-No voy a ir a ninguna parte, así que tendré que demostrarte que confíes en mí-. Se inclina un segundo y me da un momento para apartarlo.
Pero no puedo, no es solo él quien quiere esto.
En el momento en que sus labios chocan contra los míos, todo vuelve a estar bien. Me olvido del dolor y la tristeza. No me preocupo de Cora dormida en su cama ni de que se vaya a ir, solo me concentro en lo suaves que son sus labios.
Su lengua recorre la costura de mis labios y los abre. Nuestras lenguas se enredan y atrae mi cuerpo hacia el suyo. Tiene el cuerpo duro como una roca, no es un cuerpo de padre, debe de ir al gimnasio a diario.
Nuestras lenguas se enredan mientras sus manos recorren mi cuerpo. Empezando por mis caderas y pasando suavemente por mis pezones, endureciéndolos. Sus manos recorren mis curvas como por arte de magia. Hacía tanto tiempo que nadie me tocaba. Prácticamente me hormiguea la piel bajo sus manos.
-Rayos, Emiliana-. Dice con voz ronca mientras se aparta. Lo miro a los ojos y veo que me devuelve la lujuria.
-No pares-. Mi voz es tan entrecortada que normalmente me avergonzaría, pero no me importa.
Me vuelve a besar y esta vez es diferente. Sigue habiendo hambre, pero es suave y acariciador.
-Cora ya está dormida-. Mi voz está cargada de significado.
Me coge de la mano y me lleva escaleras arriba.
-¿Cuál es tu habitación?- Señalo el dormitorio principal al final del pasillo.
Después de cerrar la puerta, me quito la camisa y la suya se oscurece aún más. Me tumba en la cama y se quita la camiseta.
-Vaya... -Sus músculos son aún más pronunciados que hace cuatro años. Está completamente desgarrado y sus músculos se flexionan mientras se sube a la cama sobre mí.
Me levanto lo suficiente para que me desabroche el sujetador. Me agarra el pezón derecho con avidez y me lo chupa. Me levanto de la cama y él se ríe. Sus manos me pellizcan el otro pezón, luego se mueve al otro lado y le presta la misma atención.
Mis manos recorren la parte superior de su cuerpo, sintiendo cómo se flexionan sus músculos. Sus manos buscan el botón de mis pantalones vaqueros y yo asiento con la cabeza.
-¿Estás segura? -Me mira y sé que dejaría de hacerlo si se lo pidiera, pero no quiero menos.
-Sí.
Desabrocha rápidamente el botón y baja la cremallera. Levanto las caderas para ayudarle a quitárselos.
Se relame al ver mis bragas de encaje rosa claro.
Ha tenido suerte de que me las pusiera esta mañana, normalmente llevo algodón, pero hace días que no lavo la ropa.
-Tengo que probarte, Em. Me arranca las bragas y jadeo. Nadie me lo había hecho antes y es tan excitante.
La primera pasada de su lengua y ya estoy chorreando. Me lame los pliegues y gimo. Pocos hombres han hecho esto por mí y él es el mejor con diferencia.
Lleva su dedo corazón a mi clítoris y lo rodea suavemente.
-Estoy tan cerca, Breyner-. Su nombre es prácticamente un gemido.
-Ven, Em. Ven en toda mi cara-. Empuja su lengua dentro y me corro. Mi cuerpo detona y juro que creo que voy a desmayarme. Su dedo sigue dando vueltas y alarga mi orgasmo.
Cuando puedo volver a abrir los ojos, veo que los suyos siguen oscuros de lujuria y llevo la mano a sus vaqueros.
Gime cuando le acaricio la polla y subo y bajo la mano lentamente.
-Em, tienes que parar-. Le bajo la bragueta, se desabrocha el botón y se quita los bóxers.
Parece aún más grande que antes. Me doy cuenta de que estoy goteando otra vez y no veo la hora de tenerlo dentro de mí otra vez.
-Te necesito, ahora. Coge la cartera de los vaqueros y saca una tira de condones.
Enrolla uno en su polla y vuelve a la cama.
Desliza su polla a través de mis pliegues y estoy tan preparada para él.
Desliza suavemente la punta y luego empuja hasta el fondo y espera un momento. Deja que me acostumbre a su grosor.
-Muévete, Breyner.
-Estás tan apretada-. Sus manos me acarician los pezones y me besa con fuerza.
Empieza a entrar y salir, haciéndome gemir fuerte. Menos mal que Cora tiene un sueño tan profundo.
Empieza a empujar más fuerte y más rápido, llevándome al límite de nuevo. Empuja dos veces más y no puedo aguantar más.
Bombea dentro de mí unas cuantas veces más antes de correrse conmigo.
Cuando los dos acabamos, se tumba boca arriba y me pone encima de él.
-No quiero aplastarte, Em-. Intento recuperar el aliento antes de responder.
-Supongo que aún lo tienes-. Me dedica una sonrisa socarrona.
-Deja que me ocupe de esto y te lo volveré a enseñar-. Se escabulle y se dirige al baño. Cuando vuelve, deja que sus ojos recorran mi cuerpo antes de coger otro condón.
-Segundo asalto.