"Hola, Natalia. Matías encontró una foto tuya y quiere llevarla hoy al colegio para mostrarla. Es una de las pocas fotos que tienes con su papá, pero puedo guardarla si prefieres que no la lleve."
El corazón de Natalia dio un vuelco. La foto. Sabía perfectamente de cuál hablaba Clara. Era una imagen de hace más de cinco años, una foto que había mantenido escondida en una caja, y que Matías debió encontrar por casualidad. En la foto, Natalia y Adrián aparecían juntos en una fiesta de la empresa, mucho antes de que su relación pasara a ser lo que fue. Adrián le había puesto el brazo sobre el hombro, en un gesto aparentemente amistoso, pero en sus miradas había algo más, algo que solo ellos conocían en ese momento.
"Dile que mejor la guarde para otra ocasión," escribió Natalia de inmediato.
No podía arriesgarse. Cualquier señal que relacionara a Adrián con su hijo complicaría su vida de formas que no estaba lista para enfrentar.
Mientras apagaba la pantalla de su celular, la puerta de su oficina se abrió de golpe. Era Adrián, sosteniendo una carpeta en una mano, con expresión severa.
-¿Molesto? -preguntó él, en tono seco.
Natalia se incorporó de inmediato, sorprendida por su entrada repentina.
-No, señor Velasco. ¿Puedo ayudarlo en algo? -respondió con tono profesional.
Él cerró la puerta detrás de él, sin apartar los ojos de ella. Dio un par de pasos hacia el escritorio y dejó caer la carpeta sobre él. Su expresión seguía siendo inescrutable, pero había algo en sus ojos, una sombra de sospecha o algo que Natalia no lograba descifrar.
-Quiero hablar de algo importante, Natalia. -Su tono era firme, casi intimidante-. Revisé tu propuesta de expansión para Sudamérica y, en términos generales, está bien estructurada. Pero hay detalles que parecen... vagos. Como si estuvieras pensando en algo más mientras trabajabas en esto.
Natalia se tensó. No había dejado de concentrarse en el proyecto, pero sabía que, desde que regresó, su mente se encontraba dividida entre el trabajo y su secreto. Aun así, respiró hondo y le sostuvo la mirada.
-Lamento si mi propuesta le pareció insuficiente, señor Velasco. Trabajaré en cada detalle para asegurar que cumpla con sus expectativas.
Adrián la observó con detenimiento, como si estuviera evaluando si su respuesta era sincera.
-¿Sabes? -dijo él, en voz baja-. A veces creo que hay algo más que no estás diciendo. -Sus ojos se clavaron en los de ella-. Algo personal.
Natalia sintió que el estómago se le encogía. La forma en que él la miraba, tan incisiva, tan perspicaz, le hacía temer que Adrián estuviera más cerca de la verdad de lo que ella pensaba. Pero sabía que no podía mostrarse afectada.
-Mi único interés es hacer el mejor trabajo posible para la empresa. Eso es lo único en lo que estoy enfocada ahora mismo.
Adrián mantuvo el silencio por unos segundos, y luego asintió lentamente. Dio un paso hacia atrás y levantó la carpeta de la mesa, como si estuviera evaluando si esa era toda la verdad.
-Lo espero, Natalia. Y recuerda, estaré vigilando cada avance.
Cuando Adrián salió de la oficina, Natalia se dejó caer en la silla. Cada encuentro con él era un juego de cuidado, una constante lucha para mantener su fachada intacta y evitar que su verdadera vida quedara expuesta.
Pasó el resto de la mañana revisando minuciosamente cada aspecto de la propuesta. Estaba decidida a mejorar cada detalle, a mostrarle que estaba a la altura del reto y que él no podía permitirse dudar de sus capacidades. No podía permitirse ni una sola debilidad.
Sin embargo, alrededor del mediodía, su secretaria le informó que Adrián había solicitado verla de nuevo en su oficina. Natalia respiró hondo y, tras organizar sus notas, se dirigió al despacho de su jefe. Cuando llegó, lo encontró revisando unos documentos junto a una enorme ventana. Sin volverse, Adrián habló.
-Natalia, quiero que prepares una presentación para el equipo de ejecutivos de Argentina. Ellos estarán aquí la próxima semana, y será una oportunidad para demostrarles tu capacidad.
-Por supuesto. Estaré lista para ello -respondió Natalia, anotando mentalmente la lista de tareas.
