Capítulo 2 Miradas Furtivas

El aire del verano, pesado y denso, traía consigo una tensión que no había existido en años anteriores. Aquella primera noche en la casa de campo de los Castelli había sido suficiente para que algo dentro de mí comenzara a cambiar, pero no me atrevía a darle un nombre. Sin embargo, cuando amaneció al día siguiente, lo que sentí junto al lago con Lucas seguía fresco en mi memoria, como una quemadura suave pero persistente. Intenté apartarlo de mis pensamientos mientras Valeria y yo nos preparábamos para el día, pero su imagen no dejaba de aparecer una y otra vez.

El desayuno se sirvió en la terraza, con vista al lago. Me esforcé por parecer tranquila, como si la conversación de la noche anterior no hubiese sido importante. Valeria estaba concentrada en su móvil, sus dedos volaban sobre la pantalla mientras me hablaba de una fiesta a la que quería que fuéramos esa misma noche.

-Dicen que va a ser la fiesta del verano. Hay música, luces, un DJ increíble... ¿No te parece genial?

Sonreí, pero mi mente estaba en otra parte. Intentaba distraerme, centrarme en las palabras de Valeria, pero sentía que una sombra invisible caía sobre mí, como si alguien me estuviera observando. Y no me equivocaba.

Desde el otro extremo de la mesa, Lucas no apartaba su mirada de mi. Mi corazón se detuvo por un segundo. Sus ojos, oscuros como el café, me examinaron por un instante, y aunque ambos intentamos hacer que el momento pasara desapercibido, la incomodidad nos envolvió a ambos como una nube densa. Bajé la vista rápidamente, fingiendo estar interesada en los huevos revueltos frente a mí, pero el calor en mi rostro era innegable.

Lucas no dijo nada, ni una palabra. Se limitó a seguir comiendo, pero cada vez que sentía su mirada, una corriente eléctrica recorría mi columna vertebral. Sabía que lo mejor sería ignorarlo, seguir actuando como si todo fuera normal, como si él no fuera más que el hermano de mi mejor amiga. Pero ya no podía engañarme. Algo había cambiado.

-¿Estás bien, Isa? -preguntó Valeria, notando mi distracción.

-Sí, solo estaba pensando en la fiesta de esta noche -mentí, intentando desviar la atención.

Ella sonrió con entusiasmo y comenzó a contarme todos los detalles de lo que esperaba fuera la mejor noche del verano. Sin embargo, mientras hablaba, sentía la presencia de Lucas como una presión constante, un peso invisible que hacía que cada palabra me costara más esfuerzo de lo habitual.

Cuando finalmente terminamos de desayunar, Valeria sugirió que fuéramos a nadar al lago, como solíamos hacer todos los veranos.

-Vamos, Isa, el agua debe estar perfecta -dijo, ya corriendo hacia el muelle con su bikini puesto.

-Ahora voy, solo déjame buscar mi toalla -respondí.

Me levanté de la mesa y caminé hacia el interior de la casa. Estaba a punto de subir las escaleras cuando escuché pasos detrás de mí. Me giré para encontrarme con Lucas, quien caminaba tranquilamente hacia mí, con las manos en los bolsillos y esa expresión tranquila que lo hacía parecer siempre en control.

-¿Todo bien, Isa? -preguntó, con un tono que parecía casual, pero que llevaba un trasfondo de curiosidad.

Mi corazón dio un vuelco. Sabía que mi rostro reflejaba la confusión que sentía por dentro, pero traté de mantenerme tranquila.

-Sí, todo bien. Solo iba a buscar mi toalla -respondí rápidamente, señalando hacia las escaleras.

-Ah, claro -dijo, con una leve sonrisa que no alcanzó sus ojos-. Te vi un poco... distraída en el desayuno.

-No, no lo estaba -mentí, aunque sabía que él podía ver a través de mí.

