Capítulo 5 El primer beso

Durante los días siguientes, intenté hacer justamente eso: poner distancia. Me concentré en otras cosas, deje de salir con Valeria y nuestros amigos para así evitar ver a Isa y mantenerla lo más lejos posible de mí, intenté ocupar mi mente con cualquier cosa que no fuera ella. Pero cada vez que la veía, cada vez que nuestras miradas se cruzaban, sentía que el suelo bajo mis pies se volvía inestable de nuevo.

Una tarde, mientras estaba en el cobertizo revisando unas herramientas, Isa entró de repente. El ambiente cambió de inmediato. Estábamos solos, y eso hacía que todo fuera más complicado. Sentí su presencia antes de que hablara, y mi corazón se aceleró a pesar de que intenté mantener la compostura.

-Lucas -dijo, con una voz suave, pero cargada de algo que no podía ignorar.

Me volví lentamente hacia ella, mis manos aún sujetando una vieja cuerda que había estado revisando, más por distraerme que por necesidad.

-Isa, no deberíamos... -empecé, pero ella me interrumpió.

-No podemos ignorar lo que está pasando entre nosotros -dijo, dando un paso más cerca.

Mis defensas se alzaron de inmediato. Sabía que tenía que cortar esto de raíz, que cuanto más prolongáramos este tira y afloja, más difícil sería mantener la distancia que tanto necesitaba. Pero al mismo tiempo, no podía dejar de notar lo cerca que estaba de mí, lo fácil que sería dejarme llevar por lo que ambos sabíamos que estaba ahí.

-Isa, tenemos que parar. Esto... -Hice una pausa, buscando las palabras correctas, las que harían que entendiera lo que yo apenas estaba logrando asimilar-. No puede pasar.

Ella frunció el ceño, claramente frustrada por mi respuesta.

-¿Por qué? -preguntó, su voz baja pero firme-. ¿Por qué no puede pasar?

Solté la cuerda que tenía en las manos y me pasé una mano por el cabello, exasperado.

-Por muchas razones. Mi hermana, nuestras familias... Tú sabes que esto no está bien. Es complicado, Isa. No es tan simple como parece.

Isa se quedó en silencio, observándome con esos ojos oscuros que parecían ver más allá de las palabras que decía. Sabía que no la convencía del todo, pero también sabía que no podía dejar que esto continuara. Si lo hacía, podría perder mucho más de lo que estaba dispuesto a arriesgar.

-Es solo que... no quiero que esto acabe mal -dije finalmente, bajando la mirada al suelo.

Ella dio un paso más cerca, y esta vez no intenté retroceder. Sentí su mano rozar la mía, y esa simple acción hizo que todo mi cuerpo se tensara. No era justo, ni para ella ni para mí. Pero a veces, lo correcto no era lo que uno quería.

-Lucas -dijo, su voz un susurro-. Yo tampoco quiero que nada termine mal, pero no podemos negar lo que sentimos.

Me aparté de su toque, aunque me costó más de lo que me gustaría admitir.

-No podemos sentir esto, Isa -dije, con una firmeza que intentaba imponer tanto a ella como a mí-. Es mejor si lo dejamos aquí antes de que lo que sea que sentimos crezca

Vi el dolor reflejado en sus ojos al escuchar mis palabras, y eso me hirió más de lo que esperaba. Pero era necesario. Era lo mejor.

-Lo siento -murmuré, dando un paso hacia atrás, creando la distancia que ambos necesitábamos.

Isa asintió lentamente, aunque su mirada seguía cargada de tristeza.

-Está bien -susurró-. Si eso es lo que quieres...

Me giré antes de que pudiera decir algo más, porque sabía que, si seguía mirándola, no podría mantenerme firme. Salí del cobertizo y dejé que el aire fresco me envolviera, intentando calmar los latidos frenéticos de mi corazón.

Había hecho lo correcto. Sabía que había tomado la decisión más sensata. Mantener la distancia era lo mejor para ambos, aunque doliera. Pero mientras caminaba hacia la casa, sentía que algo dentro de mí se quebraba lentamente. Porque, por mucho que quisiera negarlo, lo que sentía por Isa no era algo que pudiera olvidar fácilmente. Y, a pesar de todas las razones que tenía para alejarme, una parte de mí sabía que esto no había terminado.

