Perversos Deseos: Poder y Lujuria
img img Perversos Deseos: Poder y Lujuria img Capítulo 10 Episodio 09
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Capítulo 10 Episodio 09

Era lunes por la mañana y Sean había dado su primera clase, para beneficio de él, no había visto a su James aún y no tenía que continuar con aquella conversación que se había quedado a medias y con muchas cosas por decir.

Dejaría atrás su pasado y se dedicaría únicamente a los planes de boda con su prometida, nada ni nadie podía cambiar su estabilidad que tanto había luchado por conseguir.

¡Él jamás le sería infiel a su novia! Menos aún con el pensamiento, porque, James no era sólo su estudiante y que se preocupara por su bienestar no era excusa para cometer un acto tan sucio.

Entrando en el baño de profesores, miró su reflejo en el espejo, tenía unas ojeras terribles bajo sus ojos, y es que en todos aquellos años jamás se vio tan estresado como lo estuvo el fin de semana y excusándose que podrían ser producto a la boda, abrió el grifo, echándose agua en el rostro, intentando refrescarse

El rebote de unos nudillos en la puerta, lo hicieron mirar sobre su hombro. Cogió unas cuantas toallas de papel y secó su rostro, para pronto murmurar un callado-. Está ocupado.

Creyó que aquello sería suficiente, pero se vio sulfurado cuando el toque se volvió a repetir; frunciendo el ceño, irguió la espalda, y sin apartar sus manos de la cerámica que sostenía el lavamanos, suspiró.

- Está ocupado - dijo, esta vez más fuerte, escuchando el pronto silencio del lado contario.

Cuando pensó que habían entendido, él mordió el interior de su mejilla y peinó los mechones de cabello por detrás de su oreja.

Un nuevo jadeo escapó de su garganta cuando la puerta fue tocada una vez más, y frunciendo el ceño, dispuesto a ser grosero y gritarle mil cosas a la persona irritante que esperaba fuera, él abrió la puerta; pero no pudo hacer mucho antes de mirar aquel gesto jocoso. Enseguida fue empujado hacia el interior del emplazamiento, admirando como James cerraba la puerta tras de sí, abrió la boca para decir algo, pero nada salió.

Las manos del chico pronto se aproximaron a su camisa, haciéndolas puño sobre la tela y jalándolo hacia al frente, sus pechos juntos cuando Sean parpadeando, sintiendo su corazón por completo acelerado.

- ¿Por qué no te he visto hoy? - cuestionó James, su mirada brillante ante la pronta cercanía; aunque su tono escuchándose fuerte y demandante. -¿Me estás evitando? No quieres confesarme tu sucio pasado.

En aquel preciso instante, el hombre reaccionó e intentando liberarse del agarre, soltó un gruñido.

- ¿Qué haces aquí? ¡Es un baño exclusivo para profesores! - Intentó, pero tan sólo consiguió una sonrisa por parte del menor-. Señor Martín, por favor.

- Te gusto - volvió a comentar, su voz burlona esta vez-. ¿Te gusto?

- Sal de aquí - ordenó, logrando zafarse y retrocediendo con pasos torpes. Su trasero chocando contra el lavamanos y su gesto pintando entre el horror y el enojo. James entrecerró los ojos, relamiendo sus labios, y tras una sonrisa; se cruzó de brazos-. ¡Salga de aquí ahora mismo, James!

- Vamos, no seas tan cruel - bromeó, mordiendo su labio -. Estabas muy interesado en ayudarme, me dejaré ayudar si te reconoces que te encantan las pollas.

- ¡Basta! - Gruñó, empujando el cuerpo del estudiante y abriendo la puerta-. ¡Estoy cansado!

James mordió el interior de su mejilla. Quizás había sido una idea demasiado arriesgada y tan sólo consiguió que su profesor lo detestara, pero quería acercarse a él de alguna manera estaba desesperado.

