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Lejos de los lujos del castillo vivía un humilde
jardinero, en una pequeña casa con el jardín más hermoso del pueblo, donde
cultivaba bellas flores que su hermana mayor vendía en el mercado, mientras él ofrecía
sus servicios de jardinería al rey, quien era en realidad el único que podía
permitírselo, su nombre era beta 345 ya que los betas acostumbraban a llevar
números en vez de nombres.
345 vivía muy feliz en su humilde hogar, tenía
todo lo necesario para vivir y, aunque no poseía los lujos de un Alfa, la
comida y abrigo nunca faltaban.
Un día estaba en el jardín de palacio podando un
gran árbol cuándo la vio, era la princesa Kiara, era mucho más hermosa de lo
que hubiera imaginado y tenía una expresión gentil en el rostro, su larga
melena blanca se mecía al son de sus pasos. Aunque 345 era un lobo muy
experimentado en su área no pudo evitar quedar anonadado por su belleza y caer
del árbol distraído por su magnífica presencia rompiéndose un brazo por lo que lanzó
un involuntario grito de dolor.
-¡Maldición!- Soltó mientras se sacudía el polvo.
-¡Por todas las lunas!, pobrecillo, ¿Estás bien?-
Dijo Kiara acercándose, 345 sintió que le hablaba como a un pajarillo herido lo
cual hirió su frágil orgullo.
-Sí, majestad, no se preocupe- respondió.
-Me alegro, ven deja que te cure el brazo- Dijo, disminuyéndolo
de nuevo sin darse cuenta.
-Es muy amable, pero creo que puedo apañármelas- Respondió
345, quien no sabía el tipo de magia que poseía la princesa.
-Eres un lobo muy orgulloso ¿Verdad? Pero debo
insistir, no podrás realizar tu trabajo en ese estado, además es mi deber como
Alfa cuidar de los beta como tu.
-Claro, su deber- Dijo de mala gana.
-Oye, no me estás haciendo ningún favor así que
yo que tu dejaría ese tono tan altanero, no es propio de un beta
-no es propio de un beta- murmuró con voz
ridícula.
-Bien, pues quédate con el brazo roto entonces-
Dijo Kiara, molesta, jamás nadie había sido tan descortés con ella, por lo
general todos imploraban por su ayuda y él solo se hacía de rogar- Pero que
desagradable- dijo dando media vuelta.
-¡Espere!- Dijo 345 reconociendo que necesitaba
ayuda- Disculpe, no quise ser descortés, es solo que no suelo pedir ayuda para
nada.
-Bien, disculpa aceptada- Dijo kiara dándose
vuelta con una resplandeciente sonrisa en los labios que hacía brillar sus
blancos colmillos.
345 sintió un flechazo, había oído de la belleza
de la princesa pero para él era mucho más que bella, cuando puso sus manos en
su brazo y lo reparó con su magia se postró ante ella cómo si de una diosa se
tratase.
-Mil gracias princesa, por favor perdone mi total
falta de respeto de antes, solo era mi tonto orgullo hablando.
-Está bien, no te atormentes, ya no estoy
enojada, pude sanarte y eso es lo que importa.
-muchas gracias princesa- Dijo se tiró a sus pies
y empezó a besarlos en agradecimiento- Gracias, mil gracias.
-OK, OK no es para tanto, de pie- Dijo 345 se
puso de pie con la vista en el suelo costaba creer que era el mismo lobo
insolente de hace unos minutos- Solo sigue con tu trabajo- Dijo kiara, de un
salto tomó su forma de loba y se alejó a toda velocidad confundida, no por lo
que acababa de pasar, si no por la forma en que ese beta le hacía sentir.
Corrió por los jardines hasta el bosque del
castillo y al llegar a la parte más espesa se acostó a descansar a la sombra de
un árbol ¿Qué había sido eso? ¿Por qué se había sentido tan bien ayudarle? ¿Por
qué sentía que estaba algo mal la forma en que la idolatró? Ella era un Alfa,
después de todo, debía estar acostumbrada a ovaciones de todo tipo, pero la de
ese beta se sentía diferente ¿por qué?
