Nicolás Santamaría, un poderoso CEO de mediana edad, con una estatura imponente y un aura de confianza, se encontró con Valentina Moreira, una trabajadora sexual de cabello largo y negro y curvas tentadoras, en un bar exclusivo de la ciudad. Desde el momento en que sus ojos se encontraron, hubo una química indudable entre ellos.
Después de una noche de conversaciones y copas, Nicolás invitó a Valentina a su lujoso apartamento en la ciudad. Ella aceptó, con la condición de que él entendiera que ella no era una mujer fácil. Nicolás sonrió, encantado por su franqueza, y aceptó sus términos.
Una vez dentro de su apartamento, la tensión sexual entre ellos era palpable. Nicolás miró a Valentina con deseo, mientras ella sonreía coquetamente y se acercaba a él. Se besaron profundamente, sus lenguas entrelazándose en un baile sensual. Nicolás sintió su cuerpo entero encenderse mientras la besaba, sus manos explorando su figura curvilínea.
Valentina se arrodilló delante de Nicolás, desabrochando su pantalón y sacando su erección. Lo tomó en su mano, acariciándolo suavemente antes de llevarlo a su boca. Nicolás gimió de placer mientras Valentina succionaba y chupaba, sus manos agarrando su cabello mientras ella trabajaba su miembro.
Después de un rato, Nicolás ayudó a Valentina a ponerse de pie y la llevó a su cama. La desvistió lentamente, admirando cada centímetro de su piel morena y su figura de reloj de arena. Valentina respondió a su mirada con una sonrisa traviesa, emocionada por lo que estaba a punto de suceder.
Nicolás comenzó a besar y lamer su cuerpo, empezando por sus pechos firmes y sus pezones erectos, bajando por su vientre plano y su ombligo, hasta llegar a su sexo. La lamió y chupó, saboreando su jugo mientras Valentina gimía y se retorcía de placer.
Después de un rato de placer oral, Nicolás subió por el cuerpo de Valentina y la penetró lentamente. Ella gritó de placer mientras él entraba en ella, su cuerpo temblando de la emoción. Nicolás comenzó a moverse dentro de ella, aumentando gradualmente su ritmo mientras Valentina lo animaba.
-¡Sí, así, hazlo más profundo! -gemía Valentina, sus uñas hundiéndose en la espalda de Nicolás mientras él la penetraba. Él respondió a su petición, empujando más profundo y más duro dentro de ella. Valentina gritó de placer mientras Nicolás la tomaba, su cuerpo entero encendiéndose con el placer de ser poseída por él.
Después de un rato de intensa penetración, Nicolás sintió el orgasmo acercarse. Valientina también estaba a punto de alcanzar el clímax, sus caderas moviéndose más rápido y sus gemidos cada vez más fuertes. Finalmente, Nicolás se corrió dentro de ella, gritando de placer mientras Valentina también alcanzaba el orgasmo.
Se quedaron acostados uno al lado del otro, jadeando y sudorosos, mientras se abrazaban y se besaban suavemente. Habían encontrado algo especial el uno en el otro, algo que ambos sabían que nunca olvidarían.
El sol de la tarde se filtraba por las enormes ventanas del lujoso departamento de Nicolás Santamaría, reflejándose en las superficies pulidas y los muebles minimalistas. Valentina Moreira, envuelta en una sábana de algodón egipcio, observaba las vistas de la ciudad mientras encendía un cigarrillo. Había un aire de despreocupación en sus movimientos, pero sus ojos brillaban con la cautela de quien conoce demasiado bien los secretos de la vida.
Nicolás, sentado al borde de la cama, se pasaba una mano por el cabello oscuro, desordenado tras el éxtasis compartido. Su camisa abierta revelaba un torso trabajado, pero sus ojos estaban clavados en Valentina, analizando cada uno de sus gestos con una intensidad que la hizo girarse hacia él.
-¿Qué?-preguntó ella con una ceja arqueada y una sonrisa ladeada. -¿Ya te arrepentiste?
Nicolás negó con la cabeza, pero no sonrió. Sus labios se tensaron un instante antes de hablar, como si eligiera cada palabra con cuidado.
-Tengo una propuesta para ti, Valentina. -Su voz era baja, calculada, como si estuviera cerrando un trato de millones.
Ella se inclinó contra el marco de la ventana, exhalando una bocanada de humo. -Adelante. Me encantan las propuestas. Sobre todo si son indecentes.
Él se levantó, descalzo, y caminó hasta quedar frente a ella. Sus ojos grises se clavaron en los de Valentina, que mantenía la calma como si la escena no fuera más que otro episodio en su peculiar carrera.
-Necesito que te cases conmigo. -Lo dijo sin preámbulos, directo y sin atisbo de vacilación.
Valentina parpadeó, procesando las palabras. Luego, soltó una carcajada. -¿Eso es lo que le dices a todas? -bromeó. -Una cena, un buen vino, sexo y luego, "así que, cásate conmigo".
-Estoy hablando en serio. -Nicolás no apartó la mirada. Su postura era firme, su expresión imperturbable. -Mi abuelo está muriendo. Su último deseo es verme casado. Y necesito a alguien como tú para cumplir ese deseo.
Valentina entrecerró los ojos, intentando leer entre líneas. -Alguien como yo. Suena a un cumplido disfrazado. ¿Qué quieres decir exactamente?
-Eres independiente, discreta y... poco probable que compliques las cosas más de lo necesario. Este matrimonio sería un contrato. Te pagaría una suma que, estoy seguro, te interesará. Será temporal. Un par de meses, hasta que todo termine.
Ella dejó caer el cigarrillo en un cenicero cercano y cruzó los brazos. -Un matrimonio por contrato. ¿Eso es lo que necesitas?
-Sí. Y tú obtendrás una suma lo suficientemente generosa para que no tengas que trabajar de nuevo si no quieres. -Nicolás hizo una pausa, dejando que sus palabras se asentaran. -Quiero que lo pienses.
Valentina lo observó en silencio, evaluando las posibilidades, los riesgos y las oportunidades que esa proposición representaba. Finalmente, sonrió con esa mezcla de misterio y desparpajo que tanto intrigaba a Nicolás.
-Está bien, Santamaría. ¡Pongámonos románticos! Pero ya te advierto... éste no será un cuento de hadas.
Él también sonrió, por primera vez desde que había comenzado la conversación. -Nunca esperé que lo fuera.