EL RESPLANDOR DEL ÁMBAR
img img EL RESPLANDOR DEL ÁMBAR img Capítulo 5 CAP 5 - Refugio
5
Capítulo 7 CAP 7 - Un nuevo comienzo img
Capítulo 8 CAP 8 - ¿Llamar o no img
Capítulo 9 CAP 9- Aceptando ayuda img
Capítulo 10 CAP 10 - Primeros pasos img
Capítulo 11 CAP 11 - Lazos que se fortalecen img
Capítulo 12 CAP 12 - Confusión img
Capítulo 13 CAP 13 - El peso del rechazo img
Capítulo 14 CAP 14 - Primeros latidos img
Capítulo 15 CAP 15 - Nuevas sensaciones img
Capítulo 16 CAP 16 - Confusión y deseos img
Capítulo 17 CAP 17 - Señales que no se pueden ignorar img
Capítulo 18 CAP 18 - Contándote img
Capítulo 19 CAP 19 - Un nuevo comienzo img
Capítulo 20 CAP 20 - Hacia lo desconocido img
Capítulo 21 CAP 21- Refugio mutuo img
Capítulo 22 CAP 22 - Lealtades en juego img
Capítulo 23 CAP 23 - un amor que desafía img
Capítulo 24 CAP 24 - Refugio en la intimidad img
Capítulo 25 CAP 25 - Preocupaciones inesperadas img
Capítulo 26 CAP 26 - Tensiones familiares img
Capítulo 27 CAP 27 - Graduaciones y flores img
Capítulo 28 CAP 28 - Sombras del pasado img
Capítulo 29 CAP 29 - El primer beso img
Capítulo 30 CAP 30- El inicio img
Capítulo 31 CAP 31 - Preparativos y sustos img
Capítulo 32 Cap 32 - Sustos del embarazo img
Capítulo 33 CAP 33 - Mensajes no deseados img
Capítulo 34 CAP 34 - Un embarazo avanzado img
Capítulo 35 CAP 35 - Propuesta img
Capítulo 36 CAP 36 - Noticias img
Capítulo 37 CAP 37 - Prensa img
Capítulo 38 CAP 38 - Nacimiento img
Capítulo 39 CAP 39 - Verdad distorsionada img
Capítulo 40 CAP 40 - Bajo el ojo público img
Capítulo 41 CAP 41- La sombra del escándalo. img
Capítulo 42 CAP 42 - El espectáculo de Samuel img
Capítulo 43 CAP 43 - La presión de responder img
Capítulo 44 CAP 44 - Preparativos para la verdad img
Capítulo 45 CAP 45 - La verdad frente al mundo img
Capítulo 46 CAP 46 - Esperando el veredicto img
Capítulo 51 CAP 51 - Preparativos antes de la tormenta img
img
  /  1
img

Capítulo 5 CAP 5 - Refugio

Ámbar.

Caminar sin rumbo es lo único que puedo hacer ahora. No puedo volver a casa, no puedo regresar a lo que alguna vez fue mi vida. El mundo me ha abandonado, y me siento más sola que nunca. El aire nocturno es frío, pero no lo noto. Todo mi cuerpo está adormecido por la desesperación, y la única sensación que me queda es el vacío.

El peso del embarazo, el rechazo de Samuel, el abandono de mis padres... todo se mezcla en mi mente. Mis pensamientos son un caos, y siento que me ahogo. ¿Qué voy a hacer? ¿A dónde voy? No tengo dinero, no tengo a nadie en quien confiar. Mi vida, que antes giraba en torno a la idea de graduarme, ahora parece una ilusión, algo que nunca podré alcanzar.

Sin pensarlo, mis pies me llevan hacia el centro comercial. Es tarde, y las tiendas ya han cerrado, pero de alguna manera, ese lugar me atrae. Quizás es la idea de estar en un sitio iluminado, de no sentirme tan expuesta. Me dirijo hacia una de las entradas laterales, y las puertas automáticas se abren ante mí. El interior está en penumbra, pero al menos es mejor que estar afuera.

El centro comercial está casi desierto. Solo algunos empleados de limpieza barren los pasillos. Nadie me presta atención mientras camino hacia los baños. Mis piernas tiemblan de agotamiento, no solo físico, sino emocional. Estoy tan cansada de todo, tan desgastada, que lo único que quiero es desaparecer.

Me encierro en uno de los cubículos del baño y me siento en el inodoro, apoyando mi cabeza en las manos. Aquí, al menos por un momento, puedo esconderme del mundo. Aquí nadie puede verme. Aquí, nadie puede juzgarme.

Las lágrimas comienzan a caer de nuevo, y esta vez las dejo fluir. No puedo más. Lloro por Samuel, por mis padres, por el bebé que está creciendo dentro de mí, y por la vida que ya no podré darle.

No sé cuánto tiempo paso ahí, llorando. Mi cuerpo está agotado, y las lágrimas cesan eventualmente, dejándome vacía. No hay alivio, solo silencio.

---

Cuando finalmente salgo del baño, el centro comercial está aún más vacío. Me siento débil, casi mareada, y mis pies duelen. No tengo adónde ir, pero sigo caminando por los pasillos sin rumbo, como si algo me empujara a seguir.

