Virginia Lackander
- Deberíamos repetir
Escucho a mis espaldas una voz masculina, se oye algo rasposa debido a que acaba de despertar y seguro también por la resaca.
Le dedico una mirada despectiva y recojo mis tacones del suelo. Prosigo buscando mi falda y doy unas cuantas vueltas por la habitación del hotel. Junto a la puerta de entrada veo mi falda tirada y ruedo los ojos. Camino hasta ese lugar y la tomo colocándomela.
Camino hasta el tocador y me retoco el maquillaje. Echo una vista a mi celular, son las 5:00 de la mañana. Menos mal que no tengo que trabajar, es mi día libre, uno de los pocos que puedo obtener en el bufete.
- ¿Ya te vas? - escucho al hombre detrás de mí y ruedo los ojos con hastío.
- Si - respondo cortante.
Detesto cuando se creen que por una noche de locura tienen algún derecho a dormir conmigo.
¿Qué no son hombres? El sexo fuerte, los que te usan y te abandonan. No he corrido hasta ahora con la suerte de encontrarme con un hombre que verdaderamente quiera solo sexo y ya.
Recojo mis cosas y salgo de la habitación sin mirar atrás. Mi teléfono vibra en mi mano y veo el anuncio de un mensaje de texto.
Desconocido:
Llámame si quieres repetir chiquita.
Giro nuevamente mis ojos. A veces tengo miedo de que un día se queden chuecos de tanto girarlos. Ignoro el mensaje de "ni me acuerdo el nombre" y tomo el ascensor hasta el parqueadero.
¿En qué momento le di mi número?
Salgo rumbo al parqueadero y camino hasta la garita donde se encuentra el señor que cuida las llaves y me acerco. Al llegar al sitio veo al guardia dormido y ensancho una gran sonrisa divertida. Toco el cristal un par de veces. El señor se despierta asustado, pretendiendo que no estaba dormido.
- Buenas, las del 800 - le dedico una risa divertida apuntando hacia la dirección donde se encuentran mis llaves - Gracias.
Tomo mis llaves y le doy una última mirada acusadora al señor. Se ve bastante mayor y tiene un cuerpo redondo que lo hace lucir tierno.
Camino hasta mi Audi y el sonido de desbloqueo me hace suspirar de alivio. Este es mi bebé, mi único y gran amor. Me subo en el asiento del conductor y me abrocho el cinturón de seguridad. Arranco y me dirijo hacia mi depa en el centro de la ciudad.
A esta hora las carreteras están un poco vacías. Bueno, muy vacías. Para nada el tráfico habitual en New York. Enciendo la radio para entretenerme durante el trayecto a mi hogar. Manejo con cuidado y después de unos largos 30 minutos llego. Aparco en el estacionamiento y pongo el seguro, aquí no pasan muchas cosas con respecto a la delincuencia pero es mejor precaver y asegurarse. Por si acaso.
Camino rumbo a la recepción y el señor Blake me recibe con una gran sonrisa. Es un señor mayor con un bigote muy gracioso. Lo conozco hace unos... ¿cinco años? La verdad ya no se que tiempo llevo viviendo en este lugar.
Mi vida pasa a cámara rápida casi siempre. Soy una mujer bastante ocupada, así que no tengo tiempo para detenerme a pensar en cosas mínimas. El poco tiempo libre que tengo lo empleo en satisfacer mis necesidades, ya sea yendo de compras a comer fuera o teniendo sexo y saliendo a discotecas.
- Hola, mi niña - me saluda alegre y con un dejo de divertida picardía en su voz. Él sabe cómo soy y agradezco que no me juzgue. Siempre ha sido como un padre para mi. El padre que no tuve tan presente, tal vez por eso nos llevamos tan bien.
- Hola, Jorge - saludo amablemente dedicándole una sonrisa- que tengas buenas noches.
Sigo mi camino hasta el ascensor y marco el número de mi piso. Espero pacientemente hasta llegar al cuarto piso, mientras tanto observo mi reflejo en el gran espejo qué hay en el ascensor.
Unas pequeñas ojeras, un poco despeinada. Mi falda está correcta y mis accesorios bien. No me falta nada. Nada grave, todo dentro de lo normal.
El sonido de las puertas abriéndose me saca de mis pensamientos juzgadores hacia mí misma. Sonrío internamente por mis ocurrencias y salgo a paso rápido hasta llegar al pasillo donde se encuentra mi departamento. Busco en mi bolso las llaves, remuevo unas cosas por aquí y otras por allá en busca de mi objetivo.
- Genial - me quejo en voz alta.
He dejado las llaves en el carro seguramente. Me doy varios toquesitos en mi frente girando los ojos a modo de auto regaño y vuelvo a caminar hasta el ascensor.
Distraída que soy.
- Tonta - me digo para mi misma.
Llego hasta la recepción y Jorge me vuelve a saludar divertido, me conoce tan bien. Lo miro mal y continúo andando. Camino exasperada hasta el aparcamiento y voy rumbo a mi auto.