- Bien, me iré - declaró, una última mirada-. Pero tan sólo porque tengo clases y no deseo llegar tarde, el Profesor Dante a veces suele ser muy amargado, sin embargo el camarero Sean. - con aquella última broma, él abandonó el pequeño baño, no sin antes guiñarle un ojo al hombre, quien, con el corazón palpitando con fuerza en sus oídos, salió y cerró la puerta detrás de sí.

A un lado de él, se encontraba su colega Diego Sandoval, quien lo miraba con los ojos bien abiertos, no comprendiendo de inmediato por qué Sean estaba encerrado en el baño con su alumno y menos aún, por qué éste tenía la camisa arrugada.

Antes de poder hablar, Sean peinó su cabello hacia atrás, suspirando y admirando como James se alejaba de su vista con un paso agrandado.

Acercándose a Sean y poniendo sus ojos en el joven que caminaba por los pasillos, tragó saliva-. ¿Qué hacía ese estudiante en el lavado de profesores, Sean?

- Parece que no le dio tiempo encontrar su baño y me pidió permiso - mintió saliendo rápidamente del problema que estaba a punto de crearse.

Diego asintió y sonriendo dijo, - estos chicos están perdidos.

- Ya sabes son jóvenes, - se echó a reír un poco más calmado - Tengo clases Diego, nos vemos.

Sean apresuró sus pasos y perdiéndose en el pasillo, se detuvo para mirar su camisa, estaba echa un enrollo terrible, antes de entrar al salón, se arregló un poco y entrando manteniendo la respiración, todas la miradas se clavaron contra él, James irguió la espalda, deseando poder sobresalir entre los demás y captar la atención del profesor de una forma más sana. Pero aquello no sucedió.

- ¿Alguna pregunta? - Cuando terminó su charla, cuestionó.

James hubiera levantado la mano, pero no había prestado la más mínima atención a la clase, pues estaba perdido admirando a Sean, y también, concentrado en divagar por su cabeza.

- Yo tengo una pregunta - Alex alzó la mano, captando la atención de todos. James sonrió con confidencialidad y notó como su otro amigo, Mark parecía divertido.

- Claro, Alex. Dígame - con una apenas visible sonrisa, Sean entrelazó los dedos de su mano y admirando con fijeza el rostro de su revoltoso alumno, pensó que quizás no era tan malo.

- Verá... Es que estoy en una relativa agonía - relató, su voz tratando de sonar importante-. Esta tarde debo ir a una sesión de fotos y me den un contrato para posar desnudos. El caso es ¿Debería firmar?

Las prontas carcajadas llenaron el lugar y Sean sonrió de manera fingida para así, evitar explotar en una indeseable rabieta. No pudo haberse esperado más de Alex, de inmediato se arrepintió de haber pensado que podría existir una mejora. Él jamás cambiaría, ni tampoco Mark. Muchísimo menos James.

- Bien, me parece que es una pregunta fuera de contexto, Alexander- murmuró Sean, comenzando a caminar hacia el frente del salón, sin embargo, mantenía su mirada posada sobre la del chico-. Y lamento no poder serle de ayuda ante su inquietud, pero pongamos los pies sobre la tierra. ¿Le parece?

Alex restó importancia a aquel hecho y comenzando a reír junto a Mark, Sean alejó su mirada. Ésta fue acaparada por los ojos mieles de James, los cuales lo miraban con lascivia y picardía.

Cuando Sean pasó a un lado del pupitre de James, jamás se imaginó lo que pasaría, se había acostumbrado a ser de alguna manera, la burla de sus estudiantes, aún más con aquél trio de idiotas en su clase. Pero, nunca espero que la humillación pasara a ser dañina. Él sabía lo muy arriesgado que podría llegar a ser James, pero cuando sintió una palmada en su culo, supo que el chico había llegado por completo al límite.

Volteándose, James admiró como aquel precioso rostro comenzaba una metamorfosis de colores, pasando de blanco a rojo. Pero sabía que aquel tono escarlata tan sólo significaba una cosa: Muy furioso.

- Terminó la clase. Salgan - encontrando su voz, Sean se hizo escuchar por sobre las burlas, aunque sin apartar su mirada encolerizada, de los ojos burlones de James -. ¡Ahora, váyanse!

