Capítulo 4 4

Alexa, se sentía nerviosa. Aún sollozaba en su almohada, con el corazón acelerado. ¿Cómo podría ver nuevamente a su jefe después de eso? Mañana podría terminar que nada pasó. Mierda, ni siquiera sabía si el, la había reconocido. Quería morirse y jamás levantarse de la cama.

De pronto, la puerta fue abierta y Brianna, al verla en ese estado se acercó -¿Qué pasó?

-La cagué Brianna ¡La mega súper cagué! –exclamó avergonzada, mientras escondía nuevamente su rostro en la almohada. Brianna suspir, para acostarse a su lado. Brianna, no sabía bien como decirle las palabras y verla así, no era bueno.

-Todo pasará... -comentó con una triste sonrisa y ella empresarial.

-Pensaba... comprarnos una casa con ese dinero Brianna y... ahora, la cagué ¿Por qué no puedo olvidar... ese pasado y dejarme llevar? ¿Por qué no puedo ser normal? –preguntó llorando y Brianna le dio un fuerte abrazo, guardó con disimulo el sobre nuevamente a su bolsillo para abrazar a su amiga.

Al día siguiente, Alexa tomaba una taza de café con tranquilidad, no iría ¿total que más daba? Los echarían a ambos, y buscarían otro empleo. Si. Eso haría y listo, no se preocuparía. Su jefe le había llamado, y ella no quiso contestar.

Pero mientras cantaba una canción, intentando parecer despreocupada, vio un curioso sobre arrojado en el suelo. Brianna se había ido temprano, y después de darle un abrazo, dejó su perfume y ese sobre ¿era de ella?

-Y esto? –preguntó dudosa en voz alta, dándole la vuelta y leyendo la palabra "hospital", frunció las cejas y finalmente lo abrió. No era de esas personas, pero quería saber porque su amiga tenía ese sobre. Estaba con el nombre de ella.

Y cuando empezó a leer, tuvo que sentarse. Células cancerígenas, fueron lo primero que leyó. Y sus ojos se nublaron en lágrimas, además pudo ver que había recibido, el tratamiento para empezar era costoso.

Necesitaba ese dinero. Mierda. Los cuarenta mil dólares. No perdería a Brianna ¡Claro que no! Afrontaría ese tonto miedo, y también, afrontaría su pasado. Ese hombre... no le arrebataría todo. No otra vez.

Con decisión, se acomodó tal cual le enseñó a Brianna. Dejó el sobre donde estaba, sabía que Brianna debía decirle. Pero saberlo, era demasiado doloroso.

Luego de preparar su cabello, rostro. Se acercó a la habitación de Brianna, tenía vestidos coquetos. A diferencia de ella, que lo que más usaba, eran patanlones sueltos y camisas blancas. Y su ropa era básicamente eso.

Suspiré al ver un vestido rojo y largo, con un gran tajo en cada lado. Sus mejillas se encendieron, imaginó por un segundo las manos de Lionel sobre sus piernas. Y se acercó lentamente su mano derecha, hasta tocar sus labios con los dedos temblorosos.

-Lionel... -susurró y luego frunció el ceño.

Al verso al espejo, de verdad no pensó que era ella. Sus piernas, se veían preciosas, y gracias a los tacos, se veían rellenas no tan delgadas. Siempre se había acomplejado, por ser tan flaquita, pero ahora se sentía preciosa. Sonrió con confianza y emitió una enorme sonrisa.

-Vamos Eliana –comentó dándose apoyo, y luego cuando dio un paso, cayó de bruces al suelo.

-¡Mierda! –chilló, y la puerta se abrió. Su padre, la observó confuso desparramada en el suelo. Se inclinó para ayudarla a levantarse.

-Cariño ¿qué pasó? –quiso saber, no sabía qué preguntar primero.

-Yo... ¡No sé usar estas cosas tan altas! –exclamó y escondió su rostro en el pecho de su padre. Con una sonrisa, la enderezó y dijo.

-Te ayudaré.

Alexa, levantó una ceja confundida, sin entender las palabras de su padre. Hasta que el mismo, le ayudó a levantarse. Y pronto comenzó a enseñarle, su padre en su juventud, trabajaba en un bar ayudando achicas para presentaciones. Y algo se acordaba, los tacones seguían siendo tacones. Y luego de unos minutos, al menos ella no se caía. Sin embargo, seguía caminando como bambi recién nacido.

-Papá, no tiene caso –contestó y el negocio.

-Debemos seguir practicando –murmuró, enderezando la espalda de su hija la cual rodó los ojos.

