Una madre para Connie, Un contrato firmado.
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Capítulo 5 El contrato

La expresión de asombro de todos los presentes, al ver lo ocurrido, sin duda era increíble. Se quedaron atónitos. Pero Gerald no podía creerlo, ver a su hija correr tras lo que, a los ojos de todos, y a los suyos, era tan solo una desconocida, parecía estar muy lejos de la realidad. Connie estaba renuente a separarse de Samantha, le había llamado "mamá" y nadie podía explicárselo, ni siquiera la misma Samantha, que también mostraba en su rostro una mueca de sorpresa.

A Gerald lo invadió un sentimiento que lo hizo dudar por un momento, veía en los ojos de su niña un brillo jamás visto antes. Connie no había mostrado tanto afecto por una mujer, pues ya su padre le había presentado a una serie de chicas con las que tal vez sentiría cierta conexión, pero ninguna llegó a dar la talla. Al final quien decidía era la pequeña.

Conmovido por lo sucedido, detuvo a Samantha antes de irse, retractándose de la decisión previamente tomada.

-Detente... Te espero mañana a primera hora. - expresó con tono decisivo.

La niña al fin se separó de Samantha, y sonriéndole le dijo "adiós" con su mano, corriendo de vuelta a los brazos de su papá. Se mostraba distinta, como con una felicidad que la hacía irreconocible ante el propio Gerald. Por su parte, Samantha agradeció el gesto, aun consternada, pero esperanzada de poder entrar a esa gran empresa y tener la oportunidad de hacerse notar, demostrando sus conocimientos.

Gerald llevaba meses buscando la mejor opción para que Connie no se sintiera sola, ya que él contaba con tan poco tiempo para dedicarle, el trabajo lo consumía y ya cuando llegaba a la casa, ella se encontraba dormida. A veces se desvelaba esperándolo para contarle alguna anécdota vivida en la escuela. Tal vez no era la mejor alternativa, pero era lo único que se le ocurría, la niña necesitaba el cuidado y amor que solo una madre podía propinar. El instinto materno no se daba tan fácil con niños que no eran propios, eso lo tenía claro.

Quizás le exigía demasiado a su hija, pues en cada encuentro quería que mostrara simpatía, pero los niños no podían fingir. Si no era de su agrado, definitivamente no podía obligarla a sentir afecto. Esperaba haber conseguido por fin a la persona indicada que terminara con esa búsqueda incansable, le agotaba el hecho de pensar que tal vez se estuviera equivocando de nuevo.

Samantha volvió con su amiga Isabell, un poco exhausta por el trayecto, y con esa sensación extraña en su pecho. Le generó curiosidad saber por qué esa niña se había sentido de esa manera, pero en cierto modo le agradeció, pues de no haber sido así, ella no tuviera que asistir al día siguiente a entrevistarse con el propio dueño de la empresa de perfumes.

Su amiga había cocinado algo para su regreso, sabía que llegaría con ganas de hacer nada. En cierta parte, Isabell era muy comprensiva, aunque sus personalidades eran muy distintas, trataba de apoyarla en todo, demostraba su cariño con actos de servicio y eso a Samantha le hacía sentir bien, acompañada y protegida. Tenía alguien en quien confiar.

-¿Cómo te fue en la entrevista? Cuéntame ya ¡seguro quedaron encantados! - expresó Isa, sirviéndole un plato de crema de espárragos, arroz, vegetales salteados y un trozo de ternera.

Samantha vio que parecía mucha comida y posiblemente no se lo llevaría todo a la boca, pero agradeció su atención.

-Estuvo... interesante. Hice lo que me dijiste, les di a percibir cada fragancia y sí que les gustaron. - comentó, sin dar más detalles.

-¡Te dije que resultaría! Y entonces ¿ya es un hecho?

-Me citaron para mañana, debo apersonarme nuevamente.

-¡Lo sabía! Es que eres realmente buena, Sam. Ven, tengo que darte un abrazo. - dijo acercándose a ella.

-Gracias Isa, todo esto es gracias a ti. Si no me hubieras sugerido ir a esa compañía, no estuviera viviendo este momento. - sonrió cálidamente.

