Perversos Deseos: Poder y Lujuria
img img Perversos Deseos: Poder y Lujuria img Capítulo 9 Episodio 08
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Capítulo 33 Episodio 32 img
Capítulo 34 Episodio 33 img
Capítulo 35 Episodio 34 img
Capítulo 36 Episodio 35 img
Capítulo 37 Episodio 36 img
Capítulo 38 Episodio 37 img
Capítulo 39 Episodio 38 img
Capítulo 40 Episodio 39 img
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Capítulo 46 Extra Final I img
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Capítulo 9 Episodio 08

- James, no es lo que piensas -comenzó Sean, intentando mantener la compostura-. Tú eres homosexual, a ti te gustan los hombres, y que te sientas atraído por mí no quiere decir que yo tenga que sentir lo mismo.

James notó el titubeo en la voz de Sean, la manera en que sus palabras parecían forzadas, y no dejó pasar la oportunidad de presionar.

- ¿Por qué me miente? -replicó James, su tono se volvía más insistente-. Cuando lo besé en el bar, usted pudo haberse apartado de mí, incluso golpearme ya que estábamos fuera de la universidad, y no lo hizo. Se dejó besar.

Sean sintió un nudo en la garganta. Sabía que James tenía razón, pero admitirlo sería cruzar una línea que había intentado mantener clara.

- James, con respecto a ese tema...

- No voy a olvidarlo, profesor -lo interrumpió James, su mirada intensa y llena de determinación-. Porque siento que usted sí desea algo más allá de lo correcto. Entonces, dígame, ¿usted se sentía atraído por ese profesor?

Sean se quedó callado, sus dedos jugaban nerviosamente con el recipiente de cristal que contenía la tarta de chocolate. Las palabras de James resonaban en su mente, y la verdad luchaba por salir.

- El que calla otorga, señor Dante -dijo James, levantándose con decisión.

James agarró su casco, su mirada fija en Sean. Había algo desafiante y a la vez vulnerable en su postura, como si estuviera ofreciendo una última oportunidad para la verdad.

-Yo no soy usted, si mi vida se tuerce será mi elección -declaró James con firmeza.

Sean se quedó en su asiento, observando cómo James salía del café. El murmullo de los demás clientes y la suave música de fondo se volvieron lejanas, casi irreales. Sus pensamientos giraban en torno a la conversación que acababa de tener, a la verdad que había intentado ocultar y a la realidad de sus propios sentimientos.

James había tocado una fibra sensible, y mientras Sean miraba el batido de chocolate abandonado en la mesa, sabía que su vida, y su relación con James, nunca volverían a ser las mismas.

James llegó a su casa con el motor de la moto aún rugiendo en sus oídos. Guardó la moto en el garaje y subió las escaleras de dos en dos, con el corazón acelerado, aunque no sabía si era por la velocidad o por la ansiedad de lo que pudiera encontrar al entrar. Introdujo la llave en la cerradura y, al abrir la puerta, se encontró con un grupo de hombres en la sala. Su padre, Vittorio Carbone, estaba sentado como un rey en su sofá favorito, rodeado por sus secuaces.

James sintió una mezcla de rabia y desprecio al ver a Vittorio allí. Caminó hacia su madre, que se encontraba tensa y callada en una esquina.

- ¿Qué hace este hombre aquí? - preguntó con voz firme.

Vittorio se levantó con una sonrisa cínica, abriendo los brazos en un gesto que pretendía ser paternal.

- ¿No le vas a dar un abrazo a tu padre?

James esbozó una sonrisa irónica, llena de amargura.

- Ese título no te corresponde, es muy bajo y cínico de tu parte-respondió, sentándose en el sofá con actitud desafiante.

Vittorio volvió a sentarse, acomodándose con la misma comodidad de alguien que se siente dueño del lugar.

- No seas tan malo con tu padre. Puedes necesitar de mí -dijo con una voz cargada de falsa preocupación.

James lo miró con desprecio.

- Bueno, ¿qué es lo que quieres?

La sonrisa de Vittorio se desvaneció, reemplazada por una expresión más severa.

- Sigues frecuentando ese bar de maricones, ¿verdad?

James se mordió el labio, luchando por mantener la calma.

- Yo soy uno, ¿lo olvidaste? -respondió con sarcasmo.

Vittorio chasqueó la lengua con disgusto.

- No, por desgracia no. Pero como te gusta follar putos, entonces te lo permito.

James apretó los puños, sintiendo la ira arder en su interior.