Sean podía sentir como un volcán parecía querer hacer erupción dentro de su cuerpo. James ni siquiera se molestó en ponerse de pie, él sabía que el profesor lo querría a solas y aquel hecho tan sólo sirvió para aumentar la adrenalina que recorría el cuerpo del chico.

Cuando todos salieron, Sean se dio la vuelta. Pasos toscos hacia el escritorio mientras chirriaba los dientes. ¡Era suficiente! ¡Él no tenía por qué soportar aquel tipo de humillaciones públicas!

- ¿También debo irme yo, profesor Dante? - Cuestionó el castaño, pasándose hasta el primer pupitre. Sean guardaba las cosas en su maletín con tosquedad. Y cuando sus ojos se posaron sobre los contrarios, James supo que estaba en reales problemas.

- Estoy cansado - sin poder contener su gruñido, Sean dio un paso al frente. Su dedo acusando al menor, quien no evitó soltar una risilla.

- Vaya, gracias por recordarme que los profesores también son personas - gracioso, mordió su labio-. Si no dice eso, juro que jamás me hubiera dado cuenta de que usted también es un hombre normal como yo.

- Por favor, James. Compórtate como un adulto por una vez en tu vida - enojado, sintió como sus fosas nasales escupían aire caliente-. Estoy harto de ti y tu estúpido juego. ¡Estoy cansado de que siempre seas tan irrespetuoso y te valga un pepino avergonzarme delante de todos! Y esto que hiciste hoy, has llegado al límite. Parece que no entendiste nada de lo que te dije en la cafetería, como también te ha importado poco que estoy tratando de ser amable contigo y ayudarte.

James miró sus uñas, pareciendo desinteresado, por dentro estaba implorando el que todas aquellas palabras pudieran ser revertidas, porque no quería que Sean lo odiase de aquella manera. De igual forma, su expresión lograba enojar más al hombre y es que parecía por completo inmune a sus palabras.

- ¡Lo más sorprendente es que ni siquiera lo lamentas! - Prosiguió, sintiendo un increíble nudo en su garganta-. Siempre creí que podría ignorarte, pero es imposible, tengo que soportarte aquí y también en el bar.

James frunció los labios, entrecerrando los ojos fijos en los contrarios. Notó como, Sean parecía estarse conteniendo por dentro. Y aquello tan sólo lo hizo inspirar con fuerza. Por supuesto que no estaría dispuesto a que, todo se fuera a la mierda.

Desviando su mirada, James mordió su labio. Por completo seguro de su siguiente paso.

- Usted no me entiende - respondió, pareciendo seguro.

Sean mantenía su ceño fruncido, y vio cuando James se acomodó en el pupitre-. Y ya que hablamos de cómo nos sentimos, debes saber que no eres el único que está cansado.

»- Yo también estoy cansado, porque llevo mucho tiempo haciendo lo mismo y aun así no puedo conseguir resultados. Me frustra, ¿sabes? - murmurando, hizo una mueca cuando volvió a encontrar su mirada con la contraria-. Porque te deseo y tratas de evitarme a lo máximo. A veces me siento ridículo.

Sean abrió la boca, cerrándola cuando una sonrisa se dibujó en los labios carnosos del joven. Y sintió un escalofrío recorrer su columna al darse cuenta de que su mirada estaba fija en aquel preciso punto, como también, después de escuchar aquellas palabras que no eran novicia, de alguna manera, se sentía indignado, pero también podría permitirse sentir satisfacción.

El que una persona lo deseara de aquella manera, lograba subirle la autoestima. Y aunque su enojo no cesaba, aquellas palabras fueron una recompensa para su orgullo.

- No empecemos de nuevo - logró decir, minutos después de un agonizante silencio. James achicó su mirada de una manera sugerente, y mordió su labio con exageración-. Tú has sido muy irrespetuoso y eso debe parar. Hablo en serio.

