Capítulo 4 CAPITULO 4

El aire en la oficina estaba pesado, no podía creer que después de cinco años lo tuviera aquí en frente de mí, sentía que apenas podía respirar. Andrés se había instalado cómodamente en la silla frente a mi escritorio, cruzando una pierna sobre la otra, mientras me observaba con esa mirada que había llegado a conocer tan bien, una que solo traía peligro y promesas de dolor. Mi mente intentaba encontrar la calma, pero era imposible. Después de todo, ¿cómo puedo estar tranquila cuando el hombre que arruinó tu vida está sentado a pocos metros de mi?.

-Nunca me imaginé que volvería a verte después de tantos años -su voz sonaba como un susurro cargado de veneno-.¿ Cuatro o cinco años? ¿Eliminaste al estorbo?-No cierto se contesta el mío con su mirada fría fija en mi.

La pregunta me golpeó como un balde de agua fría. ¿Estorbo? ¿Así es como él ve a su propia hija?

Andrés soltó una carcajada fría y seca, una que me heló la sangre y al mismo tiempo me dió mucho miedo.

-Así que lo tuviste -hablo, inclinándose hacia mí-. Y ahora... mírate, una lisiada, estás en una silla de ruedas , no vales nada. Qué lástima que el accidente no te mató, ¿verdad? Habría sido mucho más fácil para todos.

No pude evitar sentir cómo un escalofrío recorría mi cuerpo.

- Tú-susurré ¿qué te hice? solo te ame con locura le dije con la voz quebrada, como si al decirlo en voz alta me permitiera aceptar finalmente la verdad-. No puedo imaginar tanta maldad que tienes en tu corazón , ¿cómo es posible que seas tú quien me atropelló? dejándome amarrada a esta silla de ruedas, eres un desgraciado -le grité bajando mi voz.

Andrés se encogió de hombros, como si no le importará, el hecho de arruinar mi vida.

-No fui yo personalmente -respondió-, pero sí, di la orden. Eso te pasa por desobedecer. Te advertí que no quería que nadie supiera de ese hijo bastardo, y lo mejor que podrías hacer sería desaparecer. Si no lo haces tú, lo haré yo , quizás también a tu hermana. Todavía no he decidido.

-Con mi hermana Valeria no te metas -le respondí con un valor que no sabía que tenía-. Mucho menos con mi...

-Con tu pequeña hija, Megan -interrumpió Andrés, pronunciando el nombre de mi bebé como si fuera una ofensa-. Me sorprende que al menos se parezca a ti y no a mí. Habría sido muy inconveniente.

No me salían palabras quedé en shock al darme cuenta que Andrés me tenía vigilada. No podía permitirme el lujo de quebrarme frente a él, no podía mostrarle que me tenía bajo su control, pero sentía que me estaba ahogando porque me hacía falta el aire.

Escuché una voz que me sacó de mis pensamientos.

-¿Pasa algo? -Preguntó Santiago, mi jefe. Su tono era preocupado, y al vernos, se detuvo a unos metros, sin saber si debía intervenir o no.

-No, señor Santiago -respondí con la mejor sonrisa que pude forzar-. El señor Andrés solo me estaba comentando sobre una propuesta que tiene para la empresa.

Andrés sonrió, pero era una sonrisa sin calidez.

-Sí, exactamente. Estábamos discutiendo algunos detalles. No hay de qué preocuparse.

Santiago asintió, aunque sus ojos se quedaron fijos en mí por unos segundos más, como si supiera que algo no estaba bien.

-Entonces, entremos a la oficina Andrés -dijo finalmente Santiago antes de darse la vuelta y retirarse.

Andrés se levantó y se volvió acercar a mi escritorio , colocando una mano en el respaldo de mi silla de ruedas.

- Quiero que te quede claro Amelia -murmuró, con su voz gruesa y amenazante -.No quiero que nadie se entere que esa bastarda es mi nieta , no me vuelvas a desafiar de nuevo o te juro que te arrepentirás. ¿Queda claro?

