La luz de la tarde se había desvanecido por completo, dejando paso a la oscuridad de la noche que se filtraba suavemente a través de las ventanas del departamento. Nicolás y Valentina estaban sentados en el sofá, la tensión entre ellos palpable. A pesar de haber llegado a un acuerdo, había algo en el aire que no terminaba de despejarse. Ambos sabían que el trato que habían sellado era más complejo de lo que parecía a simple vista. Las palabras, aunque sencillas, escondían promesas, deseos y, sobre todo, límites que aún no se habían discutido.
Valentina rompió el silencio con una pregunta que había estado rondando su mente desde que Nicolás había mencionado el matrimonio. Se giró hacia él con una mirada afilada, la misma que le había servido para conseguir lo que quería en los negocios y en la vida.
-¿Este trato incluye también dormir juntos? -preguntó con la calma de quien ya sabe la respuesta, pero aún quiere escuchar las palabras salir de la boca de su interlocutor.
Nicolás la miró sin parpadear. La pregunta era directa, más directa de lo que esperaba, pero no la sorprendió. Sabía que Valentina no era una mujer que se anduviera con rodeos. Sin embargo, la seriedad en su mirada denotaba que estaba dispuesto a hacerle frente a cualquier cosa, aunque no pudiera predecir cómo respondería.
-Sí. -La respuesta fue clara y sin vacilaciones. -Ese es el acuerdo. Si vamos a fingir ser marido y mujer, entonces no hay espacio para la duda. Dormir juntos, compartir el mismo lecho. Todo lo que conlleva estar casados.
Valentina lo observó con una mezcla de desconcierto y diversión, como si estuviera considerando si realmente quería seguir en este juego. Sabía que lo que Nicolás le estaba proponiendo no era solo una cuestión de cumplir con una formalidad social. Había algo más detrás, algo que todavía no lograba entender del todo.
-Y, ¿por qué? -preguntó ella, arqueando una ceja, su tono juguetón pero desafiante. -¿Tan desesperado estás por cumplir con ese capricho de tu abuelo? ¿Es eso lo que realmente te motiva?
Nicolás la miró fijamente, sin inmutarse. Sabía que Valentina jugaba con fuego, pero también comprendía que ella no aceptaría algo tan grande sin entender los detalles. El trato tenía sus reglas, y él no estaba dispuesto a dejar nada al azar.
-No solo es por mi abuelo, Valentina. -Dijo con una calma calculada. -Es también por mi posición. Por mi imagen. Necesito que todo parezca real, incluso si no lo es. Y para eso, la parte física, el acto de estar juntos, es esencial. Este matrimonio no es solo una fachada. Es un compromiso en todos los sentidos.
Valentina se levantó lentamente del sofá, caminando hasta la ventana para mirar la ciudad iluminada por las luces de la noche. Un silencio denso se apoderó de la habitación mientras ella reflexionaba sobre sus palabras. Había algo inquietante en todo esto. Un matrimonio de conveniencia, sexo de por medio, una gran cantidad de dinero en juego... pero algo no encajaba. Algo en la actitud de Nicolás, en sus ojos fijos, la hacía dudar.
-Entonces, ¿me pagas para ser tu esposa, dormir contigo y hacer todo lo que eso implique? -preguntó, finalmente, con una sonrisa irónica. -Eso suena... interesante.
Nicolás, que hasta ese momento había mantenido una postura casi rígida, se inclinó hacia adelante, con los codos sobre las rodillas, mirando a Valentina con una intensidad que la hizo sentir incómoda, aunque en el fondo le resultaba fascinante.
-Te pagaré más de lo que podrías imaginar. -Su voz era grave, y las palabras salieron con firmeza. -Entre siete y ocho cifras. Lo suficiente como para que no tengas que preocuparte de nada nunca más. Y todo esto será tuyo... a cambio de tu compromiso.
Valentina lo miró sorprendida, aunque trató de ocultarlo tras una sonrisa indiferente. Nadie había hablado nunca con ella de esa forma. Nadie le había ofrecido una suma de dinero que desbordara incluso sus propias expectativas. ¿Realmente lo aceptaría? ¿Podía poner un precio a su independencia, a su vida, a su libertad?
-¿Y qué más? -preguntó, ladeando la cabeza con una curiosidad calculadora. -¿Cuáles son las condiciones, Santamaría? ¿Crees que todo esto será tan sencillo?
Nicolás no se inmutó, pero había algo en sus ojos que decía mucho más de lo que sus palabras expresaban. Sabía que Valentina estaba buscando detalles, buscando posibles grietas en el acuerdo que pudieran darle una ventaja. Pero él también sabía lo que quería y lo que no estaba dispuesto a tolerar.
-Durante el tiempo que dure el contrato, no puedes estar con nadie más. -La voz de Nicolás se tornó más seria, casi implacable. -No habrá insinuaciones, ni coqueteos, ni distracciones. Este es un matrimonio exclusivo, no solo en papel, sino en todo sentido. Ningún otro hombre podrá acercarse a ti, ni tú a ellos. Eres mi esposa, y como tal, debes mantener esa imagen, esa imagen que el mundo verá.
Valentina lo miró fijamente, analizando la dureza de sus palabras. No era una mujer que se dejara controlar fácilmente, y lo sabía. Nadie la había puesto en una situación en la que tuviera que someterse a reglas tan estrictas. Pero el dinero, la cantidad de dinero que le ofrecía Nicolás, la tentación era demasiado grande para ignorarla.
-¿De verdad crees que podrías controlar lo que hago fuera de este contrato? -preguntó con una risa burlona. -¿Crees que una firma y unas reglas me mantendrán en tu cama y lejos de otros hombres?
Nicolás no respondió de inmediato, como si estuviera esperando que ella entendiera la seriedad de lo que le estaba diciendo. Finalmente, se acercó a ella, caminando con calma, pero con una determinación que no dejaba lugar a dudas.
-No se trata de controlar lo que haces fuera de aquí. -Su voz se volvió más suave, pero más peligrosa. -Se trata de mantener las apariencias. De que nadie cuestione nuestro matrimonio. Y de que tú cumplas con el papel que has aceptado, sin desviarte ni un milímetro. Eso es lo que te pido, Valentina. Nada más.
Ella lo miró a los ojos, desafiándolo, evaluando si sus palabras eran solo una forma de control o si realmente estaba dispuesto a cumplir con todo lo que decía. La idea de ser una esposa de mentira, de vivir con un hombre por dinero, era tan extravagante como tentadora. Pero también sabía que en este juego no había espacio para debilidades.
-Lo haré. -La respuesta salió sin pensar, impulsada por una mezcla de curiosidad, desafío y el brillo del dinero que se perfilaba ante ella. -Pero recuerda, Nicolás, este es tu juego. Yo solo soy una jugadora. Y ya sabes lo que dicen sobre las jugadoras, ¿verdad? Siempre saben cómo dar vuelta las reglas.
Nicolás sonrió lentamente, reconociendo en su mirada que, aunque creía tener el control, Valentina era mucho más impredecible de lo que imaginaba. Pero ya era tarde para dar marcha atrás.
-Lo sabré, Valentina. -Su voz se suavizó un poco, como si la idea de ese desafío fuera más una promesa que una amenaza. -Lo sabré muy bien.
Y así, el contrato entre ellos estaba sellado, con reglas, límites y una pasión que ambos sabían que no podrían controlar. Pero el juego, al final, solo acababa de comenzar.