-Me colocó algo más bajo –comentó arrojando a un costado, los zapatos rojos y poniéndose algo más plano.

Alexa, en cuanto llegó a la empresa, sintió que su pulso se aceleraba. Le había comentado a su jefe que estaba enferma y que su prima iría. Le grité y dijo de todo, menos bonita. Suspiré, sabía que la detestaba ¿pero qué podía hacer? Si ella faltaba, sería su fin. No podía contratar a una mujer en el último momento y explicarle tantas cosas.

Suspensó, sintió miradas de algunos empleados sobre ella, se sintió algo cohibido pero no lo demostró. Levantó el pecho, pensando que estaba disfrazada y que fingir ser otra persona, era divertido.

-Buen día –comentó al chico de la recepción, quien levantó la mano perplejo y avergonzado por ver a una mujer tan preciosa.

-H-hola...

Ella llegó al ascensor, y subió al piso de siempre. Caminó con total confianza, que no sentía, por los pasillos. Hasta llegar frente a la oficina de su jefe, y abrió sin pedir permiso. Ella, sería una persona diferente. Nada de ser sumisa, volvería a ser la mujer confiada que fue hace años atrás.

Hasta que ese hombre...

Giró el rostro, no debía recordar aquella triste noche, no, nunca más.

Lionel, tenía el teléfono celular en su oreja, cuando la revisó. Se quedó estático, ninguna mujer lo colocaba así, pero ella, era distinta. Se acercó con total confianza, luego de cerrar la puerta. Lo empujó en contra la pared de vidrio, al lado estaba la sala de junta, lo besó.

El hombre, sin dudarlo, la tomó de la cintura para colgarla en sus caderas. Alexa, enredó sus piernas alrededor de las caderas de su jefe. Sus lenguas danzaron en la boca del otro, mientras Lionel bajaba la mano para por fin, cumplir la dolorosa fantasía que tenía: tocar esos preciosos pechos. Ella gimió entre sus brazos sintiéndose mareada, mordió su labio inferior y luego él comenzó a morder su cuello.

Hasta bajar a sus pechos, depositándola sobre su escritorio, arrojándose todo a un costado. Sacó ambos pechos y comenzó a tomarlo con ainco en su boca, mientras con la otra mano estrujaba el pecho libre.

-Oh... -gimió, sintiendo sensaciones extrañas. Él fue bajando y para su sopresa, su lengua pasó a su ombligo y luego levantó el vestido. Se mordió los labios nerviosos.

- ¿Clazón de conejitos? –se preguntó divertido, para quitarlo de un manotón, y succionar aquella zona sensible. Los vellos rizados, le parecieron preciosos en esa vagina rosada y blanca. Comenzó a succionar el botón de placer.

-Oh... dios... -susurró, levantando la cabeza, mirando que la puerta era golpeada. Pero el hombre siguió succionando, aquel botón sagrado. Su clítoris, se sintió hinchado entre los dientes y labios de ese hombre.

-Delicioso –comentó una vez que la observó divertida, y ella siguió intentando cerrar las piernas, pero la tomó con firmeza. Sus pechos estaban preciosos a su vista, y su vagina se contraía en espasmos deliciosos. Sus dedos la penetraron, ella abrió los ojos con sorpresa sin haber esperado eso.

-N-no... -dijo jadeante, pero él la ignoró para seguir lubricando su rica vagina, cuando vio que estaba lista, sacó su miembro. Alexa, quien estaba en una nube de placer, contrajo el rostro de susto.

Quiso liberarse, pero el, la sostenida con fuerza, preso de la excitación. Cuando tomó la punta de su miembro, y la dejó en la entrada de la chica, empezó a llorar. Se detuvo. Sorprendido, observó a la mujer llorando tendida en su escritorio. Se apartó guardando su miembro y tomó una regla para tocar su espalda.

-¿Por qué ese sentimentalismo? –Quiso saber sin entender qué demonios le ocurría –no tengo los dedos tan grandes y menos la leng...

-L-lo siento... -susurró y se sentó, para acomodar su vestido -¿qué hora es? –quiso saber, dejando aún más pasmado al hombre. Entonces recordado, levantó la muñeca aún conmocionada después de que una mujer llorara antes de penetrarla.

-L-las nueve... -siseó confundido y ella asintiendo. Se levantó como si no hubiera estallado en llanto hasta unos minutos atrás, y acomodó su cabello y maquillaje como si nada.

-Vamos –murmuró con total seguridad, dejando confundido al hombre.

            
            

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