Asentí, apenas podía respirar, todo mi cuerpo temblaba . Andrés me miró y sonrió satisfecho, caminando hacia la oficina de Santiago como si no hubiera pasado nada.Como si no acabara de amenazar con destruir todo lo que amo.

No podía seguir así, no podía permitir que tuviera de nuevo el poder sobre mi vida y la de mi hija, no de nuevo.

Unos minutos después, sentí una mano cálida en mi hombro. Levanté la vista y encontré a Valeria, mirándome con preocupación.

-Amelia, ¿qué pasó? -me preguntó con suavidad, agachándose para quedar a mi altura-. Estás temblando.

-Andrés... -susurré-. Él... él fue quien me dejó en esta maldita silla de ruedas, quien dió la orden de que ese auto me atropellara, Valeria. Él sabe de Megan, y está dispuesto a hacer cualquier cosa para que nadie sepa que tiene una hija.

Vi cómo el rostro de mi hermana se endureció, cómo la rabia y la indignación se apoderaban de ella. Valeria siempre había sido mi roca, la que me sostenía cuando todo pierde su rumbo, y en ese momento, la vi tomar una decisión.

-No va a tocar a Megan -declaró con firmeza-. No mientras yo esté aquí. Y no te va a tocarte a ti tampoco. Vamos a encontrar una manera de detenerlo, Amelia. Te lo prometo.

Pero... tengo miedo, Valeria. No quiero perder a Megan. No puedo perderla.

-No la perderás -respondió Valeria, con una convicción que casi me hizo creerle-. Porque no vamos a dejar que ese monstruo nos quite nada más.

En ese momento, la puerta de la oficina se abrió de golpe, dejándonos ver la imagen de Andrés saliendo y Santiago entró nuevamente, su rostro lleno de preocupación.

- Diez minutos después, Santiago me llama Amelia, necesito que vengas conmigo -dijo apresuradamente-. Es sobre tu hija.

Mi corazón se detuvo, entre detrás de él -¿Qué pasó? -pregunté, sintiendo que el pánico comenzaba a apoderarse de mí.

-Alguien ha intentado entrar a la guardería -explicó Santiago-. Intentaron llevarse a Megan.

Las palabras apenas habían salido de su boca cuando sentí que el mundo se me caía. Valeria me habló con fuerza, impidiendo que me perdiera en mis temores por completo, y juntas seguimos a Santiago fuera de la oficina. Cada paso que daba me costaba más que el anterior, cada segundo que pasaba era una eternidad.

-¡ Por favor Dios, que esté bien! -susurré con una lágrima, como una plegaria, mientras nos dirigíamos a la guardería de la empresa.Mis pensamientos me gritaban que no dejaría que Andrés, ni nadie, me arrebatara lo único que tengo en mi vida.

Al llegar a la guardería, vi a Megan, asustada pero bien , estaba acurrucada en los brazos de una de las cuidadoras. La tomé entre mis brazos, sintiendo cómo mi corazón se calmaba en mi pecho y disminuía un poco, mi preocupación aunque no del todo.

-¿Quién fue? -pregunté, mirando a Santiago, la rabia sustituyendo al miedo-. ¿Quién intentó llevársela?

Santiago negó con la cabeza.

-No lo sabemos aún. Pero te prometo, Amelia, que no vamos a dejar que esto vuelva a suceder.

Pero mientras apretaba a Megan contra mí, no podía evitar sentir que esta batalla apenas comenzaba. Andrés había mostrado sus cartas, y ahora era mi turno.

Megan me miró con sus ojitos inocentes, y supe que haría lo que fuera necesario para protegerla, aunque me costara la vida.

-No estás sola, Amelia -susurró Valeria, poniendo una mano en mi hombro-. Vamos a enfrentarlo juntas...

Continuara...

            
            

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