Capítulo 3 CASA

Virginia Lackander

La luz del sol colándose por mi ventanal me hace voltear en la cama disgustada.

¿Pero qué hora es?

Tomo una de mis almohadas y la coloco en mi rostro, cruzo mi brazo por encima de la misma y suspiro agotada intentando reconciliar el sueño.

Mi celular comienza a sonar y maldigo internamente haciendo un lloriqueo de niña pequeña.

- ¿¡Por qué no me dejan ser feliz!? - me quejo y repito la almohada de mi cara.

Entrecierro un poco mis ojos y me siento algo hinchada, estoy segura de que debo tener unas ojeras de la muerte.

Tomo mi móvil y entrecierro mis ojos por la luz que emite el mismo.

Genial. Una notificación del Instagram de Rebecca.

Rebecca es mi mejor amiga, en realidad es mi prima pero nos queremos incondicionalmente.

Miro la hora en el celular y veo que son las 11:30 de la mañana. No he dormido absolutamente nada, no estoy aprovechando mi día de descanso. Me regaño mentalmente y vuelvo a la cama perezosa, ignorando todo a mi alrededor. Cierro mis ojos como angelito y empiezo a sentir como nuevamente voy cayendo en el país de los sueños.

¡Espera!

¡El almuerzo en casa! A esta hora no llego a tiempo.

De un salto salgo de la cama y corro hacia el cuarto de baño. Tomo una ducha rápida y salgo como alma que lleva el diablo a vestirme. Me coloco una falda de tubo negra con una blusa tipo camiseta color blanco. Rebusco entre mis cosas en busca de mi chaqueta negra. Remuevo todo de un lado a otro y....

- ¡Bingo! - doy pequeños saltitos emocionada.

Camino hasta la sección donde se encuentran mis tacones y me coloco un par en negro. Decido hacerme una cola de caballo alta bien alisada y tomo una cartera a juego con mi atuendo, guardo mi celular y mi monedero. Me coloco la chaqueta y tomo las llaves de mi coche.

Miro la hora mientras bajo en el ascensor 12:30 ¿En serio me he demorado una hora? Pero si he corrido como loca. Le echo una mirada rara a mi celular y me miro en el espejo del ascensor. Estoy presentable, como diría mamá. Las puertas se abren para mí y saludo al señor Blake algo apurada.

- Cuídate mi niña - lo escucho decir y me giro lanzándole un beso con mi mano.

Camino apresurada hasta mi coche y lo desbloqueo, subo al asiento del conductor y me abrocho el cinturón de seguridad. Me doy una mirada rápida en el espejo retrovisor y saco un labial mate para retocar mi maquillaje. Arranco y marcó el rumbo hasta mi casa. Menos mal que no es tan lejos.

Cuando llego me bajo apresurada y me paso instintivamente la mano por la falda para alisar no qué arruga. Camino hasta la puerta y toco el timbre. Siempre acostumbro a tocar el timbre, a pesar de que tengo llaves por ahí guardadas.

- Hola mi niña - me saluda Marie muy animada.

Marie es la empleada de la casa, desde que tengo memoria esta mujer está trabajando para mis padres.

- Hola Marie - le devuelvo el saludo con el mismo afecto que ella me saludó a mi- ¿Cómo estas?

- Bien mi niña.

Los años ya se le empiezan a notar, debe tener al menos unos 60. Aunque no se ve mal ya las arrugas se notan como rastro de una larga vida de trabajo y esfuerzo.

- Todos están en el comedor - me dice y mi sonrisa se quiebra un poco, nerviosa - te esperan.

La miro apenada y camino en dirección al comedor. Cuando entro todos están en silencio, comiendo. Toco la puerta que separa el salón del comedor.

- Hola, familia - saludo con una gran sonrisa.

Camino hasta donde se encuentra mi sobrina

- Hola, hermosa ¿cómo está mi sobrinita? - la molesto apretujando una de sus mejillas.

- Tía ya basta - se queja - ya soy mayor ¿no me ves?

- Para mi siempre serás mi chiquita malcriada - le doy un beso en la mejilla y paso a saludar a mi hermana.

Seguidamente saludo a mi madre y a mi padre que se encuentran uno junto al otro en la mesa "el matrimonio Perfecto"

- ¿Y la abuela? - inquiero sentándome en el lugar que me corresponde.

- No se siente muy bien - responde mi madre - la empleada le llevará su comida.

- Mamá, su nombre es Marie - la miro mal - lleva bastantes años en esta casa como para que aún la trates como una más.

- Virginia - me llama la atención mi padre.

Aprieto mis labios en molestia. Acabo de llegar y ya me están causando incomodidades.

El almuerzo transcurre en un silencio absoluto, solamente interrumpido por el sonido de los platos y una que otra vez que mi padre tose.

