Capítulo 1
La peor parte del día, Jade siempre lo había sabido, era el momento en que debía salir de la cama. La cama, su refugio, su lugar sagrado, era tan cómoda que a veces pensaba que podría quedarse ahí para siempre. Pero no, no podía. Había un mundo afuera que la esperaba, y aunque lo detestara, había que enfrentarlo. El frío del baño, tan desolado y gris, le helaba la piel, y ni hablar de la ropa de la escuela. Con el peor ánimo posible, se levantó, se estiró y salió de la cama.
Se cambió rápidamente, eligiendo un jean azul oscuro y una camiseta blanca sencilla, sin ningún diseño llamativo. No le apetecía mucho pensar en su atuendo hoy, no cuando la mitad del mundo parecía estar atrapado en sus propias crisis existenciales. Agarró su ordenador y salió de la habitación, sin muchas ganas de hacer nada más que regresar a su cama.
Bajó las escaleras hasta la cocina y, sin mucha motivación, se sirvió un plato de cereal. No le prestaba atención al sabor; solo lo comía mientras navegaba en las redes sociales. Había algo aburrido en todo eso, algo que la hacía sentir vacía. En su cuenta de Instagram no había nuevos seguidores, y en Twitter ni una sola mención. ¿Qué estaba pasando con el mundo? ¿De verdad todo giraba en torno a las apariencias y las cosas vacías? Se cuestionaba mientras tragaba lentamente, sin prisa por llegar a ningún lado.
Finalmente, decidió que era hora de salir. Tomó las llaves de su coche. Todos pensaban que tener coche a los 18 años era un lujo, pero la realidad era mucho más triste que eso. Su madre, como siempre, estaba ausente, de viaje, trabajando como azafata. Si necesitaba salir, tenía que arreglárselas sola. Y su padre... bueno, su padre, el político, ni siquiera sabía de su existencia. O si lo sabía, prefería ignorarla. La vida de Jade, a pesar de todo el dinero que llegaba cada mes a través de su madre, no era tan sencilla. Para él, todo se resolvía con dinero, como si el dinero pudiera solucionar cualquier cosa.
-Lo que no saben es que el dinero no arregla todo -murmuró Jade, mientras se subía al coche y arrancaba el motor. Era su forma de afrontar la vida, de hacer frente a la soledad que sentía por dentro, aunque a veces no se atreviera a decirlo en voz alta.
Al llegar a la escuela, vio a Alexa, su mejor amiga, bajando del auto de su madre. La madre de Alexa, una mujer extrovertida y siempre presente, era su confidente, su amiga. Parecían una versión idealizada de lo que Jade había querido, pero nunca tuvo. Las dos se entendían sin necesidad de palabras, compartían todo, y aunque a Jade le alegraba que su amiga tuviera una relación tan cercana con su madre, no podía evitar sentir que su vida había sido un poco diferente.
Alexa, con su estilo único y sin miedo a llamar la atención, siempre había sido un contraste con Jade. Hoy, llevaba una mini falda blanca que llegaba justo por encima de su muslo, una camiseta roja atada a la cintura que dejaba al descubierto su ombligo, y unas botas negras de caña alta que completaban su look atrevido. Era la esencia de la palabra "confianza".
-¡Jade, al fin! -gritó Alexa, al verla bajar del coche-. ¿Te costó mucho dejar esa cama de lujo? ¿O te la quedaste toda la mañana?
Jade sonrió de medio lado, pero no le respondió. Alexa siempre tenía la habilidad de hacer que las cosas parecieran mucho más sencillas de lo que realmente eran. Aunque Jade no podía evitar sentirse un poco envidiosa de la seguridad que su amiga irradiaba, sabía que no sería capaz de tener una relación como la de Alexa con su madre. Ella había crecido de una manera diferente.
-Vamos -dijo Alexa, tomándola de la mano-. Hoy es el día. Estoy convencida de que no puedes pasarte la última semana del semestre sin hacer algo interesante.
Jade frunció el ceño mientras caminaban juntas por los pasillos de la escuela. La última semana de clases. Los exámenes finales estaban a la vuelta de la esquina, pero para Alexa, la vida social siempre tenía que ir primero.
Mientras caminaban, Alexa fijó su mirada en un chico a su derecha. Era pelinegro, con el cabello algo desordenado que caía sobre su frente y sus orejas. Era alto, atractivo, y llevaba una camisa azul y unos jeans rotos que le daban un aire rebelde. La mirada de Alexa lo devoró por completo.
-Y tú, Jade, ¿te vas a ir de la escuela sin ligarte a un solo chico? -le preguntó Alexa, con una sonrisa traviesa. Sabía que Jade no estaba interesada en esas cosas, pero le encantaba molestarse con el tema.
Jade dejó escapar una risa sarcástica. -Son mis planes, señorita matadora. No tengo tiempo para estar ligando.
Alexa rió y le dio un codazo. -No lo voy a permitir. O te ligas a alguien esta semana, o te mando a una universidad de monjas. ¿Me oyes?
Jade suspiró, sabiendo que Alexa nunca cambiaría. -No tengo remedio, ¿verdad?
Alexa le dio una mirada desafiante. -Ni uno, amiga. Ni uno.
Jade observó cómo Alexa se acercaba al chico con la mirada, ya lista para lanzarse a la conquista, como siempre. Mientras ella, Jade, se limitaba a sonreír por fuera, pero por dentro sentía que no había necesidad de involucrarse más con alguien en este punto de su vida. ¿Para qué? ¿Para qué si todo acababa siendo lo mismo? Si se iba a enamorar de alguien, que fuera en la universidad. Aquí, en su escuela, solo importaba la última fiesta, la última conquista, la última cosa superficial.
Mientras caminaban al salón, Jade no pudo evitar pensar que todo este ciclo, esta rutina que le parecía tan vacía, estaba a punto de terminar. Era fin de año, la última semana, y todo lo que quedaba por hacer era sobrevivir a los exámenes finales. Pero a veces, se preguntaba, ¿sobrevivir a qué?