Capítulo 4 SÍ, ACEPTO

En ese instante, Ivory se dio cuenta de que el hombre que había amado y la vida que había imaginado eran tan solo ilusiones. ¡Había caído en la trampa de su suegra!

Ilán tomó los papeles con manos temblorosas que Ivory le arrebató. Su sangre se congeló en las venas al ver su propia firma adornando cada traicionero documento. La sonrisa de Dafne era un golpe bajo, una burla a su confianza ciega, mientras sostenía la carpeta que contenía su ruina. La realidad la golpeó con la fuerza de un huracán: había sido engañada, manipulada como un peón en un juego perverso. Las palabras de su madre resonaron en su mente, un eco tardío de advertencia:

"Nunca confíes ciegamente y siempre lee lo que firmas."

-Ma... má -llamó Ilán-, ¿qu... qué has hecho?

-Shh, cállate Ilán -le susurró Amaya en voz baja, esperando la reacción de Ivory con una sonrisa-. Hazte el herido.

Ivory contemplaba la sonrisa de triunfo de su suegra, apretando los papeles en su mano. Ahora comprendía el verdadero significado de aquel consejo, en el momento más amargo y despiadado de su vida. La mirada de Ivory atravesó la sala como un rayo, encontrando finalmente los ojos del hombre en la silla de ruedas, ese supuesto Ilán que era, sin saberlo, otra pieza descartable en el juego de su suegra. Sus ojos eran un abismo oscuro, pero en esa profundidad, Ivory percibió un destello de desesperación silenciosa, un grito mudo pidiendo ayuda que resonó en su alma.

Por un instante fugaz, el velo de la confusión se levantó y la claridad inundó su mente con la fuerza de una revelación. Miró la sonrisa triunfante de su suegra que esperaba por su reacción descontrolada para ser arrojada a la calle. No, ella no le iba a dar ese gusto; tragó en seco, decidida. Se desquitaría, sí, pero no sería una venganza ciega. Ivory no era de las que se rinden sin luchar, de las que aceptan la derrota con sumisión. Ella era una guerrera en el mundo de los negocios, una estratega en el juego de la vida.

Y ahora, ante ella, estaba este hombre, este Ilán falso o verdadero, que sin palabras le ofrecía una alianza tácita. Ella lo usaría, sí, pero no como Amaya y Dafne habían usado a todos a su alrededor. Lo haría con un fin justo. Juntos desenredarían la maraña de mentiras y traiciones.

Con una determinación férrea, Ivory se plantó frente a Ilán. Él, sorprendido y deslumbrado por la increíble belleza de Ivory Cloe, le sostuvo la mirada. Por un momento que les pareció eterno, se quedaron así, sin articular palabra alguna. Y sin más, Ivory rodeó la silla quitando a Dafne de en medio, maniobró hasta situarla cerca del altar, a su lado. Su suegra la observaba con una mezcla de confusión mal disimulada.

Amaya no había previsto este giro; había calculado cada movimiento con la certeza de que el escándalo y la humillación de Ivory detendrían la ceremonia.

Pero Ivory no estaba dispuesta a seguir el guión que le habían impuesto. Tomó la mano de Ilán, sintiendo en su contacto un pacto no verbalizado, una alianza forjada en el crisol de la adversidad. Sus ojos se encontraron y en ellos se comunicó todo lo que las palabras no podían expresar.

Con la mirada de todos los presentes clavada en ella, Ivory alzó la voz, clara y resonante, cuando la pregunta llegó, desafiando el silencio expectante de la sala:

-¡Sí, acepto!

La solemnidad de la iglesia se vio sacudida por la consternación que las palabras de Ivory habían desatado. Los murmullos de los invitados, que habían acudido a presenciar una unión convencional, se entrelazaban con una tensión palpable y un significado profundo. Miradas de complicidad y gestos de desconcierto se intercambiaban entre ellos, incapaces de entender y asimilar la escena que se desplegaba ante sus ojos.

La respuesta de Ivory, pronunciada con una firmeza que distaba mucho de su sentir interior, resonó contra los muros sagrados del recinto. Jamás nadie había visto que una novia aceptara casarse con un hombre que no era su prometido y, encima de eso, inválido. ¿Sería por su dinero? ¿En qué trampa macabra lo había metido su madre? ¿Qué farsa era esta?

Ivory Cloe, la revelación de los negocios por haber ganado millones en tiempo récord con el lanzamiento de su propia marca, ¿había dicho que sí lo aceptaba por esposo? Ilán era el primero que no lo creía. Giró su cabeza para observarla de nuevo, todavía sin poder creer que esa hermosa mujer, por la cual muchos hombres de poder estaban dispuestos a arriesgarlo todo, había pronunciado esas palabras con tanta seguridad a pesar de su invalidez y de su futuro incierto.

-¿Estás... estás segura? Yo puedo... -tartamudeó Ilán, consciente de que su madre acababa de robarle todo a Ivory Cloe y ponerlo a su nombre e intentaba decirle que podía devolvérselo en ese instante.

La mirada que Ivory le devolvió, acompañada de la más hermosa de las sonrisas llena de confianza, hizo que Ilán se detuviera en lo que había iniciado a decir, sobre todo al escuchar a Ivory decir:

-Lo sé. Si mi dinero te sirvió para no ir a la cárcel, no me molesta. Todo está bien; si me aceptas, cuidaré de ti, lo prometo -susurró Ivory, apretando su temblorosa mano.

Ilán giró la cabeza para mirar a su madre, incapaz de creer lo que ella le había dicho a Ivory. Amaya, su progenitora y la suegra de Ivory Cloe, cuyo semblante había sido una máscara de control hasta ese instante, le sostuvo la mirada a su hijo y se dio cuenta de lo que iba a suceder. Con un impulso tardío se adelantó para detener la farsa nupcial que ella misma había tejido para su hijo inválido, objeto de su desdén.

Con un gesto abrupto y desesperado, Amaya tiró de la silla de ruedas, intentando en vano impedir la aceptación por parte de Ilán de Ivory. Pero con una voz que encontró fuerza en la vulnerabilidad, Ilán pronunció su consentimiento ante el interrogante del sacerdote, que proseguía con la ceremonia a pesar del caos.

-Ilán Makis, ¿aceptas a Ivory Cloe como tu amada esposa, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, hasta que la muerte los separe?

-Sí, acepto -respondió él con una voz clara y firme.

                         

COPYRIGHT(©) 2022