Es entonces cuando lo veo.

Un hombre, joven pero elegante, se acerca a mí. Va vestido con un traje oscuro que parece hecho a medida, y su apariencia es impecable. Tiene el porte de alguien que está acostumbrado a moverse en círculos importantes, pero lo que más me llama la atención es su rostro. A pesar de su elegancia, hay algo en su mirada que parece... cálido. No sé por qué, pero no siento miedo al verlo.

-Disculpa, ¿te encuentras bien? -me pregunta con una voz suave, pero profunda.

Levanto la vista hacia él, sorprendida. Mi primer instinto es decir que sí, que estoy bien, pero sé que mi rostro cuenta otra historia. Me siento demasiado cansada para fingir.

-Estoy... bien -miento, aunque mi voz tiembla y sé que no soy convincente.

Él no parece convencido. Da un paso hacia mí, manteniendo una distancia respetuosa, pero su mirada sigue siendo cálida, como si de verdad le importara lo que me pasa. Tiene unos ojos azules intensos, que contrastan con su cabello oscuro, creando una extraña sensación de calma en mí. No parece mucho mayor que yo, quizás seis años más, pero su presencia es imponente.

-Perdona que me meta, pero parece que estás pasando por un mal momento. ¿Hay algo que pueda hacer por ti? -insiste con suavidad.

Mis labios se separan, pero no logro responder de inmediato. Quiero decirle que no, que no necesito su ayuda, que todo está bien. Pero las palabras no salen. Las lágrimas comienzan a caer de nuevo antes de que pueda detenerlas, y lo único que puedo hacer es admitirlo.

-No sé qué hacer... -murmuro, sin poder contener el torrente de emociones que se desborda.

El hombre permanece en silencio por un momento, evaluando la situación con cuidado. Luego, con un gesto tranquilo, señala un café cercano que aún está abierto.

-Ven, vamos a sentarnos. Si quieres, puedes contarme lo que está pasando.

Dudo por un segundo. No sé quién es este hombre ni por qué quiere ayudarme, pero no tengo adónde ir. Y por alguna razón, su presencia me hace sentir algo de seguridad. Asiento lentamente y lo sigo hacia el café.

---

Nos sentamos en una mesa apartada, y el lugar está casi vacío. Un par de personas más están al fondo, probablemente terminando su turno. El hombre pide algo caliente para los dos: un té para mí y un café para él. Lo miro de reojo, notando los detalles de su rostro. Tiene un aire sofisticado, como alguien que está acostumbrado a llevar el control, pero sus ojos, esos ojos azules penetrantes, parecen estar llenos de compasión.

Empiezo a hablar antes de darme cuenta. Las palabras fluyen sin que las piense demasiado, y le cuento todo. Le hablo de Samuel, de mis padres, del bebé. No sé por qué confío en él, pero algo en su mirada me hace sentir que puedo hacerlo. No me interrumpe ni me juzga, simplemente escucha, lo cual es más de lo que cualquier otra persona ha hecho por mí en días.

Cuando termino, me siento vacía, pero de alguna manera aliviada por haberlo dicho todo en voz alta.

El hombre toma un sorbo de su café antes de hablar.

-Lamento mucho lo que estás pasando. -Su voz es sincera, y sus palabras me tocan más de lo que esperaba-. No deberías tener que enfrentarlo sola.

Me quedo mirándolo, sin saber qué decir. Durante todo este tiempo, he estado tan sola que escuchar esas palabras de alguien más es casi abrumador.

-No sé qué voy a hacer, -admito, bajando la vista. El miedo me inunda otra vez.

El hombre me observa en silencio por un momento. Luego, extiende una mano y me ofrece su tarjeta.

-Entiendo que no confíes en mí todavía, pero si en algún momento necesitas ayuda, ya sea un lugar donde quedarte o alguien con quien hablar, no dudes en llamarme.

Tomo la tarjeta con manos temblorosas. La leo rápidamente: **Maximilian Engel**, y debajo, el nombre de una empresa. No reconozco el nombre, pero la tarjeta se siente sofisticada, cara. Él no es cualquier persona, eso está claro.

-Gracias, -susurro, apenas pudiendo encontrar las palabras-. De verdad, gracias.

Maximilian asiente y me dedica una pequeña sonrisa, pero hay algo en su mirada que se queda fijo en mí, como si intentara descifrar algo.

-Tienes unos ojos muy hermosos, -dice de repente, su tono más suave-. Nunca había visto un color ámbar como el tuyo.

Me sonrojo al instante, sin saber cómo reaccionar. Nadie había comentado sobre mis ojos de esa manera, y mucho menos con tanta delicadeza.

-Cuídate, -añade, levantándose para marcharse-. Recuerda, no estás sola.

Lo observo mientras se va, y una extraña sensación de paz empieza a llenar el vacío que había sentido todo el día. Todavía no tengo todas las respuestas, pero por primera vez en mucho tiempo, siento que hay una pequeña posibilidad de que no todo esté perdido.

¿Cómo se imaginan a Maximilian?

Recuerden que en redes estoy como Genemua.Libros, ahí encontraran en mis historias destacadas a cada uno de los personajes de mis historias.

Gracias por leer.

            
            

COPYRIGHT(©) 2022