Un silencio incómodo se instaló entre nosotros. Lucas parecía querer decir algo más, pero en lugar de hacerlo, se quedó mirándome, con esa intensidad que comenzaba a ser familiar. Sentía que podía leerme, como si estuviera intentando descifrar cada una de mis emociones.

-Bueno, nos vemos en el lago -dijo finalmente, y sin más, continuó su camino hacia la puerta.

Me quedé allí, quieta, con el corazón latiéndome en la garganta. Algo en esa interacción había sido diferente, y no podía sacudirme la sensación de que había más en sus palabras de lo que él dejaba ver. La incomodidad que nos rodeaba solo servía para alimentar un tipo de atracción que, aunque no lo quería admitir, me arrastraba más hacia él.

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Más tarde, en el lago, Valeria y yo nos lanzamos al agua, riendo como niñas. Los rayos del sol caían sobre nuestras cabezas, y el agua refrescante era todo lo que necesitábamos para contrarrestar el calor sofocante. Sin embargo, a pesar de la diversión, mi mente no podía evitar volver una y otra vez a Lucas.

Después de unos minutos nadando, me subí al muelle para secarme un poco al sol, mientras Valeria seguía jugando en el agua. Me tumbé sobre la madera caliente, sintiendo el calor bajo mi piel, cuando de repente noté un movimiento a mi lado. Lucas había salido de la casa y caminaba hacia el lago. Llevaba un bañador oscuro y una camiseta blanca que resaltaba su bronceado, y aunque intenté no mirarlo, sentí cómo mi atención se desviaba hacia él.

Lucas se quitó la camiseta y se lanzó al agua sin decir una palabra, nadando hacia Valeria con brazadas fuertes y decididas. Mi respiración se detuvo por un segundo mientras observaba cómo el sol reflejaba en el agua alrededor de él, y me odié por no poder apartar la vista.

Por unos instantes, los dos se sumergieron bajo el agua, y la risa de Valeria llenó el aire cuando su hermano intentó salpicarla. A simple vista, todo parecía normal. Una tarde más de verano, como cualquier otra. Pero yo sentía que algo subyacía en el ambiente, algo invisible pero innegable.

Me quedé sentada en el muelle, con las piernas colgando en el agua, cuando Lucas finalmente emergió cerca de mí. Sus ojos se encontraron con los míos, y por un instante el tiempo pareció detenerse. Estábamos tan cerca que podía ver las gotas de agua resbalando por su rostro, su pecho subiendo y bajando por el esfuerzo de nadar. No dijo nada, solo me observó.

-¿No te vas a unir a nosotros? -preguntó finalmente, rompiendo el silencio que comenzaba a hacerse pesado.

-Ya estuve nadando un rato -respondí, intentando parecer despreocupada.

Lucas asintió, y sin dejar de mirarme, dijo algo que no me esperaba:

-El agua está mejor de lo que parece desde aquí.

Hubo algo en su tono, algo en la manera en la que pronunció esas palabras, que las hizo sonar como una invitación. No era lo que dijo, sino cómo lo dijo. Mi corazón comenzó a latir más rápido, y antes de que pudiera decir algo, Lucas se sumergió de nuevo bajo el agua, nadando hacia el centro del lago.

Intenté ignorarlo. Me concentré en Valeria, en el sonido del agua, en cualquier cosa que me distrajera de él, pero su presencia seguía siendo una constante en mi mente. Cada vez que lo veía moverse en el lago, algo en mí se removía, algo que no quería admitir pero que se hacía cada vez más fuerte.

Finalmente, Valeria nadó hacia mí y me sacó de mi ensoñación.

-Isa, vámonos a preparar para la fiesta de esta noche. Va a ser épica.

-Sí, claro -respondí, agradecida por la distracción.

Subimos juntas hacia la casa, y aunque Valeria no dejó de hablar en todo el camino, yo apenas podía concentrarme en lo que decía. Mi mente seguía atrapada en lo que había pasado en el lago, en esa mirada de Lucas, en ese breve intercambio de palabras que había dejado mi corazón en un estado de confusión total.

