AMOR PROHIBIDO
img img AMOR PROHIBIDO img Capítulo 5 5
5
Capítulo 6 6 img
Capítulo 7 7 img
Capítulo 8 8 img
Capítulo 9 9 img
Capítulo 10 10 img
Capítulo 11 11 img
Capítulo 12 12 img
Capítulo 13 13 img
Capítulo 14 14 img
Capítulo 15 15 img
Capítulo 16 16 img
Capítulo 17 17 img
Capítulo 18 18 img
Capítulo 19 19 img
Capítulo 20 20 img
Capítulo 21 21 img
Capítulo 22 22 img
Capítulo 23 23 img
Capítulo 24 24 img
Capítulo 25 25 img
img
  /  1
img

Capítulo 5 5

El cielo estaba despejado y por el aspecto que presentaban los árboles apenas soplaba viento. Diego entró a su vestidor y tiró de la campanilla para llamar a su ayuda de cámara, fue el primero en llegar al parque, aunque sus amigos no tardaron en aparecer. Se saludaron con un apretón de manos, dándose unas palmadas en la espalda y riendo de gozo por haberse nuevamente encontrado. No existía una amistad como la de unos compañeros que hacía muchos años que eran amigos, pensó Diego. Habían compartido en muchas ocasiones, adversidades, victorias durante varios años.

Los vínculos que les unían perdurarían toda la vida. Sí, era magnífico estar de regreso en la ciudad. Aunque a esas primeras horas de la mañana Nueva Esparta no ofrecía un aspecto muy urbano. Sus enormes céspedes, sus frondosos árboles y sus senderos que se entrelazaban, los animales que pastaban y los pájaros que cantaban podían haber engañado al observador haciéndole creer que se hallaba en el parque de una inmensa finca rural. Pero había algo en Nueva Esparta, algo intangible, que proclamaba que era inconfundiblemente el centro de la ciudad más concurrida, imponente y dinámica del mundo.

Diego sentía la energía que había sentido ayer cuando su carruaje había

enfilado las calles de la ciudad. Era Nueva Esparta. Después de los primeros y emocionados saludos, cabalgaron durante un rato sin conversar, ejercitando a sus monturas dándoles rienda suelta, aunque no tardó en producirse una carrera muy emocionante que culminó en sonoras carcajadas.

-Jajaja estuvo buena esa carrera, bien, ¿qué nos habíamos apostado? -preguntó Raid-. Cien cochinos cada uno para el ganador, ¿no?

Por supuesto, había ganado la carrera él.

-No has cambiado nada...¿Todos tus sueños son tan agradables como éste, Raid? -inquirió Diego.

-Al principio me sacabas una ventaja de un cuerpo y medio, Raid -observó Kenedit Mohad -y me ganaste por un cuerpo. Según mis cálculos, eso me convierte en el ganador. Sí, creo que yo también escuche cien cochinos.

-¿Has oído el rumor de que todos los hombres de Cornualles están locos, Diego?

-preguntó Kenedit-. Empiezo a pensar que es algo más que un rumor. Debe de ser el aire marítimo de esa zona del país.

-Lo cual, bien pensado, no es decir gran cosa -comentó Raid.

Siguieron cabalgando a paso más sosegado, disfrutando del entorno que les rodeaba y de su mutua compañía.

-Bien, Diego -dijo Kenedit al cabo de un rato-. ¿Te has divertido asumiendo el papel de aburrido y respetable durante los dos últimos años?

-Mira quién habla -contestó Raid arqueando una ceja.

-¿Tú cometes torpezas, Diego? -Raid alzó la segunda ceja a la misma altura que la primera -¿Haces comentarios jocosos, Gregorio? A mí no me mires, Kenedit. Soy la discreción personificada. -A continuación suspiró y cambió de tema

-Necesitábamos desfogarnos después de todas de tanto tiempo sin vernpos -dijo Kenedit Mohad-. Pero enseguida comprobamos que el placer en sí mismo no tarda en perder su atractivo.

-Supongo -dijo Raid con tono deliberadamente aburrido- que hablas por ti, ¿no, Gregorio? Creo que soy el único de nosotros capaz de mantener un juramento. Diego, en estos momentos, está rodeado de muchas mujeres.

-¡Maldita sea! -exclamó Kenedit, riéndose-. Suena como el sueño de cualquier hombre soltero.

-No de mujeres, Kenedit -sino de damas, de parientas -le rectificó Raid

Hermanas, hermanas, tías, tías abuelas y abuelas. Yo le previne, ¿no es así, Diego? Hace tres años, cuando insistió en regresar a casa, le previne de lo que ocurriría. Veinte hermanas solteras y treinta hermanas solteras y de paso una amiga soltera. No es un sueño, Kenedit, sino una pesadilla.

-El número aumenta cada vez que te refieres a ellas -replicó Diego -Tengo cinco hermanas, Raid, dos de las cuales se casaron antes de que yo regresara a casa. Y sólo una hermana que vive con nosotros, aunque a veces me parece que son treinta. Y he conseguido encontrar marido para Rebeca y Liseth. Sólo quedan Rosalba y Habat. Una temporada social en Nueva Esparta resolverá el problema.

-¿Y tú, Diego? -Kenedit Mohad le miró arqueando las cejas-. Cuando hayas logrado casar a todas tus parientas que dependen de ti, ¿te casarás tú? ¿Forma eso parte del plan de venir a Nueva Esparta? Sharlot y yo haremos de casamenteros. Es un papel que me apetece desempeñar. ¿Quieres echarme una mano, Kenedit? -preguntó a su amigo sonriendo alegremente. Raid soltó un gemido.

-Sienten envidia de nosotros, Diego -dijo -Con todo respeto hacia Sharlot nos tienen envidia. Procura resistirte a ellas, chico. Pero Diego se rio.

-Tienes ante vosotros a un soltero recalcitrante, amigos míos -contestó -No permitiré que me pongan las esposas se lo aseguro.

Raid soltó una estentórea carcajada que, de no haber estado el parque desierto, o casi, habría sido embarazosa. Había un obrero que se apresuraba por un sendero cercano, una doncella que paseaba a un perro casi tan grande como ella, la cual había pasado junto a ellos hacía un minuto, y dos mujeres, a lo lejos, que se dirigían hacia ellos, acompañadas también por un perro.

-Pero confío en que no seas un soltero -dijo Raid -Te tengo reservadas unas diversiones como no has experimentado jamás, Diego. Kenedit y Gregorio ya no son libres. Sólo quedamos tú y yo. Empezaremos esta misma noche. ¿Por qué desperdiciar otra noche de tu estancia en Nueva Esparta? Te aconsejo que esta tarde te eches la siesta, amigo mío. Necesitarás toda la energía de la que puedas hacer acopio. La pasaremos muy bien, confía en mí.

                         

COPYRIGHT(©) 2022