La conversación había tomado un giro definitivo. Ambos sabían que sus destinos estaban entrelazados por un contrato, un pacto que ninguno de los dos podía deshacer fácilmente. Valentina observaba a Nicolás con una mezcla de curiosidad y cierto desdén, reconociendo en sus ojos esa misma chispa que había visto en hombres poderosos antes: control, decisión, pero también una necesidad de mantener las apariencias. Algo que ella siempre había entendido muy bien.
Nicolás había dejado claro que el trato no solo implicaba compartir un lecho y actuar como una pareja perfecta, sino que también implicaba toda una serie de rituales de lujo y visibilidad que debían seguirse al pie de la letra. Ninguna de las partes podía permitir que el contrato fuera siquiera cuestionado.
-Tu asistente llegará en un par de horas para recogerte. -dijo él, interrumpiendo el silencio que se había instalado entre ellos. Su tono era impasible, pero había algo en la manera en que lo dijo que dejaba claro que no era una opción. -Irás de compras, Valentina. Necesito que tengas todo lo necesario para nuestra vida juntos, para las apariciones públicas que haremos.
Valentina lo miró, sin dejar de mantener esa expresión que tanto le gustaba: entre intrigada y desafiante. De alguna manera, las palabras de Nicolás no la sorprendían. Sabía que los hombres como él no dejaban nada al azar, que todo en su vida debía ser perfecto. Pero el tono de superioridad en su voz hizo que un escalofrío recorriese su espalda. ¿De verdad pensaba que ella era solo una pieza en su juego de poder? ¿Que iba a simplemente aceptar ser una más de sus muñecas de lujo?
-¿De compras? -repitió Valentina, levantando una ceja mientras se acercaba a él, con los ojos fijos en su rostro. -¿Qué, me vas a vestir como a una niña con muñeca? ¿Es eso lo que esperas?
Nicolás la miró por un instante, analizando sus palabras, pero no parecía ofenderse. Sabía que Valentina era una mujer que no se dejaba impresionar fácilmente, que cada paso debía ser calculado. La tensión entre ellos estaba a punto de estallar, pero él tenía el control de la situación.
-No, Valentina. -dijo con firmeza. -Necesito que estés perfecta. Las apariencias son todo. Y para esto, quiero que tengas lo mejor. Para ti y para mí. No quiero que nadie dude ni por un segundo que somos un matrimonio perfecto. El dinero está ahí, las marcas están ahí, todo está ahí. Solo debes elegir lo que te guste.
Valentina sintió un repentino deseo de desafiarlo, de darle una respuesta mordaz, pero algo en sus palabras le dio una nueva perspectiva. De alguna manera, él también la estaba tratando con respeto. Estaba eligiendo algo, un papel, un lugar en su vida que le aseguraba poder y comodidad. Sabía lo que valía y cómo jugar su carta. Nicolás la estaba invitando a un juego que tenía sus reglas, pero también sus recompensas.
-Así que, ¿tengo que ponerme una fachada para cumplir tu contrato de matrimonio? -preguntó, sin ocultar una sonrisa que oscilaba entre la diversión y la incredulidad. -¿Y tu asistente vendrá por mí para ayudarme a elegir lo que quiero?
Nicolás asintió, pero su expresión no cambió. Valentina percibió que en su mente ya todo estaba planificado, ya no había espacio para el error.
-Así es. Mi asistente, Laura, estará aquí en breve. Ella se encargará de todo. -En su rostro se asomó una leve sombra de satisfacción. -Ella sabe exactamente lo que necesitamos. Después de que terminen, te llevaré a la mansión. Necesito que estés lista para lo que venga después.
Valentina frunció ligeramente el ceño. No le gustaba la idea de ser tratada como un proyecto a la medida de las expectativas de Nicolás, pero entendía que en este juego, todos tenían que jugar su parte. Él ya había dejado claro lo que esperaba de ella: perfección en todos los sentidos.
-Bien. Entonces, que venga Laura. -dijo Valentina, aceptando el desafío con una sonrisa ladeada. -A ver qué tipo de "fascinante" vestimenta me tiene preparada para mi nuevo papel.
Nicolás no se movió, pero sus ojos la seguían con una intensidad que era difícil de ignorar. Por un momento, Valentina pensó que podría haber algo más en esa mirada, algo que iba más allá de los negocios y las apariencias. Sin embargo, no se permitió adentrarse en esos pensamientos. Sabía que este trato era puramente funcional, una cuestión de conveniencia, y no tenía espacio para la emoción.
-Tienes que estar lista para la primera aparición pública como mi esposa. -Nicolás dijo esto en un tono definitivo, como si fuera una orden. -Nuestro "matrimonio" tiene que ser creíble desde el primer momento. La gente tiene que ver que somos una pareja unida, sólida. Esto no solo se trata de sexo o de un contrato, Valentina. Esto es una inversión. Y ambos tenemos que hacer que funcione.
Valentina lo observó, su expresión cambiando ligeramente, reconociendo la complejidad del trato. Sin embargo, la idea de estar a la altura de las expectativas de Nicolás, de caminar junto a él en la alta sociedad, de vestir lo mejor y tener acceso a todo lo que el dinero podría ofrecer, la atraía de una manera difícil de ignorar.
-No te preocupes, Santamaría. -respondió con una sonrisa irónica. -Sé cómo jugar a este juego. Ya me conoces, ¿verdad?
Nicolás asintió, satisfecho con la respuesta, pero sin mostrar emoción alguna en su rostro.
-Lo sé. -dijo, mientras se levantaba del sillón. -Confío en ti. Ahora, prepárate. Laura llegará pronto. Quiero que todo esté perfecto.
Valentina se quedó en silencio mientras él salía de la habitación, y sus pensamientos empezaron a dar vueltas en su mente. ¿Era esto lo que realmente quería? ¿Era esto lo que necesitaba? Jugar a la esposa perfecta por dinero, bajo la mirada constante de la sociedad y de Nicolás. A medida que el sonido de los pasos de él se desvanecía por el pasillo, Valentina se permitió un suspiro, consciente de que este juego peligroso apenas comenzaba.
Pero no iba a ser una espectadora. Sabía muy bien que en este mundo, solo los jugadores audaces se quedaban con lo que querían. Y ella no iba a ser la excepción.
La puerta se abrió de golpe, y una mujer de cabello rubio y una figura impecable entró en la habitación. Su sonrisa era amable, pero sus ojos analizaban a Valentina con precisión. Era Laura, la asistente de Nicolás. Sin una palabra de más, se acercó a ella con una actitud profesional.
-Buenas noches, Valentina. Soy Laura, y estoy aquí para acompañarte de compras. Nicolás ha solicitado que estés lista para lo que se avecina.
Valentina asintió, mirando a Laura con una mezcla de respeto y curiosidad. El juego de apariencias comenzaba a tomar forma, y ella, por primera vez, se sentía preparada para jugar su parte.