- Iremos al grano, James -continuó Vittorio-. Arón recibe un cargamento de drogas dos veces a la semana, y quiero que metas la mano ahí, que saques información y averigües quién es su proveedor.

James se levantó de un salto, lleno de indignación.

- Ni de coña. No voy a traicionar a un amigo. Ve al bar por tu cuenta y pregúntale tú mismo a Arón, tal vez se ponen de acuerdo y dividen ganancias.

La sonrisa de Vittorio se volvió aún más fría y calculadora. Se puso de pie lentamente, sacando un arma de su chaqueta y apuntándola directamente a la madre de James.

- No se trata de que quieras o no -dijo con voz gélida-. Te estoy ordenando que lo hagas.

El rostro de James palideció al ver el cañón del arma dirigido a su madre. Su respiración se volvió irregular, y sus ojos se llenaron de furia y desesperación. No podía permitir que su madre pagara por sus decisiones.

- Está bien -dijo, con la voz temblorosa pero firme-. Haré lo que pides, pero si le haces daño a mi madre, no habrá lugar en el mundo donde te puedas esconder de mí.

Vittorio bajó el arma lentamente, satisfecho con la respuesta de su hijo.

- Así se habla, hijo. Sabía que entenderías las reglas del juego.

James miró a su madre, que lo observaba con lágrimas en los ojos, y sintió que su corazón se rompía un poco más. Había aceptado una tarea que podía costarle más de lo que estaba dispuesto a perder, pero por ella, haría cualquier cosa.

- Regresaré y espero tener una respuesta. - dijo el hombre dirigiéndose a la salida junto a sus hombres y dedicándole una mirada a su hijo por última vez.

James estaba aún temblando cuando se liberó de la intensa mirada de su padre, sintiendo el peso de la amenaza latente en cada uno de sus músculos tensos. Su madre, Sofía, se acercó con cautela, abrazándolo con fuerza, tratando de transmitirle un consuelo que ella misma necesitaba desesperadamente.

- Disculpa, hijo, no debí dejarlo entrar -dijo Sofía, su voz quebrada por el miedo y la culpa, apretándose contra James como si buscara protegerlo de la oscuridad que Vittorio representaba.

James la sostuvo, sus propios brazos alrededor de ella, como un escudo débil pero decidido.

- Ya basta, mamá, no es tu culpa -respondió con voz áspera, pero con una suavidad que reservaba solo para ella-. Este hijo de puta no se iba a detener. Cuando se le mete un objetivo en la cabeza, no para hasta obtenerlo.

La furia en su voz era palpable, una mezcla de impotencia y determinación. Se separó suavemente de su madre, mirándola a los ojos con una promesa silenciosa de que haría todo lo posible para mantenerla a salvo.

- Iré al bar -dijo con resolución-. Voy a resolver esto.

Sofía asintió, aunque la preocupación no desaparecía de su rostro. James la besó en la frente antes de girarse hacia la puerta, sabiendo que cada paso que daba lo acercaba más a un peligro del que tal vez no podría escapar.

Subió de nuevo a su moto, la adrenalina aún bombeando en sus venas, encendió el motor y dejó que el rugido del vehículo ahogara momentáneamente sus pensamientos. Las calles de la ciudad pasaban rápidas, pero su mente estaba enfocada en un solo objetivo: llegar al bar y hablar con Arón.

El bar estaba más oscuro de lo habitual, una señal de que las cosas no iban bien. James estacionó la moto en un callejón cercano, apagando el motor con un suspiro profundo. Al entrar, el olor a alcohol y humo lo envolvió, familiar y reconfortante en su propia manera retorcida. Encontró a Arón en una mesa al fondo, revisando papeles con una expresión de concentración.

- Arón -dijo James al acercarse, su voz grave y urgente.

Arón levantó la vista, sorprendido de verlo a esa hora. James se sentó frente a él sin esperar invitación, y se inclinó hacia adelante, hablando en un susurro apresurado.

- Necesito tu ayuda.

- ¿Se trata de dinero? - preguntó despreocupado.

- No, no es sobre dinero.

Dándose cuenta de que tal vez se trataba de algo mucho más serio, dejó el trabajo a un lado y lo atendió.

- Mi padre, quiere que me infiltre aquí para sacar información sobre tus proveedores de drogas.

Arón frunció el ceño, procesando la información con rapidez.

- ¿Qué piensas hacer? -preguntó, manteniendo la calma.

James apretó los dientes, sus ojos brillando con determinación.

