Dejó la pluma y agachó la cabeza. Cerró los ojos en un intento de frenar la sensación de mareo y pánico que la amenazaba. Era preciso afrontar la vida día a día. Ésa era la principal lección que había aprendido durante sus años con francisco, había que afrontar cada problema a su tiempo, sintió un morro frío restregándose contra su mano y la alzó para dar una palmadita a la perra en la cabeza y sonreír con pesar y tristeza.
-Bueno, Muy bien Danyar -dijo como si ésta se lo hubiera sugerido -afrontaré los problemas día a día. Danyar levantó la cabeza para invitarla a que se la rascara debajo de la barbilla.
La puerta de la habitación se abrió de pronto y Lorena alzó la cabeza, sonriendo alegremente.
-Tía Lorena -dijo Priscila Riego animadamente.
-no podía seguir durmiendo un momento más. Qué alivio comprobar que ya estás levantada. Bájate, Danyar, no seas pesada. Mamá va a llevarme esta mañana para la última prueba de mi nuevo vestuario, y por la tarde iremos a dar un paseo en coche por el parque. Nos llevará papá. Dice que todo el mundo da un paseo en coche por el parque a esas horas.
-Y tú estás impaciente por regresar a casa y gozar con los emocionantes eventos que se van a presentar pronto-dijo Lorena, levantándose después de guardar el papel con los cálculos que había hecho en uno de los cajones al fondo de su escritorio.
La tarde del día anterior Priscila se había mostrado tan nerviosa debido a la emoción que llevaba acumulada que Lorena había sugerido que regresaran dando un paseo a Baja vista para que pasara la tarde y la noche allí. La joven se había apresurado a aceptar. Pero ahora, claro está, temía perderse algo.
-¿Quieres que desayunemos y luego demos un paseo a pie por el parque? - propuso Lorena -A esta hora de la mañana hay poca gente y es una delicia. No es necesario que te pongas a corretear por la habitación con una alegría tan exuberante, Danyar.
Ella y Priscila se dirigieron al comedor, seguidas por su collie, que no cesaba de brincar alegremente, pues Lorena había cometido la imprudencia de pronunciar la palabra "paseo" delante de su mascota.
Qué maravilloso sería sentir que tenía de nuevo dieciocho años, pensó, mirando con nostalgia a su sobrina, y tener el mundo entero, por delante. No es que ella fuera una anciana. Sólo tenía veintisiete años. A veces le parecía como si tuviera sesenta. Los ocho años transcurridos desde que se había casado no habían sido fáciles, aunque no podía quejarse. Pero ahora, precisamente cuando había alcanzado cierta independencia, había creado un círculo de buenos amigos y confiaba en construirse una vida grata y apacible...
Y entonces habían llegado las deudas. Habría sido muy agradable, pensó en un insólito arrebato de autocompasión, haber podido adquirir un vestido nuevo, haber podido ir a cortarse y arreglarse el pelo, haberse podido convencer de que aunque no era bella ni siquiera bonita, al menos era relativamente elegante. Nunca se había considerado relativamente elegante ni frívola ni hermosa. Lo cierto es que tenía un aspecto desaliñado y era poco atractiva y había caído en una penosa autocompasión. Sonrió mofándose de sí misma y decidió divertir a Priscila con su conversación. No hizo caso de Danyar, que se sentó junto a ella respirando sonoramente sin apartar la vista de su rostro.
Sus amigos habían llegado a la ciudad antes que él, según comprobó Diego en cuanto entró en la casa en Townhouses. Había una nota esperándole, escrita y firmada por Kenedit pero, evidentemente, redactada cuando los cuatro habían estado presentes, sugiriendo que si llegaba en esa fecha, tal como había planeado, les acompañara al día siguiente a dar un paseo a caballo a primera hora de la mañana por Alta vista.