-Tenemos que celebrarlo, pero no hoy, claro. En cuanto formes parte de ellos, aunque ya prácticamente estás dentro. - rio.

Samantha se alegró al ver a su amiga contenta, y comió gustosamente hasta que no quedó nada.

Al día siguiente, Samantha se preparó para asistir según lo acordado. Vistió un traje de pantalón y blazer de lanilla color rosa palo, con una blusa básica color blanco, quería parecer elegante pero no tanto, eligió algo más casual. Tomó el autobús y en cuanto llegó al edificio, automáticamente la recepcionista la reconoció.

-Buenos días, es usted la muchacha de los perfumes ¿no? - saludó con una gran sonrisa.

-Buenos días, sí, soy yo. Samantha Keane. Por favor, notifíquele al señor que ya estoy aquí, como indicó el día de ayer. - contestó haciendo énfasis en la última frase.

-De acuerdo, en breve. Espere un momento, por favor. Si desea, tome asiento, es un hombre muy ocupado y nunca responde al primer llamado. - explica descolgando la bocina del teléfono, marcando el número correspondiente.

En cuanto marcó, atendió al primer repique. Balbuceó unas cosas, y luego de escuchar lo que él tenía para decir, colgó.

-Bastante extraño, seguramente ya la estaba esperando. - confesó la recepcionista con una sonrisa incómoda, al darse cuenta que lo que dijo, no pasó tal cual.

-¿Debería subir ya?

-Sí, sí. Adelante, piso 8 la primera oficina. - indicó.

-Gracias. - dijo Samantha, situándose frente al elevador.

Al llegar, tocó la puerta con cierta duda, pero no podía equivocarse, esa era la primera oficina.

-Adelante. - escuchó decir al hombre que se encontraba dentro.

Giró el picaporte y entró, la decoración tenía un estilo minimalista, enfocada en lo práctico y funcional, daba cierta comodidad. Había algunos adornos sutiles y elegantes situados en la mesa, muebles de primera calidad, y hasta una mini sala de estar justo al lado del ventanal de cristal que permitía la vista hacia el exterior. Todo un ambiente creado especialmente para sentirse de maravillas, y, con esta actitud enfrentar sus actividades diarias.

Gerald se encontraba de espaldas a la puerta, por supuesto que estaba esperándola.

-Señor White, buenos días... Vine... -

-Toma asiento. - interrumpió.

Samantha obedeció. Estaba un poco nerviosa, pues estar frente al CEO de esa prestigiosa empresa no era fácil para ella. Gerald giró su cuerpo, y al verla, la notó tan hermosa que olvidó lo que había ensayado. Creyó titubear.

-¿Ves ese contrato que está allí? - dijo señalando el sobre que se encontraba en el escritorio, frente a ella.

Asintió, quedándose en silencio.

-Léelo.

Tomó el sobre, lo abrió y empezó a leer de qué se trataba, no entendía por qué tanto misterio. En su mente había imaginado otro tipo de entrevista, algo más comunicativa, tal vez. Eso la hizo sentir incómoda.

El trato del CEO hacia ella era de una forma algo déspota y odiosa, la personalidad del señor White no era la más amable, pero tenía una hija, después de todo, eso no lo hacía tan mala persona.

Samantha quedó aun más sorprendida con el contenido. Estaba sin palabras, no supo qué decirle. Si firmarlo o no. En dicho contrato plasmaba el empleo que ofrecía, aparte de una buena suma de dinero como recompensa. Debía ser la madre de su hija Connie, actuar y comportarse como tal. Especificaba dormir con él y la niña en medio, en la misma cama, cosa que a Samantha le ruborizó. No estaba segura de aceptar firmarlo, pero el dinero que ganaría le daría la suficiente libertad de disfrutarlo y ayudar a su abuela, a fin de cuentas, esa era la razón principal. Recordó el afecto previo que recibió de la pequeña, y pensó que probablemente no sería una tarea tan complicada.

-Quiero agregar una cláusula.

-Dímela.

-No permitiré la intimidad forzada. - espetó.

Gerald la observó fijamente.

-De acuerdo, mudaremos tus cosas hoy mismo.

Samantha firmó el contrato, ya no había vuelta atrás.

            
            

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