Me encontraba acostada sobre el frío y polvoso piso de concreto, al intentar levantarme me di cuenta de que mis manos se encontraban atadas, a como pude y retorciéndome como un gusano logré ponerme de lado para después apoyarme en mis rodillas, Solté un quejido al apoyar mi peso en esa piel lastimada.
- ¿Lluvia? ¿Ya has despertado? - esa era la voz de Ryan, se escuchaba débil y apagada.
Mi cabeza voló en la dirección que apareció su voz, y entre las sombras extrañas noté que una se movió, parecía estar de rodillas así que me arrastre para llegar a él, ignorando el dolor de mis rodillas, ya que estaba rasgando la tela de mis delgados pantalones y lastimando más la piel.
- Ryan, eres tú... cielos. - al llegar a él incluso por encima de la oscuridad pude notar que su rostro tenía algunas manchas oscuras, el característico aroma metálico de la sangre llegó a mí y me puso los nervios de punta. - Rayos, estás herido... ¿Nos atraparon esas criaturas?
- No, linda, fueron liquidados, pero lamento tanto él no haber podido salvarte de los míos...
- ¿De los tuyos?
- No pensé antes de actuar, solo quería protegerte, me transformé frente a ti, fuiste testigo de ello, no debiste de presenciarlo, nuestra existencia debe de permanecer oculta, no eres la pareja de uno, así que, Rexon te matará.
Todo eso era mucha información para procesar y no lo decía por el hecho de que descubrí que era un hombre lobo y admiré su trasformación, si no el hecho de que me iban a matar, yo no quería morir... no aún, era bastante joven, había más lugares que quería conocer, es más yo ya pensaba marcharme de ahí.
De pronto se escuchó el estruendo de unas puertas metálicas abrirse y el lugar se iluminó completamente, al estas ser abiertas, la exposición de la luz me lastimó un poco los ojos, risas masculinas hacían eco en el lugar mientras chocaban con las paredes he inundaban el silencio.
- Ven acá, bonita... - uno de ellos me tomó de las manos aún atadas haciéndome quedar sentada de trasero en el suelo y halando de mí, me quejé de dolor, Ryan pareció quejarse y recibió un fuerte puñetazo en el rostro, ahora podía ver con más claridad las heridas en su rostro y manchas carmesí en la tela de su camiseta - Ya estuviste mucho tiempo así, cambiemos de posición.
Mis manos fueron desatadas y sin duda un gran alivio invadió mis hombros, sentada aún en el suelo comencé a masajear mis muñecas notando la línea roja que habían dejado las cuerdas en ellas, el chico que me las quito se puso de cuclillas frente a mí, sus ojos tenían un color verde intenso, me pareció recordarlo, era uno de los chicos que nos observaban a la distancia a Ryan y a mí cuando estábamos en la heladería.
- Manos al frente, linda...
Aunque tenía una voz calmada y una sonrisa de idiota en su rostro no me sentí ni un poco menos asustada, me masajeé un poco más una de las muñecas para después extender ambas manos al frente, hacia él, comenzó a rodear mis muñecas nuevamente escondiendo la marca roja que estaba en ellas, cuando terminó hizo un nudo y lo apretó fuerte de una manera repentina y brusca que me hizo brincar, él soltó una carcajada que me pareció escalofriante.
- Eres una tierna ovejilla ente lobos, literalmente... - acercó su mano a mí y yo retrocedí cerrando los ojos con fuerza, pero solo sentí una suave caricia en mi cabeza, él tomó un mechón de mi cabello en sus manos y se lo llevo a la nariz
- Déjala, Rex está en camino, él decidirá que hacerle...
El chico se alejó de mí sin quitarme los ojos de encima, agache la cabeza sintiendo miedo y desesperación por la llegada del tal Rex, mi existencia dependería de lo que ese hombre decidiera, de pronto entraron varios cachorros de dóberman, eran 5, dos adultos y tres cachorros, uno de ellos caminaba de una manera torpe y se notaba más delgado que los demás, los adultos se quedaron a los lados de la entrada mientas los pequeños jugaban, pero al pasar por los tres chicos que se encontraban parados no muy lejos de mí, uno pateó al más pequeño y débil de ellos, ocasionando que los demás corrieran con sus padres.
Comenzaron a patear al cachorro como si se pasaran una pelota, los llantos del cachorro los hacían reír y los canes adultos solo estaban parados en la entrada, en posición de ataque, pero no hacían nada, observaban con impotencia como el otro era lastimado, como si temieran de esos hombres, era entendible, tanto los animales como los humanos tenemos un instinto de supervivencia fuerte, probablemente ellos eran como Ryan, hombres lobo, las probabilidades que tenían los canes de sobrevivir si se enfrentaban a ellos eran nulas, un gran porcentaje de los seres vivos seguían sus instintos que les aseguraban más oportunidades de sobrevivir, pero yo no pertenecía a ese porcentaje sin duda, a mí me guiaban mis emociones, no mis instintos y eh ahí la razón por la que siempre me metía en este tipo de líos.
El llanto del cachorro era desgarrar lo estaban lastimando mucho y yo no podía aguantar más la impotencia, me puse de rodillas ignorando el dolor de mi cuerpo y tomé aire en mis pulmones para gritar lo más fuerte que mi garganta me permitió.
- ¡Oigan! ¡Dejen a ese cachorro en paz!
Pero ellos ni siquiera voltearon a ver en mi dirección, no me prestaron atención ¿Y por qué lo harían? Yo era un ser inferior, ni siquiera podían considerarme una amenaza, pero sin duda les enseñaría porque no debían de subestimar a nadie sin importar lo débil o pequeño que fuera. En cuanto uno de ellos pateó al cachorro me levanté y corrí hacia ellos, ignoré la voz de Ryan mientras gritaba mi nombre, me arrodille en el suelo cubriendo el pequeño cuerpo del cachorro con mis brazos, ellos me miraron impresionados al principio, pero después sus ojos se oscurecieron.
- Apártate o lo lamentarás... - uno de ellos habló, sin duda una amenaza abierta a tantas posibilidades, pero no me importaba no dejaría que siguieran lastimando al cachorro.
- No lo haré
Reuní todo el valor que pude para poder dejar salir esas palabras, el que me habló torció su boca en una sonrisa ladeada y sin previo aviso me dio una patada en el brazo, el dolor fue tan intenso solté un quejido de dolor, pero no me aparté, escondí mi cabeza el cachorro estaba sumamente asustado pegado a mis muslos, comencé a recibir varias patadas, en brazos, costillas, muslos una que otra en el trasero, pero no me moví, ahogue mis gritos en mi garganta mientras las lágrimas corrían, el cachorro se arrastró a mi rostro y limpio mis lágrimas con su lengua, sonreí un poco por el noble gesto.
De pronto se escucharon unos ladridos más gruesos, los dóberman adultos se lanzaron al ataque, mordieron la pierna de dos de ellos quienes los arrojaron, pero regresaron para ponerse a mis lados y gruñirles, moriríamos todos sin duda.
- Es suficiente.
Una voz fría y áspera resaltó entre el alboroto, levanté el rostro con rapidez, al verlo me llegaron los recuerdos de anoche que había olvidado, era él, quien entró en mi habitación y posiblemente me trajo aquí, tenía el presentimiento de que él era Rex, mi verdugo había llegado.