Virginia Lackander
- ¿Y qué hace una señorita como usted por estos lugares? - me dice el señor y la verdad no me siento para nada incómoda con su pregunta tan atrevida.
- Vengo por asuntos familiares - le digo observándolo con cautela - ¿Usted?
- Simple caridad - asiento
- Bueno, es un placer pero debo retirarme - digo y estiro mi mano a modo de despedida.
- El placer es mío señorita Lackander. Hasta pronto.
- Hasta pronto - respondo algo extrañada.
Me dirijo a mi auto y subo abrochando mi cinturón. Veo la hora y ya se me ha hecho un poco tarde. Me pongo en marcha y salgo de ese barrio con una extraña sensación.
¿Por qué me causa curiosidad ese señor?
Me concentro en llegar a casa y para mi suerte el camino se me hace relativamente corto. Aparco en el estacionamiento y bajo del coche poniendo el seguro. Camino en dirección a la recepción y me extraña no ver al señor Blake en su puesto de trabajo. Sigo mi camino al ascensor y espero a que las puertas se abran. Entro y marco el número de mi piso. Las puertas comienzan a cerrarse y veo una mano interponerse entre ambas. Arrugo el entrecejo molesta y mi enfado aumenta al ver el causante de la demora. Ruedo mis ojos ante la presencia del chico de ojos diferentes.
- Hola de nuevo - saluda divertido.
No le respondo
¿Es que siempre me lo voy a tropezar?
- ¿Siempre llevas esa cara de amargada? - pregunta y lo miro con los ojos entrecerrados - te vas a arrugar ¿cuántos años tienes? ¿Treinta?
- ¿Qué? Para tu información tengo 27 - le digo perpleja
- Vaya, estás bastante mayor - comenta divertido
- Grosero.
Le doy la espalda y espero llegar cuanto antes a mi piso. ¿Por que se demora tanto el ascensor?
- La verdad te ves más joven - lo escucho a mis espaldas
- Gracias - digo sin mirarlo
- De nada.
Silencio otra vez. Feliz y dulce silencio, el cual es interrumpido por el sonido del ascensor deteniéndose. Al fin.
Salgo apresurada para dirigirme a mi depa. El chico este me sigue por todo el pasillo.
- ¿Me estás siguiendo? - le detengo de golpe
- ¿Qué? No - dice arrugando el ceño - Vivo ahí.
- No me importa donde vi– arrugo mis cejas - ¿Vives al lado de mi apartamento? - le pregunto incrédula
- Si ¿por?
Ruedo mis ojos y sigo caminando. Me saca de mis casillas este muchacho.
- No me has dicho aún tu nombre - me dice
- ¿Qué te hace pensar que te lo voy a decir?
- Ya nos hemos topado varías veces y no quiero seguirte llamando amargada - me dice y me molesta
- Eres un mocoso malcriado ¿sabías?
- Pues no soy un mocoso, tengo 21 - ruedo mis ojos - y malcriado tal vez si.
- En fin, no me cuentes tu vida - le doy la espalda para abrir la puerta.
- Me llamo Sebastián - me dice
- Ok. Buenas noches Sebastián - lo corto
- Y ¿tú?
Ruedo mis ojos hastiada. Estoy harta de la insistencia de este chico ¿qué más da si le digo mi nombre o no? Tal vez así me lo saco de encima y se aparta cada vez que me vea.
- Soy Virginia - digo cansada - buenas noches.
Y entro a mi depa cerrando la puerta tras mi espalda.
- Al fiiiiiinn - suspiro - paz.
Voy hasta la ducha y tomo un baño rápido de agua caliente. Me muero por meterme a la cama y poder descansar. Mañana tengo trabajo y seguramente mil reuniones.
Salgo del baño y me coloco la pijama. Apago las luces y me meto en la cama. Cierro mis ojos disfrutando las paz y.... Mis tripas suenan pidiendo comida.
Maldigo para mis adentros y me pongo de pie de mala gana. Camino hasta la cocina y me sirvo un plato de verduras y un vaso de jugo. Con eso es suficiente. Cómo tranquilamente y limpio todo bien para volver a mi nido.
Voy hasta el cuarto de baño, me cepillo los dientes y camino perezosa hasta mi cama.
.....
La alarme suena temprano para irme a trabajar. Me doy una ducha y salgo en toalla hasta el closet para vestirme. Me coloco la ropa interior y busco una camisa azul cielo. La abrochó mientras bostezo y me coloco una falda de tubo blanca, me coloco unos tacones del mismo color y recojo mi cabello en un moño alto. Me maquillo suavemente y uso un labial mate para el día. Me echo loción y tomo mis cosas dispuesta a salir.
Tomo el ascensor y camino hasta el aparcamiento. Subo a mi coche y manejo hasta la compañía. Al llegar voy a por un café para sobrellevar el día y busco los informes y casos que debo estudiar el día de hoy.