---

Desde el momento en que decidí poner distancia entre Isa y yo, mi mente no había tenido un solo minuto de descanso. Me había convencido de que lo mejor era mantenerme alejado, que nuestras circunstancias no lo permitían, que nuestras familias, la amistad con Valeria, y la diferencia de clases eran barreras demasiado grandes. Pero cada vez que la veía, cada vez que escuchaba su risa o sentía su mirada sobre mí, toda esa lógica se desmoronaba.

Por más que intentaba alejarme, no podía. Había algo entre nosotros que no desaparecía, algo más fuerte que las razones que me daba para negarlo. Durante días luché contra mí mismo, pero la verdad era que mi corazón ya había tomado la decisión por mí.

Esa noche fue la gota que colmó el vaso.

Estábamos en la sala de estar de mi casa, todos juntos, con Valeria, mis padres, y los de Isa. Todo el mundo charlaba y reía, pero mi mente estaba completamente en otra parte. Isa estaba sentada al otro lado de la sala, tan cerca y a la vez tan fuera de mi alcance. Parecía distraída, su mirada perdida en algún punto entre la conversación y sus propios pensamientos. Sabía que también estaba pensando en mí, porque, cada vez que nuestras miradas se cruzaban, sentía esa chispa que nos conectaba. Esa chispa que había estado ignorando durante demasiado tiempo.

No podía seguir con esta tortura.

No importaba cuánto intentara convencerme de lo contrario, cada vez que estaba cerca de Isa, era como si el mundo se apagase. Solo existíamos ella y yo, y ese deseo latente que había estado creciendo entre nosotros. Era más que una simple atracción, lo sabía. Pero también sabía que si no hacía algo, si seguía reprimiéndome, acabaría perdiéndola para siempre.

Esa idea me aterrorizaba más que cualquier otra cosa.

Cuando todos empezaron a levantarse, preparando el fin de la velada, tomé una decisión impulsiva, casi desesperada. Necesitaba hablar con Isa, aclarar las cosas de una vez por todas. Necesitaba sentir que lo que había entre nosotros no era solo una fantasía mía, que ella sentía lo mismo, y que estábamos dispuestos a enfrentarlo juntos, sin importar las consecuencias.

Esperé hasta que todos se dispersaron, mis padres acompañaron a los suyos a la puerta, Valeria subió a su habitación, y todo se calmó. Isa se quedó un poco rezagada, recogiendo su chaqueta del perchero. Mi corazón comenzó a latir con más fuerza. Sabía que no podía dar marcha atrás.

-Isa -la llamé, mi voz apenas un susurro, pero suficiente para que ella se detuviera.

Se giró lentamente, y nuestros ojos se encontraron una vez más. En su mirada vi un reflejo de mis propios sentimientos: duda, miedo, pero sobre todo, ese anhelo que ninguno de los dos había podido sofocar.

-¿Qué pasa? -preguntó, con un tono que intentaba ser casual, pero que no lograba esconder la tensión.

No respondí de inmediato. En lugar de eso, me acerqué a ella, cruzando la habitación con pasos lentos, sintiendo cómo la distancia entre nosotros se acortaba física y emocionalmente. Mi respiración se volvió más pesada con cada paso. Cuando estuve lo suficientemente cerca para sentir su calor, me detuve.

-No puedo más, Isa -dije finalmente, sin poder contenerme.

Vi cómo su expresión cambiaba, sus ojos se abrieron un poco más, sorprendida por mi confesión. Pero no dijo nada, solo me miró, esperando que continuara.

-He intentado... -dudé, buscando las palabras-. He intentado hacer lo correcto. Mantenerme alejado. Pero es imposible. No puedo seguir fingiendo que no siento lo que siento cuando estoy contigo.

Mis palabras colgaban en el aire entre nosotros, cargadas de significado. Sentí cómo todo mi cuerpo se tensaba, esperando su respuesta, temiendo lo que pudiera decir.

