La noche había caído por completo cuando Valentina salió del departamento, acompañada de Laura, la asistente de Nicolás. La mujer, elegante y con un aire de seguridad que solo los años de experiencia en el mundo de los ricos y poderosos podían otorgar, guiaba a Valentina con pasos firmes. Era una mujer de porte impecable, con un estilo sofisticado que no dejaba lugar a dudas sobre el tipo de mundo en el que se movía.
A pesar de la cordialidad de su trato, había algo en la forma en que la miraba que sugería que estaba constantemente evaluando a Valentina, como si todo fuera parte de un meticuloso plan.
El auto de lujo que las esperaba estaba estacionado frente al edificio, un sedán negro de líneas elegantes y de apariencia inalcanzable para la mayoría de las personas. Laura abrió la puerta y Valentina se deslizó dentro, sintiendo que, por un momento, el mundo exterior quedaba atrás. Sabía que esta noche no solo sería un simple paseo de compras; era una entrada definitiva en un universo donde las reglas eran diferentes, donde la riqueza y el poder lo eran todo. Y, por supuesto, ella no era más que una peón en ese juego, aunque aún no estaba segura de si quería ser una simple jugadora o algo más.
El viaje fue breve, pero las luces de la ciudad iluminaban las calles de manera hipnótica. Finalmente, el auto se detuvo frente a una boutique que parecía surgir de una película de fantasía. El escaparate mostraba prendas de lujo que Valentina solo había visto en las páginas de revistas internacionales, aquellas que detallaban el estilo de vida de celebridades y millonarios. Una boutique que no se encontraba en ningún directorio común, pero que todos sabían que existía solo para los más selectos.
-Bienvenida. -Laura pronunció con una sonrisa tranquila, como si estuviera dando la bienvenida a alguien que ya formaba parte del círculo. -Aquí encontraremos lo que Nicolás espera de ti.
Valentina asintió, aunque su mente estaba ocupada procesando el exceso de lujo que la rodeaba. ¿Cómo podía una tienda tener estos vestidos, estos trajes que solo en los sueños más salvajes de las mujeres se hacían realidad? Era un mundo completamente diferente al que ella había conocido, pero aún así, la emoción de descubrirlo la invadía.
Al entrar, la luz suave y cálida iluminaba los vestidos de alta costura que colgaban de las perchas, algunos con bordados intrincados, otros con telas tan delicadas que casi parecía que podrían desmoronarse con solo mirarlas. Valentina pasó la vista por la boutique, impresionada por la calidad de las prendas que se ofrecían. Cada uno de esos vestidos parecía sacado de un sueño, de un mundo que ella solo había imaginado en sus fantasías de lujo. Y ahora estaba allí, de pie en el centro de ese universo, como si perteneciera a él.
-Vamos a elegir algo para ti. -Laura dijo, con voz decidida. Parecía como si ya supiera exactamente lo que Valentina necesitaba, sin tener que preguntarle siquiera.
Y así comenzó una tarde que se convirtió en una especie de trance para Valentina. Laura la guiaba con destreza, llevándola de un vestido a otro, siempre acertando con las telas, los cortes, los colores. Había vestidos que rozaban el suelo en una cascada de seda y encaje, otros que se ceñían al cuerpo con una perfección que dejaba poco a la imaginación. Algunas piezas eran tan sofisticadas que parecían sacadas de una película de época, mientras que otras reflejaban la modernidad con detalles en dorado y plateado que brillaban bajo las luces cálidas de la boutique.
Cada vez que Valentina probaba un vestido, sentía una mezcla de asombro y desconcierto. La ropa se deslizaba sobre su piel con la suavidad de una caricia, y la forma en que se veía en el espejo la dejaba sin aliento. Nunca había imaginado que la tela podría ajustarse tan perfectamente a su figura, realzando sus curvas y disimulando cualquier imperfección. Era como si, en ese momento, ella dejara de ser Valentina Moreira, la mujer independiente y desafiadora, para convertirse en un objeto más, un accesorio de lujo para adornar un brazo rico y poderoso. Pero la ironía era que también le gustaba.
Cuando la boutique comenzó a llenarse con su selección de vestidos, Laura la llevó a un salón privado donde los vestidos se acumulaban en montones, una montaña de lujo y promesas. La asistente la observaba con atención, sin perder detalle, pero nunca con una mirada de juicio, solo con la precisión de una profesional.
-Este es perfecto para una cena formal. -Laura comentó, sosteniendo un vestido negro de terciopelo con detalles dorados que brillaban con sutilidad. -Este otro será ideal para las primeras apariciones en público. -Y señaló un vestido de línea sirena, rojo, tan atrevido que parecía diseñado para atraer todas las miradas.
Cuando Valentina miraba sus opciones, no podía evitar preguntarse en qué momento su vida había pasado de ser una historia normal a convertirse en una sucesión de eventos extraordinarios. Mientras elegía los vestidos que llenarían su armario, las horas parecían desvanecerse sin que ella se diera cuenta. Por primera vez en mucho tiempo, se sentía como una pieza más de un rompecabezas, pero al mismo tiempo, disfrutaba de cada momento, de cada compra, como si realmente le perteneciera.
Después de escoger una amplia variedad de vestidos, Laura la condujo a la siguiente parada: las joyas. Esta vez, Valentina entró en una boutique aún más exclusiva, una joyería que mostraba vitrinas llenas de diamantes, zafiros y esmeraldas, piedras preciosas que parecían casi irreales. Valentina había visto estas joyas en las revistas, pero ahora las tenía frente a ella, a su alcance, como si todo fuera posible en ese mundo que Nicolás le había abierto.
-Nicolás quiere que todo esté a la altura. -Laura explicó mientras miraba una exhibición de anillos y collares. -Tienes que brillar, Valentina. No solo en la apariencia, sino también en los detalles. Nada puede fallar.
Valentina probó anillos con diamantes que parecían destellar como estrellas, collares de oro que se enroscaban en su cuello como si fueran una extensión de su piel. Todo lo que había tocado era de una calidad tan impresionante que la hizo preguntarse si, en algún momento, podría volver a vivir en un mundo que no tuviera este lujo a su alrededor. Pero mientras se probaba el último collar, una voz en su mente le susurró que todo esto no era más que una fachada, una cortina de humo que ocultaba algo mucho más grande.
Finalmente, después de horas de compras, el coche las llevó a una tienda de zapatos de diseño exclusivo, donde Valentina eligió pares tras pares de zapatos de tacón, sandalias delicadas de diseñador y botas de cuero negro que se ajustaban a sus piernas con una precisión casi perfecta. La extravagancia de la tienda la dejó sin palabras, y aunque sabía que estaba allí por un propósito, una parte de ella no podía evitar sentirse cautivada por todo lo que el dinero podía comprar.
El regreso al departamento fue tranquilo, pero en el aire había una tensión inconfundible. Valentina ya no era la misma mujer que había llegado esa tarde. Ahora, con su nuevo guardarropa, joyas y zapatos, había tomado una decisión tácita: no iba a ser solo un accesorio en el juego de Nicolás. Aunque el lujo la había tentado, sabía que tendría que jugar con astucia para mantener su poder en este mundo tan diferente al suyo.
Lo que Nicolás no sabía era que Valentina no iba a ser solo una pieza en su tablero de ajedrez. Ella también tenía sus propias cartas para jugar.