Mi padre, Thomas Lackander, tiene una Enfermedad de Transmisión Sexual. Todo se debe a que decidió mantener relaciones con una prostituta fuera del matrimonio y confiado en el supuesto código de esas "mujeres" que les hacían supuestamente una prueba cada cierto tiempo para comprobar si tenían alguna enfermedad. Se confió y enfermó, en estos momentos está bastante estable pero en ocasiones empeora. Mi madre lo perdonó, al menos eso dice, pero ni siquiera han vuelto a dormir en la misma habitación. No lo juzgo, ni le guardo algún tipo de remordimiento, pero lo que le hizo a mi madre, a pesar de su forma de ser, no se hace a nadie, es imperdonable. Mucho menos con una mujer que ni siquiera conocía. Para completar de dicha infidelidad nació un bebé, el niño es hermoso y lo adoro, pero eso no quiere decir que consienta que mi padre se siga viendo con esa mujer, el niño no tiene culpa, además es un niño adorable y cariñoso. La única que lo visita y lo ayuda soy yo, ni mis hermanos ni mi sobrina quieren saber nada de él, mucho menos mi madre y estoy de acuerdo con ella, no tiene que soportar una humillación más. El niño, debido a la enfermedad que tenía la madre, tiene deformaciones en sus huesos y desgraciadamente es paralítico. Los médicos no contaban con él, pero con el tiempo fue mejorando y es un fuerte varoncito de dos años. Mi Matteo, en verdad el niño no debe culpa de nada de lo que haya hecho mi padre. Por mi parte tiene una tía amorosa y comprensiva, que lo llena de besos y apapachos.

- Si me disculpan, me retiro - avisa mi padre y sale del comedor con dificultad.

Me pongo de pie para ayudarlo y lo llevo hasta su habitación, gracias a Dios en la primera planta de la casa. No creo que pudiera subir las escaleras sin dificultad y pues me da pavor que tenga un accidente algún día, así que decidí que se le acomodará una habitación en el primer piso.

Me pide que lo deje solo y le doy un pequeño beso en la frente, me despido desde la puerta y la cierro a mis espaldas. Me quedo ahí parada durante unos minutos. Una lágrima silenciosa rueda por mi mejilla y la limpio con cuidado. Lamento tanto ver a mi padre así. Recuerdo cuando era una niña lo fuerte que era y lo grande que se veía. Era mi ídolo, mi súper héroe, el hombre de mi vida. Aún lo es pero ya me ha fallado, lo amo, pero me siento tan decepcionada. Mi héroe dejó caer su capa...

Recuperó la compostura y camino hacia el salón nuevamente. Mi madre se encuentra sentada junto con mi hermana y mi sobrina tomando el té.

- ¿Y Abraham? - interrumpo - ¿Qué cuenta?

- Tu hermano es un caso perdido - comenta mi madre girando los ojos.

Eso me provoca una pequeña risita, tenemos las mismas cosas. Somos tan iguales, pero tan diferentes a la vez.

- Ya sabes - dice Victoria, mi hermana - viajando y conociendo el mundo.

- A veces quisiera ser como él - comento y se me escapa un suspiro.

- Tonterías - espera mi madre exasperada - lo que tienes que hacer es centrarte en buscar un esposo y formar una familia. Te estás quedando atrás.

Es mi momento de rodar mis ojos. Y dale con el temita del esposo y los hijos. No es que no me gusten los niños, por ejemplo, adoro a mi hermanito, pero no quiero tener hijos propios, no por el momento y creo que jamás estaré lista.

- Mamá - le advierto- para con ese tema.

- Hija, ya estás muy mayor - la miro mal - Necesitas hacer una vida, tener una compañía. Mira tu hermana.

- Madre, no creo que sea el momento de-

- Este es el momento adecuado - mi madre interrumpe a Victoria - Virginia jamás viene a esta casa, siempre está ocupada. Hay que aprovechar cada instante.

- Madre, para tu información tengo una vida y estoy feliz con ello ¿Vale? - le digo ya un poco molesta.

- No me parece señorita - me dice nuevamente mi madre - necesitas compañía-

- No necesito nada - la interrumpo - ¿Queda claro? No quiero hablar más del mismo tema - suspiro y me pongo de pie.

- Hasta Valeria ya tiene un novio - comenta.

- Abuela para - dice mi sobrina apenada y poniéndose colorada.

La miro divertida y con una sonrisa de picardía en mis labios.

- ¿Si? ¿Quién es el afortunado? - la miro enarcando unas ceja.

- Ya tía- se pone colorada - de verdad no quiero hablar de eso.

- Bueno no te me vas a escapar - le digo - ya hablaremos. Voy a ver a mi abuela.

Salgo de la sala y me pierdo por el corredor del primer piso. Camino frente a la habitación de mi padre y me detengo, abro la puerta y echo un ojo dentro de la habitación. Está recostado sobre la cama, debe estar dormido. Cierro la puerta con cuidado y sigo mi camino dos puertas más adelante.

Doy dos toquesitos en la puerta y la voz de mi abuelita me invita a pasar.

- ¡Sorpresa! - digo animada - Buenas, señora Charlotte. Está deslumbrante usted hoy.

Ella me recibe con una gran sonrisa y abre sus arrugados brazos para mi, recibiéndome en un gran y afectuoso abrazo que me devuelve a la vida.

            
            

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