-Lucas... -murmuró ella, su voz suave, temblorosa-. Yo tampoco puedo.

Con esas palabras, todo cambió.

No hubo más preguntas, ni más razones para negar lo inevitable. Me acerqué aún más, hasta que apenas unos centímetros separaban nuestros cuerpos. Isa no se apartó, al contrario, su respiración se aceleró, como la mía, y sus ojos no se apartaron de los míos. Todo en su lenguaje corporal me decía que sentía lo mismo, que estaba tan atrapada en esta situación como yo.

Extendí una mano y la apoyé suavemente en su mejilla, mis dedos rozando su piel suave. Isa cerró los ojos un momento, como si estuviera absorbiendo ese toque que ambos habíamos estado negando durante tanto tiempo. Mi pulgar recorrió el contorno de su rostro, un gesto que fue más íntimo de lo que podría haber imaginado. Me sentía completamente vulnerable, expuesto, pero también seguro de que esto era lo que quería, lo que necesitaba.

-¿Estás segura? -pregunté, mi voz apenas un susurro.

Isa abrió los ojos y asintió lentamente, sin dudarlo. En su mirada vi todo lo que había querido ver: deseo, pero también algo más profundo, algo que no se podía ignorar ni detener.

Eso fue todo lo que necesité.

Sin más preámbulos, me incliné hacia ella, acortando la distancia que quedaba entre nosotros, y mis labios encontraron los suyos. El primer contacto fue suave, casi tímido, como si ambos estuviéramos probando lo que habíamos estado negando. Pero en cuanto nuestros labios se tocaron, toda la tensión acumulada estalló.

El beso se volvió más profundo, más urgente. Mi mano se deslizó hasta su cintura, acercándola aún más a mí, mientras sus manos subían hasta mi cuello, aferrándose a mí como si no quisiera que este momento se acabara nunca. Y yo tampoco quería que terminara.

El mundo a nuestro alrededor desapareció por completo. Solo estábamos Isa y yo, en un espacio donde no existían las reglas, ni las expectativas, ni las diferencias sociales. Solo existía ese momento, ese beso, y todo lo que había detrás de él: los meses de sentimientos reprimidos, las miradas que decían más que las palabras, y el deseo de rendirnos a lo que había entre nosotros.

Cuando finalmente nos separamos, ambos respirábamos con dificultad. Nuestros rostros estaban tan cerca que nuestras frentes casi se tocaban, y ninguno de los dos dijo nada durante unos segundos. No era necesario. El silencio entre nosotros estaba lleno de significado, de promesas tácitas que no requerían ser dichas en voz alta.

-Lucas... -susurró Isa finalmente, rompiendo el silencio, pero antes de que pudiera continuar, la interrumpí.

-Lo sé -respondí-. Esto no va a ser fácil, pero no puedo seguir ignorándolo.

Isa me miró, y pude ver el miedo en sus ojos, pero también vi determinación. Sabíamos que las cosas no iban a ser sencillas. Todo lo que habíamos evitado por miedo seguía ahí: nuestras familias, Valeria, las expectativas sociales. Pero en ese momento, nada de eso importaba tanto como lo que acabábamos de compartir.

-No me importa lo que digan los demás -continué-. No me importa lo que piensen. Solo sé que no quiero perderte, Isa.

Ella me miró con esa intensidad que siempre me había desarmado, y, por primera vez, vi una sonrisa aparecer en sus labios, una sonrisa sincera y llena de esperanza.

-Yo tampoco quiero perderte -respondió, sus palabras tan suaves como el viento, pero llenas de una fuerza que me hizo sentir que todo era posible.

La besé de nuevo, más suave esta vez, como una promesa silenciosa de que estaba dispuesto a luchar por lo que fuera necesario para estar con ella. Sabía que el camino que teníamos por delante no iba a ser fácil, pero por primera vez en mucho tiempo, sentí que estaba tomando la decisión correcta.

No podíamos seguir negando lo que sentíamos. Y esa noche, con ese beso, ambos nos rendimos a lo inevitable.

                         

COPYRIGHT(©) 2022