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Más tarde, en la fiesta, intenté dejar atrás mis pensamientos y disfrutar del ambiente. La música resonaba a todo volumen, y las luces brillaban sobre la pista de baile improvisada que los chicos del pueblo habían montado en una antigua granja. Valeria estaba en su elemento, bailando y riendo con un grupo de amigos, mientras yo me movía tímidamente entre la multitud, intentando evitar cualquier situación incómoda.

Sin embargo, no importaba cuántas veces intentara distraerme. Sabía que Lucas estaba allí, en algún lugar. Sentía su presencia como una sombra persistente, un tirón invisible que me mantenía alerta.

Finalmente, lo vi. Estaba apoyado contra una pared, observando la fiesta desde la distancia, con una copa en la mano. Sus ojos recorrieron la multitud hasta que se encontraron con los míos, y en ese instante, supe que no había escape. Una corriente eléctrica recorrió mi cuerpo cuando sus labios se curvaron en una media sonrisa.

De repente, sentí una mano en mi brazo. Valeria, que había aparecido de la nada, me arrastró hacia la pista de baile.

-¡Baila conmigo! -me gritó por encima de la música, riendo mientras intentaba arrastrarme al centro de la pista.

Yo me reí nerviosamente, siguiendo su ritmo, aunque mi mente estaba muy lejos de la música o del baile. Cada vez que me movía, sentía que Lucas seguía observándome, como si estuviera esperando algo, y esa sensación solo hacía que mi corazón latiera más rápido.

En algún momento, perdí a Valeria en la multitud, y me encontré sola en un rincón de la granja, intentando calmar mis pensamientos. Sin embargo, antes de que pudiera relajarme, una voz familiar rompió el silencio.

-¿Cansada de la fiesta?

Me giré rápidamente, y ahí estaba él. Lucas, de pie frente a mí, con esa misma expresión tranquila pero cargada de significado. Estábamos a solas, lejos del bullicio de la fiesta, y aunque sabía que debería decir algo, mis palabras se quedaron atrapadas en mi garganta.

-Un poco -respondí finalmente, sintiendo que mi voz sonaba más débil de lo que me gustaría.

Lucas dio un paso más cerca, reduciendo la distancia entre nosotros. Sus ojos, oscuros y penetrantes, me observaban como si intentaran leer cada pensamiento que pasaba por mi mente.

-¿Sabes? -dijo, con una voz suave pero firme-. He estado pensando en lo que dijiste esta mañana. Que no sabías qué querías hacer después de la escuela.

Mi corazón latió con fuerza al escuchar esas palabras. No sabía por qué había traído a colación esa conversación, pero sentía que lo que venía después sería importante.

-A veces las mejores cosas son las que no planeas -dijo, repitiendo sus palabras del día anterior, pero esta vez con una intención clara en su tono.

El silencio que siguió fue abrumador. Estábamos tan cerca que podía sentir el calor de su cuerpo, el leve olor a colonia mezclado con el aire fresco de la noche. Mis pensamientos eran un caos, una mezcla de emociones que no podía entender del todo. ¿Qué estaba pasando entre nosotros? ¿Por qué todo parecía tan diferente, tan complicado?

Antes de que pudiera decir algo, la voz de Valeria nos alcanzó desde la distancia.

-¡Isa! ¿Dónde te metiste?

El hechizo se rompió de golpe. Lucas dio un paso atrás, su mirada se suavizó, y sonrió con esa media sonrisa que me dejaba siempre con más preguntas que respuestas.

-Nos vemos, Isa -dijo, antes de desaparecer entre la multitud.

Me quedé allí, mirando el lugar donde había estado, con el corazón en un torbellino de emociones. Sabía que estaba atrapada en algo más grande de lo que podía controlar, pero aún no sabía cómo salir. O si quería hacerlo.

El verano seguía avanzando, y con él, la atracción secreta entre nosotros crecía, silenciosa, peligrosa.

            
            

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