- ¿Y qué sucede si yo no quiero parar? - Retó, Sean cruzó sus brazos, percibiendo como la furia quemaba todas y cada una de sus neuronas-. Vamos, Sean, ambos somos adultos, aunque no te parezca, yo lo soy, y lo cierto es que jamás, a lo largo de mis años, deseé tanto a una persona como te deseo a ti.

Poniéndose de pie, James sonrió ante el rostro horrorizado de Sean, aunque pudo notar una sutil mueca de placer en ella. Aquello no pasó desapercibido para sus ganas, sintiendo como su corazón rebotaba incesante y sus manos desprendían un sudor frío.

- Eres tan caliente que no puedo resistirme - susurró, su voz sonando seductora cuando llegó frente al hombre, y posó sus manos a cada lado del cuerpo del mayor, acorralándolo contra el escritorio. Sean tragó saliva-. No sé qué me hiciste, pero siempre logras meterte en mis sueños y tengo que decirte que deseo follarte con mucha fuerza.

El profesor tomó una fuerte inspiración. No podía creer lo que sus oídos escuchaban, pero tampoco podía creer la reacción que estaba teniendo su cuerpo ante aquellas impropias palabras.

Se sentía vulnerable, incapaz de alejar el fuerte cuerpo de su alumno, del suyo propio. Y no evitaba sentirse por completo nervioso, atosigado. La última vez que estuvo tan cerca de James, fue en el bar cuando James lo besó y el poder recordar aquello tan sólo logró que su entrepierna diera un nuevo tirón.

Pronto podría arrepentirse de su excitación, pero en ese momento tan sólo quería poder alejarse de James, antes de que ocurriese algo de lo que después pudiera lamentarse.

De igual manera, su cabeza no parecía querer asimilar toda la información que su cerebro procesaba pues, cuando una imagen lúcida de James follándolo pasó frente a sus ojos, no pudo reprenderse.

- S- señor Martín - logró murmurar, con voz ahogada.

Cuando James notó aquello, sintió sus mejillas extenderse aún más. Percibía la satisfacción dentro de su cuerpo cuando notó que, al parecer, el mayor no era tan amargo como hacía lucir a diario y sin poder contenerse, posó una mano en la cintura de este, pegando sus pechos y rozando sus pelvis, se sorprendió notando aquella punzada contra sí, sintiéndose por completo colmado.

- Alguien se ha puesto duro - murmuró, mordiendo su labio cuando intentó juntar ambas bocas. Por supuesto, el profesor desvió la cabeza, y jadeando, sintió su corazón rebotar con fuerza-. Después de todo, no te haces mucho de rogar.

Cayendo el beso en la mejilla de Sean, éste sintió como segundo a segundo lograba quemarse en las llamas del infierno, pero creyó que aquello no podría ser peor. Cuando sintió la mano de James presionarse contra su entrepierna, cerró sus ojos.

- Estás muy excitado y no puedes evitarlo - continuó él, acariciando y en ocasiones, apretando con sutileza. Podía ver el rostro de su profesor, por completo enrojecido, y sabía que se estuviese comiendo la cabeza en aquel momento-. ¿Quieres que te ayude a bajar esto?

Sin siquiera esperar una respuesta, James sonrió, relamiendo sus labios y dejándose caer de rodillas. Los ojos del mayor se abrieron casi de inmediato, sintiendo como su garganta se secaba y su corazón repiqueteaba al mismo tiempo.

- No, no - rogó. James negando con despreocupación mientras desabrochaba el pantalón de Sean-. Detente, James. No te atrevas a hacerlo, maldición.

- Sólo intento ayudarte - calmó el menor, sus cejas disparadas hacia arriba cuando metió su mano dentro del bóxer del pelinegro, envolviéndola en la dura polla-. Digamos que esto también es parte de mi fantasía.

- Tú no... Oh, joder. Tú no puedes hacer esto.

James frunció los labios con diversión y liberando la erección de las ropas, volvió a relamer sus labios. Admiró con ojo crítico aquel pedazo de carne. Pensó que era mucho mejor que en sus sueños y jadeó al darse cuenta de que aquella era la pura realidad.