- No voy a traicionarte, Arón. Pero necesito que me ayudes a mantener a mi madre a salvo. Vittorio no se detendrá hasta obtener lo que quiere, y no quiero poner a nadie en peligro, especialmente a ella.

Arón asintió lentamente, comprendiendo la gravedad de la situación.

- Eso no tiene problema, James, eres muy valioso para mí y tu lealtad me la has demostrado día tras día. Te daré el contacto de un proveedor, eso va a controlar a tu padre, es bastante bueno y siempre me ofrece productos de la mejor calidad. - dijo Arón buscando dentro de su libreta de notas el número del proveedor. Cuando lo encontró, arrancó la esquina de la agenda y le anotó el número, - Vittorio es un poco estúpido, James, si piensa que llevándose a mis proveedores me hará algún daño está muy equivocado, él no es la única persona que controla este negocio.

- Ese es su problema, que sabe que eres demasiado bueno con lo que haces y quiere quedarse con todos los puntos claves.

- Puede hacerlo, yo seguiré con lo mío - Arón le entregó el papel y le dijo, - intento mantenerte lejos de este negocio, James, pero siempre que me necesites voy a estar aquí.

James sonrió agradecido. Desde que conoció a Arón, él lo ayudaba, a pesar de que siempre terminaba envuelto en problemas y convertía su negocio en un rin de boxeo, era alguien a quien apreciaba por su protección hacia él, como un hermano mayor.

Salió del bar y se percató de que alguien lo estaba vigilando, por su puesto que su padre enviaría a alguien a que lo siguiera para saber si de verdad estaba cumpliendo con su recado. James levantó la mano en señal de saludo para que el tipo supiera que él conocía de su presencia, luego agitando la mano le sacó el dedo del medio y le sonrió. Se colocó el casco, encendiendo la moto y haciéndola rugir pasó cerca del vigilante y le dijo, - Puedes avisarle al cabrón de mi padre que tengo lo que pidió.

Se alejó dejando solo un humo espeso detrás. Su casa estaba bastante cerca del bar de Arón, así que no tardó nada en llegar a su destino, el mensaje que le había enviado a su padre correría como pólvora y con una posibilidad de que este se encontrara cerca. Dejó la moto en el garaje esperando unos segundos a que este apareciera, cerró las compuertas del garaje con un golpe que resonó en el aire.

Su padre, estaba como había previsto en el lugar, de pie frente a él con una expresión impenetrable y con una mano apoyada sobre la otra.

-Y bien, ¿qué te ha dicho? -preguntó, su voz dura y expectante.

- Te envié un recado - dijo James demorando la información.

- Fue recibido, ¿qué te dijo?

James, sin mostrar ninguna emoción, sacó el papel doblado de su chaqueta y se lo entregó.

-Me ha dado un número -dijo con un tono seguro-. Me ha dicho que ese es su proveedor habitual y que no le falla nunca.

Vittorio tomó el papel, estudiándolo brevemente con ojos críticos.

-¿Te dio la información así sin más? -dudó, alzando una ceja.

-Arón confía en mí -respondió James, manteniendo su firmeza.

Vittorio entrecerró los ojos, aún escéptico.

-Y yo que pensaba que quería deshacerse de ti. Solo sabes buscarle problemas -dijo con un tono de desdén.

James sintió cómo la ira hervía dentro de él. Apretó los puños, intentando contenerse.

-Y ya que tienes ojos de buitres en todos lados ¿Por qué vienes aquí a tocarme las pelotas? Pudiste enviar a esos carroñeros-dijo James, furioso, con la voz cargada de resentimiento.

Vittorio sonrió de manera irónica, sin perder su compostura.

- No confío en nadie más para esto, eres mi único heredero, James, te guste o no, vas a estar al mando -respondió con una frialdad que hizo temblar a James.

Sintió cómo su odio hacia su padre se intensificaba. Siempre el control, siempre la manipulación. No importaba cuánto intentara escapar, Vittorio siempre encontraba una manera de arrastrarlo de vuelta a su mundo oscuro y corrupto.

-No voy a meterme en tu suciedad. Ahora déjame en paz -dijo James, dándole la espalda y caminando hacia la puerta de su casa.

-Recuerda, James -la voz de Vittorio se alzó, resonando en el garaje-. Esto no es un juego. La próxima vez, no seré tan paciente.

James se detuvo por un instante, sintiendo el peso de las palabras de su padre como un yugo sobre sus hombros. No respondió, solo siguió caminando, intentando mantener la calma.

            
            

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