A la mitad de la mañana ya tengo casi todo el trabajo listo.
- Buenos días - saluda Liana la secretaria del jefe.
- Buenos días - le devuelvo el saludo cordialmente.
- A las 11:00 tienes una reunión con los directivos - me avisa - recibiremos un nuevo accionista.
- Ok. No hay problema.
Ella se va por el pasillo y suspiro en frustración. Otra vez perderé mi horario de almuerzo. ¿Estas personas no saben madrugar?
Sigo con mi labor. Luego de un rato culmino todo y decido el caso que voy a tomar para esta semana. Lo estudio a profundidad y hago varias anotaciones específicas sobre el tema. Con todo el trabajo hecho decido salir a comer algo rápido. Ya casi es la hora de la reunión y no quiero llegar tarde, para nada.
Salgo del bufete y camino un poco hasta llegar a un puesto de comida rápida. Me pido un hotdog y una coca-cola para llevar. Espero mi pedido y voy de regreso a la empresa. Llego hasta mi puesto de trabajo y me apresuro en comerlo todo. No tengo mucho tiempo así que dejo más de la mitad y lo tiro a la basura. Lloriqueo como niña pequeña y recojo lo necesario para la reunión.
A las 11:00 exacto ya todo está listo. Solo falta que llegue el nuevo accionista. Todos están concentrados en su trabajo, gracias al cielo yo ya he terminado por hoy. La secretaria entra anunciando la llegada del nuevo socio y todos nos ponemos de pie para recibirlo.
Primero pongo cara rara y luego me quedo en shock. La persona que entra en la sala de juntas es nada más y nada menos que el señor que me encontré ayer en el barrio donde vive mi hermanito. Federico.
Saluda a todos y luego se dirige a mi con una enorme sonrisa, que lo hace ver encantador.
- Señorita Lackander - besa mi mano - Qué pequeño es el mundo.
- Así es, señor Duarte - le digo rara.
- Bueno debemos comenzar ya - avisa mi jefe, Esteban Romero.
La reunión pasa lentamente, dejándome exhausta. Hablamos varios temas con respecto a la nueva dirección y al nuevo accionista. Tocamos los temas referidos a nuestros nuevos casos y al fin dan por concluida la reunión. Todos salen apresurados de la sala de juntas y yo me quedo recogiendo mis cosas y el informe que hice sobre mi nuevo caso.
- ¿Ocupada? - escucho la voz del señor Fuerte a mi lado y giro mi rostro para verlo.
- Lo único que deseó la verdad es salir a almorzar- le digo un tanto apenada.
- Podemos ir juntos- me dice.
- Oh no señor Duarte, no se moleste- digo apenada - seguro está usted muy ocupado.
- Llámame por mi nombre - me pide - dime solo Federico.
- Bueno, señor Federico–
- Solo Federico - me interrumpe - no tengo preocupes, yo invito.
Finalmente acepto la invitación y salimos juntos de la sala para dejar mis cosas e ir a almorzar.
Salimos juntos hasta el estacionamiento y nos vamos en su coche.
Es un Ferrari negro. Muy elegante y costoso. Este hombre debe estar forrado en dinero. Cosa que no me impresiona.
Llegamos hasta un restaurante y sin preguntar el camarero nos lleva hasta una mesa apartada del resto, no me siento incómoda ni nada pero me parece extraño. Otro camarero nos espera con una botella de vino tinto y dos copas. En el momento que nos sentamos nos sirve y nos deja la carta alejándose.
- Me agrada disfrutar de la compañía de tan bella dama - me dice y puedo notar el coqueteo en su voz.
- Muchas gracias
La verdad este hombre es muy atractivo y extremadamente educado y caballeroso. Parece todo un galán. Es probable que nos llevemos bien, muy bien.
- Y usted ¿a qué se dedica mayormente? - pregunto con el tono más coqueto posible
- Suelo invertir en diferentes empresas que lo necesiten.
- Nuestro bufete no está tan necesitado - le digo - sin querer sonar desagradable, claro. Solo siento curiosidad.
- Eres curiosa ¿no?
- Tal vez un poco - digo divertida
- Pues la verdad es que el bufete de Esteban me perece un buen negocio - comenta - es una buena inversión. Es el bufete más prestigioso de este lugar, además de ser el que mayor cantidad de casos vencidos tiene.
- En eso tiene razón - le otorgo
- Además tiene abogadas muy talentosas y hermosas - dice
- En eso tampoco se equivoca - le sonrío y doy un sorbo a mi copa de vino.
Él le hace una seña al camarero para que se acerque y hacemos nuestro pedido.
Federico pide mariscos y ensalada, yo por mi parte pido pescado y caviar.
Seguimos charlando por un buen rato hasta que llegan los platos. Todo se ve delicioso.
- Buen provecho - digo
- Igual para ti.