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LA TRAMPA DE MI SUEGRA

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Capítulo 1 ¿RECUERDO, PESADILLA O PREMONICIÓN

Exhausta por el trabajo había caído rendida apenas sin percatarse encima de su buró. De a poco, su respiración se volvió entrecortada, resonando en el silencio de la oficina. Las imágenes comenzaron a sucederse en su mente una tras otra; eran destellos de un sótano. La oscuridad del lugar se entrelazaba con sus propios miedos, un laberinto de sombras que jugaba con la frontera de la realidad.

El frío buró parecía presionar contra su mejilla, la textura áspera y la humedad se infiltraban en sus sentidos como si realmente estuviera allí. Con el rostro surcado por las lágrimas que destilaban un temor visceral, observaba cómo la puerta se cerraba inexorablemente. La oscuridad que la rodeaba no dejaba ver nada Otra vez comenzó a llorar desesperadamente, a rogar que la soltaran, que no la obligaran a cometer ese pecado. Gritaba con terror y desesperación clamando por ayuda.

El sabor metálico del miedo llenaba su boca mientras luchaba por escapar sin lograrlo. El olor a moho y a desesperanza parecía impregnar el aire que respiraba. La sensación de estar atrapada, de luchar por su propia supervivencia, era abrumadora. Podía sentir cómo luchaba por mantenerse viva no solo por ella misma sino por la nueva vida que crecía dentro de ella, sin resultados.

La terrible pesadilla se superponía con la claridad de su oficina; las rejas de una minúscula ventana del sótano se transformaban en los barrotes de sombra proyectados por las persianas de su oficina. La comida traída por su captora se confundía con el recuerdo de los almuerzos compartidos en silencio con su madre.

La desesperación se cernía sobre ella, densa como la niebla de un amanecer melancólico. Tenía que encontrar una salida, no solo por ella, sino también por la inocente vida que se gestaba en su seno. Las paredes parecían cerrarse sobre ella, cada piedra fría un testigo mudo. Las sombras jugaban entre sí, formando figuras que desafiaban toda lógica: figuras humanas distorsionadas por el miedo y la oscuridad, susurros que se perdían en el eco del sótano. Intentaba gritar, pero su voz se ahogaba en el vacío, un susurro más en el coro silencioso del terror.

La oficina volvía a ella en fragmentos: el tic-tac del reloj, el parpadeo de una luz defectuosa, la silla que crujía levemente bajo su peso. Pero el sótano nunca se alejaba del todo; era una presencia constante rodeada de sombras que iban y venían, sin rostros, con la mirada vacía... ¡No, suéltame , suéltame!

-¡Ivory..., Ivory...! -Una fuerte sacudida la hizo saltar y enderezarse en su silla. Se había quedado dormida después de una larga jornada de trabajo. -¿Qué te ocurre? ¿Por qué llorabas?

Todavía sin entender que estaba despierta, Ivory miró a su mejor amiga y asistente, Amelie, quien la observaba preocupada. Su frente estaba surcada por perlas de sudor y su mirada todavía reflejaba el terrible sueño que, de un tiempo a esta parte, le aquejaba.

-¿Otra vez con esa pesadilla? -preguntó su amiga mientras le entregaba un vaso de agua.

-Gracias por despertarme, Amelie -respondió Ivory, bebiendo el agua-. Cada día no sé si lo que experimento es un sueño, una pesadilla, un recuerdo o una premonición.

-¿A qué te refieres con eso de recuerdo? ¿Recuerdo de qué? -preguntó Amelie sentándose frente a ella.

-¡No lo sé! Era demasiado pequeña; acompañaba a mamá a todos los trabajos en casas de gente rica. Pero había una casa que era tenebrosa, y las sirvientas decían que siempre escuchaban a alguien llorar tras las paredes del sótano -le contó, volviendo a tomar el agua con mano temblorosa-. Mamá me alejaba de ahí cada vez que me veía con el oído pegado a esa pared. ¡Te juro que escuchaba a alguien llorar! Bueno... eso creo. No lo sé..., otras veces creo que era mamá dentro de aquel lugar, y yo con ella; o soy yo. ¡No lo sé...! Es horrible. Lo peor es que sueño lo mismo siempre una y otra vez desde que murió mamá. ¿No será un recuerdo?

-¿Un recuerdo? ¿Cómo va a ser un recuerdo, Ivory? -dijo Amelie-. Tu mamá dejó de llevarte con ella antes de los dos años; ¿cómo te vas a acordar de algo así? Acuérdate que te dejaba con mi mamá. Tú tampoco has estado encerrada en un sótano; ¡es una pesadilla!

-¿No será una premonición? -preguntó asustada Ivory.

-¡Ivory! Tú no eres supersticiosa -trató de calmarla Amelie, realmente preocupada por su amiga.

El sueño volvía a ella de distintas maneras, pero siempre presentaba a una joven suplicando ser salvada. A veces, otras figuras se perdían en la oscuridad mientras su madre la ocultaba. Parecía que todos los recuerdos, sueños o pesadillas habían resurgido en su mente a medida que se aproximaba la boda, y ya no contaba con su dulce madre para ayudarla a olvidar.

-Deberías considerar la posibilidad de consultar a un psicólogo -insistió su amiga- y deja de acceder a cada capricho de tu suegra. Te lo digo, Ivory, esa mujer no me inspira confianza. Despierta, no es quien parece ser; he visto cómo cambia su expresión al salir de aquí.

-¿Otra vez con eso, Amelie? Soy una mujer afortunada. Perdí a mi madre, pero el destino me brindó una segunda. Amaya es la suegra que todas desearían -expresó Ivory, levantándose de su asiento-. Es perfecta y tú deberías estarle agradecida; fue ella quien me convenció de expandir mi cadena de tiendas de lujo en esa área y de ponerte a ti al frente.

-¿Estás segura de que no busca alejarme de tí? -preguntó Amelie, acompañando a Ivory hasta donde un maniquí exhibía un impresionante vestido de novia-. Ella sabe que soy la única que te habla con franqueza y te impide seguir dándole más dinero. Despierta, Ivory; si esperas demasiado para hacerlo, podría ser tarde.

Ivory se detuvo y abrazó a su amiga con afecto. Era consciente de que todo lo que Amelie decía era por su bienestar. Pero su suegra había sido muy generosa con ella. Es cierto que le pedía dinero con frecuencia, pero Ivory tenía de sobra; ¿por qué no compartirlo?

            
            

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