Adrián se volvió hacia ella y sonrió de forma enigmática.
-Sabes, admiro tu profesionalismo. A pesar de todo, mantienes esa distancia... -Él hizo una pausa, y sus ojos mostraron un destello que le heló la sangre-. Pero tengo que admitir que a veces esa distancia solo despierta más curiosidad.
-Es... un honor escuchar eso, señor Velasco -dijo ella, con tono medido.
Adrián no respondió de inmediato. La miró un momento más, como si estuviera analizando cada detalle de su rostro. Luego asintió y volvió a sus documentos.
-Eso es todo, Natalia. Nos veremos mañana en la reunión de estrategia. Y... -hizo una pausa antes de continuar-, si en algún momento decides ser menos... distante, sabes dónde encontrarme.
La tensión en la sala era palpable. Natalia hizo un esfuerzo para mantener su compostura, asintió brevemente y salió de la oficina. Apenas cerró la puerta, sintió que sus manos temblaban. Era claro que Adrián estaba decidido a romper sus defensas, y si no mantenía el control, todo podía desmoronarse.
Al final de la jornada, cuando regresó a casa, encontró a Matías jugando en el salón. Su hijo corrió hacia ella y se abrazó a sus piernas, riendo.
-¡Mamá! Hoy traje una foto tuya a la escuela. ¡Mis amigos dicen que te pareces a la mamá de uno de ellos!
Natalia sintió un nudo en la garganta. La simple idea de que alguien pudiera ver esa foto y hacer una conexión con Adrián la aterraba.
-Cariño, ¿dónde está esa foto ahora? -preguntó, tratando de sonar casual.
Matías se encogió de hombros.
-La tengo en mi cuarto. ¿Te gusta esa foto, mamá? Me gusta porque sales muy feliz con ese señor.
Natalia cerró los ojos, intentando mantener la calma. Sabía que Matías era demasiado joven para comprender las implicaciones, pero cada palabra de su hijo parecía añadir una nueva capa de peligro a su vida cuidadosamente controlada.
Después de acostar a Matías, se quedó sentada en su escritorio, sosteniendo la foto en la que ella y Adrián aparecían juntos. La había guardado por años, como un recuerdo de una época confusa, pero que en algún momento la había hecho feliz. Ahora, esa imagen era un símbolo de todo lo que tenía que mantener oculto, todo lo que debía proteger.
El día siguiente llegó rápidamente. Natalia se presentó a la reunión con el equipo de ejecutivos, preparada para defender su propuesta de expansión. Durante toda la presentación, Adrián la observaba con una expresión inescrutable, aunque en varios momentos ella sintió sus ojos fijos en ella con una intensidad perturbadora. Pero Natalia no le dio el gusto de mostrarse afectada. Mantuvo su postura, respondió cada pregunta con firmeza, y al final de la reunión, los aplausos fueron la señal de que su desempeño había sido impecable.
Después de la presentación, mientras el equipo se dispersaba, Adrián se acercó a ella.
-Buen trabajo, Natalia. No esperaba menos de ti. Creo que ambos sabemos lo que eres capaz de lograr, si te lo propones.
-Gracias, señor Velasco. Solo estoy aquí para cumplir con mis responsabilidades.
Adrián la miró con una sonrisa que parecía desafiar esa afirmación.
-Sé que eres buena en lo que haces. Pero hay algo en ti que... me recuerda a alguien que conocí hace años. Alguien que tenía un potencial que decidió abandonar.
Natalia sintió que la sangre se le helaba. Esa frase, pronunciada con un tono tan directo, parecía estar llena de intenciones. Pero no dejó que su miedo se mostrara.
-La gente cambia con el tiempo, señor Velasco. Todos encontramos nuestro camino, eventualmente.
Adrián asintió, su mirada seguía siendo penetrante, como si pudiera ver más allá de las palabras.
-Supongo que tienes razón. Sin embargo, hay algo que nunca cambia: la verdad. Y siempre encuentra la manera de salir a la luz.
La amenaza en sus palabras era evidente, y Natalia entendió en ese instante que Adrián estaba mucho más cerca de descubrir su secreto de lo que ella había imaginado. Mantener su distancia y su profesionalismo ya no serían suficientes. Adrián estaba dispuesto a desenterrar el pasado, y Natalia sabía que su vida y la de su hijo estaban en riesgo si no lograba adelantarse a él.