Puedo ver a la distancia como un chico está demasiado cerca de mi bebé.
Oh no, eso si que no.
Apresuro el paso y lo alcanzo. Lo tomo de un brazo bruscamente y él se asusta dando un respingo. No me mira a la cara y eso me enfurece aún más.
¿Por qué no aparta sus ojos de mi bebé ah?
- ¿Se puede saber qué haces cerca de mi coche como si fueras un ladrón? - espeto molesta.
- ¿Qué te asegura que no lo sea? - su voz suena dulce, casi infantil.
Se gira frente a mí y me deja sin palabras lo que veo. Un rostro bastante aniñado se revela frente a mi. El cabello le cae a ambos lados de la cara un poco largo y muestra un ceño levemente fruncido que lo hace lucir varonil, pero se ve infantil a la vez. Lo que más me asombra es el color tan peculiar de sus ojos, tiene un ojo azul intenso pero me puedo fijar bien que el otro es del mismo color con algunos tonos verdes. La imagen frente a mí me deja callada por unos minutos, procesando la belleza que acabo de apreciar. Levanto mis cejas divertida y frunzo mi ceño como una estúpida.
- ¿Estás bien? - me pregunta sacándome de mi trance.
¿Pero que te pasa tonta?
Me regaño mentalmente y carraspeo.
- ¿Qué haces cerca de mi coche? - digo detenidamente remarcando cada palabra, pero esta vez un poco más suave.
- Me acerqué para echarle un ojo - me dice y se mete las manos a los bolsillos - se ve impresionante... y caro.
- Si... es impresionante - miro a mi bebé haciéndole ojitos y luego lo veo a él con una ceja enarcada - y caro también, así que ten mucho cuidado.
Él levanta las manos en modo de rendición de una manera muy infantil sonriendo. Quisiera sonreír y apretujar uno de sus cachetes pero me contengo.
¿Qué diablos te sucede Virginia?
- Bueno ¿te importa? - le digo en señal de que se retire y él asiente.
- Hasta luego.... - se queda pensativo - ¿cómo me dijiste que te llamabas?
- No te he dicho mi nombre, niñito - suelto incrédula- y no te interesa. Ya vete.
Él me dedica una sonrisa bastante tierna, pero con algo de ¿malicia? Estoy completamente loca. Abro el coche y rebusco por todas partes
¿Dónde las habré dejado?
Sigo buscando y no encuentro mis llaves por ningún lado.
- ¿Buscabas esto? - me sobresalto del susto y me giro para encontrarme nuevamente al niño de antes.
Cómo si leyera mi mente me muestra unas llaves, las mías por supuesto.
- Pero ¿qué..? - lo miro incrédula - ¿Qué haces con mis llaves?
- Oh ¿estas? - las levanta en el aire y las mueve llamando mi atención- las encontré en el suelo, justo al lado de tu coche.
Lo miro y luego miro mis llaves. No sé si creerle. Repito la acción una y otra vez.
- Bien, devuélvemelas niño - le digo y estiro mi mano para tratar de alcanzarlas.
Resulta que el nene es un poco más alto que yo, a pesar de estar en tacones. Debería darme vergüenza. Paso mi mirada desde mis llaves a su rostro y me detengo observando nuevamente sus ojos, son muy peculiares. Él carraspea y me hago consciente de la poca distancia entre ambos y rápidamente me alejo algo torpe.
- No me digas niño - frunce el ceño - No lo soy, tengo 21.
- Pft... un niño- digo por lo bajo
- ¿Qué decías? - pregunta burlón
- Que por favor me devuelvas mi llaves, estoy muy cansada. Ya deben ser como las 6:00 de la mañana - me quejo.
Me dedica una sonrisa triunfante y estira su mano ofreciéndome las llaves. Cuando estiro mi mano para atraparlas, las retira sin más.
Pero qué infantil.
- ¿Decías que era un niño? - carraspea - es que no escuché muy bien.
¿Pero qué demonios le pasa a este? Si ni siquiera lo conozco. Por Dios.
- Señor, necesito mis llaves - lo miro mal y él me da una sonrisa perfecta de dientes blancos y parejos.
- Todas suyas - me dice altanero
Tomo mis llaves, esta vez si no fallo en el intento y cierro nuevamente mi coche para ir hacia mi departamento a descansar. Estoy muerta la verdad.
- ¿Cómo te llamas? - me grita el chico a la espalda y no puedo evitar sentirme avergonzada. Es de madrugada y no quiero que me vean o me escuchen.
Lo ignoro completamente y vuelve a gritar la misma pregunta. Me giro molesta y le dedico una mirada de pocos amigos.
- No te importa.
Le doy la espalda y continúo mi camino.
- Lo averiguaré - dice y por el silencio de la noche puedo darme cuenta que se aleja a pasos lentos del lugar.
Tarado.
¿Qué se ha creído?
Mocoso.
Giro mis ojos por quinta vez en la noche y camino hasta el ascensor para irme a descansar.