de hacer? ¿Esta es tu forma de vengarte de mí? -Carlotta lloraba sobre la silla giratoria detrás del escritorio-. Mi prometida está aterrada por tu culpa. ¿Quién te pagó por esto? ¿Lo grabaste? -Mi garganta se sentía tan seca que no podía responder-. ¡Dime, maldita sea! ¿Fue la competencia?
El señor Walker dio un par de zancadas hasta estar enfrente de mí. Sus toscas manos agarraron mis hombros con salvajismo. mi mandíbula con fuerza. Por nada del mundo daría el brazo a torcer y menos sabiendo que era inocente de lo que se me acusaba.
-Hay un malentendido en todo esto, señor Walker. Como verá, jamás fue mi deseo causarle algún mal. Entiendo que ambos hemos tenido diferencias, pero ante todo soy una mujer profesional. ¿Qué ganaría yo con todo esto? ¿En qué me beneficia perder mi trabajo?
Risas. Carlotta se burlaba de mí y de mi penosa situación.
-De seguro le ibas a vender la primicia a algún periodista de mala muerte como tú -declaró la maldita pelinegra-. Conozco a las chicas de tu clase, ¿sabes?
-¿De mi clase? -Lo eché a un costado para encarar a esa perra-. ¿Qué trata de decirme?
Carlotta miró sus uñas con orgullo.
-Estás obsesionada con mi hombre.
Elijah me miró. Luego hubo un silencio prolongado dentro de su oficina. Mi garganta retenía mi respiración y un hilo de sudor se deslizaba sensualmente por mi frente hasta llegar a mi mandíbula, y cuando menos lo esperé, exploté. Mis carcajadas no solo borraron aquella enorme sonrisa en los labios de aquella zorra que se creía mejor que yo, sino que también dejaron pálido a su prometido. Mis manos rodearon mi estómago. Esto era lo más gracioso que escuché en años. ¿Yo? ¿Obsesionada con ese patán?
-Prefiero que me corten un talón antes de fijar mis ojos en tu hombre. Tranquila, florecita, el galán es tuyo.
La morena golpeó el escritorio de su futuro marido. Ahora más que nunca podía ceder ante las pretensiones de estos millonarios. Era pobre, incluso algo bruta, pero jamás permitiría que alguien me hiciese menos. No fui criada de esta manera por mis padres.
-¡Eres una perra! -Buscó la forma de ofenderme.
-No me siento identificada con esa palabra, a diferencia de ti, ¿sabes? -La mujer abrió los ojos con exageración-. ¿Se te está haciendo costumbre dejarte follar en esta oficina? -Elijah tiró de mi brazo para obligarme a detenerme-. ¡Me llamas perra cuando sabes que la única perra aquí eres tú!
Un golpe...
¡La maldita acabó de golpearme en la cara!
Toda mi sangre empezó a arder y mis manos se volvieron puños, buscando el modo de arrancarle todos los dientes de esa boca sucia suya. Sin embargo, su estúpido novio rodeó mi cintura y me alejó de su prometida en el acto.
-¡Te haré tragar todos los dientes, te lo juro! -grité tan fuerte, hasta que mi garganta me ardió.
No podía respirar. La rabia, el odio, la angustia, hasta mi propia existencia me nublaban el juicio. Todo a mi alrededor me fastidiaba. Quería arrancarme este asqueroso uniforme que hacía un tiempo deseaba portar con tanto orgullo, pero mi ascenso en vez de traerme alegrías, como siempre lo imaginé, solo se habían convertido en pesadillas.
-Ed viene a aclarar la situación.
Incómoda, así me sentí cuando escuché a mi jefe anunciar al supervisor de vigilancia, y sabía que tenía la batalla perdida. No tenía que ser una adivina para comprender que los presentes estaban en mi contra, y aunque pretendía demostrar mi inocencia, hoy no sería el caso.
Elijah Walker le hizo una serie de preguntas a su empleado, que, claro, por obvias razones, jamás le llevaría la contraria al hombre que le permitía llevar el sustento a su casa. Mis rodillas se sentían tan débiles que terminé sentada de golpe sobre uno de los sofás de cuero importado dentro de la lujosa oficina del presidente de Go Space.
-Todo esto es un asco -fue lo que dije cuando el hombre canoso me señaló como la culpable, y aunque ya lo veía venir, la suerte no estaba para nada de mi lado-. No lo hice con intención. -Me levanté de golpe con un dolor fuerte en el pecho-. ¡Saben que no lo hice para perjudicar a nadie! ¡Bien! ¡Admito que toqué ese panel solo por curiosidad, sin saber que terminaría cometiendo este error!
Carlotta corrió hasta su prometido.
-¿Lo ves? ¡Dijo que ella tocó el panel! -Terminó de hundirme.
Mis manos tocaron el puente de mi nariz. Ya me sentía agotada para todo esto. Deseaba irme de aquí, y eso iba a hacer, aunque medio mundo me lo impidiera. No iba a soportar más humillaciones de nadie, menos de un hombre que no valía la pena.
-¿Soy culpable? -Dibujé una amplia sonrisa en mis labios-. Así que ya me juzgaron sin dejarme defender.
-Llamen a seguridad -habló la morena. Sabía de lo que era capaz de hacer ahora.
-¿Sabes dónde encontré a tu hermano el día que regresabas a Estados Unidos? -Volví a reírme.
