Como los humanos son una raza débil e inútil que necesita protección, mi querido padre tuvo la brillante idea de mandarme a mí a cuidarlos, era un tipo de castigo, lo sabía bien, no era un secreto mi repudio hacia los humanos, los licántropos que se mezclaban con ellos solo tenían de resultado débiles cachorros Omega, nuestra raza era superior en más de un aspecto y era un insulto compartir nuestros genes con ellos, no era el único que lo pensaba, mi padre me envió aquí con un grupo de chicos y una chica, la chica y dos de ellos tenían el mismo pensamiento que yo.
Estaba seguro de que pretendía darnos una lección mandándonos aquí, quizás hacernos cambiar de opinión sobre ellos, pero mientras más los miraba y aprendía de sus costumbres más asco me daban y aún peor, la mayoría de nuestra raza se empezaba a portar como ellos... más civilizados reprimiendo los impulsos de nuestro animal salvaje interior.
Cuando llegamos a este pueblo eran contados los colmilludos que rondaban el lugar, se llevaban a las personas que se encontraban en las afueras o alejados de las zonas más concurridas, pero misteriosamente hace unos días empezaron a entrar al pueblo, parecían estar buscando algo, me uní a algunos de ellos a recorrer la ciudad en la noche, todo era como siempre, rutinario y aburrido, cuando los rayos del sol apenas y palidecían un poco, los humanos corrían a esconderse como ratas, no era que me quejara, estaba bien, no me importaba si eran masacrados por los colmilludos, me enfrentaba a esas criaturas solo porque éramos enemigos naturales, sus muertes no tenían ni un peso para mí.
En uno de los recorridos unos chicos que rondaban conmigo iban más adelante riendo entre ellos haciendo un escándalo totalmente innecesario, un grupo de Omegas puros que miraban a los humanos como una diversión, por idiotas como ellos después terminaba nuestra raza mezclada.
Como me encontraba muy por detrás de ellos fui testigo de como una cabecita de cabellos dorados se asomaba por la ventana, negué con mi cabeza y me detuve al frente del edificio de ella, era una chica de cabellos largos y dorados como los rayos del sol a medio día, tenía una piel blanca, se miraba tersa y suave como la porcelana, sus ojos eran de un tono azul claro como un cielo despejado, paseaba la mirada por todos lados, hasta que llegó a mí, sus ojos se abrieron mucho y desde aquí pude percibir como se le aceleraba el corazón, la había asustado sin duda y eso me causó una satisfacción increíble, ella metió con rapidez la cabeza no pude evitar que una sonrisa maliciosa se formara en mis labios.
No cerró la ventana, sería tan sencillo entrar a su habitación y darle un susto de muerte, no podía hacer nada contra mí, en ese momento me sentí como un gato cuando atrapaba a un ratón y jugaba con él antes de comerlo, aunque yo no la comería a ella, ni de chiste, continúe mi camino sin poder sacarme la mirada de susto de esos ojos azules.
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La noche siguiente a la misma hora volvimos a dar nuestros recorridos, solo que yo me quedé más tiempo en la calle en la que miré a esa chica, estaba a una distancia apreciable de aquel edifico, ya me disponía a irme cuando la bola de cabellos dorados salió por la ventana, me quedé ahí observando como miraba el cielo como una niña pequeña, pareció sentir mi mirada, ya que volteó a mi dirección y en cuanto me miró de nuevo con esos ojos asustados corrió de nuevo dentro, volví a sonreír y al irme negué con la cabeza, mi nueva afición se había convertido en ser la pesadilla de esa chica.
Ya había terminado mi ronda así que me disponía ir a casa cuando miré algo alterados a los demás perros.
- ¿Qué ocurre?
- Alfa Rex... Ryan se está enfrenando a un colmilludo en el pueblo, pero es más de uno, siguen a una chica rubia...
Chica rubia... algo me decía que se trataba de aquella cabecita que salía por la ventana.
- Yo me encargo...
Me di la vuelta para regresar al interior del pueblo, una gran molestia me invadió al imaginar que un colmilludo estaba tras de ella, ella debía de estar muerta de miedo... solo yo podía asustarla, solo yo quería ser el dueño y protagonista de sus pesadillas.
No me tomó mucho tiempo encontrarla, lo que si llamó mi atención fue el grito de dolor de un colmilludo y su piel calcinarse tras la mordida de un lobo, pero no había nadie más, Ryan estaba a la distancia luchando, me quité mis botas y pantalones porque no quería arruinarlos en la trasformación, pero un sonido seco contra el piso me hizo voltear, ella había caído al suelo y el colmilludo ya estaba muy cerca, temí que si actuaba tarde él la mataría, fue la primera vez que me importó el bienestar de un maldito humano y que no lo pensé dos veces para irme a la pelea, no por las ganas de mi animal interno en luchar, sino por un simple impulso ridículo de protección.
Me transforme y brinque sobre su pequeño cuerpo, el colmilludo se detuvo en seco eh intento escapar, eso solo encendió mi instinto de cacería y aumento las ganas de arrancarle cada extremidad de su cuerpo. Corrió rumbo al bosque, pero no fue lo suficiente rápido, en cuanto lo atrape con mi hocico, con toda la fuerza de mi mandíbula atravesé su fría y dura piel con mis colmillos, puse mi pata en su pecho después de tirarlo al suelo para evitar que se me escapara y así fue como acabe con él.
El sonido de sus extremidades al ser arrancadas podría compararse con el del cristal siendo fragmentado, una vez matándolo su cuerpo se convertía en cenizas que se llevaba el viento... regresé al pueblo, los demás lobos estaban con Ryan quién había logrado liquidar al colmilludo con el que se enfrentó, pero terminó con varias heridas, tenía que ser Omega. Al acercarme ya tenía mi forma humana, solo Ryan y yo nos encontrábamos completamente desnudos, ya que habíamos sido los únicos que nos trasformamos, al verme la preocupación oscureció sus ojos.
- Rex... ¿La chica? ¿Sigue viva? - asentí con la cabeza, el colmilludo que perseguí al bosque era la única presencia y después de que me fui tras él escuché los pasitos de ricitos de oro alejarse corriendo, Ryan agachó la cabeza suspirando con alivio, pero después se puso rígido. - La chica... me miró transformarme.
Los demás lo miraron con asombro, yo negué con la cabeza y me llevé la mano a la frente, en verdad se necesitaba ser idiota para dejar que un humano lo viera, ahora ya me quedaba un poco más claro porque los Omegas se metían con los humanos, parecían tener un coeficiente intelectual muy parecido.
- Lleven a Ryan a la bodega y denle una golpiza por idiota, yo me encargo de la chica, no va a quedar de otra que deshacemos de ella.
- No podemos matar humanos, si tu padre se entera...
- Mi padre no tendría por qué enterarse a menos de que alguno vaya de chismoso, te recuerdo, miserable Omega, que no solo soy el Alfa de la manada en la que te encuentras ahora sino también el príncipe de esta zona, otra insubordinación y te corto la lengua.
Mantuvo la mirada baja en todo momento, me acerqué peligrosamente a ellos haciendo que algunos retrocedieran varios pasos, menos Ryan que se encontraba en el suelo casi metiendo la cabeza al suelo como un avestruz, cuando miré que mi dominio y poder quedó claro para todos me marche de vuelta a la zona central del pueblo, tenía que ir por ricitos de oro, se había metido en un gran aprieto por curiosa.