Capítulo 3 LA SORPRESA

Las protestas de Ilán se diluyeron en la frialdad del ambiente mientras era transportado en su silla de ruedas hacia el vehículo adaptado para sus necesidades. Atravesaron la ciudad hasta llegar a una iglesia repleta de invitados expectantes, periodistas ávidos de noticias y cámaras de televisión que transmitían para el mundo entero.

-¿Ma...má?

La atmósfera en la iglesia era eléctrica; los murmullos de los asistentes se mezclaban con los destellos intermitentes de las cámaras y las luces artificiales. Ilán, aún atónito por el giro abrupto de los acontecimientos, intentaba procesar la realidad que lo rodeaba. Su madre no había dejado espacio para el diálogo; era evidente que tenía un propósito firme y nada ni nadie parecía capaz de disuadirla.

Ivory Cloe, desprovista de padres, hermanos y amigos cercanos que la acompañasen en su caminar hacia el altar, decidió afrontar el momento en solitario. Era una resolución que Ilán había respaldado, un reflejo de su independencia y fortaleza. Mientras avanzaba hacia la iglesia, algo en el ambiente vibraba con una tensión inusitada, un augurio que no conseguía descifrar. "Debí pedirle al menos a Amelie que volviera", pensó.

La iglesia se erguía majestuosa, una reliquia de piedra y devoción que había sido testigo de incontables juramentos de amor perpetuo. Ivory se detuvo un instante en el umbral, embelesada por la magnificencia que la envolvía. El aire vibraba con el murmullo de plegarias antiguas y venideras, y el aroma del incienso se entrelazaba con la frescura de las flores blancas que engalanaban cada banco y rincón.

Los arreglos florales eran un himno a la pureza y la elegancia; lirios, rosas y orquídeas componían un tapiz viviente que parecía desplegarse en todas direcciones. Las velas, colocadas con meticulosa precisión, titilaban como astros terrenales, reflejando su luz en los dorados detalles del altar. Los lazos de seda blanca se mecían delicadamente al compás de una brisa casi imperceptible, como si un coro invisible de ángeles se desplazara entre los congregados.

La alfombra roja, rica y profunda en su tonalidad, se extendía ante Ivory como el sendero hacia un destino soñado, salpicado por pétalos de rosa que parecían descender en un perpetuo momento de gracia. ¡Todo estaba perfecto! Cada paso que daba resonaba con una solemnidad que solo los lugares sagrados pueden conferir, mientras la marcha nupcial llenaba el espacio con una melodía que la transportaba a otro mundo, un mundo donde cada sueño era posible.

Era más que una boda; era la materialización de un cuento de hadas. La luz del atardecer se filtraba a través de las altas ventanas, bañando todo en un resplandor celestial que prometía un comienzo bendito. Ivory no podía evitar sentirse como la heroína de una historia antigua, avanzando hacia su destino con la bendición de los cielos y la tierra, todo encapsulado en este instante de esplendor y fantasía.

Con cada paso que daba sobre la alfombra roja, el corazón de Ivory Cloe latía con una mezcla de anticipación y un temblor indescifrable. Los ojos de los presentes la seguían, pero ella solo tenía uno en mente: Ilán, su prometido, su futuro. El pasillo parecía extenderse como un río interminable de pétalos y promesas hacia un horizonte que no lograba divisar.

Finalmente, el recorrido llegó a su fin y su mirada se lanzó frenéticamente en busca de su amor. Pero no había rastro de Ilán. Un vacío helado se apoderó de su estómago cuando un murmullo cortó el silencio sacro. Todos los rostros se giraron y allí estaba él... Pero algo había sucedido. Ivory quiso correr hacia él al verlo siendo empujado en una silla de ruedas hacia su encuentro, pero se detuvo. ¡Su Ilán no era su Ilán! ¡No era él!

En lugar del hombre con quien había soñado que la estaría esperando en el altar, un desconocido con su imagen se acercaba en una silla de ruedas, escoltado por Amaya, cuya expresión había perdido toda calidez maternal para dar paso a una máscara de frialdad estratégica. A su lado, su asistente Dafne esbozaba una sonrisa triunfal y despiadada.

El aire se cargó de tensión y, en ese momento, Ivory se detuvo en seco. Algo no estaba bien; el semblante de su suegra y la tensión en el rostro del hombre en la silla de ruedas se lo decían. Esto no era una broma; era algo mucho más macabro. Se dio cuenta de que este día no era la culminación de un cuento de hadas, sino el comienzo de muchos días de un incierto destino.

-¿Amaya, qué significa esto? ¿Dónde está mi Ilán? -exigió saber, su voz resonando con una mezcla de miedo y desafío-. Si esto es una broma, no le veo la gracia. Exijo que mi prometido Ilán Makis aparezca en este instante.

La respuesta vino del hombre en la silla de ruedas, cuyos ojos la miraban con una seriedad que le helaba la sangre y, al mismo tiempo, con asombro e incredulidad.

-Yo soyyyy el ver...dadero Ilán Makis -afirmó-. No sé... qué, qué es to...do esto, pero al parecer, yo, yo, yo soyyy tu prometido.

-¿Qué? -preguntó Ivory, sosteniendo la mirada del hombre en la silla de ruedas. Era una mirada limpia y sincera; él le estaba diciendo la verdad.

¡Había caído en la trampa de su suegra! Aún no sabía hasta qué punto, hasta que la realidad se desplegó ante ella como un tapiz oscuro y enigmático. Amaya, con una frialdad que cortaba el aire como un cuchillo, hizo una señal imperiosa a Dafne para que empujara la silla de ruedas hasta quedar frente a Ivory, quien estaba paralizada por la incredulidad. La miró fijamente, sus ojos destilaban una mezquindad que helaba la sangre, y con una sonrisa cruel que no llegaba a tocar la fría mirada de sus ojos, espetó:

-Querida, ¿acaso no reconoces a tu prometido? -Su voz sonaba helada-. Has estado intercambiando caricias con este hombre y ahora me resulta increíble que hagas esto. ¡Ilán, como regalo de boda, tu esposa te ha entregado todas sus propiedades!

Amaya desplegó los documentos ante una audiencia muda por el shock, mostrando los papeles que evidenciaban las transferencias de propiedades.

-Proclamaste que te consagrarías a cuidar de tu amado, tal como tu madre lo hizo por tu padre. ¡Qué admirable de tu parte, querida Ivory!

            
            

COPYRIGHT(©) 2022