Kiara miró la luna y lanzó un largo aullido en
busca de una respuesta a su pregunta, al escuchar el aullido de la princesa, 345
respondió con uno más grave, lleno de gratitud.
A partir de ese día, la vida de 345 tomó un giro
inesperado. Aunque seguía trabajando en el jardín del palacio, su corazón latía
de manera diferente. La presencia de la princesa Kiara lo había cautivado de
una manera que nunca había experimentado antes, por más que lo intentara no
podía dejar de pensar en ella, su diosa de blancos cabellos, incluso había
pensado en lastimarse con tal de volver a verla, aunque por el momento eso lo
dejaba como último recurso, confiaba en que se la volvería a encontrar por casualidad
en esos enormes jardines.
Kiara, por otro lado, se encontraba intrigada por
sus propios sentimientos, nunca había sentido algo así, así que no sabía que
nombre darle. La breve pero potente interacción con el humilde beta despertó
algo en ella que no podía comprender del todo. Se preguntaba si sería posible
que alguien como él pudiera llegar a ocupar un lugar especial en su vida, ¿Era
correcto que quisiera pasar tiempo a su lado?, entonces recordó sus propias
palabras "Los Alfas estamos para cuidar de los beta" Bajo esa premisa estaba
bien que estuviera a su lado por si se volvía a lastimar "después de todo esas
tijeras y estar encaramado en árboles todo el tiempo no es algo seguro" Se dijo
y usando eso como excusa empezó a ver al guapo beta cada vez más seguido, se
sentaba a su lado mientras él trabajaba y hablaban de todo un poco, él le
contaba de su vida en el pueblo y luego ella le contaba algunas cosas de su
vida.
-¿Sabes? Te envidio- Le dijo un día haciendo que
él se retorciera de la risa- No te rías, lo digo en serio.
-¿Y por qué me envidia su majestad?
-Porque eres libre, yo podré ser poderosa y tener
miles de lujos, pero ese palacio no es más que un enorme jaula, toda mi vida ha
sido programada, incluso creen que tienen el derecho de decidir con quién me
casaré, seré una Alfa, pero mi opinión poco importa ante un consejo formado
solo por machos... De hecho seguro que ya deben estar buscándome para mis
lecciones de magia, si pudiera elegir me quedaría aquí contigo todo el día-
Dijo haciendo que 345 se sonrojada.
Por otra parte la institutriz de Kiara la buscaba
por los jardines "esta niña hará que pierda la cabeza un día" Pensaba mientras
avanzaba entre los matorrales, ella era una beta pero se sentía superior a los
demás betas por conocer tanto sobre magia que podía guiar a las princesas en su
educación aunque Kiara ya no tenía mucho más que aprender, por lo cual las clases
se le hacían tediosas y aburridas.
-¡Princesa kiara! ¿Dónde está?- Exclamó en su
forma de loba que le permitía seguir su rastro.
-Y ahí viene la celadora- le susurró kiara a 345,
se puso de pie y salió al encuentro de su maestra, sabía que su querido amigo
podría meterse en problemas por entablar amistad con ella, aunque ella seguía
sin entender que había de malo en eso- Aquí estoy ¿Qué sucede?- Dijo saliendo
de su escondite.
-Es hora de su lección de magia- Dijo la
institutriz tratando de conservar la calma.
-Oh, ¿eso era hoy? Perdón, lo olvidé...
-Así veo, tiene que mantener las patas en la
tierra, princesa, algún día será reina de todo el reino y no puede darse el
lujo de estos descuidos.
-Lo sé, lo sé, lo siento- Dijo.
Ambas caminaron de vuelta al castillo mientras
kiara se tragaba todo un sermón de como debía ser más puntual, responsable y
mil cosas más.