AMOR PROHIBIDO
img img AMOR PROHIBIDO img Capítulo 3 3
3
Capítulo 6 6 img
Capítulo 7 7 img
Capítulo 8 8 img
Capítulo 9 9 img
Capítulo 10 10 img
Capítulo 11 11 img
Capítulo 12 12 img
Capítulo 13 13 img
Capítulo 14 14 img
Capítulo 15 15 img
Capítulo 16 16 img
Capítulo 17 17 img
Capítulo 18 18 img
Capítulo 19 19 img
Capítulo 20 20 img
Capítulo 21 21 img
Capítulo 22 22 img
Capítulo 23 23 img
Capítulo 24 24 img
Capítulo 25 25 img
img
  /  1
img

Capítulo 3 3

Rosalba y Habat eran sin duda su principal responsabilidad. Pero no ocuparían todo su tiempo. Habría todo tipo de actividades reservadas únicamente a las mujeres, y Sharloth sería una celosa carabina. Por lo demás, podría disponer de sus noches como quisiera, salvo en las ocasiones en que hubiera un baile, las cuales, pensó, serían muy frecuentes. Estaba decidido a saciar sus apetitos plenamente durante su estancia en la ciudad, pues ya tenía tiempo que no saciaba su deseos masculinos.

Raid sin duda podría hacerle un par de sugerencias al respecto. Sí, se alegraba de estar de vuelta en Nueva Esparta. Su carruaje se detuvo frente a una casa de fachada elevada y elegante aspecto de Townhouses. Era la casa que Diego había alquilado para la temporada social. Sabía que no estaba lejos de Alta vista o de baja vista. Estaba situada en uno de los mejores barrios de Bella vista. Se bajó rápidamente del coche incluso antes de que el cochero colocara los escalones, y alzó la vista para contemplar la casa. Durante sus estancias en Nueva Esparta siempre se había alojado en un piso de soltero. Pero con una hermana y amiga a las que presentar en sociedad, era necesario alquilar una casa cómoda.

Era agradable poder estirar las piernas y aspirar aire fresco. Se volvió para ayudar a las jóvenes a apearse del coche.

A primera hora de la mañana siguiente una dama estaba sentada, sola, ante el escritorio del cuarto de estar de su casa, acariciándose la barbilla con un bolígrafo que sostenía mientras examinaba las cifras anotadas ordenadamente en el papel frente a ella. Acariciaba suavemente con su pie calzado en una zapatilla el lomo de su perra, había dinero suficiente sin que tuviera que echar mano de sus escasos ahorros.

Ya había pagado hacía dos semana las facturas del agua y de las velas; ambos artículos representaban un elevado gasto. No tenía que preocuparse por los sueldos de sus dos sirvientes, pues estaban cubiertos por una subvención del gobierno. Y la casa era suya, donada por el mismo gobierno que le había concedido la subvención. El dinero de la pensión mensual que había recibido la semana pasada -con el que había pagado las facturas del agua y de las velas -bastaría para saldar esta nueva deuda.

Desde luego, no podría comprarse el nuevo vestido de noche que se había prometido ni las nuevas zapatillas. Ni el sombrero que había visto en una tienda en Bella vista hacía dos días cuando había salido con su amiga Camila, el día antes de que le presentaran esta nueva deuda.

Durante unos momentos sintió una opresión en la boca del estómago al tiempo que el pánico se apoderaba de ella. Respiró lentamente y profundo, obligó a su mente a analizar los aspectos prácticos de la situación. Podía prescindir perfectamente del sombrero. De todos modos era un capricho. Y ahora el vestido....

Lorena Riego suspiró en voz alta. Hacía tres años que había adquirido su último vestido de noche. Y éste, aunque lo había elegido para su presentación en Candelaria Was nada menos que al regente, era de un insulso color Dorado, de seda, de un diseño de lo más conservador. Aunque ya se había quitado el luto, había pensado que la ocasión requería una extremada moderación. Era el vestido de noche que venía luciendo desde entonces. Había confiado en adquirir uno nuevo este año. Aunque la invitaban prácticamente a todas partes, no solía aceptar invitaciones a las fiestas y bailes más suntuosos que ofrecía la alta sociedad. Pero este año, se sentía obligada a asistir al menos a algunos de ellos. Este año el vizconde de Carslon, su cuñado, hermano mayor de su difunto esposo, había venido a la ciudad con su familia. Priscila, que tenía diecinueve años, iba a ser presentada en sociedad.

Lorena sabía que Agrill y Betsy confiaban desesperadamente en encontrar un buen partido para su hija durante los próximos meses. No eran ricos y el año que viene no podrían permitirse el lujo de volver a Nueva Esparta para la temporada social. Pero se portaban muy bien con ella. Pese a que su padre había sido un tratante de velas, aunque muy rico, y el padre de Francisco se había resistido a que ella se casara con su hijo, Agrill y Betsy la habían tratado siempre con gran generosidad desde la muerte de Francisco.

Ahora querían que asistiera con ellos a los eventos más importantes de la temporada social. Por supuesto, les beneficiaría ser vistos en público con ella, aunque Lorena no creía que ésa fuera la única razón que les motivaba. Lo cierto era que Francisco, el gerente Francisco González, había muerto por una enfermedad. Francisco apenas había dejado nada a su viuda. La cuantiosa dote que le había inducido a casarse con ella -aunque Lorena estaba convencida de que también había sentido afecto por su persona -se había agotado durante su matrimonio.

La vida había sido bastante agradable durante un año después de que ella asistiera a Carslon. Por alguna razón el acontecimiento había suscitado un gran interés. Había sido publicado en toda la prensa Bella vista. Todas las anfitrionas querían alardear de haber invitado a su casa a la señora Lorena Riego. Lorena adquirió la costumbre de relatar anécdotas sobre su vida como esposa de un gran e importante empresario.

            
            

COPYRIGHT(©) 2022