Tom.
Ese mismo día Tommy y yo nos encontrábamos en el acuario mirando con asombro los animales, aunque intentaba esconder mis nervios por lo que haría.
Bobby nos seguía a medio metro, como si estuviera esperando que hiciera una estupidez. Está entrenado para eso. No dudaba que mi esposa hubiera contratado a los mejores psicópatas con experiencia en artes marciales, manipulación y armas.
Mi hijo me sostenía del antebrazo y al mirar hacia uno de los cristales, noté mi reflejo. Parecía un hombre de negocios, frío, millonario, buen padre. Pero no era nada de eso. Seraphine siempre se encarga de mi imagen y por supuesto que nadie podría notar lo que realmente sucede.
Por suerte en ese momento nadie me había reconocido, de hecho el acuario no estaba tan lleno, lo cual no era una ventaja para mí. Sin embargo, no iba a dejar que me detuviera.
-¿Quieres algodón de azúcar, Tommy? -le pregunté, mi hijo asintió, entonces vi al guardaespaldas-. ¿Podrías traernos un poco? -dije señalando el bolsillo delantero de mi pantalón.
Bobby me miró con sospecha, pero entonces alcé mis manos, diciendo algo como: ¿puedes creer que puedo hacer algo estúpido sin siquiera mover los dedos? Y el hombre escurrió la mano en mi bolsillo sacando la billetera.
Suspiré cuando se dio la vuelta para ir por los algodones. Gracias al cielo estaba del otro lado del acuario. Esperé que Bobby nos lanzara su mirada de "aún los veo", y cuando lo hizo, comencé a ejecutar mi plan.
-Papá, ¿a dónde vamos? ¿Y mi algodón de azúcar?
Miré hacia atrás con el corazón desbocado, notando cómo Bobby doblaba en la esquina, perdiéndose de nuestra vista. Entonces, con un nudo en la garganta, asustado y desesperado, le hablé a mi inocente hijo:
-Vamos a jugar a las escondidas con Bobby, ¿de acuerdo? Nos vamos a esconder de él, pero se le tiene que hacer muy difícil encontrarnos, así que, ¡vamos!
Mi hijo de apenas cinco años me miró con los ojos abiertos, como si estuviera loco.
¿Me veía loco? Perdón hijo, necesitábamos huir de tu psicópata madre.
-No me gusta ese juego... -expresó cruzando los brazos.
-Pero a mamá sí... -intenté convencerlo mientras seguimos caminando-. Temprano, me pidió que jugara esto contigo y con Bobby. Y ya sabes que no quiero que ella se moleste, ¿verdad?
Tommy me siguió viendo con extrañeza pero terminó aceptando. Entonces caminamos fuera del acuario, para tomar un taxi que nos llevara lejos de allí.
Sabía que era una locura, pero esa mañana después de que Seraphine se fuera de la habitación, no me quedó la menor duda de que al menos debía intentar huir de ella. No podía permitir que me siguiera manipulando como lo hacía. Hay meses en los que estamos bien, sin sus gritos ni humillaciones, pero hay otros que empeora y cualquier cosa que hago la irrita hasta hacerla ser demasiado cruel.
Clavando cosas en mi cuerpo, como sus tacones filosos, quemándome con sus cigarrillos, con agua hirviendo o matándome de dolores estomacales con comida manipulada, entre otras cosas.
Y ya no podía soportarlo más.
Fui inteligente, tenía más dinero en el pequeño bolso de Tommy, en efectivo, dinero que le había estado robando a mi esposa con el tiempo, esperando ese momento.
Un taxi pasó por mi frente y entonces alcé la mano, hice que Tommy subiera primero y luego entré yo. Vi hacia atrás. No había rastros de Bobby, bien, pero esperaba que fuera más rápido, era extraño.
-¿A dónde va, señor? -preguntó el taxista.
Le di la dirección en donde creía que estaríamos a salvo. Era la casa de mis padres que tenía años sin visitar. Pues Seraphine no quería que viera a mi familia, por obvias razones. Pero lo que más me dolía es que ellos tampoco buscaran la forma de llegar hasta mí, como si yo les hubiese hecho algo malo.
Tampoco era como si yo pudiera recordarlo.
-¿Nos estará buscando Bobby, papá?
Nervioso, asentí hacia mi hijo. No pude despegar la vista del camino porque estaba ansioso por sentirme a salvo, así que pude darme cuenta cuando el taxista no estaba yendo hacia donde le había dicho.
¿En qué momento habían descubierto ese atajo? ¿Tenía tanto tiempo sin ir a la casa de mis padres?
-Oiga...
-Silencio, señor Crowe. No quiere asustar a su hijo.
Las palabras del hombre me dejaron congelado, ¿me conocía? Oh por todos los cielos. Por supuesto que me conocía. Trabajaba para Seraphine, y lo supe cuando detuvo el taxi en un callejón, y al final de este, la vi.
Mi mujer, con un vestido rojo impecable, en tacones, con dos de sus guardaespaldas a su lado, mirándome desde la distancia con una mirada tan fría que me destrozó; una mirada que me hizo sentir atrapado.
Miré a mi hijo, feliz de saber que su mami estaba justo allí, incluso abrió la puerta y corrió hasta ella sin decirme algo.
Sé que mi hijo me ama, ¿pero por qué siempre la prefiere a ella?
Mi cuerpo tembló sin saber qué hacer, y entonces vi cómo Tommy subió al auto con uno de los guardaespaldas, y un teléfono aquí sonó.
-Para usted...
El hombre me extendió un teléfono, y con lágrimas de impotencia, lo tomé.
-Tom, Tom, Tom... -Chisteó, dándome escalafrios-. ¿Cuándo vas a aprender, Tom? ¿Cuándo vas a aprender que yo soy la que tiene el control de cada maaldita cosa y que no puedes escapar de mí? Eres un don nadie, Tom. Tu vida, me pertenece.
Tragué hondo, apretando mis puños.
-¿Por qué? -dije apenas en un hilo de voz.
Quería una explicación. ¿Qué le había hecho yo para que me hiciera esto?
-Algún día obtendrás tu respuesta, Tom... -exhaló-. Mientras tanto, no intentes huir de nuevo, de lo contrario, me llevaré a Tommy lejos de ti. Y si no tengo con quien descargar mi furia, ¿qué crees que le pasará?
El calor por la ira en mi cuerpo me cegó. ¿Cómo podría hacerle daño a nuestro hijo?
-¡Hija de puta!
-Dime lo que quieras decirme, Tom. Te veo en el sótano esta noche... Y si no estás allí cuando llegue, Tom... Ya sabes lo que pasará...
-¡Ahhhhhhh! -grité, tirando el teléfono y golpeando el asiento con la poca fuerza que tenía.
Luego me abracé a mí mismo, cargado de impotencia y dolor cuando el hombre encendió de nuevo el auto, conduciendo a mi cruel destino.
¿Qué había hecho para merecer esto?
¿Cuándo podría deshacerme de esta cruel mujer?
¿Algún día podré vivir sin este miedo cubriendo mi pecho?
Solo un milagro podría salvarme.