EL DOLOR DE LA CEO
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Capítulo 4 CAPITULO 4

- ¿Recuerdas este día? -preguntó Hazel en un susurro, señalando una foto donde Ángel estaba sentado en el regazo de Felipe, ambos riendo por las caras graciosas que le hacía Felipe.

- Fue... Fue nuestro primer viaje a la playa con Ángel-susurro Bady tocando la foto con nostalgia , dolía y dolía demasiado saber que ya no estaban junto a ella.

Estaba tan feliz porque tenía una sonrisa de oreja a oreja , se ve tan emocionado también -sus palabras salieron con un gran dolor , se cubrió su rostro con sus manos-. Nunca pensé que esos momentos serían los únicos que quedarían en mi memoria y en mi corazón, para siempre.

Hazel tomó su mano suavemente y la sostuvo. -Esos momentos que ahora son recuerdos estarán contigo para siempre, Bady. Nadie puede quitar de tu corazón los momentos maravillosos que viviste con Angel y Felipe, y tampoco el amor que compartiste con ellos.

Felipe y Ángel siguen vivos aquí -dijo, colocando una mano sobre el corazón de Bady-. Sé que nada podrá llenar el vacío que dejaron, pero si te aferras a estos hermosos recuerdos, y si encuentras la fuerza en ellos, poco a poco aprenderás a vivir con ese dolor de haberlos perdido.

Bady negó con su cabeza. Con su voz temblorosa y rota, dijo: "No sé cómo vivir con este dolor, Hazel. No sé si quiero vivir con el recuerdo de ellos; eso me lastima más. Pero, ¿cómo le digo a mi corazón que siga adelante con solo recuerdos y nada más? Me arrancaron el alma, y ya nada tiene sentido para mí. Nada me hace feliz, nada me importa", dijo, mirando hacia la ventana para poder ver las nubes.

Hazel suspiró, sintiendo una mezcla de dolor e impotencia, pero al mismo tiempo su corazón estaba lleno de amor por su hermana. Ella no negaba que extrañaba a Angel y a Felipe; los sentía como su familia. ¿Y cómo no? Si Angel era su pequeño sobrino y Felipe su mejor amigo de la universidad. Ella los había presentado después de que terminara su relación con Samuel Anderson, su primer amor, por un malentendido.

Esa noche, por fin Bady durmió un poco mejor. Hazel se quedó despierta junto a la cama, pensando que sería bueno que apareciera Samuel de vuelta en la vida de Bady.

Cerró sus ojos recordando los días y noches de dolor que habían pasado desde el accidente. Recordó las sonrisas de su pequeño sobrino, cómo llenaba su corazón de felicidad con su alegría. Pensó que Bady era demasiado fuerte, pero la tristeza la invadía. Perder a Ángel y Felipe no solo era el dolor de Bady, también era suyo. Al imaginarse perder a Bady, ella estaría destrozada y nadie la podría sacar de ese dolor. Por eso entendió cómo se sentía Bady. Por eso intentaba ser fuerte para ella; no podía darse el lujo de decaer.

Llegó un nuevo día. Los primeros rayos de luz entraban por la ventana. Hazel entró a la habitación con una pequeña bandeja de desayuno y una sonrisa que intentaba disimular su cansancio.

- Buenos días, Bady -saludó con suavidad, colocando la bandeja en la mesita junto a la cama-. Sé que no tienes mucho apetito, pero logré traer un poco de avena con fruta... Era lo que Felipe siempre pedía para desayunar. ¿Te acuerdas?

Bady miró la bandeja y luego a Hazel.

-Si a él le encantaba -dijo Bady con una pequeña sonrisa-, siempre pedía más fruta para colocarle a la avena.

Hazel sonrió, pues aquí tienes.

Traje un plato extra de fruta, por si decides conmemorar esa tradición de Felipe. Bady tomó una cucharada de avena y la llevó a su boca; cada bocado le recordaba a Felipe, a los desayunos juntos. En su mente, podía oír la voz de Felipe pidiendo más fruta. Sintió que las lágrimas volvían a brotar por sus mejillas; esta vez las dejó descender, no las contuvo, sabía que necesitaba dejarlas salir.

Hazel se quedó en silencio, observó a Bady y la dejó comer tranquila, porque después de muchos días, Bady estaba comiendo poco pero seguro. Ella sabía que era un paso necesario para que su hermana empezara a sanar su dolor.

-No tienes que comerlo todo si no quieres -le dijo Hazel con suavidad.

Bady dio un suspiro y dejó la cuchara en el plato.

-Hazel, no sé cómo aguantas todo esto. Yo apenas puedo soportarlo -susurró con su voz cargada de dolor y culpa-.¿Cómo puedes estar aquí todos los días , sin perder la esperanza?.

-Porque te amo, Bady, eres mi hermana.

En ese momento, entraron los médicos a la habitación de Bady y ellos hicieron lo posible por acelerar su recuperación.

Uno de los doctores habló: -Bady, después de revisar tus análisis, estamos convencidos de que puedes volver a caminar. Con el tiempo, tienes que realizar algunas terapias; ellas te ayudarán a recuperar tu movilidad. La decisión es tuya, y si quieres intentarlo, estaremos contigo en todo el proceso.

Bady escuchó en silencio, con una expresión que reflejaba que no tenía esperanza ni felicidad, sino desinterés. Miró al médico con una mirada apagada y negó lentamente.

-No quiero terapias, no quiero intentar nada. Lo único que deseo no lo puedo volver a tener en mi vida, y ustedes no me lo pueden traer de vuelta.

El doctor intentó hacer razonar a Bady, pero sus palabras no lograron atravesar el muro de dolor que ella había levantado. Los doctores, al ver la negatividad de Bady, respetaron su decisión y salieron de la habitación en silencio.

Hazel intentó hablar, pero Bady no la dejó, así que prefirió no decir nada. Entendía y comprendía que su hermana necesitaba algo más, aparte de lo físico. Días después, Bady fue dada de alta. Hazel la llevó a su propia casa, temerosa de dejarla sola en medio de su dolor. Sabía que los recuerdos la iban a hacer flaquear, pero Bady apenas hablaba, apenas comía y se encerraba en ella misma. Hazel intentaba hacerla hablar, hacerla salir de su prisión de tristeza, pero cada día era más difícil; ahora dejarla sola iba a ser peor...

Continuara ...

            
            

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