Elijah posó sus ojos sobre mí.
-¿De qué habla, señorita James?
-Mi madre siempre me decía que debíamos cuidarnos de las aguas mansas, señor, y usted está rodeado de ellas. -Señalé a su mujer-. Pregúntele a ella. Nadie mejor que Carlotta sabrá en dónde se encontraba su cuñado ese día, o más bien en dónde estaba metido.
Y, sin más, agarré la poca dignidad que me quedaba y salí de allí en busca de mis cosas para nunca más volver. Apenas entré al elevador no pude aguantar más y mi falsa valentía se fue desmoronando hasta quedar la verdadera yo. Mis lágrimas humedecieron la camisa de mi uniforme mientras le escribía a Negan para que viniera por mí.
Odiaba verme vulnerable, ya que en el pasado tuve que mantenerme firme para no terminar siendo devorada en un mundo tan cruel y competitivo como este. No pasó ni diez minutos cuando mi amado y sensual novio ya estaba a las afueras del enorme edificio de Go Space. Esperaba por mí.
Traía puesto su uniforme de medicina, así que de seguro lo había sacado de algo muy importante. El pelinegro salió de su camioneta y rodeó la misma. Cuando menos lo vi venir, sus brazos fueron mi refugio. Comencé a llorar sobre su pecho como niña pequeña, y él solo acariciaba mi espalda y cabeza con delicadeza.
-Sácalo todo, amor. Vamos, vamos. -Me dio palmaditas en la espalda baja-. ¿Quieres hablar de lo que sucedió? -Negué y limpié la humedad de mi cara-. Está bien, bonita. Mira lo que te traje. -Abrió la puerta del copiloto para que entrara en su coche, y lo hice sin pensarlo. Entró después de mí y dejó sobre mis piernas una caja de muffins de fresa con crema.
-¿Esto me hará sentir mejor? -Le di una mordida a uno de ellos-. Me acaban de despedir. Necesito... -Lloré de nuevo mientras tragaba la tarta-. ¡¿Qué voy a hacer ahora?!
Su mano cálida tocó mi mejilla derecha.
-Puedo mantenerte o puedes irte a vivir conmigo, mi amor. No tengo problema con darte dinero para tus gastos, aunque sé que odias la idea por la forma en que me estás mirando.
-No quiero que tu familia piense que estoy contigo por dinero.
-¿Y no estás conmigo por dinero? ¡Mira, te acabo de comprar muffins de fresas! -Ambos comenzamos a reír-. Eres el amor de mi vida, Emilia James. Te amo tanto que mi pecho me duele al verte de esta manera. Si pudiera, entraría a esa maldita empresa y golpearía al gilipollas.
-Solo quiero olvidar esto. -Recosté mi espalda contra la silla al sentir cómo mi amado novio puso a andar la camioneta.
Luego de algunos minutos, ya estábamos fuera de mi casa. Negan apagó el motor y ambos quedamos en silencio.
-No quiero que tu madre sepa que quedé sin trabajo.
-Nuestra relación es de dos, Emilia. Mi madre no tendría por qué saber nuestros problemas.
Una punzada dolorosa atravesó violentamente el centro de mi estómago al percibir cómo su dedo índice tocó mi labio inferior de manera pervertida.
Sus brazos atrajeron mi cuerpo hacia el suyo. Mi pecho chocó contra su torso, y cuando menos lo vi venir, sus labios empezaron a devorar los míos. Sus manos se deslizaron hasta mis caderas, mientras que, en un abrir y cerrar de ojos, ya me encontraba encima de él. Su dedo índice se deslizó por mis muslos internos. Algo que no podía describir con palabras se instaló en mi zona peligrosa y todo empeoró en el instante en que mi falda se levantó hasta mis glúteos.
Me separé de él tan bruscamente que terminé golpeándome con el techo del coche por la impresión.
-Lo siento, lo siento, amor. ¡Mierda! -Se cubrió la cara con sus manos-. ¡Me dejé llevar por el momento!
Su rostro estaba cubierto de horror.
-Yo también cedí, pero sabes cuál es mi deseo.
Él asintió.
-Llegar virgen al matrimonio. Te juro que te lo voy a cumplir, ¿y sabes por qué? -Sus labios besaron mi frente-. Porque te amo más que nada en esta vida. Yo te idolatro, Emilia James.
Esas palabras se sintieron tan bien que todo lo sucedido con mi jefe pasó a segundo plano.
Negan me besó por última vez antes de bajarme de su camioneta y caminar en medio del jardín de mi casa. Vivía sola desde hacía un tiempo, y aunque a veces me quedaba en casa de mis padres, hoy solo deseaba estar sola un momento más.
Bajé la cabeza cuando mi móvil comenzó a sonar. El nombre de Elijah Walker apareció en mi pantalla, pero solo maldije y apagué mi teléfono porque ya no quería involucrarme con nada que tuviese que ver con esa familia.
Di unos pasos más hasta llegar al porche de mi residencia y busqué la llave dentro de mi bolso. Cuando por fin creía que sería libre, la tragedia me golpeó.
-¿No me vas a responder el teléfono?
La voz tosca golpeó el silencioso lugar.
Cuando me giré, se hallaba de pie a unos cuantos metros lejos de mí.
¿Él qué hacía aquí? Pero, sobre todo, ¿cómo sabía que vivía en este lugar cuando mi currículo tenía la dirección de mis padres?