Dándole una sacudida, sintió como el cuerpo de Sean se tensó por completo y tomando el suficiente aire que sus pulmones requirieron en aquel momento, elevó su mirada y la clavó en la contraria.

Los ojos expresivos y lindos del señor Dante, mirándolo con perplejidad. Parecía confundido, enojado y a su vez, ansioso. Aquello último fue suficiente para el castaño, quien, con una última y sincera sonrisa, habló.

- Prometo ayudarte con esto, Sean. Tú sólo disfruta.

- No, J-James.

Y sin dejarlo decir algo más, el castaño abrió su boca, introduciendo aquella deliciosa polla en toda su cavidad. Sean cerró los ojos y no recordó momento en el cual se haya sentido más nervioso.

No sabía qué pensar, él se encontraba en su totalidad confundido; su mente en blanco y nublada, sin poder hacer algo para detener a James. Sentía los dedos de sus pies entumecerse e increíbles escalofríos recorrer su cuerpo de arriba abajo. Deseaba poder recuperar el autocontrol, pero supo que aquél estaba perdido.

Cuando James cerró sus ojos y se permitió deleitarse, jadeó. El tener a Sean llenando su boca lograba excitarlo, aun así, podía sentir el regocijo llenar por completo su anatomía al darse cuenta de que por fin estaba sucediendo. Y no evitó sentir la emoción recorrer su cuerpo al darse cuenta de que más pronto que nunca, si las cosas seguían así, Sean sería suyo.

Chupando, James abrió sus ojos. Notaba como el pelinegro deseaba contenerse y aquel hecho le pareció adorable. Sean permanecía con sus ojos cerrados y el rostro rojo, aunque James podía afirmar que esta vez no era más que de vergüenza.

Cuando sacó el pene de su boca y lo masajeó, escuchó el casi inaudible gemido que dejó escapar el mayor y relamiendo sus labios, sonrió.

- No te contengas, por favor - pidió, volviendo a su tarea y pasando su lengua por sobre el rosáceo glande.

Sensaciones indescifrables recorriendo el cuerpo del mayor, cuando succionó con convicción y tembló en su puesto. Jamás creyó que hacerle una mamada a Sean sería tan placentero, pero aquello era necesario para terminar de convencer a su bonito profesor, de darle una oportunidad.

Cuando pasó su lengua a lo largo de aquel falo. Sintió la piel del pelinegro erizarse, y sonriendo con sugerencia, él engulló el pene una vez más. Su boca moviéndose más rápido y la cabeza de aquella polla golpeando su garganta una y otra vez. En su lugar, Sean percibía como remolinos arremetían contra su cuerpo y el inmenso placer lo cegaba por completo. Deseaba poder gemir y gritar el nombre de James, pero por alguna razón que él mismo conocía, no podía hacerlo.

De igual manera, cuando los labios expertos del castaño se apretaron con una fuerza deliciosa a su alrededor, él supo que no podría aguantar mucho tiempo más y cuando estuvo preparado para correrse, fue incapaz de apartarse. Tiras de semen terminando dentro de la cavidad de James y los ojos de Sean abriéndose ante la imagen.

James no parecía enojado y en su lugar, una enorme sonrisa se extendió por sus labios, limpiando por completo el pene sensible de Dante, quien, con el rostro enrojecido, tapó su boca avergonzado.

Ahora que caía en cuenta, no podía creerlo. ¡James le había hecho una mamada! Y lo más sorprendente, él no lo había detenido. ¿Debería sentirse culpable por ello, o tan sólo tendría que culpar de todo a su estudiante?

- Eso ha estado bueno - afirmó James, guardando el pene de Sean luego de terminar y dejándolo como si no hubiera ocurrido nada.

El profesor permanecía con la mano sobre la boca, por completo impactado, y con sus piernas temblándole, apenas logró moverse en su posición.

»- Entonces... ¿Qué me dices?

Y sin siquiera poder mirar a los ojos de James, arrodillado aún en el piso, Sean cogió su maletín y salió corriendo de aquel lugar.

Nunca en su vida había estado más avergonzado que en aquel momento. Y desde luego, tampoco había estado tan confundido.

                         

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